ENTREVISTA / José Luis Alonso de Santos, dramaturgo
"Si fuéramos capaces de ver a los políticos actuales desde lejos, observaríamos dinosaurios que no se acaban de incorporar a un tiempo nuevo"
Este viernes, el escritor José Luis Alonso de Santos acercó su obra a los lectores astorganos en 'Tardes de Autor'. Antes de que comenzara su encuentro en la Casa Panero, Astorga Redacción conversó con él de su obra y de la vida.
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Eloy Rubio Carro: Usted procede del teatro independiente (TEM, Tábano,Teatro Libre de Madrid), donde se forma como actor, director de escena y dramaturgo. También ha escrito la obra teórica ‘La escritura dramática’ (1998), de la que circula por ahí que es una de las mejores reflexiones sobre el asunto escritas en español.
José Luis Alonso de Santos: Son diferentes etapas. La época del teatro independiente es una etapa de formación personal y de vida teatral. Mientras yo hago teatro estoy relacionándome con las actrices. Era joven, viviendo en las camionetas. El post-franquismo fue una época convulsa pero muy bonita para un joven. Creías de verdad en cosas utópicas, pero eso fue una etapa. Soy muy consciente de que cada siete u ocho años hay cambios básicos en la vida del ser humano. Digamos que esa fue mi etapa de formación como ser humano, como hombre, como persona de teatro. En la otra época que mencionas, la de la escritura dramática, yo era profesor en la Escuela de Arte Dramático. En aquel momento, el director y el equipo directivo me encargaron que creara la especialidad de escritura dramática. Hasta entonces no había, fue la primera cátedra que se hizo en España. Luego ya la introdujeron las demás escuelas.
No había precedentes, había manuales extranjeros, pero todos de baja calidad, y yo me eché a la cabeza la tarea de crear esa especialidad, de construir un programa y empezar a dar clase; también me responsabilicé de meter todo eso que impartía en clase en un libro, del cual había mucha demanda. De hecho todavía es el libro que se daba cuando yo he llegado a la Universidad de Nueva York. Mi hija que es profesora en la Universidad de Nueva York me dice que en Arte Dramático siguen utilizando ese manual. Mi manual traducido a todas las lenguas está funcionando en todo el mundo, yo creo que porque no invento nada; lo que hago es sintetizar, organizar los materiales, y hacerlos asequibles y comunicables. La verdad es que la responsabilidad de un profesor es comunicar, lo que es muy difícil, el conocimiento, y el manual era un gran esfuerzo para hacer comunicable los territorios del arte, cosa que es bastante complicada. Una tarea que yo emprendí en aquella época porque yo era un arrogante; ahora mismo no me atrevería a escribir ese libro, pero en aquel momento lo escribí y estuvo bien escrito.
En sus obras parece preferir la tragicomedia o el naturalismo sociológico que busca la causalidad social como explicación de las conductas delictivas, de los desórdenes psicológicos, o de todo tipo. ¿Es así o ha evolucionado a otra cosa en sus últimos tiempos?
Un escritor siempre tiene la tentación de explicarlo todo desde mil puntos de vista, pero no se puede pintar el árbol desde muchos sitios; tendrá que tomar una decisión como cuando Picasso decide romper el árbol. Entonces ya pinta el árbol bajo su especial punto de vista, pero ya no pintará el árbol de Cézanne, pinta ese árbol suyo. Tuvo que tomar una decisión, y también es cuestión de etapas.
Creo que lo psicosocial influye mucho en la vida, y en mis obras he tratado de reflejar eso. He procurado siempre ser más o menos un hombre político pero que eso no apareciera en mis obras; que mis obras no fueran un manual de ideología, sino que fueran un cierto espejo de la Vida. En la vida lo psicosocial influye, porque yo que soy muy seguidor de Ortega, y Ortega que lo fue de Baltasar Gracián, asumo esa frasee que dice: “No basta la sustancia requiere ser también la circunstancia”. Las circunstancias, el ambiente, esas cosas son las que hacen que se desarrollen los seres humanos como son, no quiere decir que no haya talento en un artista porque si no, no valdría para nada. No quiero decir con ello que no influya lo genético, todo influye, pero desde luego las circunstancias influyen muchísimo. Por ejemplo, si tienes mala salud y te mueres a los diez años pues no vas a ser un gran pintor. La salud importa muchísimo en la vida, y el desarrollo económico, también la gente que te rodea, que te aplaudan de pequeño en algún territorio; todo eso influye mucho, sea para bien y para mal. Pero es que la vida es así, la relación con los otros nos marca mucho y eso está mucho en mis obras.
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Su lenguaje teatral es cotidiano, incluso de argot, un idioma de la calle, muy reconocible en cada momento en que escribe la obra. La gente joven lo reconoce o se reconoce en él. Los académicos o estudiosos cuando ponen notas a pie de página, las hacen redundantes y con frecuencia se equivocan en ellas. (Véase la edición de Castalia de ‘Yonquis y yanquis’) ¿Querría usted que como en la época de Lope o de Calderón el teatro tuviera la viveza de la vida de verdad?
