El último cuento de Navidad
![[Img #47689]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2020/5383__dsc0182.jpg)
Se puede ser conservador pero no mohicano, que el último desapareció ya hace muchos lustros. En Astorga sin embargo hay muchos. Como le gusta decir a un amigo mío eso es propio de las ciudades amuralladas y Astorga lo es y los que viven dentro de las murallas se creen que ya no hay nada más fuera. ¡Como para que se imaginen el mundo! Si algunos a estas alturas se creen que es plano.
Digo esto a propósito de lo ocurrido en esta última Navidad. La propuesta municipal de no entrar en la guerra de las bombillitas y buscar alternativas imaginativas fue rechazada desde el principio por los mohicanos, siguiendo, al parecer oscuras y confusas órdenes de los que tampoco piensan pero se creen los reyes del Mambo y se olvidan de que su misión es buscar el bien común y el bienestar del pueblo, que para eso se les vota. Pero eso es harina de otro costal y no es cuestión de avivar el fuego que arde en el árbol caído. Volvamos al grano.
Los onfálicos, que se creen el ombligo de la ciudad porque viven dentro de las murallas, repitieron las consignas como cacatúas y no se recataron, ni aún por prudencia, en emitir sus juicios descalificativos cuando se preparaba la decoración navideña. No voy a repetir las barbaridades que se dijeron y se escribieron porque aunque consten escritas las negarían, que eso es otra característica de la insensatez de los mohicanos onfálicos.
Fieles a su condición, sentenciaron que ni un árbol de Navidad se había puesto. ¡Con lo bonito que era el del año pasado! Es verdad que sobre gustos no hay nada escrito y que hay quienes confunden el gusto con el disgusto. Por el contrario, los de mente abierta, contemplaron con placer el árbol municipal que desde principios de diciembre lucía maravilloso en la plaza Hermanos Carro Celada.
¡Hasta allí voy a ir yo a verlo! decían los onfálicos. Deben tener las piernas tan cortas como los pensamientos. Como si estuviera en Australia y estaba en una plaza de la ciudad, a la que desde el centro se puede llegar andando en cinco minutos. Aprovechaba un abeto natural, recto y elevado que hay en ella y que, posiblemente, muchos ciudadanos no habían reparado nunca en él. Descubierto ha quedado e incorporado al patrimonio natural de la ciudad. A los que no les gustara posiblemente era por eso, porque era natural y no de plástico, como les gusta a los contaminadores de los océanos. ¡Menos mal que sus hijos no serán tan bárbaros como ellos!
¿Y qué decir del Callejón que une Pio Gullón con la Plaza de Santocildes? Permaneció un mes cerrado para sorprender con tan magnífica sugerencia con el primero de los cuentos navideños prometidos de esta Navidad de Astorga de cuento. Cascanueces, para el disfrute de pequeños y mayores. Quién podía imaginar que el mingitorio local podía ofrecer esa sugestión. A ver si resulta, tras el árbol, el segundo elemento patrimonial recuperado para la cuidad y a partir de ahora adquiere su verdadera función adecuadamente iluminado y mantenido.
La fuerza de la imaginación aplicada a la Navidad empezó a surgir después de ese momento, iniciada por el mercadillo que abrió sus puestas en la misma plaza de Santocildes, que puede tener futuro si se complementa con alguna oferta de comida o bebida calientes, como es usual en mercadillos afamados de Europa en regiones frías. Más la iluminación de las calles principales con unas decoraciones por encima de las iluminaciones de almacén que lucían anteriormente. Ya se sabe lo que pasa con los trenes. Si las ruedas se salen de la vía descarrilan… como a los que no les dan lo del año anterior. Aceptarlo sería enfrentarse con la imaginación y no están ellos para esos esfuerzos. Como los tranvías fuera de la vía. Además pierden el suministro eléctrico y se encuentran con la catástrofe.
El palacio helado en el que convirtió la Casa Consistorial y otras varias instalaciones en el Palacio de Gaudí y en la Catedral; dos nacimientos, en la Oficina de Turismo y en el propio Ayuntamiento, además de las montadas en solares y locales comerciales vacíos, llenos ahora de cuentos para reivindicar que lo vacío se llena con creatividad e imaginación. No hubo más de lo mismo sino una propuesta integral con algo nuevo y esperanzador, que bien se merece la felicitación para los que lo aprobaron, para los que lo imaginaron y lo diseñaron, así como para los ciudadanos que supieron disfrutarlo, sin el agobio de los que padecen estreñimiento mental, que para ellos también era la nueva y creadora propuesta.
Pasear por Astorga esta Navidad ha brindado la oportunidad de descubrirla de otra manera, con otros ojos abiertos a la fantasía y la innovación como la ciudad que puede ser, digan lo que digan los mohicanos onfálicos. A pesar de ellos, que se lo deben hacer mirar, cuando no son nada más que fósiles disimulados.
Eso es la Navidad. Como lo era la fiesta pagana del Solsticio. La fiesta de la exaltación de lo bueno que hay en el hombre y su gran potencia creadora. Contra la que los estúpidos y pacatos no podrán. Ha sido un año duro de políticos esquivos y campañas electorales cainitas. Eso es cosa de ellos. Nosotros, los ciudadanos, debemos sonreír porque para eso es la Navidad. Si no que vuelva. Hasta que sonrían, que merece la pena y evita las úlceras. Será el último cuento, el de que la Navidad volvió hasta que todos sonreímos.
