Tomás Néstor Martínez
Domingo, 06 de Octubre de 2019

Loca y casquivana, me llaman. Mi existencia es un verso oscuro

Eterno anochecer (Poesía completa) Forugh Farrojzad; Edic., traducción, notas de Nazanin Armanian. Gallo Nero Ediciones, Madrid 2019

 

 

     

 

[Img #46414]                                                                         

                                                                             

 

… amor y angustia, rebeldía en cautividad, desesperación y espejo, libertad frente a hipocresía, huida sin salvación posible, asfixia y pasión, voz ante el muro, fracaso y nada, pena por el jardín que está muriendo, espera ante la estación del frío: la poesía de Farugh Farrojzad (Teherán,1935-1967) es grito salvaje, sombra errante, oscura puerta, sublevación. “Mira la pena dentro de mis ojos, / mira cómo se funde gota a gota. / Cómo el sol apresa con su mano / mi sombra negra indómita” (Nace el sol, de Otro nacimiento). Y vida vapuleada, siempre perseguida por ser diferente a la de una sociedad que intenta ser la tumba de sus deseos.

 

La palabra en la voz de la poeta nace fresca y translúcida, contundente ante la hipocresía de una sociedad que la considera “poeta de cama” porque  habla de amor irrefrenable, de pasiones, de libertad sexual, de no sometimiento. Son ella y su vida misma frente a un padre, militar, que había convertido la casa “en un detestable cuartel militar”; una joven que a los quince años abandona la escuela donde estudiaba pintura por las correcciones que el profesor le hace y ella no admite. Ni le importaba, ya con trece años, dormir en el tejado de su casa durante las noches de verano.

 

Escribe para desahogarse; sabe desde muy joven que vida y barrotes son realidad y se entrecruzan. Amar y amar, sendero cuyo fin se ve lejano, será la posibilidad de huida. “La belleza de amar solo es camino”. Hay un lirismo en la poesía de Forugh Farrojzad que desborda la copa de los poemas hasta adentrarse en el alma de quien disfruta de ellos. No sería exagerado, aunque sí desconcertante para alguna mente, reconocer como manifestación de poesía mística, sin más adjetivos, la obra poética de Forug. “Ah tú, vida mía, soy yo la que aún / sin ser nada estoy de ti repleta. / Romper lazos no pienso. / Ni desistir de ti” (Vida, de Rebeldía). Es la entrega de Amada y Amado. “/…/ llévame, oh, mi amada esperanza, / a la tierra de los poemas y los goces. / Me llevas por un camino atravesando estrellas. / Me sientas más alto” (Sale el sol, de Otro nacimiento).  Y en la mayor parte de los poemas yacen ejemplos de una de las numerosas manifestaciones con que se puede presenciar la poesía mística.

 

Su obra poética se recoge en cinco cuadernos o libros.  

 

Cautiva (1954): no se siente libre; Forugh quiere romper las ataduras que le impiden vivir tal y como quiere. “No trates de ponerme candados de silencio, / que tengo que contar aún varias historias. / Quítame de los pies estos grilletes / que laceran mi carne delicada” (Rebeldía). Grita  para mantener su existencia, para reafirmar su ansia de vivir y así enfrentar a la muerte.

 

Muro (1956): tras el fracaso amoroso continuado no tarda en aparecer la desesperanza -“Soy adicta a mi desesperación”- y cierta urgencia para, al final, detenerse ante un muro que impide ver rastro alguno de claridad, ya que “Es muy negro el rostro / del sol de nuestra tierra”. En ocasiones, no reconoce si la oscuridad es dolor o alegría.

 

Rebeldía (1958). “… mientras yo solo sea / aquí la sierva y Tú allí Dios, / mi oscuro destino no es ninguno / del que Tú puedas desligarte” (Insurrección del servilismo). A lo largo de sus cuadernos suele ese yo poético acudir, pidiendo respuesta al Creador, para que le explique por qué fue creada con tantos defectos. Reclama en diálogo no infrecuente a ese mismo Creador presente-ausente, sin domicilio habitual, el tiempo necesario para preparar “nuestro hato” e iniciar el camino.

