Eloy Rubio Carro
Domingo, 02 de Febrero de 2020

En Düsseldorf no hay ni puede haber leones

Ignacio Abad. En Düsseldorf no hay ni puede haber leones; Mrs Danvers. León 2019

 

 

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Cuando ya solo me restaba por leer ‘Un hombre solo’, -epílogo de esta novela, alargando su final, (siempre me reservo los finales de las novelas que me gustan para un momento propicio) como quien demora un deleite-, comencé la lectura de ‘El Proceso’ de Kafka (10 páginas encontradas en internet) y releí ‘William Wilson’ de Edward Allan Poe. No lo hacía con intención consciente, sino por pura incitación del azar. Estaba de guardia en la biblioteca de el IES Santa María del Páramo y tenía una hora por delante sin nada que hacer. Así que por allí no había un ejemplar de ‘El Proceso’, pero sí una antología de los cuentos de Poe. ‘Willian Wilson’ narra la historia de una conciencia asesinada por su personaje. "En mí existías... y al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya, como te has asesinado a ti mismo." Finaliza el cuento de Edgar Allan Poe. 



Volví en el mejor momento que encontré a terminar la novela de Ignacio Abad. ‘En Düsseldorf no hay ni puede haber leones.' Será un lugar seguroo ¿no?. Quiero decir que a estas alturas no le encuentro significado al título. A pesar de que sí haya leones en 'En Düseldorf no hay ni puede haber leones' que con la ventolera penetren por la ventana, o puntas de avión de papel rotuladas con la palabra León, la ciudad de León, o  un anciano moribundo japonés se sienta reconfortado tras soplar las semillas del diente de león. Toda una leonera inculada con la inminencia de la muerte, con algo que se acaba. Quede también claro que ‘león’ se dice de muchas maneras.



Según iba leyendo el remate de la novela me iba percatando de que las lecturas que había iniciado entre medias no eran inocentes, ya que un tema principal de esta novela es el asunto del doble. Otro será el de la verdad y como pudiera ser entendida sin una previa interpretación. Otros temas relacionados, la verdad periodística, la traducción, el derrumbe de la identidad o el contenido del yo.



La novela es ágil y bien contada, in media res, en primera persona. El asunto se narra desde un retiro en Aokigahara  (bosque de los suicidas) donde el personaje rememora de manera contrapuntística su vorágine vital en los últimos años. En Madrid como periodista, en Tokio adónde vivía con con su pareja Naomi, y su huida hacia el refugio de Aokigahara perseguido de sus fantasmas.



El personaje, del cual nunca conoceremos su nombre, sino de forma fingida, juega a jugar el drama de la identidad personal. Se propone un reto periodístico tal vez vital: la novela que vamos leyendo, pero en un paso más allá, en el paso en el cual la novela solo podrá finalizarla al ser leídaea. Tal vez también la vida del lector sea como la vida de esa novela.



Aquello que se hacer en un escrito literario y que le da la vida será lo que propone. Pues el periodismo no ha conseguido todavía contar en primera persona, desde ambas caras, la cara y la cruz, el desenlace. Las noticias quedan colgadas.Tomar prestada de la ficción ese estilo, la imaginación para llegar al cogollo del suceso será un atrevimiento. Quienes lo hicieron terminaron en descrédito.

 

 

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Dos son los modelos que seguirá nuestro periodista para acercarse al límite, (en ningun caso llegaron a dar el paso, a contar la explosión en su cogollo). El primero es Kapuscinski, ‘le feu follet’, que se desdobla en nuestro personaje. Será como una máquina de transmitir la conciencia de nuestro simulado Willian Wilson,en un fino trabajo de investigación periodística. El segundo duplicado es Hasso Jercha, creador y falsificador de reportajes para ‘Der Spiegel’.



Y dos parecen ser los motivos que incitan a nuestro personaje a escribir verdaderas noticias falsas frente a las insulsas falsas noticias verdaderas.


Uno: su momento vital en suspensión, como en las ‘Treinta y seis vistas del monte Fuji’, de Hosukai, o en la tensión fílmica de la pelota de tenis en ‘Match Point’, o a la tensión narrativa del diario del padre de su amada Naomi, que no acaba todavía de traducir, de dar ese paso: "la vida y la muerte suspendidas en ese instante en el que el futuro es pura conjetura."



