José N. Fuertes Celada
Domingo, 08 de Diciembre de 2019

Vigía de tu paso: Una imposible lectura de ti mismo

Pilar Blanco Díaz; Vigía de tu paso. Chamán ediciones; Albacete 2018

 

 

 

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‘Vigía de tu paso’ es un diálogo entre Dios y la criatura, un diálogo que comienza con el poema ‘Alfa’ ( 21) en el que el dios se dirige a la creatura y que termina en el ‘Omega’ ( 09) que corrige al alfa, con mínimas variantes pero muy significativas en el que la criatura se dirige al dios.


En ‘Vigía de tu paso’ la vigilancia es mutua, un estar atento el uno al otro, un diálogo es el de la creatura se crea creando al criador, a veces un diálogo consigo misma. Si en Alfa decía "…no sabes"... en Omega dice: "…ya sabes"; por medio la vida o la ida pensada que ha ganado sabor, saber y muerte. Conciencia de la vida que está pasando.


El libro se divide en tres partes: ‘El que observa’, ‘La criatura’,  y ‘El espejo de agua’.

 

‘El que observa’ comienza con una cita de Elías Canetti que clama en el silencio de la sabiduría.


‘El que observa’ es un dios o una bestia, una pieza aislada de su juego. Solitario en su mirar, en su análisis. Son 22 poemas. ‘El que observa’ ve a la creatura entre la expulsión del Paraíso y la conciencia de su muerte ahora,  una creatura que no estuviera en su ser.


Con frecuencia hay en estos poemas momentos de reflexión profunda, pero otras veces puede la palabra que no dice nada y no escatima, lenguaje de pura transcendencia sin correlato alguno, que huye de sí misma, sin apuntar a nada de su afuera. Poesía que se alterna con la profundidad a un tiempo que la cita, profundidad de los espacios infinitos que inscriben el poema de la luz en la noche o la ceguera: "profundidad de un mar sin erizos ni cabello de anémonas, / su ráfaga de instantes: la ceguera. " ( VI, 32)

 

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El dios es ‘Deus absconditus’, que se hace consciente de su soledad, no sabe si estará soñando y se contempla, se autocontempla, se busca. "¿Quién, entonces, vigila al que vigila? / ¿Quién calibra el espejo? / y encara al que interroga frente a su propio abismo." (VII,33) que es como si dijera ¿quién me diría quién soy yo? Un dios que sospecha de que su omnipotencia es nominal y que siente resquemores sobre su estatuto existencial: ¿Una caña que piensa? ¿Una res cogitans cuanto menos?


Hay en esa creatura un sabor de paraíso, si el lenguaje es esa grieta, esa distancia de la cosa nombrada, pero también memoria, traer al tiempo lo anterior al tiempo, aquella maravilla que florece su primavera cada año, o dicho en razón poética: "( ...) quien no teme la lengua del dolor/ sabe que al otro lado han florecido / las rosas de la mente, la voz de su jardín recuperado"(X, 36)
 

La palabra, la palabra poética, la lengua del dolor que fue ruptura con aquel paraíso es ligazón ahora entre humanos, es también canto, palabra de salvación, salmodia en la boca de todos.


El dios vuelve a su reflexión, se humaniza, conoce la distancia, se dobla, se repite, conoce el dolor y entonces se sabe roto, picado de la serpiente y sufre la caída en la ‘amniosis’, la pérdida de sí en la búsqueda de sí, la ganancia de sí (anfisbena, aufhebung hegeliana etc) que le hace saberse uno desde la duplicación. Pierde también su paraíso. Ya no es un dios, ni la bestia, entra la pieza en el juego...


