Panem et circenses
![[Img #45968]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2019/47_3naciones-batalla-de-castrillo-496.jpg)
Andamos los humanos en los últimos tiempos, en general, tan ninguneados, insignificantes, anónimos e ignorados que podemos comenzar a ver, con una cierta naturalidad y aprobación social, conductas individuales otrora dignas de manuales de psicopatología.
“Me gusta que la gente hable mal de mí” -dice uno a su amigo-. Querrás decir bien, contesta éste. “Bueno, eso ya sería la leche” replica el primero.
Parece ser que en el todo a cien de esos programas de TV de gran consumo en los que ganancia publicitaria y las altas cotas de audiencia lograda se fundamentan en el manoseo de despojos, vísceras y picadillo, donde cabe todo por un puñado de likes, los personajes y ‘personajas’ actuantes , capaces de sorpender dentro del proceso en espiral de degradación autoregulado, son valores seguros que vienen a ser como una especie de inversión sin riesgo de los antiguos Bonos del Estado, cuando el Estado era un bien seguro, es decir hace unos cuantos años ya.
El pan y circo de los romanos -yo no estaba porque soy muy joven pero me lo han contado- debía de ser parecido a esto. Claro con más realismo porque ellos, los romanos, no disponían de nuestra tecnología, no se había inventado aún ni lo analógico ni lo digital y para divertir al honorable no tenían más remedio que echar cristianos y esclavos de verdad a fieras también de verdad que daban buen juego a la fiesta y que era celebrada por miles de pacíficos asistentes en el Coliseum (o similares) del Imperio, imperio que también inventó el Latín, el Derecho Romano y algunas cosas interesantes más.
El latín, al abrigo de la demagogia y la modernidad, ha sido borrado de los planes de enseñanza actuales por nuestros mandamases y tahúres -locales o del Misisipi-, el derecho puede seguir siendo reconocible por nuestro actual sistema de leyes, pero lo que se mantiene vigoroso y en pie, obviamente con todas las correcciones obligadas por el paso de tiempo o el cambio de principios y creencias, es el citado pan y circo.
Latas en conserva con salsa de intestinos, envidias, inquinas, frivolidad y bajas pasiones donde todo el mundo se pueda ver parcial o totalmente reflejado, al menos lo suficiente como para pulsar el botón una y otra vez y ver expuesta la zafiedad desnuda disfrazada de una postmodernidad que renuncia al racionalismo, que busca una ‘posverdad’ sustituyendo la realidad objetivable por las sensaciones emocionales o creencias personales y que, finalmente, inyecte algo de autoestima en multitud de personajes en busca de autor.
Si la finalidad, aparte de llenar los bolsillos con programas simples de bajo coste y mucha audiencia, era una apuesta formal por la ordinariez y la tosquedad, misión cumplida. El ‘vil populacho’ -de sangre sediento… continuaba el texto- suele estar a la altura de las expectativas de los guionistas de estas televisiones al servicio del pueblo. Sigan ustedes con el guión, continúen abundando en la escasez de calidad de sus contenidos y profundizando en la mediocridad que seguramente estarán aún lejos de la saturación y continúen con el circo… aunque quede menos pan.
Andamos los humanos en los últimos tiempos, en general, tan ninguneados, insignificantes, anónimos e ignorados que podemos comenzar a ver, con una cierta naturalidad y aprobación social, conductas individuales otrora dignas de manuales de psicopatología.
“Me gusta que la gente hable mal de mí” -dice uno a su amigo-. Querrás decir bien, contesta éste. “Bueno, eso ya sería la leche” replica el primero.
Parece ser que en el todo a cien de esos programas de TV de gran consumo en los que ganancia publicitaria y las altas cotas de audiencia lograda se fundamentan en el manoseo de despojos, vísceras y picadillo, donde cabe todo por un puñado de likes, los personajes y ‘personajas’ actuantes , capaces de sorpender dentro del proceso en espiral de degradación autoregulado, son valores seguros que vienen a ser como una especie de inversión sin riesgo de los antiguos Bonos del Estado, cuando el Estado era un bien seguro, es decir hace unos cuantos años ya.
El pan y circo de los romanos -yo no estaba porque soy muy joven pero me lo han contado- debía de ser parecido a esto. Claro con más realismo porque ellos, los romanos, no disponían de nuestra tecnología, no se había inventado aún ni lo analógico ni lo digital y para divertir al honorable no tenían más remedio que echar cristianos y esclavos de verdad a fieras también de verdad que daban buen juego a la fiesta y que era celebrada por miles de pacíficos asistentes en el Coliseum (o similares) del Imperio, imperio que también inventó el Latín, el Derecho Romano y algunas cosas interesantes más.
El latín, al abrigo de la demagogia y la modernidad, ha sido borrado de los planes de enseñanza actuales por nuestros mandamases y tahúres -locales o del Misisipi-, el derecho puede seguir siendo reconocible por nuestro actual sistema de leyes, pero lo que se mantiene vigoroso y en pie, obviamente con todas las correcciones obligadas por el paso de tiempo o el cambio de principios y creencias, es el citado pan y circo.
Latas en conserva con salsa de intestinos, envidias, inquinas, frivolidad y bajas pasiones donde todo el mundo se pueda ver parcial o totalmente reflejado, al menos lo suficiente como para pulsar el botón una y otra vez y ver expuesta la zafiedad desnuda disfrazada de una postmodernidad que renuncia al racionalismo, que busca una ‘posverdad’ sustituyendo la realidad objetivable por las sensaciones emocionales o creencias personales y que, finalmente, inyecte algo de autoestima en multitud de personajes en busca de autor.
Si la finalidad, aparte de llenar los bolsillos con programas simples de bajo coste y mucha audiencia, era una apuesta formal por la ordinariez y la tosquedad, misión cumplida. El ‘vil populacho’ -de sangre sediento… continuaba el texto- suele estar a la altura de las expectativas de los guionistas de estas televisiones al servicio del pueblo. Sigan ustedes con el guión, continúen abundando en la escasez de calidad de sus contenidos y profundizando en la mediocridad que seguramente estarán aún lejos de la saturación y continúen con el circo… aunque quede menos pan.