Música y felicidad
![[Img #48551]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2020/3824_88246878_207277880655806_9214832928905756672_o.jpg)
Me alejé un rato de la sociedad que me rodeaba y me refugié en una iglesia en la que se iba a celebrar un concierto de música gregoriana. Había un buen ambiente de paz, de sosiego, de tranquilidad, pero alterado por los cada vez más inhumanos teléfonos móviles, manejados por personas cada vez más inhumanas que, sin piedad, emiten luces y sonidos con un desprecio absoluto a los artistas y a los escuchantes. A pesar de ello logramos espléndidos ratos de concentración, de escucha gozosa, de disfrute peculiar y de olvido de las preocupaciones previas.
Parecía, ahora en el recuerdo, que el mundo hubiese ofrecido una cara inhabitual, entreverada de creatividad, de belleza activa y de cuidado y cultivo del espíritu. La Schola Cantorum de Zamora entonaba, al principio desde el exterior de la Capilla Mayor del Seminario de Astorga, y luego desde el interior, el oficio de Domingo de Ramos, tal como se cantaba y se vivía a partir del siglo IX.
Nueve hombres vestidos de negro riguroso intentaban con sus melismas crear en el creyente un recogimiento religioso, y en el no creyente un ambiente de paz y de encuentro con uno mismo. Daba comienzo el ciclo Tempus fugit de tres conciertos de música sacra programado en el Seminario astorgano. El 21 de marzo continuará con el Oficio de Tinieblas, de Tomás Luis de Victoria, interpretado por el Ensemble Quadrivium.
Tras una hora de disfrute musical, de sosiego anímico y de vivir en un ámbito distinto del cotidiano, la salida supuso un brusco aterrizaje en la otra realidad, la que está rebosante de cansinos ruidos, de las, al parecer, imprescindibles llamadas de teléfono y de las lamentables situaciones con las que uno se va encontrando por la vida.
La música había cumplido con su misión psicológica y también con la cultural. Además de conducirnos a un mundo tan real, pero tan distinto, como el que habíamos dejado fuera del local del concierto, nos había mostrado una vez más que la cultura no es algo ajeno al ser humano, sino que es capaz de despertar en él vivencias gratas y constructivas de una existencia mejor, y que ello es posible cuanto más cerca de la cultura nos instalemos. Puede que te suene, lector, a algo raro, pero la cultura y algunos aspectos de la felicidad están bastante cerca.
Me alejé un rato de la sociedad que me rodeaba y me refugié en una iglesia en la que se iba a celebrar un concierto de música gregoriana. Había un buen ambiente de paz, de sosiego, de tranquilidad, pero alterado por los cada vez más inhumanos teléfonos móviles, manejados por personas cada vez más inhumanas que, sin piedad, emiten luces y sonidos con un desprecio absoluto a los artistas y a los escuchantes. A pesar de ello logramos espléndidos ratos de concentración, de escucha gozosa, de disfrute peculiar y de olvido de las preocupaciones previas.
Parecía, ahora en el recuerdo, que el mundo hubiese ofrecido una cara inhabitual, entreverada de creatividad, de belleza activa y de cuidado y cultivo del espíritu. La Schola Cantorum de Zamora entonaba, al principio desde el exterior de la Capilla Mayor del Seminario de Astorga, y luego desde el interior, el oficio de Domingo de Ramos, tal como se cantaba y se vivía a partir del siglo IX.
Nueve hombres vestidos de negro riguroso intentaban con sus melismas crear en el creyente un recogimiento religioso, y en el no creyente un ambiente de paz y de encuentro con uno mismo. Daba comienzo el ciclo Tempus fugit de tres conciertos de música sacra programado en el Seminario astorgano. El 21 de marzo continuará con el Oficio de Tinieblas, de Tomás Luis de Victoria, interpretado por el Ensemble Quadrivium.
Tras una hora de disfrute musical, de sosiego anímico y de vivir en un ámbito distinto del cotidiano, la salida supuso un brusco aterrizaje en la otra realidad, la que está rebosante de cansinos ruidos, de las, al parecer, imprescindibles llamadas de teléfono y de las lamentables situaciones con las que uno se va encontrando por la vida.
La música había cumplido con su misión psicológica y también con la cultural. Además de conducirnos a un mundo tan real, pero tan distinto, como el que habíamos dejado fuera del local del concierto, nos había mostrado una vez más que la cultura no es algo ajeno al ser humano, sino que es capaz de despertar en él vivencias gratas y constructivas de una existencia mejor, y que ello es posible cuanto más cerca de la cultura nos instalemos. Puede que te suene, lector, a algo raro, pero la cultura y algunos aspectos de la felicidad están bastante cerca.