![[Img #47689]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2020/5383__dsc0182.jpg)
Se puede ser conservador pero no mohicano, que el último desapareció ya hace muchos lustros. En Astorga sin embargo hay muchos. Como le gusta decir a un amigo mío eso es propio de las ciudades amuralladas y Astorga lo es y los que viven dentro de las murallas se creen que ya no hay nada más fuera. ¡Como para que se imaginen el mundo! Si algunos a estas alturas se creen que es plano.
Digo esto a propósito de lo ocurrido en esta última Navidad. La propuesta municipal de no entrar en la guerra de las bombillitas y buscar alternativas imaginativas fue rechazada desde el principio por los mohicanos, siguiendo, al parecer oscuras y confusas órdenes de los que tampoco piensan pero se creen los reyes del Mambo y se olvidan de que su misión es buscar el bien común y el bienestar del pueblo, que para eso se les vota. Pero eso es harina de otro costal y no es cuestión de avivar el fuego que arde en el árbol caído. Volvamos al grano.
Los onfálicos, que se creen el ombligo de la ciudad porque viven dentro de las murallas, repitieron las consignas como cacatúas y no se recataron, ni aún por prudencia, en emitir sus juicios descalificativos cuando se preparaba la decoración navideña. No voy a repetir las barbaridades que se dijeron y se escribieron porque aunque consten escritas las negarían, que eso es otra característica de la insensatez de los mohicanos onfálicos.
Fieles a su condición, sentenciaron que ni un árbol de Navidad se había puesto. ¡Con lo bonito que era el del año pasado! Es verdad que sobre gustos no hay nada escrito y que hay quienes confunden el gusto con el disgusto. Por el contrario, los de mente abierta, contemplaron con placer el árbol municipal que desde principios de diciembre lucía maravilloso en la plaza Hermanos Carro Celada.
¡Hasta allí voy a ir yo a verlo! decían los onfálicos. Deben tener las piernas tan cortas como los pensamientos. Como si estuviera en Australia y estaba en una plaza de la ciudad, a la que desde el centro se puede llegar andando en cinco minutos. Aprovechaba un abeto natural, recto y elevado que hay en ella y que, posiblemente, muchos ciudadanos no habían reparado nunca en él. Descubierto ha quedado e incorporado al patrimonio natural de la ciudad. A los que no les gustara posiblemente era por eso, porque era natural y no de plástico, como les gusta a los contaminadores de los océanos. ¡Menos mal que sus hijos no serán tan bárbaros como ellos!
¿Y qué decir del Callejón que une Pio Gullón con la Plaza de Santocildes? Permaneció un mes cerrado para sorprender con tan magnífica sugerencia con el primero de los cuentos navideños prometidos de esta Navidad de Astorga de cuento. Cascanueces, para el disfrute de pequeños y mayores. Quién podía imaginar que el mingitorio local podía ofrecer esa sugestión. A ver si resulta, tras el árbol, el segundo elemento patrimonial recuperado para la cuidad y a partir de ahora adquiere su verdadera función adecuadamente iluminado y mantenido.
La fuerza de la imaginación aplicada a la Navidad empezó a surgir después de ese momento, iniciada por el mercadillo que abrió sus puestas en la misma plaza de Santocildes, que puede tener futuro si se complementa con alguna oferta de comida o bebida calientes, como es usual en mercadillos afamados de Europa en regiones frías. Más la iluminación de las calles principales con unas decoraciones por encima de las iluminaciones de almacén que lucían anteriormente. Ya se sabe lo que pasa con los trenes. Si las ruedas se salen de la vía descarrilan… como a los que no les dan lo del año anterior. Aceptarlo sería enfrentarse con la imaginación y no están ellos para esos esfuerzos. Como los tranvías fuera de la vía. Además pierden el suministro eléctrico y se encuentran con la catástrofe.
El palacio helado en el que convirtió la Casa Consistorial y otras varias instalaciones en el Palacio de Gaudí y en la Catedral; dos nacimientos, en la Oficina de Turismo y en el propio Ayuntamiento, además de las montadas en solares y locales comerciales vacíos, llenos ahora de cuentos para reivindicar que lo vacío se llena con creatividad e imaginación. No hubo más de lo mismo sino una propuesta integral con algo nuevo y esperanzador, que bien se merece la felicitación para los que lo aprobaron, para los que lo imaginaron y lo diseñaron, así como para los ciudadanos que supieron disfrutarlo, sin el agobio de los que padecen estreñimiento mental, que para ellos también era la nueva y creadora propuesta.
Pasear por Astorga esta Navidad ha brindado la oportunidad de descubrirla de otra manera, con otros ojos abiertos a la fantasía y la innovación como la ciudad que puede ser, digan lo que digan los mohicanos onfálicos. A pesar de ellos, que se lo deben hacer mirar, cuando no son nada más que fósiles disimulados.
Eso es la Navidad. Como lo era la fiesta pagana del Solsticio. La fiesta de la exaltación de lo bueno que hay en el hombre y su gran potencia creadora. Contra la que los estúpidos y pacatos no podrán. Ha sido un año duro de políticos esquivos y campañas electorales cainitas. Eso es cosa de ellos. Nosotros, los ciudadanos, debemos sonreír porque para eso es la Navidad. Si no que vuelva. Hasta que sonrían, que merece la pena y evita las úlceras. Será el último cuento, el de que la Navidad volvió hasta que todos sonreímos.






