Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 28 de Septiembre de 2019

Se fue. Ayer estaba y hoy ya no está.

[Img #46296]

 

 

El día 24 de este mes de septiembre, hace unos días, fue el entierro de Anuca Gatón. Hace poco me contaba lo feliz que se encontraba viviendo en Astorga y habiendo vivido gran parte de su vida y criado a sus hijos en esta pequeña ciudad. Era una mujer entrañable con una vida entrañable en una ciudad para ella entrañable.

 

Llegó la noticia de Lisboa un mal día: “Anuca se ha muerto”. Suena terrible. Así. De pronto. No puede ser. Si la vimos tan feliz el otro día, antes de su viaje al país vecino para ver a su hija y sus nietos, de los que estaba tan orgullosa. Un gran desconcierto. No es posible. En nuestras mentes empezamos a visualizarla caminando por las calles, en el mercado, en las comidas del grupo de amigos… siempre con un tono de tranquilidad y un talante feliz. Podría parecer que en su vida no existían ni los estreses ni las impaciencias ni las ansiedades, como si su existencia transcurriera tal que un tranquilo río de suaves meandros. Había sufrido, claro, cuando dejó al marido en una de esas curvas de la vida, pero pasó y siguió complacida en la corriente de la vida. Tenía a los hijos cerca a los que visitaba con frecuencia y el resto era un acontecer apacible en una pequeña y amable ciudad, la misma que la había nombrado en su juventud Reina de las Fiestas de la ciudad, título entonces de admiración por su categoría de belleza, y había sido miembro de un grupo de jóvenes entusiastas y divertidas que se hacían llamar las Balumba.

 

Se fue. Ayer estaba y hoy ya no está. Se fue Anuca. Y una nueva impresión queda en el ánimo de los que estamos cerca de este episodio. Así de rápido, sin enfermedades por medio, sin excesivos años a nuestras espaldas, sin accidente imprevisto, sin algún aviso previo…, también nos puede pasar a nosotros, a mí, a ti, a él.

 

Sabemos que tenemos que morir, sabemos que podemos tener un accidente, sabemos que la muerte puede llegar en cualquier momento, pero estamos sanos y no pensamos en ello. Ni pensamos ni queremos pensarlo. Creemos que tenemos “toda la vida por delante”, una frase hecha y repetida y creída, pero la verdad, la puritita verdad, es que no tenemos, ni podemos tener idea de lo que nos queda por delante. Quizás sea lo mejor porque si lo supiéramos sería un caos, o nos entraría una profunda depresión viendo que se nos van agotando los días, o quizás nos daría por hacer todas las barbaridades del mundo para aprovechar los días restantes.

 

Pero una cosa sí que deberíamos tener más a menudo presente en nuestro funcionamiento vital y es que la vida es un paseo, largo o corto pero es un trayecto de ida sin vuelta, un viaje en el que la única pretensión debería ser hacerlo con sabiduría para  disfrutarlo. Tratar de realizarlo con armonía, sosiego, tranquilidad y felicidad.

 

Pero los viajes humanos que estamos viendo y viviendo hoy día en este mundo nuestro son de mucha violencia, mucho estrés, mucha presión, mucho odio, mucha mentira, mucho egoísmo, mucha ansiedad material…  modos de vida muy absurdos, unos por elección y otros por imposición, para una travesía tan corta.

 

Cuando nos vayamos nos llevaremos tan sólo el espíritu, la energía, o lo que sea que transcienda, porque yo creo que algo transciende a otra dimensión, y  si hay alguna cosa que cuidar estando aquí es justamente esa parte que no se ve, eso es lo que tenemos que proteger y mantener en buen estado, todo lo demás por lo que habitualmente tanto nos preocupamos, es tan pequeño, tan insignificante, tan nimio, que si colocamos nuestro punto de visión en el Cosmos y dirigimos  la mirada hacia nuestras ansiedades cotidianas en este minúsculo punto del espacio que es la Tierra nos entraría la risa y la estupefacción por ser tan fatuos.

 

Sería una fantástica lección, obligatoria para todos los habitantes terrícolas, el dar un paseo por el espacio y ver lo pequeñísimo que somos con respecto al Universo y lo estúpido de nuestros problemas.

 

Creo que Anuca no necesitó seguir el consejo de Lou Marinoff, aquel que nos descubría el elixir de la felicidad recomendándonos: ‘Más Platón y menos Prozac’, porque su vida tenía toda la apariencia de ser bastante platónica, una satisfacción para sus seres queridos. Qué descanse en paz.

 

O témpora o mores

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.