Juan Antonio Cordero Alonso
Sábado, 02 de Noviembre de 2019

Nosotros somos quien somos

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"Nosotros somos quien somos 

¡Basta de Historia y de cuentos! 

¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos."


Así comienza el poema España en marcha (Cantos iberos, 1955) donde Gabriel Celaya se rebela contra el glorioso pasado (y el triste futuro) de una sociedad noqueada y convaleciente tras una guerra civil y con la Dictadura funcionando a pleno pulmón.

Han pasado varias décadas… pero el tiempo corre despacio en algunos sitios y la Democracia, per se, no cambia el ADN, ni la cosmovisión, ni el inconsciente colectivo de un pueblo diseminado, individualista, parco, sufridor, resignado y de honor.


Uno, que por casualidad nació en esa parte de León que se llama Astorga y que ama su tierra al menos tanto como el hijo pródigo, no puede menos que sentir vergüenza por ciertas cosas que creíamos de otros… pero que también nos tocan, tangencialmente, al menos hasta ahora.


Me refiero al leonesismo, ese hermano menor y acomplejado de los nazionalismos catalán y vasco que algunos tan bien conocemos y otros tanto imitan y, en el fondo, hasta admiran.


Parece que al crecimiento de nuestra tierra, tanto al económico como el demográfico, no le han venido bien los últimos cuarenta años.


Una democracia a la que le pedimos mucho más de lo que le damos, una democracia que actúa más como chivo expiatorio de nuestros déficits que como palanca de nuestra proyección y desarrollo futuros. Así lo veo yo desde una cierta distancia que, seguramente, resta en precisión lo que puede ganar en perspectiva.



Tenemos en nuestra tierra un débil nosotros devorado por miles de yoes machadianos que detestan cuanto ignoran, que no es poco, y está fuertemente asido a una especie de ensimismamiento autista, a un orgullo miope y a una capacidad de sacrificio y sufrimiento tan inculcada desde los púlpitos de las Iglesias, hoy vacías, de nuestras calles y pueblos.



Y a falta de un aceptable futuro caído de la democracia, que es nuestro cielo subvencionador, mejor recrear un pasado, que es mercadeado como bueno y glorioso por los nuevos estetas y querido por la feligresía que hincha su pecho de honor, reparte culpa a diestro y siniestro mientras evita echar la rodilla en la tierra de la autocrítica que todo ser inteligente necesita de vez en cuando para sobrevivir. Más fácil inventar un pasado glorioso que imaginar un futuro difícil en competencia con los grandes retos del s. XXI.



Nazionalistas y nazionalistillas apuestan más por el agravio y por lo que nos separa que por lo que nos une y eso exige la sobrevaloración de la historia, de los muertos y del pasado y el desprecio por los vivos y el futuro. Y junto a ello, claro, echar balones fuera y encontrar enemigos externos que nos exoneren de la inmadurez de nuestras formas de organización social… que deberían ir mucho más allá del Casino y el fútbol.



Lo que no han aprendido nuestros leonesistas de sus maestros es a crear y proyectar un nosotros al futuro más que al pasado, a tener un concepto aglutinador aplicable a lo cotidiano, a vencer los individualismos, a descentrarnos y ceder egoísmos personales, a trasvasar una pequeña parte de nuestro yo excedente a un nosotros deficitario, enfermizo o inexistente.



La muerte de Maragatería es la muerte de León y de la España vacía/vaciada. Y de ello algo debemos de poder decir aunque sólo sea en calidad de afectados.


Una de las dos provincias cuyos ingresos por pensiones es superior que sus ingresos por salarios de trabajadores en activo es León que lleva perdiendo población -población activa- ininterrumpidamente desde el año 1995. La otra es Orense.


Por si ello fuera poco, nuestra ciudad, Astorga, junto otras 40 ciudades, está en el ranking de cero visados de obra nueva en el año 2018.


Adif cierra las puertas de la estación de la estación de Astorga porque dejó de considerarla estratégica…


Y mientras todo esto ocurre nosotros seguimos con nuestros crecepelos leonesistas. Pedir. Que nos den subvenciones para poder seguir viviendo de la nostalgia de un pasado lejano más empeñado en la salud de nuestras raíces que en las labores de poda de invierno que preceden a las hojas verdes de primavera y los frutos de verano y otoño.



