Roberto Prada Gallego
Sábado, 02 de Noviembre de 2019

Desde entonces no ha habido otra mujer

 

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Fui a ver al cine la película de Garci, El crack cero, donde sí hay venganza, no como en la sentencia del prusesss. El protagonista, Germán Areta, es un hombre que, como dice Jorge Bustos, llega, observa y comprende, pero no juzga. Un protagonista así justifica una entrada. Como presenciar un pase tenso entre líneas en un partido de fútbol. Si, además, añadimos un vestuario y unos actores secundarios estupendos, una trama amena y unos diálogos maravillosos nos encontramos ante una obra maestra. Me preguntó un amigo cómo me podía haber gustado tanto teniendo tan poca idea de cine clásico, siendo en blanco y negro y ambientada en un tiempo que no viví. La respuesta, como tantas veces, no la supe. Recordé, disculpen la pedantería, a Oscar Wilde cuando le preguntaron si había escrito una crítica literaria sobre un libro sin haberlo leído y él respondió que nunca leía los libros sobre los que escribía porque podían llegar a influirle. A veces me vienen a la cabeza este tipo de anécdotas sin venir mucho a cuento, y me cuestiono si este hecho está relacionado con tener como escritor favorito a uno que afirmó en un podcast que los hombres habíamos convivido con los dinosaurios. Estos chascarrillos siempre se me ocurren a destiempo, frente a mi amigo sólo conseguí encogerme de hombros. Dicen que la rapidez mental es sinónimo de inteligencia. Precisamente, cuando dinosaurios y humanos compartíamos el mundo yo salía con una chica y con un banco. Tuvo la delicadeza de cortar conmigo en el mismo banco donde la bese por primera vez; y me dio la sensación de que entre un momento y otro habían pasado unas pocas horas de diferencia. Ese primer día no llovía como sí lo hacia el último, pero hacía frio. Le dejé mi chaqueta y me hice el duro porque la camisa era gorda y abrigaba mucho.  La fineza que tuve yo el día 1 la tuvo ella el día D. Una simetría tan perfecta inevitablemente tiene que acabar en tragedia. No hizo falta -aquella vez- que la felicidad hiciera ruido al marcharse. Si se notaba era precisamente por la falta de estruendo y la escandalosa discreción y calma en que envolvía todas sus acciones. Dicen también que hay más amor fuera del amor que dentro, cuando termina. Ahora ya sé por qué me gusta tanto Garci: existe júbilo en la nostalgia y él me lo muestra. Es tan esperpéntico y absurdo que se parece a la vida.

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