Pero si ese creador se identifica por medio del amor con su criatura en un nosotros necesita un ‘quién’, un tercer hombre que "sujeta el otro extremo del nosotros". Se dan en estos poemas muchas consideraciones y admoniciones del creador a la criatura, en el espíritu de la religión del hijo. Estamos en un cristianismo de ida, luego vendrá el de vuelta: "Anclado en lo absoluto / mezclo mi barro, / templo mi cera, / trazo el dibujo de mi mente en vosotros." (XXI, 47)



La Criatura’ es el título de la segunda parte, con 25 poemas en los que se expresa la criatura, “Deus sive criatura”, y se duele. Ya desde el primer poema abundan los artificios poéticos; el oxímoron: "quemadura dulce". Aliteraciones que se metamorfosean cuando se burlan: "Si no sé lo que quiere / si no sé lo que quiere con sus ojos / si no sé lo que quiere con sus ojos decirme".  La alusión antónima a una frase hecha: "en alma viva" y no "en carne viva" (I, 53) Si no fuera por estos requiebros pensaríamos estar ante un libro de teología, que iría desde la interiorización agustiniana, siguiendo la huella de Dios a iluminarse y deslumbrarnos, hasta el espectro de factura humana feuerbachiano en el que la criatura proyecta sus linternas sobre un fondo de caverna oscuro. Una idealización, una ‘paraisización’ del mundo humano. Al paso la miseria humana pascaliana: "Soy la estrella que veo contemplarme, cuyo destello observo / sabiendo que su muerte ya es ausencia infinita." (XVI, 68)  Y aunque no creo que sea este el lugar para pedir coherencia filosófica las preguntas le pertenecen: "¿Y yo que soy?  / Qué soy"(1,53) Gracias a la poesía los perfumes no permanecerán sin palabra, inarticulados, ilegibles.

 

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Resultan curiosas las maneras de decirse o desdecirse el tiempo, una eternidad presente que tiende a ser: "Todo es hoy y avanza hacia sí mismo." (IV, 56) o "Luego será el ahora, la repetida voz, (...) " (V ,57) o "Luego no será más que siempre y un ahora / que aprende a desdecirse. (V ,57) o esta paradoja: "Y así la eternidad cabe en el solo / instante de decirla." O  “Completar el ahora, / cauce único del siempre."(XX, 72)


Creo que ya lo he escrito, hay temas como la identidad, el yo, -al que se pone en evidencia-. La relación dudosa de la creatura con su criador, que por momentos se convierte en mera  proyección de la creatura en el criador: "Soy la máscara de / mi misma inexistencia." Pero también como jugueteando al escondite: "Y preguntar por ti, hermética presencia, / retar desde el Yo breve tu silencio distinto."(XVIII ,70) o personalizando para morir de ausencia de esa personificación: "Y de mi sombra nueva / vendrá la tuya. / Sin mí no existes. / Yo / crea / Tú." (XIX ,71)

 

Esta tesitura lleva a un solipsismo sin dios, a una encerrona simbólica en la que ‘ser es ser pronunciado’, ser dicho, dicha: "Lo que no vuelvo músculo en mi lengua / no existe." (XXI ,73)

 

Entonces se fragua la ruptura, la identidad propia: "Nunca fuera. Inmersión / abismo dentro. "(XXIV, 76). Con lo que la creatura declara: "no soy / tu criatura."


No estoy seguro de que la poesía deba intentar mostrar más que decir. Pues ¿Cómo mostrar esta expresión: "ni el estremecimiento de amar hasta fundirse."? (XXIII, 75)”.


Por eso esta poesía teológico-existencial dice tantas cosas.

 

 

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‘El espejo de agua’ es el tercer grupo de 26 poemas más el Omega. Con dos tipos de letra que dialogan y bailan en cada poema, Vox organalis y vox principalis. Dos tipos de letra, dos tipos de espejos para bailarse la mirada. Para dar la impresión de que el diálogo se va convirtiendo paulatinamente en un monólogo a dos voces. El solipsismo es tal que una de las voces dice en (IV,86):  "Para que ya no sepas / qué red, qué niebla, qué procede / de ti, / qué te inventa."