Queremos que nos den dinero y que no nos pidan muchas cuentas de lo que hacemos con él. Que nos den para sacar los pendones donde podamos reconocernos más en lo que dicen que fuimos que en lo somos, dinero para subvencionar el carbón en vez del sol, dinero para reinventar un idioma, dicen, del que puedan vivir cuatro o cuarenta que no quieren enfrentarse a las 8 horas de trabajo y un jefe, dinero para hacer cursos de bolillos o macramé, dinero real para trabajos alternativos… u otros, para mantener la tradición, la ficción y la sedación. Y todos contentos, los que se lo benefician o beneficiarios, los que deciden prioridades con el dinero de todos o políticos y los que votan a cambio del subidón de encontrar nuestra excelencia en un pasado cuanto más lejano, mejor.



Cuando la mirada de nuestros mandamases solo alcanza la punta de su nariz corremos el riesgo de comer en vez de liebre, gato y la digestión de éste, dicen, puede arañar las tripas.

 


A ver si me explico. Nuestra sociedad del bienestar, asentada en una casi generalizada corrección política que habla de inclusión pero practica la exclusión por diferencia de pareceres, tiende más a apartar o aparcar los problemas que a resolverlos. Afrontar un problema significa, como decía el poeta, tomar partido hasta mancharse y, por tanto, poder crearse enemigos potenciales, y eso no, que pueden pasar factura en el ceremonial del voto cuatrienal, o menos. Las decisiones fuertes, incluida la subida de impuestos, normalmente van precedidas de una coartada con la que la gente, no toda claro, traga y digiere el anzuelo hasta asimilar el todo con la parte o al revés, según se mire.



Cuando un político descubre el poder anestésico de la palabra Cultura, por ejemplo, ya no lo suelta en su vida. Gastar en Cultura actúa como un cheque en blanco que lo mismo sirve para roto que para un descosido. Pero tendríamos que ponernos de acuerdo en el alcance del concepto y no hacer del mismo un cajón de sastre donde quepa todo y además permita no cuestionar nada.



Cultura es el filandón, conocer la variables dialectales del leonés, las tradiciones y romerías, escenificar batallas de hace más de dos siglos, poder escuchar grupos de rock de primera línea en las fiestas patronales… pero también lo es el aprendizaje escolar de nuestros alumnos que no siempre coincide con tenerlos recogidos cinco horitas guay en los colegios, donde sonríen más que aprenden. Cultura también es poder aproximarse a realidades muy complejas inabarcables desde los pasivos like o los 140-280 caracteres de un tuit, poder leer y entender a los grandes de la filosofía, la literatura, la prensa..., tener la posibilidad de poder acceder a los servicios mínimos de sanidad y educación cercana que se han ido recortando año tras año por no rentables mientras aumentan los capítulos de gasto (personal asesor, empresas públicas para colocación de amigos y cuñados, gastos en publicidad, coches y viajes oficiales, desplazamientos, hermanamientos, dietas, teléfonos, despachos, tarjetas (black o no), secretarias y secretarios, duplicidades o triplicidades administrativas, etc, etc.). Pero claro estos gastos si son rentables… para los operadores que los rentabilizan. Arrancar y achicar los servicios deprimidos de zonas despobladas para agrandar el staff dirigente (que suena a estafa) en el núcleo geográfico o en la capital, como vemos, ni tan siquiera es una solución sostenible para estos, que finalmente acabarán vampirizados por su propia lógica.



La Cultura, con mayúscula, sólo tiene sentido si existe gente, bastante gente, que pueda utilizarla y consumirla por propia decisión. Con minúscula, es otra cosa, un chiringuito (elitista o no), muy bien disfrazado, pero chiringuito, pelotazo, dirigismo, mercadeo de voluntades… Y con el dinero de todos (que no de nadie como piensa o pensaba algún mandamás o mandamasa en funciones) hay que ser muy cuidadosos y no enredarse en desvíos varios.



El tema es cómo frenar o revertir la despoblación en nuestras tierras. Bienvenidos los esfuerzos que se hagan desde Europa, España y la Junta, tan experta, sobre todo, en subir impuestos, si es que hacen algún esfuerzo ¿Y nosotros? Parece ser que con la últimas cataplasmas aplicadas y con las que estamos pidiendo aplicar… no vamos muy bien.


A bote pronto (tal vez no sea mal ejercicio mezclar de vez en cuando churras con merinas para hacerse una composición), permítanme algunas preguntas seguramente impertinentes y políticamente incorrectas, pero que pueden ser de utilidad para dar juego, con una nueva baraja y con cartas no marcadas.



