Astorga Redacción
Sábado, 28 de Diciembre de 2019

El sarcófago paleocristiano de Astorga, en la revista Argutorio

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Acaba de publicarse el número 43 de la revista cultural astorgana ARGUTORIO, correspondiente al primer semestre de 2020.

 

El primer artículo que ofrece está firmado por una autora, Ángela Franco Mata, vinculada a la zona de Astorga, ya que, según se nos indica al final de su colaboración, nació en esta ciudad y es de familia paramesa. Ángela Franco fue jefe del departamento de Antigüedades Medievales del Museo Arqueológico Nacional hasta su jubilación en 2014, y escribe sobre el sarcófago paleocristiano de Astorga, una joya del arte paleocristiano que fue trasladada al citado museo en 1869. Según explica Franco Mata en su artículo, se pensaba en el siglo XIX que este sepulcro procedía del pueblo de San Justo de la Vega, aunque no hay ninguna razón histórica que lo pruebe; y también existía la tradición, mucho más antigua, de que había servido como sepulcro de los restos de Alfonso III el Magno (fallecido en el año 910), algo que tampoco ha podido ser demostrado.

 

Olegario Pérez Alija nos habla en el siguiente trabajo de tres importantes edificios desaparecidos de Astorga: la cárcel de partido, el hospicio y la casa Moreno. La cárcel, según nos explica Pérez Alija, fue construida sobre el solar ocupado por el castillo y palacio de los marqueses de Astorga, lugar en el que, antes de la cárcel de partido, se edificó la primera plaza de toros de la ciudad. El hospicio, fundado en 1798, tuvo al final de su existencia un parte en el edificio que hoy ocupa la Biblioteca Municipal, y la otra en el solar próximo a ella que alberga unas ruinas romanas. Dejó de usarse como hospicio en 1955 y se demolió en los años ochenta. La casa de Moreno sirvió de alojamiento a los reyes de España durante su estancia  en Astorga en 1858, que fue uno de los lugares que visitaron en su viaje al noroeste de España. En aquel momento su propietario era Rafael Moreno y Carbajo, a la sazón alcalde la ciudad. Esta casa estaba situada entre la calle del Seminario y la de Puerta Obispo. Como nos cuenta Olegario Pérez, “el jardín de los Moreno, al igual que la casa, era admirado y reconocido por los viajeros que se acercaban a Astorga. Uno de ellos, el inglés Richard Ford (en 1834), se refiere al jardín de la casa Moreno (de la cual dice que fue alojamiento del general Moore) como el mejor sitio para admirar el palacio de los marqueses de Astorga”.

 

 

En el siguiente artículo, José Piñeiro Maceiras da por finalizada su investigación sobre el accidente ferroviario de Torre del Bierzo de enero de 1944, del que se cumplen 75 años en 2019. Piñeiro Maceiras ofrece en esta última parte de su trabajo un listado de conclusiones, entre las que destacamos dos. La primera: que la cifra de muertos debió de estar en torno al centenar, “merced a recientísimas investigaciones”, con lo que las afirmaciones que en algunos lugares se hicieron sobre 500, e incluso 800 fallecidos, son elucubraciones “sin base firme en la que apoyarse”; y la segunda: que existen indicios de que el accidente pudiera ser consecuencia de un sabotaje, aunque esto es algo que nunca pudo demostrarse porque los vagones se destruyeron completamente dentro del túnel.

 

Alejandro Valderas también concluye en su colaboración de este número de la revista su trabajo sobre el retablo de La Bañeza de Nicolás Francés. Una extraordinaria obra del arte gótico que se encuentra en el Museo del Prado y es la “única pieza de Nicolás Francés que nos ha llegado completa o con pocas faltas, con su marco de madera original, y probablemente sin moverse desde el siglo XV o XVI hasta c. 1926 de la iglesia de Hinojo (entre Valdesandinas y La Bañeza)”.

 

En la siguiente colaboración, Artemio Martínez Tejera recuerda que “el pasado 24 de octubre de 2019 se cumplió el 1100 aniversario de la consagración de la iglesia del cenobio de San Pedro de Montes”, y aprovechando esta efeméride realiza un repaso de las circunstancias en las que se realizó esa consagración, “un acto que, en sí mismo, poseía una fuerte trascendencia  propagandística de cara al pueblo: dentro de una época inestable, de colonización y reorganización de territorios, de alternancia de dominio (...)”.

 

El 30 de septiembre de 1927 los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, visitaron nuestra ciudad, desde la que se dirigieron a León. Algunas fotografías de estas dos visitas, según se explica en este número de Argutorio,  le fueron proporcionadas a la redacción de la revista el pasado verano por Antonio Perandones García, un nieto del alcalde de Astorga en esa fecha, Antonio García del Otero. Aquí se dan a conocer, acompañadas de parte de la reseña que publicó El Diario de León sobre la visita a la provincia.

