Lecturas víricas
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Circulan estos días por las redes sociales, a raíz de la situación de reclusión solidaria que se vive en el país, abundantes sugerencias con las que llenar el tiempo de ocio que la acompaña: visitas virtuales a museos, grabaciones teatrales a las que se puede acceder gratuitamente online, películas para ver en la red de forma legal a través de las plataformas de las bibliotecas públicas… Son también muchas las lecturas aportadas por unos y otros y la lista podría ser interminable. Sin embargo, resulta muy difícil resistir la tentación de elaborar un canon personal, así que ahí va.
En casi todas esas listas, y también en la mía, figura en lugar privilegiado La peste, imaginada en 1947 por Albert Camus en Orán. Su actualidad radica en la reivindicación de valores como la solidaridad y el esfuerzo, que llega, incluso, al sacrificio en los sectores sanitarios para luchar por el bien de la comunidad. También, en esa línea, Némesis de Philip Roth, basada en una epidemia de polio en New Jersey en el verano de 1944. Incluso, cabría recordar el Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, o Los novios, de Alessandro Manzoni, ambas ambientadas en las epidemias que sufrieron Londres y Milán, respectivamente, en el siglo XVII. Sin embargo, casi nadie (salvo Julio Llamazares en El País) parece citar una obra tan significativa como el Decamerón de Boccaccio, colección de relatos, en su mayoría jocosos, escrita en el siglo XIV a raíz de la peste negra que, entre 1347 y 1352, asoló Europa. Tampoco El quadern gris, diario de 1918 y 1919, de Josep Pla, obra maestra con la que forjó su vocación de escritor y que comienza un 8 de marzo de 1918 con una referencia a la epidemia de aquel año: “Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la universidad. Desde entonces, mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell, con la familia. Somos dos estudiantes ociosos. […] Él hace su vida. Yo voy tirando”.
Si de lo que se trata, pese a todo, es de sobrellevar el encierro de estos días con lecturas edificantes que ayuden a mitigar la inevitable sensación de claustrofobia que podría rondar a más de uno, puede recurrirse a títulos tan conocidos como Robinson Crusoe, también de Defoe, y todas las novelas de Verne y otros sobre náufragos que siguieron su estela, como esa versión moderna que es El marciano, de Andy Weir. Y, si el encierro va para largo, siempre podemos refugiarnos en un hospital de tuberculosos asistiendo al derrumbe espiritual de la Europa decimonónica junto a Hans Castorp, protagonista de La montaña mágica, de Thomas Mann, o en una estrecha celda en la prisión de If, en Marsella, junto al joven Edmond Dantés, protagonista de El conde de Montecristo.
Si lo que buscamos es una compañía más amable podríamos encontrarla, por su tono íntimo y lírico, en las cartas Desde mi celda, redactadas por Bécquer durante su estancia en Aragón en el monasterio de Veruela. Aunque yo destacaría, sobre todas estas, Opio, esa obra miscelánea y de enorme creatividad, llena de dibujos y textos del autor que se adelanta en un siglo a la literatura posmoderna actual y que redactó Jean Cocteau durante su reclusión en la clínica de Saint-Cloud.
Pero, si lo que uno busca es vivir estos tiempos de forma extrema, siempre se puede retomar La metamorfosis de Kafka o recurrir, por supuesto, a la ciencia ficción, comenzando por el poema ‘Darkness’, de Byron, en el que se pinta un mundo apocalíptico y desolado, donde los hombres vagan sin rumbo. Fue escrito durante el “verano sin verano” de 1815, cuando los gases producidos por la erupción del monte Tambora, de Indonesia, oscurecieron Europa. De ese mismo período es El último hombre, de Mary Shelley, novela futurista ambientada (¡ojo!) en el siglo XXI, cuando una plaga arrasa el planeta. También, por supuesto, 1984 de George Orwell, o La carretera, de Cormac McCarthy, que parece una prosificación del poema de Byron, y muchos otros, como La fuga de Logan, de William F. Nolan y George Clayton, el Diario de la guerra del cerdo, de Bioy Casares, o las historias de zombies, como ‘Invasión’, de David Roas, relato en el que las personas permanecen encerradas en sus casas ante una epidemia de zombies que invade el planeta. Por variedad que no falte.
