Max Alonso
Sábado, 01 de Febrero de 2020

Rufián

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Reconozco que Gabriel Rufián es un personaje que no me gusta nada. Ni por lo que propone, ni por aquello a lo que aspira, ni como lo hace. De él se recuerdan momentos grotescos como cuando se presentó en el hemiciclo armado con una impresora o cuando en la Comisión boicoteó la comparecencia de Aznar, no dejándole hablar. Sin lugar a dudas el más complacido fue el compareciente que se pudo ir sin decir nada.

 

Si como decía Aristóteles “el hombre es un animal político” Rufián es un político catalán tan mal visto que sólo se le considera animal. Esto a sus detractores les deja en mal lugar. El mismo Aristóteles afirmó que el fundamento del orden democrático es la libertad y Rufián se ha conducido como nadie para moverse en la democracia hacia el fin que persigue, y si en la política, según Adenauer, lo importante es no tener razón sino que se la den a uno, resulta que Rufián es además de demócrata un habilísimo político.

 

Con una preparación de grado medio y experiencia como activista, representando a una minoría dentro del conjunto del parlamento español, no sólo ha sabido forjarse un espacio propio y mantenerlo con coherencia en sus postulados, sino que ha logrado excepcionalmente llevarse el gato al agua. Ahora mismo tiene en sus manos la llave de la gobernanza en España. El gobierno depende de él, con todas las consecuencias, ante los Presupuestos o ante lo que él desee y su habilidad política, en  el punto en el que ha sabido colocarse, le puede llevar a manejar la llave de las celdas de sus correligionarios independentistas, legalmente apresados y penados,  y puede conseguir excarcelarlos.

 

El gobierno de coalición quedó en sus manos para que Sánchez pudiera llegar a ser investido y ahora para modificar el código penal y rebajar las penas. La película  pudo haber sido diferente desde que Sánchez ganó las primeras elecciones. Solicitó  la abstención del PP y se ofreció a gobernar en minoría teniendo que negociar cada una de las leyes que propusiera. No lo autorizó Aznar, que era quien mandaba en el PP y lo llevó adelante su fiel escudero Casado, que resultó vergonzosamente derrotado por seguir esos consejos. Aznar, tan valiente como siempre,  se refugió por dos meses fuera de España a la espera de que la polvareda del fracaso decayera.  

 

El PP de Casado volvió a negarse y ofreció la coyuntura favorable a Rufián, que poco a poco y sin apenas pelearla, se hizo con la pelota y la ha llevado a donde ha querido. Los constitucionalistas se llenaban la boca pregonando que ellos eran España y los demás quedaban fuera. Los independentistas forzaron a que se les viese como víctimas, mientras Rufián seguía tejiendo su tela que al facilitar la investidura de Sánchez era ya red, con la que arrastraba apresados a Casado, Ciudadanos y a los ‘Voxeros’.

 

Ese ha sido el juego de Rufián que suavemente y con perseverancia ha llevado al agua a los tres trifálicos, convencidos de que eran los reyes del mambo, porque la Constitución y España eran suyas. Lo único que lo es, es su ambición desmedida por acaparar el poder, que los del PP creen que  les pertenece, junto con el cacareo de los Ciudadanos y la osadía y petulancia de los de Vox desde su ignorancia y  mediocridad. Mientras, Rufián les ve naufragar con la inteligencia del que ha sabido manejar la política en el ámbito de lo posible para salirse con la suya. Los otros  patalean al tiempo que se ahogan, sin otra inspiración que recurrir a la violencia y a la fuerza, Hermann Tertsch dixit, para conseguir lo que no pudieron lograr con la inteligencia.

 

¿Si así se ha alcanzado la máxima ineficacia política a dónde vamos? Los partidos coaligados de la oposición se mantienen patinando. De sus líderes uno sigue sin hacer el máster, los otros se están yendo para casa y el tercero sigue sin superar la primaria.  Eso sí, mantienen una oposición bronca, de la peor especie, en la que solo tienen como armas la descalificación y la pataleta, el comportamiento antidemocrático, porque no saben ser demócratas, ni políticos,  y la total pérdida de eficacia.

 

Dije que Rufián no me gustaba pero, lamentablemente, está muy por encima de ellos y ni tienen capacidad para reconocerlo. Es el que maneja los hilos de tan absurdas marionetas. Que Dios  nos coja confesados.

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