Samuel Yebra Pimentel
Sábado, 31 de Agosto de 2019

Astorga parque temático

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El espectáculo “es el núcleo del irrealismo de la sociedad real”, bajo todas sus formas particulares, “información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones.” Dice Guy Debord 



Bueno no estaría tan mal, si hubiera sido intencionado, el tener unas fiestas más humildes, menos dilapidadoras, tales como las de este verano. Ya hemos vivido por cuatro años el ‘potlatch’ consumista y despilfarrador de cada fin de semana. ¿Qué nos trajo a los Astorganos para lo que habría de ser una vida de verdad sino una simple apariencia? “Una negación visible de la vida”.



Siempre encontraremos justificaciones para esta proclamación constante de lo que no somos: que si se sirvieron tantas comidas, que si llegamos a 20000 turistas en un solo día, que si fuegos artificiales que contaminen el azul del cielo y la estrellería.


Continua Guy Debord “... la dominación espectacular ha logrado criar a una generación sometida a sus leyes.” Ahí es nada. Apaguen la televisión. Siéntense y mediten, dejen de soñar con el último ‘gadget’ o aplicación que les tenga acuciados, obsesionados y obsoletos y plantéense qué vida queremos y cuál es la menos mentirosa, ¿la de la tolerancia represiva? ¿Cuál es la Astorga, si es que Astorga es una entidad diferenciada, que queremos? ¿La inventada mediante un vaciamiento del pasado que se pueda vender, en la que Mefistófeles sea el rey? ¿Una mitificación de un origen que nos diferenciaría con ínfulas de desprecio, como vienen haciendo todos, todos los nacionalismos?, o una Astorga que se diferenciara hacia el futuro por decir no, por salirse del carril envolvente a que nos emboca la fusión y difusión de la economía con el poder político. De verdad ¿qué Astorga querríamos cuando el querer de las personas no estuviera mediatizado por el espectáculo de las imágenes?



Habría que atreverse alguna vez a voltear las consignas del consumo de masas. Primero la humanización (algo que ahora es “en segunda navegación”) y luego el beneficio económico. Primero los peatones y los niños y luego los vehículos. (Sálvese quien pueda). Primero la procesión festiva sin tantos requilorios ni maceros ni música militar. Primero la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos y ciudadanas (libros de texto para quienes los necesitan, defensa de los desahuciados, más ayudas sociales etcétera) luego las martingalas napoleónicas y los circuitos de los aeroplanos del calor y las nubes de smog con pocas nueces o ninguna. (Algo que nunca más debiera de suceder)

 


Habrá que hacerlo paulatinamente pero hay que hacerlo. Existen modelos de ciudades más habitables, mucho más habitables, y en última instancia hay que mirar por quienes aquí vivan, evitando la inminente ‘gentrificación’ que una 'ciudad imagen' a la que parecíamos embocados, conduciría. Ese tipo de ciudad histórica e histriónica que ordena su quehacer hacia un parque temático en donde ‘los actrices’ trabajan gratuitamente ¿para quién?

 

 

Los políticos, que por ahora son los únicos que podrían empeñarse en algo así, serán incapaces de hacerlo, se consideran imprescindibles y quieren ser reelegidos por encima de todo, por encima de sus convicciones -si es que las tuvieren-, por encima de un proyecto de urbe que de no ser popular, -lo popular, el populismo popular no es lo del pueblo, es el desprecio del pueblo y de lo del pueblo, el señuelo de los titiriteros de la caverna en Platón- no lo tendrán en consideración. ¿Qué democracia es esta? ¿Cuándo nos preocuparemos de que las gentes estuvieran en camino de distinguir entre la “apariencia racional” y “la realidad irracional”? ¿Cuándo convocarán, fuera de unas elecciones, a sus ciudadanos a debate? ¿Qué saben estos de una comunidad de diálogo? Se burlan y nada de nada saben. Esos políticos que son los últimos en creer en la inteligencia de los ciudadanos.

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