Roberto Prada Gallego
Sábado, 19 de Octubre de 2019

El proceso

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Vaya por delante que no me sorprende que una de las mejores democracias que existe en el mundo sufra zarandeos por parte de individuos que ella misma acoge bajo el paraguas democrático. Sí, en cambio, me sorprende que el ser humano siendo capaz de destruir el planeta -no tirando plástico al mar sino simplemente pulsando un botón- no lo haga. Con esta afirmación pesimista, propia de alguien que sabe que los aviones se caen y que las enfermedades matan, resulta naif que me sorprenda que alguien piense, por ejemplo, que el nacionalismo es una ideología pacífica.

 

Un credo que pretende levantar una comunidad política en base a la etnia. Que contiene un ideario xenófobo y violento. Miren el siglo XX. Es más, no creo que sea un debate ideológico, sino pre-político. Que cada uno piense lo que quiera, de la religión, de la economía, de la educación, de las pensiones, incluso de la forma y organización del Estado; pero lo que no se puede permitir es el cambio de las reglas de juego sin seguir esas propias reglas cuando la partida está en marcha. Más que nada porque son mínimas y son producto de la voluntad de todos. Y lo contrario es la selva. Lo dice mejor Tsevan Rabtan: “no existe la democracia sin procedimientos, no existe la democracia sin límites y no existe la democracia sin ley escrita y sin control democrático”.

 

La STS 459/2019 ha condenado a los políticos catalanes que quisieron robarnos nuestros derechos constitucionales. Existe un debate sobre si los jueces encargados de dictar la sentencia se han plegado a las exigencias del Gobierno. Llámenme ingenuo, pero creo que decidieron condenar por rebelión y no por sedición porque, simplemente, interpretaron que no se daba el elemento objetivo del tipo (alzamiento violento) ni el requisito tendencial, cuando el precepto penal exige ambos como ellos mismos argumentan. Yo no sé si es rebelión o sedición o si al Gobierno le conviene una cosa o la contraria; lo que sí sé es que quiero un Estado que se defienda, un Estado de derecho, pluralista y libre, en el que se garanticen las leyes y, por tanto, nuestros derechos. En definitiva, un Estado con separación de poderes. Y ninguna pena me dan aquellos que impulsaron una declaración de independencia mediante la creación de una legislación paralela, recurriendo a la movilización tumultuaria e ignorando los mandatos judiciales, quebrando derechos de todos protegidos en la norma penal. No es venganza, los delitos acarrean consecuencias jurídicas.

 

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