Eso es muy difícil, pero también porque las épocas son diferentes en sus circunstancias. No es una casualidad que en ese siglo nazcan los grandes, y no en el siglo siguiente. Ese siglo es el siglo de la vida, la muerte, el contraste. El barroco es un caldo de cultivo ideal para los escritores. Y luego curiosamente en el neoclásico o en el siglo de la Ilustración son buenos para los profesores, pero no para los artistas. Cuando crece el ‘logos’ no suele crecer el ‘pathos’. Son territorios diferentes. Las palabras son el territorio del ‘entre’, el territorio entre uno y los demás, entre el ser humano y la sociedad, como el territorio de ahora de las elecciones, el territorio de la filosofía.
El ‘entre’ es donde se colocan las palabras, en las palabras está el latido de la vida, está la formación de los individuos, pero también está la belleza, la armonía, algo en lo que no me podré entretener ahora, que es la metáfora. La metáfora como posibilidad de expresar las cosas que son inexpresables. Cuando decimos rosa, en la palabra rosa no hay nada de rosa. Pero si hago una metáfora sobre la rosa puedo acercar un poquito más a la rosa. La metáfora es el territorio de los creadores. En ese juego, cuando estoy en el teatro, procuro que cada personaje tenga sus metáforas y sus palabras que le dibujen, porque si estuviera pintando un cuadro lo pintaría en el cuadro, pero si estoy en un libro le tengo que pintar en el libro. ¿Cómo lo puedo pintar?, pues por medio de sus palabras. Según lo que diga se dibuja al personaje. Tengo que tener mucho cuidado con las palabras que dicen unos, que no las pueden decir otros. Las palabras que dicen en el primer acto no las pueden decir en el último, cuando han pasado otras cosas. El escritor es alguien que juega con las palabras, está especializado en las palabras. El que no está especializado en las palabras es que no es escritor.
Vayamos a algunas de sus obras. ‘Viva el duque nuestro dueño’ (1975), en la que se nos cuenta el paralelismo del teatro independiente del final del franquismo con la situación de pobreza de un grupo de cómicos en el reinado de Carlos II el Hechizado. ¿Qué esperanzas y dificultades representaba aquel teatro de la transición y qué vínculos quería establecer con la juventud española de entonces?
Cuando me haces preguntas de palabras o de conceptos me resulta fácil responder, pero cuando ya me haces preguntas acerca del significado de una obra mía es más difícil que pueda hacerlo porque los escritores cuando explicamos nuestras obras nos traicionamos. Para eso están ya los profesores. Lo que yo puedo explicar de todo eso que tú me preguntas tendría que responderte leyéndote la obra.
Primero porque uno puede caer en la terrible tentación de defender la propia obra. No hay nada más triste que un escritor diciendo que su obra es bella, es una cosa tremenda; y segundo, porque las explicaciones no son nunca exactas. Escribí esa obra porque vivía un momento sociopolítico personal, de vivencia, del lenguaje, también del siglo de oro y la relación con la actualidad, del pequeño grupo social comparado con el gran grupo, del sentirse marginado en un mundo tan complejo. Pero por ejemplo, ahora he escrito una obra con la que de alguna manera cierro mi línea vital, eso es lo que dicen los críticos, cierra ‘Viva el duque’ y termina con una obra que ha publicado el Ayuntamiento de Valladolid en el homenaje que me han dado, que me han hecho una coronación como Zorrilla, y que se titula ‘Mil amaneceres’. Entonces el carro de Carcoma viene de vuelta, el carro de Carcoma ya está muy viejo y explica un poco eso que dices tú; se encuentra a otro cómico que le pregunta qué es el teatro, por qué hacen teatro, y responde Carcoma que lo mejor del teatro, lo mejor del arte no se puede explicar. Y cuando se trata de explicar se destruye.
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Ahora intentaremos recorrer algunas de sus obras: ‘La estanquera de Vallecas’ (1981) donde a nuestro parecer usted crea el modelo para una de sus tesis que aparecerá en obras posteriores: que las lacras sociales tienen su origen en el modo de ser de la propia sociedad y requieren un tratamiento diferente al de su represión. ‘Salvajes’ (1997) donde en medio del determinismo, parece asomar una posibilidad de cambio. ‘Álbum familiar’ (1982) donde las aspiraciones del protagonista son casi ahogadas por los grupos sociales de su pertenencia. ‘Yanquis y yonquis’ (1996), donde las fidelidades al barrio asfixian los mejores intentos de cambio del protagonista.
Todo eso que me dices es verdad, pero también yo escribo esas obras para decir que a pesar de todo el individuo es responsable de su destino. Eres responsable de tu destino. No ante Dios, ni ante los jueces, ante ti mismo. Porque aunque estés preso, aunque estés cojo, estés fastidiado, o que la vida no te trate bien o que estés en un atraco o no tengas dinero o te deje tu mujer, eres tú el que vas a decidir en tu vida. Es que eres un personaje, y los personajes deciden su destino. Hay momentos claves y uno tiene en esos momentos unas cuantas riendas... Yo no estoy haciendo un juicio a los personajes, yo estoy haciendo una advertencia al público de que los actos de tu vida van a marcar tu destino, cuídalos. Digamos que yo puedo tener algo de eso que suelen tener los escritores que están tratando de redimir a la humanidad; pero en mi caso sucede en la dimensión de ‘cuida tus actos porque es lo único que tienes’.
