Max Alonso
Sábado, 09 de Noviembre de 2019

Unamuno y otras sutilezas según Amenábar

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El cine Velasco sigue siendo la ventana abierta en Astorga al mundo cinematográfico inmediato. En quince días nos ha ofrecido, además de la retransmisión en directo de dos espectáculos operísticos desde Londres,  las películas ‘Joker’ y ‘Mientras Dure la Guerra’, de Alejandro Amenábar, que, sin duda figurarán en los primeros puestos de los palmares de película extranjera y nacional del año. Con la suya el director español se ha superado a sí mismo y propone temas que la actualidad informativa ha colocado  en primera línea.

 

Serán las contradicciones que envuelven a su personaje Miguel de Unamuno, ya de por si contradictorio, pero sometido en los últimos tiempos de su vida a unos vaivenes que las hacen más restallantes. Como si las dudas del intelectual las elevara a la máxima potencia en quien  se había opuesto a la monarquía hasta llevarle al exilio en Fuerteventura, al absolutismo y al carlismo.

 

Se había desmarcado de La República, lastrada por sus desmanes,  y se había posicionado a favor de los sublevados cuando les vio llegar como la solución pero se enfrenta a ellos con su famoso “Venceréis pero no convenceréis” del Rectorado y les recrimina con el título de la obra, Mientras dure la Guerra,  en la espiral en que se han metido. La bélica, que llega a tres años y no concluirá hasta que Hitler lo exija, y la personal de Franco, que proseguirá por cuarenta años en los que nunca abandonó las armas. Con lo vivido en los últimos tiempos parece que sus seguidores han resurgido nostálgicos. Siguen empeñados en el vencer, el único sentimiento que les hace sentirse vivos cuando ya no lo están, porque siguen renunciando al convencer.

 

Las sutilezas de Amenábar comienzan por el propio Unamuno, que de  maestro de paradojas y víctima de contradicciones desde un pensamiento vivo se ve obligado a evolucionar por lo que él aprecia en los desatinos que se cometen contra sus propios amigos, en los que las meras convicciones personales y pacíficas, a los que el respeta desde las suyas, les convierten en víctimas cruentas, -que contundencia de culturas cuando a su petición de clemencia Franco le responde que a sus víctimas les permite confesarse-. Alcanza a  la descripción de personajes del entorno entre los generales sublevados, empezando por el histriónico Millán  Astray, los que se ven convertidos en comparsas, a pesar de su voluntad, como Cabanellas. O simplemente desaparecen, como Sanjurjo y Mola.

 

El personaje esencial es el propio Unamuno, que en otras circunstancias habría sido reconocido posiblemente  con el premio Nobel. Pero no aquí y ahora cuando nos encontramos en el polo opuesto a lo que pueden ser consideradas delicatesen intelectuales. Por unanimidad los catedráticos salmantinos siguieron la voluntad de Franco para que de nuevo dejara de ser rector, como ahora son los rectores catalanes los que respaldan la desobediencia a favor de los delincuentes sentenciados, como hace toda Dictadura, aunque se le llame República,  frente al dominio de la ley.

 

Si Salamanca es como lo es una ciudad hermosa, el maestro Amenábar la fotografía especialmente bella, centrándose en la Salamanca del momento  con  la secuencia inicial del Alzamiento o comienzo de la Cruzada en el excepcional  marco de su Plaza Mayor y centrado en el barrio de la Universidad con su rectorado, colegios mayores, conventos  y catedrales. La música nos la regala, al tiempo que crea su espléndida obra de arte, que no está haciendo un  manual de historia.

 

Toda la película supone una reflexión plagada de sutilezas. Las ideas que perduran como consecuencia de la propaganda sobre  una parte de la población de que la República fue mala, ponen como malas las muchas cosas buenas que intentó traer, tras una necesidad de siglos, bajo la justificación de sacar a España de la Edad Media. El no dudará en llamar fascismo a lo que lo es. Tan pérfido como el bolchevismo al que se opone.

 

Ahora, 80 años después, en tantas cosas se ha vuelto hacia atrás. Ni los unos, con su derecho arrogado a definir la bondad,  fueron solo buenos ni los otros solo malos. Los dos hicieron muchas cosas. En gran porcentaje barbaridades. Lo que sigue pendiente es aprender a caminar juntos. Esta es una llamada sobre el autor complejo que es el filósofo y pensador que obliga a leerlo. Se puede ser rojo a azul, si se es buena persona y eso está por encima del color de la ropa, que lo que no hace nunca es ocultar las manchas.  Lo que descuella es Unamuno y sus contradicciones como el compromiso del intelectual sobre la realidad, con flexibilidad para plegarse a ella, pero con el triunfo de la razón para imponerse.

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