 

Otro nacimiento (1964). El corazón de la poeta persa no ha dejado de ofrecerse al texto, a los poemas de este libro. Sin embargo, la muerte y su imagen aparecen de manera más habitual; de ahí, que por momentos la melancolía acampe en los versos. Tal vez sea un viejo-nuevo nacimiento: imposible borrar lo vivido o lo perdido.  “Felices porque amamos, / melancólicos porque el amor es una maldición”. Y quizá, la vida sea tantas cosas…

 

Tengamos fe en el comienzo de la estación del frío (1974): obra póstuma que recoge sus últimos poemas. Añora una infancia que no fue suya aunque sí de otros, vuelven pesimismo y oscuridad; la crítica a esa sociedad “sorda, muda y ciega” recarga sus versos. “Vengo del mundo de los indiferentes / pensamientos, palabras y voces. / Y este mundo se parece a un nido de serpientes, / y este mundo está lleno de los pasos de las gentes / que mientras te besan / fabrican en su mente la soga para ahorcarte”. Aunque breve, el libro refleja toda su obra y recuerda encuentros y pérdidas  -“Nosotros todo lo perdible / ya lo hemos perdido, nosotros caminamos sin luz”-, tropiezos y heridas, una salvación negada en medio de tanta oscuridad. La soledad en que se encuentra, reflejada en cuadernos anteriores, parece compartirla con un nosotros. En sus primeros libros, confiesa Forug Farrojzad, “la poesía no se había fusionado con mi ser”; será a partir de Otro nacimiento “cuando echó raíz en mí y los temas de mis versos cambiaron”. El lenguaje en este poemario rebosa lirismo y sentimiento, así como un compromiso constante con el ser humano que sufre. “Y aquí estoy, / una mujer sola / en el umbral de la estación del frío, / empezando a entender la contaminada existencia de la Tierra, / y la sencilla y triste desesperación del cielo, / y la incapacidad de estas manos petrificadas”. Sabe que no hay razón para acallar su voz. “¿Por qué debería contenerme?”, se pregunta; a sí misma se responde en el mismo poema, “La voz es lo único que permanece”. Y la belleza de imágenes se entrecruzan con las palabras pausadamente: “estoy triste, estoy triste…/ Salgo al balcón y acaricio con los dedos/ la tersa piel de la noche. /…/ nadie me llevará a la fiesta de las golondrinas. / Recuerdo el vuelo: / el pájaro va a morir”. Y el tiempo, su tiempo, se iba acabando.

 

Numerosos elementos se van convirtiendo en símbolos a lo largo de los poemas: el jardín, acaso sea el edén que solo pudo soñar; la oscuridad y la sombra; la noche con sus numerosas noches, inocentes o malvadas; un sol que luce según el estado anímico del yo poético; la ventana, para ver, para oír; el Tú Creador, en permanente ausencia, que parece no escuchar tras la cobertura que lo oculta.

 

La poesía de Forugh Farrojzad nace fresca y cristalina. Llega con la expresión más natural desde las profundidades de una vida llevada hasta el límite. Crea y sugiere sorprendentes imágenes hasta conseguir la emoción en su encuentro con el lector.

 

Otro momento importante en su intensa, aunque breve, trayectoria vital fue la relación sentimental y creadora de Forug con el cine como guionista, directora e intérprete.

 

Entendió y leyó la vida al sentirla en carne propia, desde la rebeldía ante lo impuesto. “La vida es, quizá, encender un cigarrillo en el reposo narcótico / entre dos actos de amor, / o la mirada ausente de un transeúnte / que se quita el sombrero” (Otro nacimiento)

 

Sus versos han convertido ya a Forugh en poeta inmortal para los amantes de la poesía en cualquier lugar de esta Tierra, sin delimitación genérica ni de espacios.            

 

                                      

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.