Te pondré un ejemplo. Yo ahora estoy estudiando mucho química, biología y medicina, porque he tenido procesos de envejecimiento en mi intestino, en mi microbiota, y he descubierto que todo lo que he comido desde pequeño y todo lo que he bebido y todo lo que he hecho se ha quedado en una especial, la mía, evolución de las bacterias de mi microbiota; que he llegado a mayor y tengo muchas enfermedades por esa alimentación que he tenido a lo largo de toda mi vida. Entonces, dice la gente, no importa tomarse tres copas, no importa e importa, tómatelas y el día de mañana tendrás un millón de bacterias menos de las que necesitas cuando las necesites. Entonces, los actos que haces ahora… es eso de ‘qué largo me lo fiáis’ en el Don Juan Tenorio. Los Donjuanes al decir constantemente no importa lo que pase, qué largo me lo fiáis, el día de mañana da igual o el más allá o tal, lo que importa es en cada momento lo que me apetece y tal, eso está hecho siempre con afán de recordarle a la gente de que no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, como decía Tirso de Molina. Cuidado con lo que haces en la vida, porque no es que sea bueno o malo, sino que luego tú mismo pagarás las consecuencias. Y no unas consecuencias divinas o en el otro mundo, sino en este. O sea que cada vez que te relacionas con los demás, o con tu familia, cada pequeño acto de tu vida tiene consecuencias. Todos los actos de nuestra vida tienen consecuencias. Y muchas de mis obras están hechas para contar eso.
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En ‘Álbum familiar’, como en muchas otras obras futuras, véase la más actual ‘En el oscuro corazón del bosque’ (2009), los personajes solo logran su liberación encarándose a su pasado.
Hay muchas líneas en un escritor. Cervantes escribió 'El Quijote', pero también escribió el 'Persiles' o 'La Galatea'; escribió muchas cosas diferentes. Unas cosas tienen más éxito que otras y en Cervantes es evidente. Unas tienen más repercusión, unas tienen que ver con tu manantial interior y otras son como encargos sociales. No todo lo que haces en tu vida es está perfectamente solapado con tu vida. Eres un escritor y escribes. Entonces hay varias líneas, pero la línea principal se acercaría lo que tú dices. Aunque cuando escribo no estoy tratando de ser un predicador ni un consejero, estoy tratando de ser un escritor. Y cuando se me ocurre una historia y me apetece escribirla la escribo. A veces aconsejo directa o indirectamente sobre la justicia, o sobre el sexo, o sobre el amor, o sobre cualquier otra cosa más ingenua. Y además como me gusta mucho escribir comedias que simplemente las hago para fomentar el humor, la risa, la fiesta en el escenario, cosa que me parece importantísima. Porque la vida es muy dura y el arte surge porque la vida es muy dura. Si la vida fuera blanda a lo mejor no existiría el arte. Y el arte es una medicina para el alma, a veces escribes en plan medicinal, como una forma de terapia para mí y, para los demás.
’Trampa para pájaros’ (1990) con la violencia sucia del Estado como tema. Aquí también adopta la perspectiva de quienes manteniendo los valores del franquismo no son capaces de vivir la nueva vida española. ¿Le sirve la peripecia para señalar las contradicciones del sistema, aún tomando partido por el sistema democrático?
Esta obra que se sigue haciendo y se hace en España y se hacen el mundo, tuvo un gran éxito en los países del este porque lo hizo uno de ellos y los demás lo copiaron, cambiando el franquismo por el comunismo. El policía no era un viejo policía franquista, era un viejo policía comunista. El régimen que allí había aplastado a la gente y no se había sabido reciclar no era el franquismo, era el comunismo. Una historia escrita por mí en una dimensión adquiere de pronto otra dimensión en otro lugar. Los libros tienen vida propia. Es muy curioso, este es un libro viaje, lo cambian, hacen versiones; el policía que era un policía franquista de repente se ha convertido un policía del régimen comunista, se siente incapaz de reciclar en la nueva situación. Esto pasa ahora también con los políticos. Si fuéramos capaces de ver esta situación actual un poco desde lejos, aparte de las peleas entre partidos y de ideas y de intereses creados, observamos a una serie de dinosaurios que no se acaban de incorporar a un tiempo nuevo. Ojo, no estoy diciendo que los más jóvenes sean los más avizores. A lo mejor los más anquilosados son los de Podemos, por poner un ejemplo, pues defienden ideas del año catapum y no permiten que vengan ideas nuevas, sino que vuelven a sacar las del cajón las antiguas y a darles vueltas sin que evolucione el pensamiento que tendría que renovarse a la altura del siglo XXI y el debate político de España parece del siglo pasado. Es que es del siglo pasado. Entonces todas esas cosas los escritores las detectamos y las llevamos a nuestras obras.
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En ‘El oscuro corazón del bosque’ (2009), tres gatos ante la futura demolición de la casa donde viven discuten sobre su futuro y ambiciones. Paralelamente los encargados de trasladar los muebles de la mansión cuentan su vida. ¿Podríamos vincular sus obras con la situación histórico política del momento en que fueron escritas, de manera que su obra evolucionaría, aunque de manera crítica, a la par que lo hace la sociedad española?
Intentas evolucionar, intentas dar puntos de vista frescos, intentas no repetirte; otra cosa es que lo consigas. Ten en cuenta también que esa obra es una obra de alguien mayor. Cuando escribo ‘Viva el duque’ soy un muchacho; cuando escribo ‘En el oscuro corazón del bosque’ soy un viejo gato que escucha a Mozart y que viene pensando ya en la muerte. Hay momentos de la vida de un escritor que contaminan su obra.
