Aidan Mcnamara
Sábado, 19 de Octubre de 2019

Sobre el comentario que sobra

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Hay cinco motivos principales para dejar un artículo abierto a comentarios en la prensa digital:

 

A. Facilitar el debate.

B. Agradecer a la persona que lo haya escrito.

C. Relacionado con B), masajear el ego del autor/la autora. Avivar la vanidad o la desgracia.

D. Dotar al periódico de una manera de percibir y calibrar la reacción del público hacia sus contenidos.

E. Proporcionar un tubo de escape a los desalmados necesitados de un chute de conflicto para alimentar su adicción al odio.

F. Conocer a estos últimos, a pesar de su escudo en el anonimato: uno va enterándose con la alegría del antropólogo de la cantidad de corazones cloaca que hay por ahí.

G. Enganchar al lector (relacionado con A, B, E y F).

H. Proveer y ofertar un foro para ciudadanos decentes que, de otro modo (tradicionalmente, mediante el teléfono, las cartas al director etc.), jamás participarían en el ágora (relacionado con A y E).

 

Sí. Sé contar. Son cinco y pico. Es que no quería aburrir ni desanimar. Es más: me está entrando la paranoia que conlleva sospechar que el lector está a punto de abrir otra pestaña… como el pasar página de la edición impresa.

 

Hablo de motivos básicos, y la mayoría de ellos vienen con sus vertientes emotivas mezcladas.

 

También es interesante explorar las razones para no desear tal novedosa interacción en este mundo súper-conectado con su agobiante instantaneidad.

 

Si leemos algo bueno, satisfactorio, estimulante, perceptivo, razonado e incluso bello, esto debería llevarnos, durante un ratito por lo menos, a un estado de contemplación. ¡Qué iluso soy!

 

Vivimos en el mundo de las prisas. Tanto, que hasta el yo tiene prisa para colmarse, en vez de fluir hacia ese destino de manera pausada, cabal y pacífica.

 

Uno de los grandes fastidios y una buena defensa en contra de la presencia de los comentarios es el de tener que vigilarlos y gestionarlos. No hay sólo bilis (yo fui muy inocente hasta que una fuente me mostró unos ejemplos de la caca que tiene que eliminar diariamente, ¡qué digo! cada hora), sino que algunos suben datos íntimos de sus enemigos (adversario es un vocablo desconocido por muchos), incluyendo el nombre de la calle y el piso. Y para más inri, el empleado del periódico encargado de dichas tareas de higiene cívica, además de buen lector (tan abierto como prudente: una destreza noble, al fin y al cabo), tiene que ser policía, abogado, psicólogo, defensor del pueblo y juez. Vaya curro, los nuevos basureros.

 

En esta Santa Casa pasan dos cosas curiosas al conformar una coincidencia de actitudes agradable e incluso sabia. Por una parte, no se admiten comentarios (por las razones que sean, pero no me incumbe adivinarlas y tampoco me importa el asunto, o sólo de manera abstracta como planteo arriba), y por otra: no sólo la dirección de Astorga Redacción no le permite al lector nunca la oportunidad de dejar un comentario, sino que eso está prohibido durante una semana entera. Es decir: cada artículo de opinión tiene su pedestal garantizado durante los siete días enteros de la semana, sin las manchas de unos comentarios (que no existen) que podrían ser disuasorios para los lectores que lleguen ‘tarde’ a la columna.

 

Sí. Todos somos culpables. Nos dejamos llevar por el imán del número de comentarios, antes de decidir de una manera un poco menos interesada si el tema del artículo y su foco nos llaman la atención por sí solos, independientemente del halo de moscas. A veces, esa tendencia la comparo con el morbo al contar las flechas clavadas en el cuerpo de San Sebastián, en vez de ver el santo horror de su condición.

 

Tampoco los nuevos artículos que se editan semanalmente deberían desplazar a los antiguos de modo tan abrupto, y eso sí cuenta, irónicamente, como una de las ventajas de este nuevo mundo: en el ciberespacio el periódico de ayer también es el de hoy. Y mucho más en comparación con el diario en formato papel, si somos honestos a la hora de reconocer nuestros usos y costumbres en la cafetería:

 

- ¿Me pasa el periódico?

- Alguien me lo ha robado. ¿Quiere El País de hace tres días?

- No. Sacarina, por favor.

 

Esto me sugiere una interpretación casi poética. (Véase el siguiente párrafo). Aunque, ya lo sé, un cínico podría pensar (o dejar un comentario envenenado): “¡Ya veo que no tienen más escritores!”. Pues no, amigos, no es así: la cantidad no importa sino… (el buen lector sabrá acabar la frase). Y tampoco hay que soltar opiniones cada tuitsegundo. (O tuit suite para los que disfrutan de los juegos de palabras en francés).

 

La mal llamada España Vaciada me parece tan apetecible…: me llena el alma de una sensación de dignidad, con ese ritmo sólido, casi terco, lejos del frenesí de esta posmodernidad donde nos morimos de ganas y de prisas, y en el cual el progreso es, a menudo, tan solo otro objeto de consumo: el progreso por el progreso que está dejando el planeta... Sin comentarios, sus Señorías. Pienso, como cosa de marketing y en plan optimista, que se debería hablar de una España con Espacio (y Tiempo), para vivir de una manera tanto contemplativa como activa… Bueno, tengo que trabajar en esta consigna un poquito más... Ya sé que el tema es serio: la despoblación. Pero sólo he querido dejar un comentario positivo. Ahora, a debatir en el bar y dejen el móvil en casa.

 

 

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