Circulan estos días por las redes sociales, a raíz de la situación de reclusión solidaria que se vive en el país, abundantes sugerencias con las que llenar el tiempo de ocio que la acompaña: visitas virtuales a museos, grabaciones teatrales a las que se puede acceder gratuitamente online, películas para ver en la red de forma legal a través de las plataformas de las bibliotecas públicas… Son también muchas las lecturas aportadas por unos y otros y la lista podría ser interminable. Sin embargo, resulta muy difícil resistir la tentación de elaborar un canon personal, así que ahí va.
En casi todas esas listas, y también en la mía, figura en lugar privilegiado La peste, imaginada en 1947 por Albert Camus en Orán. Su actualidad radica en la reivindicación de valores como la solidaridad y el esfuerzo, que llega, incluso, al sacrificio en los sectores sanitarios para luchar por el bien de la comunidad. También, en esa línea, Némesis de Philip Roth, basada en una epidemia de polio en New Jersey en el verano de 1944. Incluso, cabría recordar el Diario del año de la peste, de Daniel Defoe, o Los novios, de Alessandro Manzoni, ambas ambientadas en las epidemias que sufrieron Londres y Milán, respectivamente, en el siglo XVII. Sin embargo, casi nadie (salvo Julio Llamazares en El País) parece citar una obra tan significativa como el Decamerón de Boccaccio, colección de relatos, en su mayoría jocosos, escrita en el siglo XIV a raíz de la peste negra que, entre 1347 y 1352, asoló Europa. Tampoco El quadern gris, diario de 1918 y 1919, de Josep Pla, obra maestra con la que forjó su vocación de escritor y que comienza un 8 de marzo de 1918 con una referencia a la epidemia de aquel año: “Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la universidad. Desde entonces, mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell, con la familia. Somos dos estudiantes ociosos. […] Él hace su vida. Yo voy tirando”.
Si de lo que se trata, pese a todo, es de sobrellevar el encierro de estos días con lecturas edificantes que ayuden a mitigar la inevitable sensación de claustrofobia que podría rondar a más de uno, puede recurrirse a títulos tan conocidos como Robinson Crusoe, también de Defoe, y todas las novelas de Verne y otros sobre náufragos que siguieron su estela, como esa versión moderna que es El marciano, de Andy Weir. Y, si el encierro va para largo, siempre podemos refugiarnos en un hospital de tuberculosos asistiendo al derrumbe espiritual de la Europa decimonónica junto a Hans Castorp, protagonista de La montaña mágica, de Thomas Mann, o en una estrecha celda en la prisión de If, en Marsella, junto al joven Edmond Dantés, protagonista de El conde de Montecristo.
Si lo que buscamos es una compañía más amable podríamos encontrarla, por su tono íntimo y lírico, en las cartas Desde mi celda, redactadas por Bécquer durante su estancia en Aragón en el monasterio de Veruela. Aunque yo destacaría, sobre todas estas, Opio, esa obra miscelánea y de enorme creatividad, llena de dibujos y textos del autor que se adelanta en un siglo a la literatura posmoderna actual y que redactó Jean Cocteau durante su reclusión en la clínica de Saint-Cloud.
Pero, si lo que uno busca es vivir estos tiempos de forma extrema, siempre se puede retomar La metamorfosis de Kafka o recurrir, por supuesto, a la ciencia ficción, comenzando por el poema ‘Darkness’, de Byron, en el que se pinta un mundo apocalíptico y desolado, donde los hombres vagan sin rumbo. Fue escrito durante el “verano sin verano” de 1815, cuando los gases producidos por la erupción del monte Tambora, de Indonesia, oscurecieron Europa. De ese mismo período es El último hombre, de Mary Shelley, novela futurista ambientada (¡ojo!) en el siglo XXI, cuando una plaga arrasa el planeta. También, por supuesto, 1984 de George Orwell, o La carretera, de Cormac McCarthy, que parece una prosificación del poema de Byron, y muchos otros, como La fuga de Logan, de William F. Nolan y George Clayton, el Diario de la guerra del cerdo, de Bioy Casares, o las historias de zombies, como ‘Invasión’, de David Roas, relato en el que las personas permanecen encerradas en sus casas ante una epidemia de zombies que invade el planeta. Por variedad que no falte.