En la actualidad cuando yo abordo los problemas de la juventud los abordo de forma paternalista, los veo de lejos, no los veo como un chico. Porque el teatro siempre se basa en que la vida está llena de problemas dramáticos que hay que resolver y que hay que cogerlos y llevarlos a un libro (...) Yo no soy muy espiritualista, eso de que el artista pudiera ser un intermediario con los dioses, pero es verdad que una persona cuando pinta, cuando compone un concierto, cuando hace una obra tiene un entusiasmo que le sale de algún lado, un brote y si no te sale… He publicado 50 obras pero he pensado mil. Si me dedico a eso es que tengo deformación profesional, y pienso obras continuamente y he empezado muchas y las he tirado, he procurado no escribir mucho porque escribir mucho es absurdo. Escribir lo que la pasión no me ha impedido tirar. Digamos que lo que he podido tirar lo he tirado.
Quiero decir con todo eso que las obras tienen también un arrebato de trance, como si entraras en ese ámbito con la necesidad imperiosa, arrebatada de escribirlo, que tuvieras que hacerlo. Te sale algo irracional, porque en el terreno del arte no se puede explicar todo. Tiene elementos irracionales, elementos de respuesta ante el misterio, eso que decía María Zambrano, de sacar, dar voz a lo que pide ser sacado, del silencio. En el silencio hay muchas cosas pero a veces yo noto que alguna me reclama que la saque, pues la saco. Cuando cuento historias cuento las que me llegan a la mente y que de alguna manera me obligan a escribirlas. Las que no me obligan a escribirlas no las escribo. Estas historias me han obligado, es eso de de ‘Seis personajes en busca de autor’ de Pirandello; vienen, te martirizan, se meten en tu cabeza, y no te dejan en paz.
En muchas de vuestras preguntas me habéis preguntado por el proceso, y voy a contestar por el proceso de la última obra que he escrito que es ‘Mil amaneceres’. ‘Mil amaneceres’ cuenta una historia que tiene que ver con el viaje de vuelta de los cómicos de ‘Viva el Duque’. ‘Mil amaneceres’ no la habría escrito si no me hubiera pasado lo que me pasó. Eso te explicará la relación del artista con su momento.
El año pasado tuve una rotura de retina de un ojo que contagió al otro y me quedé a oscuras, me quedé de pronto en negro, como una televisión en negro. Me dijo el especialista que casi seguro que me iba a quedar ciego. Todo era muy pesimista, pero me dijeron que de todas las maneras había que operar porque había una infección y si no te jugabas la vida. Me operó el especialista más sabio en España sobre el asunto de las retinas. Y me dijo que iba a tratar de reconstruir algo que estaba roto en pedazos y que era imposible, pero lo iba a tratar de hacer pero que necesitaba mi colaboración, que me iba a meter una burbuja de gas para que los ojos se dilataran enormemente y poder operar; una operación muy delicada de microcirugía y después tenía que estar cuarenta días boca abajo inmóvil, sin poder moverme nada, nada, nada, para que pudiera salir el gas. A las dos horas de estar así boca abajo me dolía todo, me dolía el alma. Me dije, esto es imposible, no voy a poder estar ni un día, como voy a poder estar cuarenta. Así que me planteé la manera de aguantar esto. Me decía, no puedo ver la tele, no puedo entretenerme, estoy todo el tiempo con el dolor, con el sufrimiento, boca abajo, ¿qué hago, qué hago para soportarlo? Rezar o cosas así, a mí no me iba a consolar, y todo el tiempo sufriendo. Pues voy a hacer lo que sé hacer, voy a escribir una obra de teatro. Como no puedo escribir la grabo en una grabadora. Me dije, voy a escribir una obra en cuarenta días, cada día voy a copiar un capítulo y a los cuarenta días, cuando me vaya a levantar estará terminada. Dejé de pensar entonces en el dolor, dejé de pensar en que no podía más, me dediqué a pensar en la obra, estuve cuarenta días pensando en la obra, y me ha salido una obra estupenda. Todo el mundo dice que es mi mejor obra. Y por encima de todo, los ojos han reaccionado muy bien, me he curado.
Todo ha ido estupendamente gracias al arte. Esto quiere decir, y parece muy de Nietzsche, que el arte es una respuesta al sufrimiento, al dolor, a la pulsión de la vida, a los problemas de la vida, y yo voy entonces en un momento determinado y escribo. Sobre qué escribo, sobre el sufrimiento. ‘Mil amaneceres’ dice que cada vez que amanece hay mucha gente que está sufriendo y tiene que ser capaz de canalizar su sufrimiento y tiene que poseer unos instrumentos, dentro de ella, que le ayuden a resolver los conflictos vitales y los sufrimientos vitales de su vida, porque es que no hay otra. Así que me pregunté, quién ha sufrido tanto como yo en este momento, "los galeotes de los barcos", me respondí, y empecé a contar una historia de esos galeotes atados con cadenas, atados en un barco hasta morirse, y dentro de esos había algunos que vivían bastante bien, porque hay gente que es capaz de vivir hasta de galeote, y hay gente que es capaz de vivir hasta con cáncer. Hay gente que es capaz de la gran aventura humana de superar las dificultades de la vida.
