¡Qué tiene cara de hereje y aún fe en la Necesidad! (Astorga creativa 1)
![[Img #46298]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2019/6801_dsc_0191.jpg)
AEDENAT (Ecologistas en Acción) proponía ya en 1977 un Plan de Energías Renovables, a lo que las administraciones y el pujante sector energético de antes, y de ahora, respondieron literalmente: ‘Eso es una mariconada’. De aquellas 'mariconadas' estás poluciones.
La ciudad como modo triunfante de ocupación del territorio es el mejor ejemplo del derroche de los recursos naturales y energéticos.
En 2004 se preguntaba José Antonio Corraliza: “¿Cómo es posible que nos cueste tanto trabajo establecer un consenso social mínimo sobre la necesidad de cambios en el estilo de vida y en el modelo de organización ciudadana que promuevan al menos, la contención en el gasto energético?”
Desconozco si en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Astorga, de aprobación ‘sinedie’, se habrán diseñado modos de actuación para el uso racional de la energía en los sectores del transporte, del comercio, de servicios y de usos domésticos; ni si se han previsto planes de movilidad de la gente, pienso ahora en los ancianos que tienen que pagarse un taxi cada vez que acuden al centro de especialidades o al Hospital de León a disfrutar de una fantástica jornada; ni si en ese plan se contemplan normas de optimización energética en los edificios de nueva construcción. También desconozco si la nueva Corporación, que tantas esperanzas hubo generado en algunas gentes, ha pensado en algún plan de ampliación de la participación ciudadana en el diálogo social sobre estos y otros asuntos que les atañen. En caso contrario nuestra democracia ciudadana seguirá siendo una filfa.
Solamente así podríamos saber la ciudad que queremos. Las elecciones municipales sirven para elegir representantes que administren, decidan y ejecuten, sin que esto signifique que conozcan el sentido y la voluntad de sus ciudadanos, pues con los programas electorales ya sabemos lo que pasa. Cumple educarlos y estar a la escucha. Cumple un plan de comunicación de ida y vuelta, más enfocado a la escucha que a la difusión de consignas. Nos hemos dejado llevar por una vida cada día más acelerada y sin capacidad de asimilarla, sin precaución alguna, atendiendo únicamente al PIB y al desarrollo, olvidándonos de la comunidad, de la comunión, de la vida de verdad.
No puedo hablar por nadie sobre la ciudad que se quiere, pero opino que no queremos caer en la anomia. Que al pasear por sus calles pudiéramos entrar en un diálogo con el pasado y el presente con vistas al futuro. Una ciudad creativa, que debe de huir de la ciudad museo, del pintoresquismo en el que han terminado algunos pueblos y poblaciones de la contorna con acceso restringido a sus calles para sus ciudadanos, convertidas en museo integral, en vida muerta.
Todavía no se ha restringido en Astorga la visión del Palacio de Gaudí, pero ya no es nuestro, o es cada vez menos de los astorganos que antes cuando, a nuestro antojo, (no trampantojo como ahora), lo circunvalábamos con total libertad y hasta podíamos tumbarnos sin permisos a la vera de los angelotes.
Mientras tanto las redes sociales haciendo de las suyas, dirigiendo lo que cada cual quiera ver y oír, (sin mirada y sin escucha) y que en esa ciudad diseñada y sin ciudadanos, cada vez será más difícil encontrarnos y oírnos. Un ‘no lugar’ de decorado fantasmal.
AEDENAT (Ecologistas en Acción) proponía ya en 1977 un Plan de Energías Renovables, a lo que las administraciones y el pujante sector energético de antes, y de ahora, respondieron literalmente: ‘Eso es una mariconada’. De aquellas 'mariconadas' estás poluciones.
La ciudad como modo triunfante de ocupación del territorio es el mejor ejemplo del derroche de los recursos naturales y energéticos.
En 2004 se preguntaba José Antonio Corraliza: “¿Cómo es posible que nos cueste tanto trabajo establecer un consenso social mínimo sobre la necesidad de cambios en el estilo de vida y en el modelo de organización ciudadana que promuevan al menos, la contención en el gasto energético?”
Desconozco si en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Astorga, de aprobación ‘sinedie’, se habrán diseñado modos de actuación para el uso racional de la energía en los sectores del transporte, del comercio, de servicios y de usos domésticos; ni si se han previsto planes de movilidad de la gente, pienso ahora en los ancianos que tienen que pagarse un taxi cada vez que acuden al centro de especialidades o al Hospital de León a disfrutar de una fantástica jornada; ni si en ese plan se contemplan normas de optimización energética en los edificios de nueva construcción. También desconozco si la nueva Corporación, que tantas esperanzas hubo generado en algunas gentes, ha pensado en algún plan de ampliación de la participación ciudadana en el diálogo social sobre estos y otros asuntos que les atañen. En caso contrario nuestra democracia ciudadana seguirá siendo una filfa.
Solamente así podríamos saber la ciudad que queremos. Las elecciones municipales sirven para elegir representantes que administren, decidan y ejecuten, sin que esto signifique que conozcan el sentido y la voluntad de sus ciudadanos, pues con los programas electorales ya sabemos lo que pasa. Cumple educarlos y estar a la escucha. Cumple un plan de comunicación de ida y vuelta, más enfocado a la escucha que a la difusión de consignas. Nos hemos dejado llevar por una vida cada día más acelerada y sin capacidad de asimilarla, sin precaución alguna, atendiendo únicamente al PIB y al desarrollo, olvidándonos de la comunidad, de la comunión, de la vida de verdad.
No puedo hablar por nadie sobre la ciudad que se quiere, pero opino que no queremos caer en la anomia. Que al pasear por sus calles pudiéramos entrar en un diálogo con el pasado y el presente con vistas al futuro. Una ciudad creativa, que debe de huir de la ciudad museo, del pintoresquismo en el que han terminado algunos pueblos y poblaciones de la contorna con acceso restringido a sus calles para sus ciudadanos, convertidas en museo integral, en vida muerta.
Todavía no se ha restringido en Astorga la visión del Palacio de Gaudí, pero ya no es nuestro, o es cada vez menos de los astorganos que antes cuando, a nuestro antojo, (no trampantojo como ahora), lo circunvalábamos con total libertad y hasta podíamos tumbarnos sin permisos a la vera de los angelotes.
Mientras tanto las redes sociales haciendo de las suyas, dirigiendo lo que cada cual quiera ver y oír, (sin mirada y sin escucha) y que en esa ciudad diseñada y sin ciudadanos, cada vez será más difícil encontrarnos y oírnos. Un ‘no lugar’ de decorado fantasmal.