Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 24 de Agosto de 2019

Las oleadas sucesivas

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Dudaba entre afrontar el tema de nuestro Rey emérito o de los migrates pues los dos me runrunean la cabeza y me tienen el corazón arrugado. Finalmente he optado por dar suelta a mis pensamientos sobre las oleadas sucesivas de personas africanas o asiáticas que quieren entrar en el supuesto Dorado Europeo exponiendo hasta el límite sus vidas.

 

Hoy en la televisión una persona recogida por el barco Open Arms procedente de Eritrea, uno de los que por fin han dejado entrar en Lampedusa se lamentaba de que Italia no quisiera recibirles cuando ellos, los italianos, habían invadido su país y lo habían expoliado.  Me asombró que fuera tan audaz, pues es la primera vez que  oigo a un africano reivindicar su revancha de saqueos institucionales. Evidentemente no sólo Italia sino los principales países de Europa tienen la obligación moral de hacer algo digno por África.

 

Otra cosa que me ha dado qué pensar es que los que están llamando a nuestras puertas no sólo son  subsaharianos,  estos es comprensible porque vienen de países históricamente muy conflictivos, sino también tunecinos, libaneses, egipcios, argelinos y marroquíes, es decir los países del norte de África, países que tenían un desarrollo estable y pacífico hasta que de la noche a la mañana surgió la prometedora ‘Primavera árabe’. Una revolución idílica que anunciaba un florecer digno, equitativo y saludable de estos países que se suponía que su ritmo ‘tecnológico y de beneficios’ no era lo suficientemente acelerado y había que darles un empujón. Este empujón se lo dieron nuestros países ‘inteligentes, desarrollados y tecnócratas’ apoyando (y propiciando) la revolución bajo el lema de ‘Democracia y Distribución’.

 

Un movimiento que presagiaba una prosperidad merecedora de los más admirables halagos y que finalmente ha supuesto el caos más absoluto en esos países: Egipto es un verdadero desorden, Líbano una anarquía absoluta desde que de la manera más vil se acabó con Gadafi, el amigo que de pronto interesó más su petróleo que su amistad y se le dio una muerte deshonrosa, y así los demás países Túnez y Argel. En Marruecos no hubo ‘Primavera árabe’ así que tampoco el país se ha quebrado, sigue con su ritmo y con sus necesidades pero no está soliviantado como los otros. Ahora los habitantes de estos países que se movieron en su momento (o los movieron altos intereses) por un ideal de mejorar tienen que emigrar a Europa porque en su tierra no hay quien viva, la desestabilización es enorme. ¡¡Vaya Primavera floreciente que les prepararon!!

 

A lo que voy. Igual que detrás de aquella revolución hubo muchos intereses internacionales. Quizás si hubiera estado Trump a la cabeza de American first  le hubiera propuesto a Gadafi la compra de su país y de llegar a acuerdos comerciales se hubiera evitado mucha sangre. Pues igual, digo, pienso que este enormísimo movimiento de personas queriendo entrar en una Europa que no es el paraíso, o en unos Estados Unidos que no les quieren, dejándose la vida por el camino, hay una mano oscura detrás que propicia todo esto con sus intereses.

 

Los países africanos, subsaharianos, llevan los pobres desde que se les dejó de explotar, es decir, hace años, alborotados y con una vida difícil. Centroamérica no ha levantado cabeza desde tiempos inmemoriales ¿por qué de repente les da a todos por ponerse en camino? No creo que todo sea el efecto reflejo. Estas avalanchas de migrantes están favoreciendo en el mundo el crecimiento de la xenofobia y el posicionamiento cada vez más fuerte de la ultraderecha. Hay una relación directamente proporcional en este movimiento. Algo que da que pensar.

 

Me sorprende que estos subsaharianos que vienen caminando a través de África hablan de que han tenido que pagar al mafioso de la patera 2.000 o 3.000€, más lo que se han gastado en toda la trayectoria. Yo me pregunto ¿cómo pueden reunir tanto dinero? Es sorprendente.

 

Otra cosa sorprendente es que la Ministra Carmen Calvo diga que el Open Arms no tenía autorización para recoger a gente que se está ahogando en el mar. Y que le puede caer una gran multa por recoger a esos ciento y pico personas a la deriva. Impresionante. Que haya que tener permiso para salvar unas vidas que se te cruzan en el camino, impresionante. La humanidad se disfraza de leyes.

 

Pienso que sería magnífico acoger a todo aquel que quiera venir a nuestro país, pero entiendo que eso es difícil de sostener y organizar, pero lo que no es entendible que a la gente que se le acoge se le deje en las calles con el título de ilegal y que como es ilegal no puede trabajar, y como no puede trabajar se le ocurre vender cosas en la calle, pero tampoco les dejan sacarse así un dinero así que ¿por qué les dejan en el país si luego no les dejan vivir dignamente? Eso lleva a que en la necesidad tenga que robar, y si roban, pufff a la cárcel. Y así, un círculo vicioso. ¿Cómo a estas alturas no hay un buen programa de reinserción de estos ilegales? Y no digamos ya de los niños no acompañados, les tienen hacinados y luego les sueltan a las calles. Posibles delincuentes. Un gran problema. Y una gran falta de programación.

 

En segundo de carrera teníamos una asignatura de Derecho que era la ‘fuerte’ la que todo el mundo suspendía más que nada por pura satisfacción del Catedrático que así creía que se ganaba el respeto. Había una pregunta en los exámenes finales que le gustaba repetir con frecuencia y que la respuesta se trasmitía de generación en generación de alumnos. La pregunta era muy simple y la respuesta aún mayor, pero ésta tenía que ser exacta y literalmente cómo el profesor quería que fuese. ¿Cómo invadieron los musulmanes España? La respuesta tenía que ser exactamente esta: “En oleadas sucesivas”, si no eran esas mismas palabras, ni más ni menos estabas automáticamente suspendido.

 

Pues seguimos teniendo oleadas sucesivas de entrada en nuestro país pero el país está en suspenso porque no sabe cómo responder a esas oleadas de una manera ética, lógica, equitativa y saludable.

 

O témpora o mores

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