Eso es lo que he contado en mi última obra y yo creo que es lo que he contado en todas. Creo que el arte explica cómo el ser humano se enfrenta al misterio, al sufrimiento, a lo desconocido, a las dificultades, al dinero, a las limitaciones; y eso es lo que te hace ponerte a escribir un día una obra, otro día otra obra. Y eso es lo que le hizo a Cervantes ponerse un día a escribir el Quijote.
Eloy Rubio Carro: Usted procede del teatro independiente (TEM, Tábano,Teatro Libre de Madrid), donde se forma como actor, director de escena y dramaturgo. También ha escrito la obra teórica ‘La escritura dramática’ (1998), de la que circula por ahí que es una de las mejores reflexiones sobre el asunto escritas en español.
José Luis Alonso de Santos: Son diferentes etapas. La época del teatro independiente es una etapa de formación personal y de vida teatral. Mientras yo hago teatro estoy relacionándome con las actrices. Era joven, viviendo en las camionetas. El post-franquismo fue una época convulsa pero muy bonita para un joven. Creías de verdad en cosas utópicas, pero eso fue una etapa. Soy muy consciente de que cada siete u ocho años hay cambios básicos en la vida del ser humano. Digamos que esa fue mi etapa de formación como ser humano, como hombre, como persona de teatro. En la otra época que mencionas, la de la escritura dramática, yo era profesor en la Escuela de Arte Dramático. En aquel momento, el director y el equipo directivo me encargaron que creara la especialidad de escritura dramática. Hasta entonces no había, fue la primera cátedra que se hizo en España. Luego ya la introdujeron las demás escuelas.
No había precedentes, había manuales extranjeros, pero todos de baja calidad, y yo me eché a la cabeza la tarea de crear esa especialidad, de construir un programa y empezar a dar clase; también me responsabilicé de meter todo eso que impartía en clase en un libro, del cual había mucha demanda. De hecho todavía es el libro que se daba cuando yo he llegado a la Universidad de Nueva York. Mi hija que es profesora en la Universidad de Nueva York me dice que en Arte Dramático siguen utilizando ese manual. Mi manual traducido a todas las lenguas está funcionando en todo el mundo, yo creo que porque no invento nada; lo que hago es sintetizar, organizar los materiales, y hacerlos asequibles y comunicables. La verdad es que la responsabilidad de un profesor es comunicar, lo que es muy difícil, el conocimiento, y el manual era un gran esfuerzo para hacer comunicable los territorios del arte, cosa que es bastante complicada. Una tarea que yo emprendí en aquella época porque yo era un arrogante; ahora mismo no me atrevería a escribir ese libro, pero en aquel momento lo escribí y estuvo bien escrito.
En sus obras parece preferir la tragicomedia o el naturalismo sociológico que busca la causalidad social como explicación de las conductas delictivas, de los desórdenes psicológicos, o de todo tipo. ¿Es así o ha evolucionado a otra cosa en sus últimos tiempos?
Un escritor siempre tiene la tentación de explicarlo todo desde mil puntos de vista, pero no se puede pintar el árbol desde muchos sitios; tendrá que tomar una decisión como cuando Picasso decide romper el árbol. Entonces ya pinta el árbol bajo su especial punto de vista, pero ya no pintará el árbol de Cézanne, pinta ese árbol suyo. Tuvo que tomar una decisión, y también es cuestión de etapas.
Creo que lo psicosocial influye mucho en la vida, y en mis obras he tratado de reflejar eso. He procurado siempre ser más o menos un hombre político pero que eso no apareciera en mis obras; que mis obras no fueran un manual de ideología, sino que fueran un cierto espejo de la Vida. En la vida lo psicosocial influye, porque yo que soy muy seguidor de Ortega, y Ortega que lo fue de Baltasar Gracián, asumo esa frasee que dice: “No basta la sustancia requiere ser también la circunstancia”. Las circunstancias, el ambiente, esas cosas son las que hacen que se desarrollen los seres humanos como son, no quiere decir que no haya talento en un artista porque si no, no valdría para nada. No quiero decir con ello que no influya lo genético, todo influye, pero desde luego las circunstancias influyen muchísimo. Por ejemplo, si tienes mala salud y te mueres a los diez años pues no vas a ser un gran pintor. La salud importa muchísimo en la vida, y el desarrollo económico, también la gente que te rodea, que te aplaudan de pequeño en algún territorio; todo eso influye mucho, sea para bien y para mal. Pero es que la vida es así, la relación con los otros nos marca mucho y eso está mucho en mis obras.
Su lenguaje teatral es cotidiano, incluso de argot, un idioma de la calle, muy reconocible en cada momento en que escribe la obra. La gente joven lo reconoce o se reconoce en él. Los académicos o estudiosos cuando ponen notas a pie de página, las hacen redundantes y con frecuencia se equivocan en ellas. (Véase la edición de Castalia de ‘Yonquis y yanquis’) ¿Querría usted que como en la época de Lope o de Calderón el teatro tuviera la viveza de la vida de verdad?
Eso es muy difícil, pero también porque las épocas son diferentes en sus circunstancias. No es una casualidad que en ese siglo nazcan los grandes, y no en el siglo siguiente. Ese siglo es el siglo de la vida, la muerte, el contraste. El barroco es un caldo de cultivo ideal para los escritores. Y luego curiosamente en el neoclásico o en el siglo de la Ilustración son buenos para los profesores, pero no para los artistas. Cuando crece el ‘logos’ no suele crecer el ‘pathos’. Son territorios diferentes. Las palabras son el territorio del ‘entre’, el territorio entre uno y los demás, entre el ser humano y la sociedad, como el territorio de ahora de las elecciones, el territorio de la filosofía.