Dos: un cúmulo de coincidencias que parecen exigir una explicación bien redonda: Aquel  diario que no termina de traducir del japonés, muestra al señor Nakamori, padre moribundo de Naomi, en Sarajevo, en plena guerra Yugoslava (hay una foto frente al Hotel Holiday Inn). En ese hotel se encuentra Jercha cuando le avisan desde el Spiegel para que dé explicaciones de sus reportajes falsos, verdaderos. Un artículo frustrado sobre un francotirador serbio asesinado en Madrid que a nuestro reporterillo no se le permitió investigar (otro proyecto suspendido en su término), se ilustraba con una foto en un ventanal del mismo hotel.



La combinación de estas casualidades es compleja pero es la vidilla de la novela, y organizarlas en un tapiz con sentido es la pretensión del personaje y del autor, y la nuestra.

 

Un yo al que hay que darle forma y una serie de coincidencias a las también que hay que darles forma.



Un yo fragmentario reducido al estado de conciencia presente, pero que añora un yo compacto, incólume.

 

 

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A ese yo que no se reconoce en aquel que venía de España, le resultan extrañas las fotos de carnet realizadas en Madrid, se encuentra solo, desamparado en Tokio. Desearía ordenar y pegar todos los fragmentos, los de su vida personal y los de las sucesivas coincidencias que va encontrando. Seguirá el rastro de Kapuscinski, de Jercha. Creyendo dar ese 'paso más allá' cuando consiga explicarse, cuando haya empujado la pelota al otro lado, cuando sepa enumerar las víctimas de la ola de Hosukai, cuando termine de contar lo que periodísticamente hubiera debido quedar interrumpido.



En medio de esta vorágine una serie de racionalizaciones en torno a lo verdadero y lo falso, sobre las ‘fake news’ y a la impostura de llegar a la verdad periodística como quien narra la Historia, suponiendo si fuera preciso los eslabones que faltan, aun sin pruebas, solo con serle evidentes. El perfeccionismo de la historia sobre la verdad  de los hechos que nunca se terminarían de contar.



"Si el cinismo es el uso de la verdad para mentir", ¿sería ‘contra-cinismo’ el uso de la mentira con intención de dar con la verdad? Entonces, y lo traigo aquí como curiosidad, se plantea la verdad desde distintos puntos de vista. Digamos que, desde diferentes perspectivas la verdad de algo se entiende de modo diferente. Otro punto de vista es que la verdad será distinta si las lenguas que conceptualizan esa realidad lo realizan de manera diferente, lo que tiene consecuencias prácticas en el quehacer cotidiano. ¿Una botella rota es una botella, sí o no?, se pregunta el personaje: Para un español sí, para un japonés no. ¿Existen acaso hechos puros, antes de cualquier interpretación?



Una mentira puede ser una verdad en una interpretación diferente. Una invención literaria puede ser verdad en un escrito literario y quien sabe si por maduración, por coherencia, en otro tipo de género periodístico. Ese es el 'paso no más allá' que se permitirá dar, con el fin de atraer el futuro a la memoria de lo sucedido.



Ya todo iba encaminado a la imposibilidad. La reconstrucción de una de las noticias es desmontada por otros periodistas en su afán de denunciarlo. Con lo que aflorará una verdad que de otra manera no se habría sabido. Esto no parece más que otra justificación.

 

 

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Pero en el epílogo conoceremos que una fantasía de nuestro personaje sobre la 'postvida' de Jercha hará realidad lo que fuera solo invención. La invención de una realidad, como decía José Migel Oviedo de Mario Vargas Llosa. Esto sucede en la novela pero repercutira en el mundo extranovelesco. Es esa proyección de sí mismo en ese otro la que tomará el relevo, la que dará ese paso más allá. Ese otro concluirá los intentos que quedaron en suspenso y les dará ocasión en una sabiduría de lo real. Dará fin, pero todavía no, al cuento que  nuestro periodista había sembrado en su boca. ¿No serán los sucesivos lectores de 'En Düsseldorf no hay ni puede haber leones' quienes hagan posible esa imposibilidad?

 

Acaba el cuento y con él todas las cosas que quedaron en suspenso. Willian Wilson es capaz de encontrar un aliado en su conciencia. De esta manera 'el paso' será un regreso al punto de observación, al yo. A ese lugar donde no hay ni puede haber leones (En espera de que pasaría si hubiera de pasar)

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