Las tierras y campos
![[Img #48179]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2020/2030_tractorada-escanear0002.jpg)
Vuelve a ser noticia en España lo ‘agrario’ y el ‘mundo rural’. Ahora, por motivo de las protestas campesinas por los bajos precios en la venta de los productos y porque el Gobierno, a través del MAPA (siglas del Ministerio del ramo que coinciden, curiosamente, con la denominación del producto geográfico más conocido), se limita a centrar su respuesta en ajustar los márgenes de los intermediarios y sentar a la mesa de negociación a las grandes empresas de comercialización. Pero los labradores y ganaderos, campesinos o agricultores todos ellos, perciben que están al límite sus empresas y los intermediarios se llevan el mayor margen de beneficio.
Entre otros elementos que entran en juego en la cuestión, los agricultores vienen sufriendo pérdidas por la descapitalización de sus explotaciones debido al incremento de los precios de su maquinaria e insumos, si bien resisten todavía porque cuentan a su favor que tienen más tierras (propias o arrendadas) debido a la emigración rural, que la política agraria comunitaria les viene subvencionando la explotación, y que la tierra mantiene, generalmente, un precio bajo en muchas regiones del interior –entre 6.000 y 9.000 euros, por media, la hectárea de regadío en la Meseta leonesa-.
A estos elementos de tipo económico y político, en discusión en la actualidad agraria española, se debe añadir el desamparo del campo ante los medios de comunicación, si no fuera por la lucha de los sindicatos agrarios que de cuando en cuando llegan con sus marchas y tractoradas hasta las capitales. Sólo en ese momento son visibles. Pero más lo serían si los sindicatos de sectores no agrarios, liderados por UGT y Comisiones, se unieran con los sindicatos agrarios, liderados por COAG, UPA, ASAJA. Es así que no se recuerda en la provincia de León que una marcha minera haya coincidido con una tractorada, o a la inversa, por poner el ejemplo de dos movimientos sectoriales bien distintos.
Asimismo, en días pasados pudimos ver, oír (y alucinar) las declaraciones tremendistas y despectivas de Pepe Álvarez, secretario general de UGT y vicepresidente de la Confederación de Sindicatos Europeos, respecto a ciertas protestas de los movimientos agrarios. Este hecho es bien representativo de que los tiempos son diferentes. De un lado, la UGT ya no tiene a quien representar entre los trabajadores del campo, su Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT) ha pasado hace tiempo a mayor gloria, y, de otro lado, los sindicatos agrarios sustituyeron desde fines de los años 1970 a los propios sindicatos obreros. En la Meseta leonesa fue bien sonada la tractorada del 77, ante los precios de la patata, y fruto de ella surgieron líderes representantes de pueblos de la Cepeda (Gerardo), del Páramo (Ángel), del Esla (Matías), entre otros. Fui testigo, por entonces, de la buena acogida del movimiento reivindicativo agrario entre los vecinos y el movimiento ciudadano de León, pero también de los recelos mutuos de los representantes de los agricultores y de los sindicatos obreros, lo que creo se ha mantenido como tónica de comportamiento hasta la actualidad.
Si ahora nos preocupa el cambio climático y la política de transición justa ecológica como respuesta a los retos y desafíos de nuestra sociedad global y local, la política debe ir dirigida al cuidado sostenible de las tierras y de los montes, al igual que deben estar dirigidas las políticas territoriales, económicas y sociales de nuestros días hacia las anteriores cuencas mineras y las áreas industriales más frágiles. No puede, por más tiempo, desprotegerse el mundo rural que resiste a duras penas a la despoblación, ni mantenerse abandonados extensos campos en la periferia de las ciudades como en las áreas más distantes a ellas. No más desigualdades, que las necesarias e imprescindibles, en la provisión de los servicios públicos entre las localidades rurales y urbanas.
![[Img #48179]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2020/2030_tractorada-escanear0002.jpg)
Vuelve a ser noticia en España lo ‘agrario’ y el ‘mundo rural’. Ahora, por motivo de las protestas campesinas por los bajos precios en la venta de los productos y porque el Gobierno, a través del MAPA (siglas del Ministerio del ramo que coinciden, curiosamente, con la denominación del producto geográfico más conocido), se limita a centrar su respuesta en ajustar los márgenes de los intermediarios y sentar a la mesa de negociación a las grandes empresas de comercialización. Pero los labradores y ganaderos, campesinos o agricultores todos ellos, perciben que están al límite sus empresas y los intermediarios se llevan el mayor margen de beneficio.
Entre otros elementos que entran en juego en la cuestión, los agricultores vienen sufriendo pérdidas por la descapitalización de sus explotaciones debido al incremento de los precios de su maquinaria e insumos, si bien resisten todavía porque cuentan a su favor que tienen más tierras (propias o arrendadas) debido a la emigración rural, que la política agraria comunitaria les viene subvencionando la explotación, y que la tierra mantiene, generalmente, un precio bajo en muchas regiones del interior –entre 6.000 y 9.000 euros, por media, la hectárea de regadío en la Meseta leonesa-.
A estos elementos de tipo económico y político, en discusión en la actualidad agraria española, se debe añadir el desamparo del campo ante los medios de comunicación, si no fuera por la lucha de los sindicatos agrarios que de cuando en cuando llegan con sus marchas y tractoradas hasta las capitales. Sólo en ese momento son visibles. Pero más lo serían si los sindicatos de sectores no agrarios, liderados por UGT y Comisiones, se unieran con los sindicatos agrarios, liderados por COAG, UPA, ASAJA. Es así que no se recuerda en la provincia de León que una marcha minera haya coincidido con una tractorada, o a la inversa, por poner el ejemplo de dos movimientos sectoriales bien distintos.
Asimismo, en días pasados pudimos ver, oír (y alucinar) las declaraciones tremendistas y despectivas de Pepe Álvarez, secretario general de UGT y vicepresidente de la Confederación de Sindicatos Europeos, respecto a ciertas protestas de los movimientos agrarios. Este hecho es bien representativo de que los tiempos son diferentes. De un lado, la UGT ya no tiene a quien representar entre los trabajadores del campo, su Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT) ha pasado hace tiempo a mayor gloria, y, de otro lado, los sindicatos agrarios sustituyeron desde fines de los años 1970 a los propios sindicatos obreros. En la Meseta leonesa fue bien sonada la tractorada del 77, ante los precios de la patata, y fruto de ella surgieron líderes representantes de pueblos de la Cepeda (Gerardo), del Páramo (Ángel), del Esla (Matías), entre otros. Fui testigo, por entonces, de la buena acogida del movimiento reivindicativo agrario entre los vecinos y el movimiento ciudadano de León, pero también de los recelos mutuos de los representantes de los agricultores y de los sindicatos obreros, lo que creo se ha mantenido como tónica de comportamiento hasta la actualidad.
Si ahora nos preocupa el cambio climático y la política de transición justa ecológica como respuesta a los retos y desafíos de nuestra sociedad global y local, la política debe ir dirigida al cuidado sostenible de las tierras y de los montes, al igual que deben estar dirigidas las políticas territoriales, económicas y sociales de nuestros días hacia las anteriores cuencas mineras y las áreas industriales más frágiles. No puede, por más tiempo, desprotegerse el mundo rural que resiste a duras penas a la despoblación, ni mantenerse abandonados extensos campos en la periferia de las ciudades como en las áreas más distantes a ellas. No más desigualdades, que las necesarias e imprescindibles, en la provisión de los servicios públicos entre las localidades rurales y urbanas.