El ‘entre’ es donde se colocan las palabras, en las palabras está el latido de la vida, está la formación de los individuos, pero también está la belleza, la armonía, algo en lo que no me podré entretener ahora, que es la metáfora. La metáfora como posibilidad de expresar las cosas que son inexpresables. Cuando decimos rosa, en la palabra rosa no hay nada de rosa. Pero si hago una metáfora sobre la rosa puedo acercar un poquito más a la rosa. La metáfora es el territorio de los creadores. En ese juego, cuando estoy en el teatro, procuro que cada personaje tenga sus metáforas y sus palabras que le dibujen, porque si estuviera pintando un cuadro lo pintaría en el cuadro, pero si estoy en un libro le tengo que pintar en el libro. ¿Cómo lo puedo pintar?, pues por medio de sus palabras. Según lo que diga se dibuja al personaje. Tengo que tener mucho cuidado con las palabras que dicen unos, que no las pueden decir otros. Las palabras que dicen en el primer acto no las pueden decir en el último, cuando han pasado otras cosas. El escritor es alguien que juega con las palabras, está especializado en las palabras. El que no está especializado en las palabras es que no es escritor.
Vayamos a algunas de sus obras. ‘Viva el duque nuestro dueño’ (1975), en la que se nos cuenta el paralelismo del teatro independiente del final del franquismo con la situación de pobreza de un grupo de cómicos en el reinado de Carlos II el Hechizado. ¿Qué esperanzas y dificultades representaba aquel teatro de la transición y qué vínculos quería establecer con la juventud española de entonces?
Cuando me haces preguntas de palabras o de conceptos me resulta fácil responder, pero cuando ya me haces preguntas acerca del significado de una obra mía es más difícil que pueda hacerlo porque los escritores cuando explicamos nuestras obras nos traicionamos. Para eso están ya los profesores. Lo que yo puedo explicar de todo eso que tú me preguntas tendría que responderte leyéndote la obra.
Primero porque uno puede caer en la terrible tentación de defender la propia obra. No hay nada más triste que un escritor diciendo que su obra es bella, es una cosa tremenda; y segundo, porque las explicaciones no son nunca exactas. Escribí esa obra porque vivía un momento sociopolítico personal, de vivencia, del lenguaje, también del siglo de oro y la relación con la actualidad, del pequeño grupo social comparado con el gran grupo, del sentirse marginado en un mundo tan complejo. Pero por ejemplo, ahora he escrito una obra con la que de alguna manera cierro mi línea vital, eso es lo que dicen los críticos, cierra ‘Viva el duque’ y termina con una obra que ha publicado el Ayuntamiento de Valladolid en el homenaje que me han dado, que me han hecho una coronación como Zorrilla, y que se titula ‘Mil amaneceres’. Entonces el carro de Carcoma viene de vuelta, el carro de Carcoma ya está muy viejo y explica un poco eso que dices tú; se encuentra a otro cómico que le pregunta qué es el teatro, por qué hacen teatro, y responde Carcoma que lo mejor del teatro, lo mejor del arte no se puede explicar. Y cuando se trata de explicar se destruye.
Ahora intentaremos recorrer algunas de sus obras: ‘La estanquera de Vallecas’ (1981) donde a nuestro parecer usted crea el modelo para una de sus tesis que aparecerá en obras posteriores: que las lacras sociales tienen su origen en el modo de ser de la propia sociedad y requieren un tratamiento diferente al de su represión. ‘Salvajes’ (1997) donde en medio del determinismo, parece asomar una posibilidad de cambio. ‘Álbum familiar’ (1982) donde las aspiraciones del protagonista son casi ahogadas por los grupos sociales de su pertenencia. ‘Yanquis y yonquis’ (1996), donde las fidelidades al barrio asfixian los mejores intentos de cambio del protagonista.
Todo eso que me dices es verdad, pero también yo escribo esas obras para decir que a pesar de todo el individuo es responsable de su destino. Eres responsable de tu destino. No ante Dios, ni ante los jueces, ante ti mismo. Porque aunque estés preso, aunque estés cojo, estés fastidiado, o que la vida no te trate bien o que estés en un atraco o no tengas dinero o te deje tu mujer, eres tú el que vas a decidir en tu vida. Es que eres un personaje, y los personajes deciden su destino. Hay momentos claves y uno tiene en esos momentos unas cuantas riendas... Yo no estoy haciendo un juicio a los personajes, yo estoy haciendo una advertencia al público de que los actos de tu vida van a marcar tu destino, cuídalos. Digamos que yo puedo tener algo de eso que suelen tener los escritores que están tratando de redimir a la humanidad; pero en mi caso sucede en la dimensión de ‘cuida tus actos porque es lo único que tienes’.
