José N. Fuertes Celada
Domingo, 02 de Febrero de 2020

Un Rilhafoles de vuelo ganso

Rilhafoles, la revista pajaritada del Círculo de Lisboa, sale en este nº 11 amilanada entre la muerte y la violencia gratuita. Solo se vende en la Librería Galatea de León

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Después de medio año vuelve a volar la pajarita. Se echaba de menos la irrupción de Rilhafoles, la revista plegable de bolsillo, en el mundillo cultural hispano-luso. Un plegable, Rilhafoles, en el que siempre se malogrará la pajarita en ciernes, pues no se parte, como exigiera Unamuno, de "un cuadrado primitivo de papel que, salido del protoplasma papiráceo, fuera el óvulo donde la pajarita habría de desenvolverse." Tampoco se tuvo en cuenta que "si fuera un cuadrilátero o paralelepípedo, solo saldrá un monstruo."

 


Es por esto que los últimos números de Rilhafoles son apenas tentativas temerosas de vuelo. Una vez madurada la revista en la pura poesía, no se quedó en ello y volvió a lo que no podría ser, a un alma desbocada de su cuerpo a una cancerígena pineal incabalgable. Ya solo para el aterrizaje de urgencia o el vuelo raso o vuelta al nidal a reiniciar sus ensayos.



Aquel número 8 donde el vuelo se consiguiera no desde la forma, sino más allá, en esa conjunción pinealísima de alma y cuerpo incorpóreo. "!Luz ! Me invade / Todo mi ser. / !Asombro!"

 


Fue un intento verbal encarnado: "Una nebulosa verbal, de palabras imaginadas y de imágenes empalabradas”, vagamente unidas por el sentido. En el nº 9, la unidad parecía ser la ensoñación surealista, las imágenes de Elena de la Fuente engarzaban a la perfección con los textos oníricos de Diego Alfaro Palma y de José Miguel López Astilleros. El nº 10 fue un número terrenal, un número homenaje a José Luis Puerto.

 

 

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Pero este nº 11 parece el número de la renuncia al vuelo. La representación de la caída de Ícaro, renuncia al vuelo de la palabra por la extrapalabra silenciosa Pues esa derrota es de quien pretendiera lo imposible. ¡Obispo puedo volar!

 


De este nº 11 ya digo que es una volandera alirrota, desempalabrada, o empalabrada en el peor de los casos. Las fotos de Santos Javier chapotean en el chapapote infernal y los poemas circundan el significado de la muerte, pero desde los que siguen vivos. Con alas asimétricas el periplo acabará en desaire.

 


Tres son los poemas o los autores que polinizan la muerte. ‘La vida la pasar’, de Eloy Rubio Carro, un poema hermoso y ácido, o hermoso por lo ácido.

 


Sol Gómez Arteaga con ocho haikus y no precisamente de los buenos tiempos. "Manual de ausencias" es el verso con el que comienzan tres de esos haikus. Es común en la lírica hacer del dolor motivo de placer. La ‘saudade’, que dirían los editores lisboetas de esta revista, la melancolía de imaginar un futuro en el que la ausencia esté ausente. La ausencia en delectación morosa. Amar dentro de nosotros.

 

 

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‘Abrí sus ojos’ de Juan Carlos Pajares es un poema ambicioso. Padece oxímoron la búsqueda de la muerte recién nacida en los ojos del padre recién muerto. La evocación en el paréntesis entre la nada y la nada, mediante palabras compartidas entre padre e hijo. Un puñado de palabras sobre todo. La inmensidad de la nada en su inconsciencia posible. Un sentimiento que solo morirá en la muerte donde  por consumación se anule: "Muy lejos, rumores submarinos reza el mar."

 


Los ocho cuartos del reverso de la revista, donde queda la portada una vez plegada, una portada que interpretada en su conjunto, parece la lámpara del interrogatorio, o el camino del túnel a la muerte occisa. La foto que hará de contraportada es una extraña tela de araña, símbolo del laberinto y del éxtasis, en la que sobre el hilado habitual se cruzan dos cuadrados que van para estrella de David. Un símbolo también de destrucción, de cacería, de libertad suprimida, pero que incorpora la cuadratura elemental, la futura matriz para ehar el vuelo. Añade este planisferio en su despliegue las 6 imágenes de Santos Javier... pandilleros ‘amarasmados’ en actitud agresiva, enfrentándose a 'quienfuere'. Esa manera de estar, no podrá ser la pura negación, pues eso no se manifiesta. No tendría concreción, no podría tenerla, como en la discontinuidad budista del yo. Como único indicador de estas sugerentes fotos en blanco y negro leemos ‘Burka occidental’. Y en efecto son enmascarados a voluntad, en una ausencia de amor. Su asociación demoníaca les traiciona, significando el ser más solitario.) Y no es cierto que haya un vínculo entre esta postura y la muerte, solo con la muerte occisa. De ahí quizás el vuelo quebrado, alirroto de este número de Rilhafoles.

 

 

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Rilhafoles que nació como homenaje a la revista homónima ‘Orfeo’ fundada en 1915 por Fernando Pessoa, Mario de Sá-Carneiro y otros miembros del grupo modernista, como Almada Negreiros o Luis de Montalvor, con la intención de renovar el panorama de las letras lusas y en la cual publicó Ângelo de Lima, poeta marginal internado en el manicomio Rilhafoles. La revista quiso ser trimestral, pero solamente se publicaron dos números en marzo y junio de 1915. Rilhafoles ya va por su número decimoprimero. Y esperemos que reajuste el plegado para ir al aire de su vuelo mucho más 'amilanado’.

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