José Antonio Carro Celada
Domingo, 25 de Agosto de 2013

Juan Lorenzo de Astorga en su 'scriptorium'

Por la celosía de la ventana se entreveía la nieve del Teleno. En el convento hay cuarenta monjes. Visten de negro. En invierno se cubren con la cogulla el amplio cerquillo de la cabeza. Por el pasillo vemos llegar a Juan Lorenzo pausadamente y soñador. Está pensando nuevas estrofas de cuaderna vía. Anda despacio, arrastra su hábito. Tiene la frente amplia y los ojos brillantes. Los demás monjes piensan que es el poeta.

Al abrir la puerta del ‘scriptorium’ se queja la madera. es una sala amplia con pupitres de madera de castaño. Sobre la mesa de Joaquín Ribera, en la ranura, hay pinceles, plumas de gallo enmarfiladas, de distintos grosores, recipientes conteniendo tintas de colores. Joaquín continúa miniando la letra capital del capítulo 4º del Eclesiastés. Dibuja primorosas hojas de acanto y trenza sarmientos en azul Prusia. Joaquín no habla, mira de vez en cuando al Teleno para descansar la vista. A su lado Juan Lorenzo siembra versos, cuadernas vías esbeltas como chopos del tuerto.

Estamos en mayo. Desde hace dos días un juglar burgalés, vestido de arlequín, divierte a los astorganos con mimos, jerigonzas y fragmentos de ‘Los infantes de Lara’. Vive en uno de los mesones del bario de Rectivía. A eso de las cinco de la tarde coge su tambor, su ato de ropa y sacude el silencio de la ciudad.

[Img #5103]

Por la ‘Calle de Panaderas’ el juglar redobla su tambor. Se asoman a las ventanas las mujeres empañoladas. La ropa de lino colgada de unas palomillas gotea sobre el empedrado de la calle. El juglar esquiva el goteado, se detiene ante una puerta y recita.

    “Amigos e burgueses: si queredes escuchar estorias e gestas e contemplar jerigonzas de de
    juglar, ruégovos estedes en el sitio del mercado, a la caída del sol”.

El juglar lo canta monótonamente y se acompaña en las pausas con redobles.

A la altura de la Casa Morisca el juglar repite su anuncio. Algunos artesanos en traje de faena salen a la puerta. Muchas cabezas se asoman a las ventanas. Un clérigo cubierto con su cogulla cruza la calle. Es Juan Lorenzo. Está escribiendo una ‘prosa’ sobre Alexandre. Anda por la estrofa 1785. Cuando llega al monasterio abre la ventana del  ‘scriptorium’. Entra la  primavera y su luz y se ocupa de todos los rincones de su inspiración.

El Teleno brilla a lo lejos, verdean los ampos de la vega y crecen campanillas gualdas en la pradera, los mozos y mozas se requiebran en los zaguanes, un galán de la corte leonesa toca la cítola bajo una ventana.

[Img #5105]

Juan Lorenzo no es un clérigo con los ojos cerados, sabe que en el mes de mayo el tiempo flota glorioso y es propicio para los tratos de amor:

    “Da sospiros la dueña, la que non ha esposo”
    “Enton casan algunos, que pues mesan las Varvas”
    “Andan moÇas e vieias cobiertas en amores”.

El tiempo es delicioso; “los días son grandes”, los 'passariellos' han cambiado su pluma, “los tábanos que muerden no son aun venidos”, hay dulzura y solaz en el paisaje.

Juan Lorenzo no ha oído recitar al juglar burgalés, pero sabe de juglares como nadie y recuerda aún la cantinela de uno de las tierras de Soria que cantaba ‘el planto’ del Arzobispo Turpín en versos poco elaborados. Siempre le parecieron cosa de poco los versos juglarescos. Juan Lorenzo se empeña en unos bien arados, hermosamente pulimentados en su taller  conventual:

    “Mester trago fermoso, non es de ioglaría,
    mester es sen pecado, ca es de clerezía,
    fablar curso rimado por la quaderna vía
    a silabas cuntadas, ca es grant maestría”.

Juan Lorenzo escribe artesanamente, en pergamino; tiene letra de miniador de ‘beato’. el libro latino de Gualterio sobre Alejandro, que le sirve de guión a su poema, lo tiene sobre la mesa de su celda particular. Lo lee cada día; toma de él sus notas. Con frecuencia se aparta voluntariamente de él. Nuestro poeta incorpora descripciones paisajísticas donde los ‘colladiellos’ parecen reencarnaciones de El Teso Redondo y las ‘fontanas’ y las ‘solumbras’ que a los “prados tienelos siempre verdes”, sujetan en verso las sensaciones de Fuentencalada:

    “Por medio del valleio corrie un lagunal,
    nacie hy bona fuente, clara, perenal.”

Otras veces Juan Lorenzo deja correr su imaginación para contarnos viajes aéreos o submarinos, historias de hombres sin cabeza o las bellezas de los Palacios de Poro sustentadas por cuatrocientas columnas de oro fino.

Juan Lorenzo da la medida de su creatividad cuando Gualterio de Chatillón “en su versificar seya ende cansado”. Entonces él se ve libre para imaginar y piensa escribir un poema descomunal, de más de diez mil versos. Como no es un arqueólogo y si un poeta nos cuenta que la madre de Aquiles no tiene más remedio que esconderse en un convento de monjas; Demóstenes, el orador ostentará el título de conde y Alexandre recibirá el espaldarazo como caballero acompañado de los Doce Pares y empuñará una espada templada en las mismísimas fraguas de don Vulcano; Aristóteles aparecerá como una especie de filósofo escolástico y Alexandre se iniciará en la filosofía elaborando silogismos en Barbara.

Juan Lorenzo no tiene prisa por acabar. Necesita leer mucho aún para enjoyar eruditamente su poema, tiene que consultar a Lambert le Tort y a Alejandro de Bernoy, sin olvdar a Homero, a Quinto Curcio y a otros escritores árabes.

Tienen que pasar tres años para que finalice su poema. Hoy ha llegado a Astorga un juglar burgalés. Dentro de cuatro años podrá entregar su poema a los juglares. Quizá el mismo, que tiene buenas mañas intentará leerlo recitativamente en la plaza de Astorga. La gente entusiasmada escuchará en vilo los últimos versos, los más deseados.

    (Llevan seis días acudiendo a la plaza. Quieren saber el final. Juan Lorenzo cierra su pliego y   
    dice de memoria entornando los ojos:
    
    “Si quisierdes saber quien escrevió este ditado,
    Jhoan Lorenzo, bon clerigo e ondrado,
    natura de Astorga, de mannas bien temprado,
    el día del iuyzio Dios sea mio pagado. Amen.”

    Juan Lorenzo no ha pedido soldada a la gente que le escucha; es más ambicioso. Pide la    
    soldada para el día del juicio.)

[Img #5104]

Pero Juan Lorenzo sigue pacientemente en su ‘scriptorium’. Sueña con el dia en que los jiglares al comienzo de su actuación anuncien como plato fuerte las hazalñas de Alexandre dichas con la maestría de las ‘silabas cuntadas’.

                                                                     

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