El Dios en (VII,89) se desdice cuando se asombra ante la respuesta de su creatura, se desdice enigmático y poético. Le emana la poesía a un Dios de razón que se ‘desoximorona’. Otra vez la lumbrarada en los ojos que señala el camino. Entonces: "(…) y vosotros sois yo y el silencio sonido. / Y el tiempo ya no es un árbol. Es solo una azucena que / tiñe de luz la blanca retina." (VII; 89)


La creatura entonces lo ridiculiza, rasga el mito de la belleza y del saber y del bien en una misma tirada: "No saber que esa luz desintegra la tarde" (VII,89)


Ese Deus, alter del Ego puede ser la razón, de pretensión objetiva, mientras que el yo de la creatura, el del corazón, el del ‘esprit de finesse’ aborda al otro, con el amor, desde esa insuficiencia que incluye cada perspectiva: "Y tú, juez implacable de lo ajeno, / nunca sabrás quién eres realmente / si no te dejas ser aferrado a otros labios, / a su decir distinto." (XIV, 96) Se trata de una incriminación a la religión del padre.


Ese mirar objetivamente (Dios) es la mirada interna que prescindiría del mirar subjetivo, pero a través de él. De ahí la imposibilidad. Ya la criatura se ha quedado sola y es la que vigila su propio paso.


De este solipsismo salva el amor. “Lo único real". Lo que se vuelve espejo de verdad donde mirarse: "El espejo. Los ojos son espejo. Las manos son espejo. / Los labios son espejo siendo otros."(XXI,103) (La religión del hijo)


En otras ocasiones como en XXII asoma tal como en Edmon Jabés la pregunta cuya respuesta es el misterio. Si cabe la respuesta es que has resuelto, sin posibilidad de retorno. ¡Otra proyección humana/divina de esta tierra!


Ese yo y el ‘totalmente otro’ se dicen “unidos indisolublemente por lo imposible, el desprecio al cambio”, y se declaran el mismo. “Soy la piedra en qué grabas / tu mano abierta". "Eres lo que yo soy. Sin yo saberlo." (XXVI, 108). Ese dios proclamado en el último párrafo memoria de la humanidad, la humanidad que “Será en la eternidad, vigía de tu paso.” Como última vuelta de tuerca.

 

 

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Queda todavía el poema Omega y su cotejo con el Alfa, primero y último poemas del libro, el Alfa pórtico anterior a las decepciones y el Omega, incluido en la tercera sección, son poemas gemelos. A primera sangre imagen uno del otro, solo por eso son distintos. Una pupila más dilatada descubriría otro tipo de diferencias, la escritura del ‘Alfa’ es redondilla, la del ‘Omega’, la propia de la criatura, bastardilla. En ‘Alfa’ el Creador decía a la creatura: no sabes, eres ajena al universo, “a tu lengua no llegan ya la sal y la ceniza”, y  y no sabes como atender la vida que está siendo. En Omega es la criatura la que parece dirigirse a sí misma o a su reflejo de callejón de gato: se sabe o cree dueña del universo. Rectora de sí misma sostiene su equilibrio. La lengua ahora, escarchada de sal y de ceniza, incorpora la vida: "Pero tus ojos vigilan para siempre la vida que está siendo, / que te ofrece el latido." (Omega, 109) En fin, Alfa y Omega finalizan, si no fuera por la variación de la cesura, de la misma manera: "Pájaro que quemó sus alas, / que ahora es fuego." “Pájaro que quemó sus alas y ahora es fuego."  Por medio, otra vuelta de tuerca.


Addenda: del mismo modo que el yo de este poemario indaga en el abismo de su proyección, "su otro de cada otro”, su ser más abismático, así puede suceder a quien leyere que al confrontarse a la dificultad de este texto se encontrara con sus propios abismos, con su otro de sí. Que la lectura terminará siendo la imposible lectura de sí mismo.

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