Andrés P. Broncano
Domingo, 26 de Enero de 2020

La soledad me es contigo

Andrés P. Broncano, joven profesor de latín y griego, nacido en La Bañeza, ha publicado: 'Rutas como lacres de la tierra' (Editorial Poesía eres tú, 2017) y 'La escultura del hueco '(2019, autopublicación). Ha participado en la antología 'Y lo demás es silencio Vol. III' (Chiado editorial 2019) También ha colaborado en la 47 edición de 'Lëkolepoetique' de León en agosto de 2019 y en 'Poetas por ciudad Juárez', en las ediciones de 2018 y 2019

 

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La soledad me es contigo


La soledad me es contigo, pues no eres
ajena a mí. Podría durar un suspiro
miles de infortunios exteriores, pero vidas
inequívocas verían el equilibrio riguroso
y rítmico de nuestro péndulo. Nada
mutaría, pues cuadro terminado perdura
perenne, nada pernicioso.
Podría escucharte y comentarte,
como en un diálogo interno,
como bailarín con su música,
admirado por el ritmo
ajeno convertido en propio.
Podría vivir en compañía
y seguir pensando que

 

la soledad me es contigo, pero no soslayes
el odiado término como sollozo aletargado
o frío de la noche. Valoro en la nada
más absoluta las disecciones de furibundos
estudiosos. No acepto su visión
sesgada pasada por dogma
o terapia no pedida.
Acabé agotado de vivir la vida
a través de las opiniones de otros.

Mi descubrimiento más preciado:
la opinión sale muy barata al desconocido.
No respeto en absoluto
lo que me ofrecen
y digo sin temor que

 

la soledad me es contigo, en silencio
generoso. Soy —el somos me es muy ajeno—
eslabón concatenado o enredadera, barniz
de índole iliria o ritual albergado
en tradiciones paganas. Soy simbiosis
camaleónica, individuo colectivo
oculto a quedas miradas.
Mi esencia se complace en conocimientos
esotéricos, olvidados por muchos ya,
como una religión mistérica
en la que tú y yo, en el silencio
más absoluto, oficiamos los cultos
para un dios único:
la soledad,

 

esa que me es contigo, cual gran obra.
Soy lira con sus cuerdas, vida desbordada
de sí misma, carruaje y sus corceles.
Pues, ¿algo es esencia frente a forma?

¿Qué tornillo, clavo o eslabón es
el corazón? ¿Una lira es instrumento
sin sus cuerdas? ¿Lo es sin su armazón?
Desconozco a mi ser sin su contexto,
desconozco la vida si no es focalizada
en una realidad llena de mixturas.
Así, poco a poco olvidé al ente
que me representa como esencia física
en favor de un conjunto
más continente.

 

La soledad me es contigo,
pues ya no distingo entre el tú y el yo.

(Inédito)

 

 

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Fieles al hierro


Pueblos de brezo
y fieles al hierro, nobles guardas
de las vías ferroviarias, protegidas
con celo. En algún momento se les dio
la espalda, pero ellos fieles al hierro.
Con un porte aristocrático
que las grandes ciudades ya no entienden,
un porte mesuroso y humilde, como el de la efigie
anciana de un hombre que ha observado
durante años.
Entre dos pueblos, tras un puente
de vigas de hierro, una estampa
de mixturas impresionantes,
como si se hubiese plasmado a la vez
el alma y la forma

 

del ser humano. Una frondosa vegetación
que no se atreve a tapar la luz del sol
baña, empapa y tiñe
sin remordimientos el cemento
del hombre. La herramienta
abandonada, el martillo que recibe
los golpes del devenir, la maquinaria
que ya no respira, sin familia,
sin una mano que la guíe,
han sido acogidos por los matorrales,
el musgo, las aves que anidan,
los sonidos de nuevo, la luz
sin la electricidad, la ladera manchada.
Una naturaleza, al fin y al cabo,
fiel al hierro.

(De Rutas como lacres de la tierra.)

 

 

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Mis defectos


¿Te quejas
por mis desmanes, estupideces, lidias,
por este acto suicida sin sentido?

 

Debes saber que fui estatua
derribada que arroyaron
pueblos bárbaros,
que lo que otros construyeron
cuidadosamente,
unos lo redujeron a la nada.
Debes saber que amontoné
todos los escombros,
que dediqué mis días
a recrear el puzle.

 

Verás grietas.
Verás desconchones,
dedos faltos.
Verás incluso partes
descolocadas,
al olvido su función
originaria.

 

¿Importa que la obra esté descompuesta?
¿Importa acaso que no sea lo que debió ser?
Todo un logro no haber aceptado
los escombros como templo.
He erigido la obra más austera.
Ni pura ni labrada, fuera de todo orden

 

o canon, pero sí orgánica,
porosa en las roturas, lisa
donde el cuerpo no está mellado,
mortuoria en las crestas,
escarpada en los riscos.

(Del poemario La escultura del hueco.)

 

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