 

En el trabajo que la revista coloca a continuación, Pascual Riesco Chueca retoma un asunto sobre el que ya había presentado un trabajo en esta publicación hace unos años: la lexicografía histórica leonesa. Lo que Riesco Chueca publica ahora es una continuación de aquello, y lo plantea como un aporte a ‘la monumental recopilación de Le Men Loyer’.

 

Manuel Garrido, persona muy vinculada a la Cabrera desde los años 70, colabora en este número con un artículo sobre Antonio Bayo (1929-1984), conocido en esa zona durante su infancia y juventud como el ‘el ruso’. Según nos cuenta Garrido, Bayo nació en La Baña, en la Cabrera Baja, y durante su infancia se dedicó a “travesuras y hurtos sin fin de toda cosa comestible”. Acabó varios años en la cárcel y al salir se asentó en las provincias vascongadas, donde llevó una vida normal, trabajando de guardia jurado. Un periodista lo puso en contacto con Ramiro Pinilla, al que contó su vida, que éste convirtió en novela. Bayo pensó que le podía hacer famoso, y Pinilla que le podía servir “para su crítica radical y apasionada de esa España sometida al poder omnímodo de triple rostro: Iglesia, Ejército y Justicia”.

 

Salvador Martínez, de la universidad de Nueva York, ya ha colaborado varias veces en la revista, y ahora lo hace con un trabajo muy distinto de los anteriores. En esta ocasión cuenta la historia del descubrimiento de la Islas Galápagos por el dominico fray Tomás de Berlanga, en 1535. Fray Tomás fue enviado por Carlos I a Perú para mediar en las disputas entre Pizarro y Almagro, y llegó sin pretenderlo a las islas al quedarse su galeón a merced de las corrientes marinas. El 26 de abril de 1535 envió una carta al emperador, “cuyo contenido constituye la referencia más antigua que existe al archipiélago de las Islas Galápagos”.

 

 

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A continuación, la revista incluye la trascripción de una entrevista a Severino Alonso del Río (1932-2017). Según se indica en la introducción, algunos miembros del Consejo de Redacción de la revista visitaron en 2008 Manzaneda, pueblo natal de Severino, y tuvieron una conversación con él que se reproduce aquí. Según se nos explica en la citada introducción, el entrevistado fue probablemente el mejor amigo de José Antonio Valverde en la zona durante los veranos de los años 60 y 70 en los que éste visitó la Cabrera. Valverde es conocido como ‘El Padre de Doñana’, por haber sido decisivo en la salvación de las marismas del Guadalquivir, que el Ministerio de Agricultura tenía previsto desecar. En el texto previo a la entrevista con Severino se insiste en los grandes conocimientos de Severino Alonso sobre el territorio en el que siempre vivió, y especialmente sobre los lobos, principal objeto de estudio de Valverde en sus visitas a la Cabrera.

 

Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo, colaborador habitual de la revista desde su primer número, publica en éste la segunda y última parte del artículo titulado ‘Prisionero del nido’. El protagonista de su relato es un pollo de buitre leonado, «prisionero» en su nido desde el momento de su nacimiento, pero que empieza a sentir la necesidad de abandonarlo, de lanzarse al vacío y aprender a volar. Fidel José conoce como nadie a estos animales, a cuyo estudio ha dedicado gran parte de su vida, por lo que es capaz de ponerse en el lugar de ese pollo e imaginar lo que puede sentir en esos momentos en los que comienza su vida adulta y tiene que aprender a hacer lo que sus mayores «dominan como muy pocas aves»: el vuelo a vela y sus técnicas.

 

Por último, otro autor fijo desde los primeros tiempos de la revista, Abilio Reig Ferrer, escribe en esta ocasión sobre un proyecto para fundar un jardín zoológico en la ciudad de Barcelona en 1888. El promotor de esta iniciativa fue Reinaldo Brehm, al que Reig Ferrer ya dedicó otro artículo en un número anterior de esta misma publicación. Brehm era médico y ornitólogo, y vivía en España desde la década de 1850. Como consecuencia del fallecimiento de su único hijo varón, decidió cambiar su residencia de Madrid a Barcelona, y fue en esa ciudad donde planteó en 1888 a su alcalde crear un parque zoológico, que lamentablemente nunca llegó a concretarse, a pesar de que la corporación municipal barcelonesa parecía tener buena disposición para ello. Pero tres años después Reinaldo Brehm fallecía, por lo que nunca sabremos si en caso de haber seguido con vida se hubiera llevado a cabo el proyecto, porque lo cierto es, como nos explica Abilio Reig, que «la sociedad catalana  no estaba preparada ni sensibilizada» para un tipo de jardín zoológico tan adelantado a su tiempo como el que planteaba el doctor Brehm.

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