Te pondré un ejemplo. Yo ahora estoy estudiando mucho química, biología y medicina, porque he tenido procesos de envejecimiento en mi intestino, en mi microbiota, y he descubierto que todo lo que he comido desde pequeño y todo lo que he bebido y todo lo que he hecho se ha quedado en una especial, la mía, evolución de las bacterias de mi microbiota; que he llegado a mayor y tengo muchas enfermedades por esa alimentación que he tenido a lo largo de toda mi vida. Entonces, dice la gente, no importa tomarse tres copas, no importa e importa, tómatelas y el día de mañana tendrás un millón de bacterias menos de las que necesitas cuando las necesites. Entonces, los actos que haces ahora… es eso de ‘qué largo me lo fiáis’ en el Don Juan Tenorio. Los Donjuanes al decir constantemente no importa lo que pase, qué largo me lo fiáis, el día de mañana da igual o el más allá o tal, lo que importa es en cada momento lo que me apetece y tal, eso está hecho siempre con afán de recordarle a la gente de que no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, como decía Tirso de Molina. Cuidado con lo que haces en la vida, porque no es que sea bueno o malo, sino que luego tú mismo pagarás las consecuencias. Y no unas consecuencias divinas o en el otro mundo, sino en este. O sea que cada vez que te relacionas con los demás, o con tu familia, cada pequeño acto de tu vida tiene consecuencias. Todos los actos de nuestra vida tienen consecuencias. Y muchas de mis obras están hechas para contar eso.
En ‘Álbum familiar’, como en muchas otras obras futuras, véase la más actual ‘En el oscuro corazón del bosque’ (2009), los personajes solo logran su liberación encarándose a su pasado.
Hay muchas líneas en un escritor. Cervantes escribió 'El Quijote', pero también escribió el 'Persiles' o 'La Galatea'; escribió muchas cosas diferentes. Unas cosas tienen más éxito que otras y en Cervantes es evidente. Unas tienen más repercusión, unas tienen que ver con tu manantial interior y otras son como encargos sociales. No todo lo que haces en tu vida es está perfectamente solapado con tu vida. Eres un escritor y escribes. Entonces hay varias líneas, pero la línea principal se acercaría lo que tú dices. Aunque cuando escribo no estoy tratando de ser un predicador ni un consejero, estoy tratando de ser un escritor. Y cuando se me ocurre una historia y me apetece escribirla la escribo. A veces aconsejo directa o indirectamente sobre la justicia, o sobre el sexo, o sobre el amor, o sobre cualquier otra cosa más ingenua. Y además como me gusta mucho escribir comedias que simplemente las hago para fomentar el humor, la risa, la fiesta en el escenario, cosa que me parece importantísima. Porque la vida es muy dura y el arte surge porque la vida es muy dura. Si la vida fuera blanda a lo mejor no existiría el arte. Y el arte es una medicina para el alma, a veces escribes en plan medicinal, como una forma de terapia para mí y, para los demás.
’Trampa para pájaros’ (1990) con la violencia sucia del Estado como tema. Aquí también adopta la perspectiva de quienes manteniendo los valores del franquismo no son capaces de vivir la nueva vida española. ¿Le sirve la peripecia para señalar las contradicciones del sistema, aún tomando partido por el sistema democrático?
Esta obra que se sigue haciendo y se hace en España y se hacen el mundo, tuvo un gran éxito en los países del este porque lo hizo uno de ellos y los demás lo copiaron, cambiando el franquismo por el comunismo. El policía no era un viejo policía franquista, era un viejo policía comunista. El régimen que allí había aplastado a la gente y no se había sabido reciclar no era el franquismo, era el comunismo. Una historia escrita por mí en una dimensión adquiere de pronto otra dimensión en otro lugar. Los libros tienen vida propia. Es muy curioso, este es un libro viaje, lo cambian, hacen versiones; el policía que era un policía franquista de repente se ha convertido un policía del régimen comunista, se siente incapaz de reciclar en la nueva situación. Esto pasa ahora también con los políticos. Si fuéramos capaces de ver esta situación actual un poco desde lejos, aparte de las peleas entre partidos y de ideas y de intereses creados, observamos a una serie de dinosaurios que no se acaban de incorporar a un tiempo nuevo. Ojo, no estoy diciendo que los más jóvenes sean los más avizores. A lo mejor los más anquilosados son los de Podemos, por poner un ejemplo, pues defienden ideas del año catapum y no permiten que vengan ideas nuevas, sino que vuelven a sacar las del cajón las antiguas y a darles vueltas sin que evolucione el pensamiento que tendría que renovarse a la altura del siglo XXI y el debate político de España parece del siglo pasado. Es que es del siglo pasado. Entonces todas esas cosas los escritores las detectamos y las llevamos a nuestras obras.
En ‘El oscuro corazón del bosque’ (2009), tres gatos ante la futura demolición de la casa donde viven discuten sobre su futuro y ambiciones. Paralelamente los encargados de trasladar los muebles de la mansión cuentan su vida. ¿Podríamos vincular sus obras con la situación histórico política del momento en que fueron escritas, de manera que su obra evolucionaría, aunque de manera crítica, a la par que lo hace la sociedad española?
Intentas evolucionar, intentas dar puntos de vista frescos, intentas no repetirte; otra cosa es que lo consigas. Ten en cuenta también que esa obra es una obra de alguien mayor. Cuando escribo ‘Viva el duque’ soy un muchacho; cuando escribo ‘En el oscuro corazón del bosque’ soy un viejo gato que escucha a Mozart y que viene pensando ya en la muerte. Hay momentos de la vida de un escritor que contaminan su obra.