¿Para cuantos profes de Infantil anuales en Maragatería o en La Cepeda tendríamos con el dinero que cuestan nuestros fuegos artificiales (entiéndase la expresión de forma literaria) de la semana de fiestas de agosto?



¿Es más Cultura ver dos horas un grupo de rock de primera línea que mantener algún personal sanitario durante el largo invierno en alguno de nuestros pueblos casi vacíos?



¿Qué parte de la inversión del Ayuntamiento en Turismo, por ejemplo, cae de nuevo en las arcas municipales y que parte cae en empresas privadas más bien ajenas a la inversión inicial?



¿A qué tareas se dedicó el Departamento de Obras el año 2018 que no licitó ninguna obra nueva y cuántos euros nos ha costado a los astorganos?



¿Qué parte del gasto anual del Ayuntamiento de Astorga se lleva el mes de Agosto y que porcentaje queda para los once meses restantes?


¿Qué pudo ofrecer Villadangos que no pudiera ofrecer Astorga, con más capacidad logística para el noroeste de España y el norte de Portugal, para traer empresas puntero de distribución?



¿Han peleado suficiente nuestros Consistorios, por conseguirlo o se les han negado los terrenos… práctica ya conocida en tiempos de la Dictadura?



¿No será, supongo, que nos molesten los trabajadores, los jóvenes con niños, los ruidos, las aglomeraciones, las posibles huelgas, la competencia en tiendas y restauración… que rompan el esquema de la siesta y el paseo por la Plaza o la Muralla?



Parece que es muy poco lo que cambian estas políticas municipales -no facilitar terreno a empresas que pueden crear trabajo y riqueza- con la alternancia del poder. Nunca faltan, obviamente, ni excusas de mal pagador ni explicaciones ad hoc para poner el freno al desarrollo de las ciudades llenas de iglesias y campanas y vacías de gente joven, tan malas para vivir como buenas para morir. Astorga, Villafranca del Bierzo… paradigmas del pasado, de la Historia y de la Cultura…, de la muerte lenta, de la ausencia de futuro y juventud. Hoy, parques temáticos de jubilados, campanarios y turistas de media jornada. Mañana, lo siguiente.



Pero, ¿son atribuibles estas prácticas negacionistas a nuestros munícipes o hay alguien que mueve los hilos de las marionetas?


¿No existen mecanismos de regeneración ciudadana para cambiar estas inercias? ¿Somos incapaces de diversificar esa lógica que apuesta por la cultura-turismo al tiempo que desprecia la generación de riqueza y fijación de población? ¿Qué podemos ofrecerles a parejas jóvenes para instalarse en nuestras tierras cuando no tenemos nada para sus futuros hijos?


¿Toda la ciudadanía está contenta con pagar impuestos (luz, agua y gas) a precio de Madrid pero con los servicios de Las Hurdes, mientras vamos desapareciendo del mapa, en buena parte, por el recorte de los mismos, sin rechistar?


¿De verdad estamos haciendo todo lo necesario para fijar gente joven al territorio de forma estable? No estaría nada mal hacer un listado de gastos no rentables para los ciudadanos que van aumentando año tras año para alimentar a una burocracia extractiva -local o de la Comunidad-, que no deja nada para nuestros pueblos vacíos por vaciados?



¿Seguimos pensando que nos puede salvar sólo la inversión en Turismo y Cultura como si fuésemos París o Roma?



Otras zonas despobladas ya van tomando nota y con la mirada alejada de su propio ombligo, potencian la energía solar como fuente de empleo y riqueza, la matriculación de vehículos bajando la fiscalidad, la creación de colegios que atraigan parejas jóvenes con trabajos liberales, servicios de salud que faciliten el cambio de residencia de jubilados, apuesta abierta por la tecnología 4 y 5G… aún a costa de relegar los cursos sobre el tamboril, la chifla y las castañuelas… tan nuestros, etc. etc.



Cuando bajemos de los 10000, que si nada lo cambia será dentro de no mucho tiempo, pueden desaparecer Juzgados, Policías, Bomberos (si es que ahora los hay), el Centro de Salud, el Conservatorio y un largo etc. que no me atrevo a escribir porque me da temblera. Eso sí. Siempre nos quedará la Casa de Panero que, a juego con la zona, estará también vacía 6 de cada 7 días a la semana. Ah, y la futura Antigua Harinera reconstruida, que sólo Dios sabe cuánto dinero nos costará, museo de no sé, medalla y mérito de no sé quién, que de eso se trata. Y si hay que recortar servicios pues se recortan. Si hay que subir impuestos pues se suben. No pasa nada. Es para la cultura (con minúscula por no llamarla ‘cultureta’ también ad hoc). Ah, entonces sí. Antes muerta que sencilla.



