Para no olvidar
![[Img #46215]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2019/8133_parvula-nanas-089.jpg)
A veces me vienen a la cabeza algunos libros que devoré y disfruté tan rápidamente que me pregunto si me aprovecharon lo suficiente. Si pude haberlos leído más despacio y ahora recordar más de ellos. No sucede solamente con los libros. Aquí algunos ejemplos de cosas que no me gustaría olvidar:
El extranjero de Camus y esta escena: “¡Saldrás y nos casaremos! Respondí: ¿Tú crees?, pero fue sobre todo por decir algo”. La leí este verano y se ha convertido en una de mis novelas favoritas. Describiría al personaje, pero para qué.
Este verso que rescata Antonio Lucas en El Mundo a propósito de la nueva novela de Savater que ha salido este martes: Tú que sabes qué soy yo/ y todo te lo debo todavía.
También en El Mundo la entrevista con McEwan en la que se pregunta “¿quién va a escribir el algoritmo para las mentiras piadosas?”.
Los libros de novela negra de Gianrico Carofiglio y Benjamin Black seudónimo de John Banville. Larga vida a los abogados Guerrieri y Haller y al detective Harry Bosch. Y el enfant terrible Frederic Beigbeder que dijo que “el amor es fingir que te da igual cuando no te da igual”.
Los artículos de Camba, los obituarios de Jaime Campmany y Manuel Alcántara a Ruano y todo él. Los diarios de Uriarte y de Trapiello, la poesía no completa de Szymborska y Don Quijote de la Mancha. Todo eso junto es la felicidad y los libros que me miran cuando escribo esto.
También este poema y todos los demás de Luis Alberto de Cuenca:
Bébetela
Dile cosas bonitas a tu novia:
“Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks”
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva). Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos
no dudes ni un segundo:
bébetela.
A veces me vienen a la cabeza algunos libros que devoré y disfruté tan rápidamente que me pregunto si me aprovecharon lo suficiente. Si pude haberlos leído más despacio y ahora recordar más de ellos. No sucede solamente con los libros. Aquí algunos ejemplos de cosas que no me gustaría olvidar:
El extranjero de Camus y esta escena: “¡Saldrás y nos casaremos! Respondí: ¿Tú crees?, pero fue sobre todo por decir algo”. La leí este verano y se ha convertido en una de mis novelas favoritas. Describiría al personaje, pero para qué.
Este verso que rescata Antonio Lucas en El Mundo a propósito de la nueva novela de Savater que ha salido este martes: Tú que sabes qué soy yo/ y todo te lo debo todavía.
También en El Mundo la entrevista con McEwan en la que se pregunta “¿quién va a escribir el algoritmo para las mentiras piadosas?”.
Los libros de novela negra de Gianrico Carofiglio y Benjamin Black seudónimo de John Banville. Larga vida a los abogados Guerrieri y Haller y al detective Harry Bosch. Y el enfant terrible Frederic Beigbeder que dijo que “el amor es fingir que te da igual cuando no te da igual”.
Los artículos de Camba, los obituarios de Jaime Campmany y Manuel Alcántara a Ruano y todo él. Los diarios de Uriarte y de Trapiello, la poesía no completa de Szymborska y Don Quijote de la Mancha. Todo eso junto es la felicidad y los libros que me miran cuando escribo esto.
También este poema y todos los demás de Luis Alberto de Cuenca:
Bébetela
Dile cosas bonitas a tu novia:
“Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks”
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva). Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos
no dudes ni un segundo:
bébetela.