Eloy Rubio Carro
Lunes, 26 de Agosto de 2019

Después del cohete, las estrellas

 

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Tamborileó la batucada en la glorieta de la Nacional VI como anticipo de la traca final de las fiestas de Santa Marta de este año, hasta el mismo minuto antes del chupinazo del comienzo. El paseo de las Murallas y suponemos que Manjarín estaban hasta los topes de curiosos que con la chuvasquina de la tarde se habían acercado, cautos, con paraguas.

 

 

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Uno a uno sin prisa, sin pausa, comenzaron a explotar con ese particular sonido de pedo sin ruido los cohetes bajos. Ascendían poco, “con luminosa algarabía y alboroto” apenas se alzaban sobre la gente de la muralla en la ocasión de hacerles una foto, para descender en suave catarata centelleante.

 

De cuando en cuando, como para apostillar, fue por tres veces contando la última, unos cohetes llegaban hasta la cúpula del cielo, ocupando gran parte de la visión, eran de esos que antes, cuando niño despertaban la admiración del espectador provocando un ahhhh.

 

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El colofón estaba cantado, hemos dejado de ser niños y necesitamos cada vez más para expresar el asombro. Luego el chupinazo que dice el fin y que cierra las fiestas y la gente que desaloja la muralla con parsimonia, como queriendo más o sabiendo que otro curso da comienzo desde la espantosa traca final, más incluso que tras la noche de fin de año.

 

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Las estrellas que poco a poco se dejarán ver durante los 366 días del año que vendrá forman parte de nuestra gran costumbre y no serán para deleite y asombro.

 

 

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