La libertad
![[Img #46300]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2019/1427_26063655_10212550519655404_1382913938007304957_o.jpg)
El pecado original consiste en limitar el Ser.
No lo cometas.
Uno de los primeros libros que leí de pequeña, calculo que tendría doce o trece años, y que me marcó como solo marcan esos primeros libros que pasan por nuestro recién estrenado intelecto, es decir, con huella indeleble, fue ‘Juan Salvador Gaviota’, del escritor y piloto estadounidense Richard Bach. Fue tanta la fascinación que despertó en mí que seguí buscando libros de él y encontré ‘Ilusiones’ que narra el encuentro y aventuras entre el escritor y un antiguo mecánico y mesías llamado Donald Shimoda cuando el primero sobrevolaba los campos de maíz de Illinois. Las enseñanzas de Shimoda son un canto a la superación personal y un desafío a los límites físicos y supusieron para mí una auténtica revolución intestina, tal vez la primera, de otras muchas que se sucederían años más tarde. Del libro, escrito en primera persona, rescato el capítulo trece en el que Bach despliega su particular, también revolucionario punto de vista acerca de la libertad.
La libertad, esgrime el autor de Juan Salvador Gaviota, es hacer lo que nos plazca sin limitaciones. Y para demostrar su teoría hace aparecer, a instancias del maestro y mesías Shimoda, un vampiro en medio de la noche dispuesto a chuparles la sangre. El vampiro advierte que su condición es una desgracia, que sufrirá mucho e incluso morirá si no le permiten succionar un poco, no más de medio litro, de su sangre, (¿Qué supone medio litro en un cuerpo humano?) lo que provoca que Bach se altere y amenace al extraño huésped con matarle. Con esta reacción lo que se quiere demostrar es que entre varias opciones existentes (consentir lo que el vampiro dice y donar la sangre, no hacerle caso, huir, amarrarle, atravesarle el corazón con una estaca) el narrador elija la que en ese momento le parece mejor y más efectiva sin preocuparse de la responsabilidad ética que supone lastimar a terceros, siendo, a su vez, opción del estrambótico visitante sentirse lastimado o no y responder en consecuencia.
Con este ejemplo, aunque extremo, lo que se trata de demostrar es que todos nosotros estamos llenos de opciones. La responsabilidad que entraña el término libertad significa ser capaces de responder no como el otro quiere, pues si lo hacemos así no haríamos nuestra vida sino la vida del otro, dejándonos chupar la sangre, sino según las condiciones en las que hemos elegimos vivir.
Esta teoría siempre la he tenido en cuenta a lo largo de la vida para reafirmarme en mis convicciones. Y aunque lo cierto es que no siempre se puede decir lo que pensamos ni hacer lo que nos place, la teoría expuesta me ha servido para conquistar mi independencia. A costa a veces de pagar el tributo del aislamiento. Pues romper moldes y no actuar conforme a las reglas establecidas y salirse del rebaño y ser, tal vez, un poco rebelde no está nada bien visto. Pero lo prefiero así. Y hasta ahora no me ha ido mal del todo.
A fin de cuentas no hay más juez que uno mismo y de lo que se trata es de autoevaluar, nadie más puede entrar en esa valoración, si la vida ha merecido la pena y nosotros en ella, aprobándonos o desestimando nuestros actos, pues es al niño interior, recién nacido eterno, que dijo el poeta, hacia donde vamos una y otra y otra vez.
Casi nada, pero al mismo tiempo, todo.
El pecado original consiste en limitar el Ser.
No lo cometas.
Uno de los primeros libros que leí de pequeña, calculo que tendría doce o trece años, y que me marcó como solo marcan esos primeros libros que pasan por nuestro recién estrenado intelecto, es decir, con huella indeleble, fue ‘Juan Salvador Gaviota’, del escritor y piloto estadounidense Richard Bach. Fue tanta la fascinación que despertó en mí que seguí buscando libros de él y encontré ‘Ilusiones’ que narra el encuentro y aventuras entre el escritor y un antiguo mecánico y mesías llamado Donald Shimoda cuando el primero sobrevolaba los campos de maíz de Illinois. Las enseñanzas de Shimoda son un canto a la superación personal y un desafío a los límites físicos y supusieron para mí una auténtica revolución intestina, tal vez la primera, de otras muchas que se sucederían años más tarde. Del libro, escrito en primera persona, rescato el capítulo trece en el que Bach despliega su particular, también revolucionario punto de vista acerca de la libertad.
La libertad, esgrime el autor de Juan Salvador Gaviota, es hacer lo que nos plazca sin limitaciones. Y para demostrar su teoría hace aparecer, a instancias del maestro y mesías Shimoda, un vampiro en medio de la noche dispuesto a chuparles la sangre. El vampiro advierte que su condición es una desgracia, que sufrirá mucho e incluso morirá si no le permiten succionar un poco, no más de medio litro, de su sangre, (¿Qué supone medio litro en un cuerpo humano?) lo que provoca que Bach se altere y amenace al extraño huésped con matarle. Con esta reacción lo que se quiere demostrar es que entre varias opciones existentes (consentir lo que el vampiro dice y donar la sangre, no hacerle caso, huir, amarrarle, atravesarle el corazón con una estaca) el narrador elija la que en ese momento le parece mejor y más efectiva sin preocuparse de la responsabilidad ética que supone lastimar a terceros, siendo, a su vez, opción del estrambótico visitante sentirse lastimado o no y responder en consecuencia.
Con este ejemplo, aunque extremo, lo que se trata de demostrar es que todos nosotros estamos llenos de opciones. La responsabilidad que entraña el término libertad significa ser capaces de responder no como el otro quiere, pues si lo hacemos así no haríamos nuestra vida sino la vida del otro, dejándonos chupar la sangre, sino según las condiciones en las que hemos elegimos vivir.
Esta teoría siempre la he tenido en cuenta a lo largo de la vida para reafirmarme en mis convicciones. Y aunque lo cierto es que no siempre se puede decir lo que pensamos ni hacer lo que nos place, la teoría expuesta me ha servido para conquistar mi independencia. A costa a veces de pagar el tributo del aislamiento. Pues romper moldes y no actuar conforme a las reglas establecidas y salirse del rebaño y ser, tal vez, un poco rebelde no está nada bien visto. Pero lo prefiero así. Y hasta ahora no me ha ido mal del todo.
A fin de cuentas no hay más juez que uno mismo y de lo que se trata es de autoevaluar, nadie más puede entrar en esa valoración, si la vida ha merecido la pena y nosotros en ella, aprobándonos o desestimando nuestros actos, pues es al niño interior, recién nacido eterno, que dijo el poeta, hacia donde vamos una y otra y otra vez.
Casi nada, pero al mismo tiempo, todo.