Los resentidos
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El maravilloso concepto que solemos tener casi todos de nosotros mismos, la mayoría de las veces contrasta en cómo nos ven los demás, ya que nuestra vida suele proporcionar suficientes ocasiones para mostrarnos tal como realmente somos y no como creemos que somos. Hay casos, sin embargo, en que la forma de ser que se simula esconde un estado afectivo de dolor moral acompañado de rencor y hostilidad debido a una ofensa infligida por otra persona y que ha supuesto un impacto negativo en nuestro interior. Este estado afectivo se llama resentimiento.
“El resentimiento, la crítica, la culpa y el miedo aparecen cuando culpamos a los demás y no asumimos la responsabilidad de nuestras propias experiencias” (Louise Hay).
El número de resentidos es mucho mayor de lo que creemos. Pero es difícil descubrirlos, porque, suelen ser hipócritas y revestirse de una especie de falsa virtud, que con demasiada frecuencia engaña a los que no están atentos. Debo confesar que no he leído al ilustre doctor Marañón, pero mi amiga Adela, que sí lo ha hecho, dice que en su libro sobre el emperador Tiberio, describe con tal maestría los rasgos de esta forma de ser, que con sólo recordar algunos, bastará para que caigamos en cuenta de cuántos resentidos existen en nuestro entorno.
El resentido no solo es incapaz de agradecer lo que se hace por ellos, sino que transforman los favores o atenciones que reciben en combustible de su resentimiento. Suelen merodear alrededor de los poderosos intentando crecer a su sombra y se caracterizan por la discordancia que hay entre su capacidad real para triunfar y la que él piensa que tiene. Por eso, el fracaso según ellos es fruto del destino o culpa de los demás, pero nunca de ellos mismos. La desconfianza hacia todo y todos se generaliza en estos personajes y les convierte en personas rencorosas y desagradables, incapaces de ver lo bueno de las cosas y con una gran fijación hacia los que consideran que han sido los responsables de su desgracia.
Seguramente todos hemos topado en alguna ocasión con algún resentido, o con alguna resentida. Son gente incapaz de transitar por la vida sin esparcir el veneno que llevan en su lengua o que aparecen cautelosos en escena a no ser que tengan que interpretar algún papel que sea de su particular provecho. Conviene tener en cuenta que la antesala del resentimiento es la envidia y esta gente suele cosechar mucha.
Los resentidos y las resentidas rumian de manera interminable la afrenta sufrida, su queja es infinita y suelen confundir la revancha con venganza. Recordemos que lo primero puede ser la reivindicación de un tropiezo y lo segundo la intención de causar daño como un disfrute personal. Son personas cobardes que quieren quedar bien y siempre quedan mal, que viven pendiente de la vida social, de la mundana, es el personaje que parece no padecer y que goza cuando otro padece.
Cuando el resentimiento se instala en alguien firmemente, le amarga la vida y hace que se la amargue a los demás, está continuamente recordando las supuestas ofensas, no desea olvidar y queda esclavizado a su pasado.
En algún lugar leí, no sabría decir en este momento dónde que, “si una persona no es capaz de asumir que perdió y felicitar al ganador, es el más crudo espejo del resentimiento”.
En definitiva, el resentido es un personaje obstinado e indestructible que se ha quedado atascado en el tiempo y se deja consumir por el dolor y el odio. Es como el masoquista: “cuanto peor, mejor”. Debemos abandonar la idea de pelear contra él porque no es que tengamos todas las de perder sino que no hay nada que ganar. No merece la pena.
El maravilloso concepto que solemos tener casi todos de nosotros mismos, la mayoría de las veces contrasta en cómo nos ven los demás, ya que nuestra vida suele proporcionar suficientes ocasiones para mostrarnos tal como realmente somos y no como creemos que somos. Hay casos, sin embargo, en que la forma de ser que se simula esconde un estado afectivo de dolor moral acompañado de rencor y hostilidad debido a una ofensa infligida por otra persona y que ha supuesto un impacto negativo en nuestro interior. Este estado afectivo se llama resentimiento.
“El resentimiento, la crítica, la culpa y el miedo aparecen cuando culpamos a los demás y no asumimos la responsabilidad de nuestras propias experiencias” (Louise Hay).
El número de resentidos es mucho mayor de lo que creemos. Pero es difícil descubrirlos, porque, suelen ser hipócritas y revestirse de una especie de falsa virtud, que con demasiada frecuencia engaña a los que no están atentos. Debo confesar que no he leído al ilustre doctor Marañón, pero mi amiga Adela, que sí lo ha hecho, dice que en su libro sobre el emperador Tiberio, describe con tal maestría los rasgos de esta forma de ser, que con sólo recordar algunos, bastará para que caigamos en cuenta de cuántos resentidos existen en nuestro entorno.
El resentido no solo es incapaz de agradecer lo que se hace por ellos, sino que transforman los favores o atenciones que reciben en combustible de su resentimiento. Suelen merodear alrededor de los poderosos intentando crecer a su sombra y se caracterizan por la discordancia que hay entre su capacidad real para triunfar y la que él piensa que tiene. Por eso, el fracaso según ellos es fruto del destino o culpa de los demás, pero nunca de ellos mismos. La desconfianza hacia todo y todos se generaliza en estos personajes y les convierte en personas rencorosas y desagradables, incapaces de ver lo bueno de las cosas y con una gran fijación hacia los que consideran que han sido los responsables de su desgracia.
Seguramente todos hemos topado en alguna ocasión con algún resentido, o con alguna resentida. Son gente incapaz de transitar por la vida sin esparcir el veneno que llevan en su lengua o que aparecen cautelosos en escena a no ser que tengan que interpretar algún papel que sea de su particular provecho. Conviene tener en cuenta que la antesala del resentimiento es la envidia y esta gente suele cosechar mucha.
Los resentidos y las resentidas rumian de manera interminable la afrenta sufrida, su queja es infinita y suelen confundir la revancha con venganza. Recordemos que lo primero puede ser la reivindicación de un tropiezo y lo segundo la intención de causar daño como un disfrute personal. Son personas cobardes que quieren quedar bien y siempre quedan mal, que viven pendiente de la vida social, de la mundana, es el personaje que parece no padecer y que goza cuando otro padece.
Cuando el resentimiento se instala en alguien firmemente, le amarga la vida y hace que se la amargue a los demás, está continuamente recordando las supuestas ofensas, no desea olvidar y queda esclavizado a su pasado.
En algún lugar leí, no sabría decir en este momento dónde que, “si una persona no es capaz de asumir que perdió y felicitar al ganador, es el más crudo espejo del resentimiento”.
En definitiva, el resentido es un personaje obstinado e indestructible que se ha quedado atascado en el tiempo y se deja consumir por el dolor y el odio. Es como el masoquista: “cuanto peor, mejor”. Debemos abandonar la idea de pelear contra él porque no es que tengamos todas las de perder sino que no hay nada que ganar. No merece la pena.