En la actualidad cuando yo abordo los problemas de la juventud los abordo de forma paternalista, los veo de lejos, no los veo como un chico. Porque el teatro siempre se basa en que la vida está llena de problemas dramáticos que hay que resolver y que hay que cogerlos y llevarlos a un libro (...) Yo no soy muy espiritualista, eso de que el artista pudiera ser un intermediario con los dioses, pero es verdad que una persona cuando pinta, cuando compone un concierto, cuando hace una obra tiene un entusiasmo que le sale de algún lado, un brote y si no te sale… He publicado 50 obras pero he pensado mil. Si me dedico a eso es que tengo deformación profesional, y pienso obras continuamente y he empezado muchas y las he tirado, he procurado no escribir mucho porque escribir mucho es absurdo. Escribir lo que la pasión no me ha impedido tirar. Digamos que lo que he podido tirar lo he tirado.
Quiero decir con todo eso que las obras tienen también un arrebato de trance, como si entraras en ese ámbito con la necesidad imperiosa, arrebatada de escribirlo, que tuvieras que hacerlo. Te sale algo irracional, porque en el terreno del arte no se puede explicar todo. Tiene elementos irracionales, elementos de respuesta ante el misterio, eso que decía María Zambrano, de sacar, dar voz a lo que pide ser sacado, del silencio. En el silencio hay muchas cosas pero a veces yo noto que alguna me reclama que la saque, pues la saco. Cuando cuento historias cuento las que me llegan a la mente y que de alguna manera me obligan a escribirlas. Las que no me obligan a escribirlas no las escribo. Estas historias me han obligado, es eso de de ‘Seis personajes en busca de autor’ de Pirandello; vienen, te martirizan, se meten en tu cabeza, y no te dejan en paz.
En muchas de vuestras preguntas me habéis preguntado por el proceso, y voy a contestar por el proceso de la última obra que he escrito que es ‘Mil amaneceres’. ‘Mil amaneceres’ cuenta una historia que tiene que ver con el viaje de vuelta de los cómicos de ‘Viva el Duque’. ‘Mil amaneceres’ no la habría escrito si no me hubiera pasado lo que me pasó. Eso te explicará la relación del artista con su momento.
El año pasado tuve una rotura de retina de un ojo que contagió al otro y me quedé a oscuras, me quedé de pronto en negro, como una televisión en negro. Me dijo el especialista que casi seguro que me iba a quedar ciego. Todo era muy pesimista, pero me dijeron que de todas las maneras había que operar porque había una infección y si no te jugabas la vida. Me operó el especialista más sabio en España sobre el asunto de las retinas. Y me dijo que iba a tratar de reconstruir algo que estaba roto en pedazos y que era imposible, pero lo iba a tratar de hacer pero que necesitaba mi colaboración, que me iba a meter una burbuja de gas para que los ojos se dilataran enormemente y poder operar; una operación muy delicada de microcirugía y después tenía que estar cuarenta días boca abajo inmóvil, sin poder moverme nada, nada, nada, para que pudiera salir el gas. A las dos horas de estar así boca abajo me dolía todo, me dolía el alma. Me dije, esto es imposible, no voy a poder estar ni un día, como voy a poder estar cuarenta. Así que me planteé la manera de aguantar esto. Me decía, no puedo ver la tele, no puedo entretenerme, estoy todo el tiempo con el dolor, con el sufrimiento, boca abajo, ¿qué hago, qué hago para soportarlo? Rezar o cosas así, a mí no me iba a consolar, y todo el tiempo sufriendo. Pues voy a hacer lo que sé hacer, voy a escribir una obra de teatro. Como no puedo escribir la grabo en una grabadora. Me dije, voy a escribir una obra en cuarenta días, cada día voy a copiar un capítulo y a los cuarenta días, cuando me vaya a levantar estará terminada. Dejé de pensar entonces en el dolor, dejé de pensar en que no podía más, me dediqué a pensar en la obra, estuve cuarenta días pensando en la obra, y me ha salido una obra estupenda. Todo el mundo dice que es mi mejor obra. Y por encima de todo, los ojos han reaccionado muy bien, me he curado.
Todo ha ido estupendamente gracias al arte. Esto quiere decir, y parece muy de Nietzsche, que el arte es una respuesta al sufrimiento, al dolor, a la pulsión de la vida, a los problemas de la vida, y yo voy entonces en un momento determinado y escribo. Sobre qué escribo, sobre el sufrimiento. ‘Mil amaneceres’ dice que cada vez que amanece hay mucha gente que está sufriendo y tiene que ser capaz de canalizar su sufrimiento y tiene que poseer unos instrumentos, dentro de ella, que le ayuden a resolver los conflictos vitales y los sufrimientos vitales de su vida, porque es que no hay otra. Así que me pregunté, quién ha sufrido tanto como yo en este momento, "los galeotes de los barcos", me respondí, y empecé a contar una historia de esos galeotes atados con cadenas, atados en un barco hasta morirse, y dentro de esos había algunos que vivían bastante bien, porque hay gente que es capaz de vivir hasta de galeote, y hay gente que es capaz de vivir hasta con cáncer. Hay gente que es capaz de la gran aventura humana de superar las dificultades de la vida.
Eso es lo que he contado en mi última obra y yo creo que es lo que he contado en todas. Creo que el arte explica cómo el ser humano se enfrenta al misterio, al sufrimiento, a lo desconocido, a las dificultades, al dinero, a las limitaciones; y eso es lo que te hace ponerte a escribir un día una obra, otro día otra obra. Y eso es lo que le hizo a Cervantes ponerse un día a escribir el Quijote.