No hace falta ser un gran analista para ver los grandes problemas que se van dibujando en nuestro mundo, aún no totalmente globalizado: Trump contra una Europa ensimismada y sin capacidad de respuesta, también como nosotros, con más pasado que futuro, China moviendo el tablero de la hegemonía americana, Rusia que no se resigna a un rol segundón en este nuevo tablero de ajedrez, Francia incapaz de atajar el problema de la seguridad yihadista ni dentro de sus comisarías en París, la Globalización… y para qué seguir. Sobre estos problemas podemos hacer muy poco, pero sobre otros que ya comentamos y repetimos para que no queden en el aire… sí que podemos hacer algo: facilitar la movilidad entre pueblos pequeños, lograr mayor cobertura telefónica, tener acceso directo a algún servicio médico de urgencia, contar con servicios infantiles mínimos que no frenen a los jóvenes, incentivar el pequeño comercio con impuestos bajos, hacer atractiva la zona…



¿De qué nos habrán servido los Decreta de 1188, tan reivindicados en la llanura maragata de Concha Espina y en el resto del erial, donde solo hay despoblación, donde no hubo revolución burguesa ni rastro del concepto de proletariado, aún en manos de una iglesia bastante prevaticana con mando en plaza, plaza tan ostentosamente blindada de campanarios como vacía de humeantes chimeneas industriales? ¿Es que el único modelo de nuestros preclaros leonesistas es tener cotas de poder en Madrid aún a costa de enaltecer ad nauseam un pasado con un traje a nuestra medida al que le haremos decir lo que queramos?



Es cierto que tienen buenos y expertos mentores en eso de la exaltación y manipulación de la historia, la realidad y los datos… pero hace falta mucho dinero que aquí no tenemos y un exacerbado orgullo individual que aquí nos sobra.



¿No sería mejor mirar hacia adelante y afrontar las dificultades y retos futuros que reconfortarnos en un atrás pasado cargado de plomo y nostalgia?



¿No sería mejor intentar anclar en la región mercadonas, decathlones o renaults, pongo por caso y sin excluir otras menores, en los páramos vacíos y yelmos entre Astorga y El Ganso?



¿No deberían introducirse nuevas prioridades en el gasto que fueran más allá de la zapateta de la cultura impostada o del turismo ocioso y bizco de dormir en León, ver el Palacio de Gaudí en Astorga, por la mañana, e ir a comer a Ponferrada? ¿Ya se han hecho bien los números entre los euros invertidos en un turismo mediopensionista y de paso y lo que obtenemos de él?



Preguntas y más preguntas que aquí no caben escritas. Son muchas y cada uno tendrá las suyas que las puede sumar o sustituir por las presentes.


Empieza el texto con unos versos… y acaba con otros. Puede sustituir el lector España por España despoblada, o por Astorga, o León o Maragatería, y hacer los ajustes que desee. Es igual. La idea creo que está muy clara. Celaya escribió sabiamente algo que pasaba, y eso que pasaba entonces, en los cincuenta, sigue pasando, aunque de otra manera, hoy en no pocos sitios.

 

Este texto es un homenaje a España en marcha, que ha sido la música de fondo de parte del mismo y continúa así: 

 

"Ni vivimos del pasado,

ni damos cuerda al recuerdo. 

Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos. 

Somos el ser que se crece. 

Somos un río derecho. 

Somos el golpe temible de un corazón no resuelto. 

Somos bárbaros, sencillos. 

Somos a muerte lo ibero 

que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero. 

De cuanto fue nos nutrimos, 

transformándonos crecemos 

y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto. 

¡A la calle! que ya es hora 

de pasearnos a cuerpo 

y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo. 

No reniego de mi origen 

pero digo que seremos 

mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo. 

Españoles con futuro 

y españoles que, por serlo, 

aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno. 

Recuerdo nuestros errores 

con mala saña y buen viento. 

Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño. 

Vuelvo a decirte quién eres. 

Vuelvo a pensarte, suspenso. 

Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo. 

No quiero justificarte 

como haría un leguleyo, 

Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso. 

España mía, combate 

que atormentas mis adentros, 

para salvarme y salvarte, con amor te deletreo."

 

 

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