Tres poemas: Eloísa Otero. Foto: Óscar García Bárcena
![[Img #46217]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2019/957_670-p7030333_res_liz.jpg)
NADIE NOS CUIDA
I
Con las antenas extendidas
para no perderte nada,
oscilando como una velita que se apaga,
pensarás quizás en si dejaste la cazuela al fuego
al salir de casa,
o en si apagaste el pitillo recién prendido
cuando sonó el teléfono
y algo se quebró.
—¡Cuídamelos!
El amor es así en sus frases hechas:
una cajita de nácar
con un poco de arena,
florecillas secas junto al tocado
de novia de mamá.
Sospechas, sabes lo que viene ahora,
tienes miedo y no es por ti (“¡Cuídamelos!”),
y no sé cómo abrazarte,
cómo sorber esa lágrima,
mientras trasteo en los recuerdos
hasta encontrar tu voz que me cuidaba:
“No andes por la casa con los pies descalzos…”
II
“Lo que hay entre tú y yo no cabe por debajo de la puerta”.
¿Qué tenías en mente cuando de madrugada
desplegaste las alas
sin hacer ruido
por la ventana abierta,
como en un relato oriental…?
[Hasta aquí el poema.
En adelante: un cadáver exquisito (siempre sale bien),
notas dispersas, palabras sueltas,
otro lenguaje (otra saliva) para cambiar
el curso de las cosas.]
Dóblame la aurora y borda la cenefa
que me arropa
sin cuidado, dañando,
rompiendo el lugar
que fue y lo que escondió,
para no ser aquello que crujía.
Todo lo que se pudo romper
algo hizo que ligara
y me mantuviera no ya quieta,
sino expectante,
preparada lista ya
para saltar sin red
a pesar del dolor.
Líbrame de tu deserción,
yo no soy de llorar.
No me dejes ladrando,
abandonada
como una perra
en una batea.
III
Aligerar lo que se acumula,
y soltar lastre
hasta ser
n
a
d a
y
d
e
s
a
p
a
r
e
c
e
r
(Hai que ir morrendo…)
NADIE NOS CUIDA
I
Con las antenas extendidas
para no perderte nada,
oscilando como una velita que se apaga,
pensarás quizás en si dejaste la cazuela al fuego
al salir de casa,
o en si apagaste el pitillo recién prendido
cuando sonó el teléfono
y algo se quebró.
—¡Cuídamelos!
El amor es así en sus frases hechas:
una cajita de nácar
con un poco de arena,
florecillas secas junto al tocado
de novia de mamá.
Sospechas, sabes lo que viene ahora,
tienes miedo y no es por ti (“¡Cuídamelos!”),
y no sé cómo abrazarte,
cómo sorber esa lágrima,
mientras trasteo en los recuerdos
hasta encontrar tu voz que me cuidaba:
“No andes por la casa con los pies descalzos…”
II
“Lo que hay entre tú y yo no cabe por debajo de la puerta”.
¿Qué tenías en mente cuando de madrugada
desplegaste las alas
sin hacer ruido
por la ventana abierta,
como en un relato oriental…?
[Hasta aquí el poema.
En adelante: un cadáver exquisito (siempre sale bien),
notas dispersas, palabras sueltas,
otro lenguaje (otra saliva) para cambiar
el curso de las cosas.]
Dóblame la aurora y borda la cenefa
que me arropa
sin cuidado, dañando,
rompiendo el lugar
que fue y lo que escondió,
para no ser aquello que crujía.
Todo lo que se pudo romper
algo hizo que ligara
y me mantuviera no ya quieta,
sino expectante,
preparada lista ya
para saltar sin red
a pesar del dolor.
Líbrame de tu deserción,
yo no soy de llorar.
No me dejes ladrando,
abandonada
como una perra
en una batea.
III
Aligerar lo que se acumula,
y soltar lastre
hasta ser
n
a
d a
y
d
e
s
a
p
a
r
e
c
e
r
(Hai que ir morrendo…)