Lorenzo López Trigal
Martes, 31 de Marzo de 2020

El callejero urbano

 

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Al paso del tiempo, es habitual que se sustituya la denominación de vías públicas de ciudades y poblaciones. En unas ocasiones, fruto de avatares históricos y de crisis políticas que afectan, de paso, a los nombres de numerosas vías y espacios públicos, como ocurrió tras la Guerra Civil, y, en otras, fruto de decisiones de los Ayuntamientos, asesorados a menudo por cronistas o eruditos locales, las más de las veces, o tras consulta con académicos y asociaciones, como ocurre ahora en León, aunque se actúa sin una ordenanza previa, salvo ciudades como Zamora que disponen de propio Reglamento sobre Denominación. Pero, como toda decisión política, por simple que sea, la alteración de la nomenclatura urbana afecta al vecindario y a los negocios existentes y no siempre va unida la restitución histórica.

           

La lista y repertorio alfabético de calles, que consultábamos antes en folletos o guías locales y orientaba al turista como al viandante y. de modo profesional, al cartero, taxista, bombero, policía, sanitario, repartidor…, entre otros oficios, es posible hoy mediante una consulta digital del callejero en las plataformas del Código Postal o del Censo Electoral, además del Sistema de Posicionamiento por satélite GPS. En cualquier soporte, los nombres de calles y plazas reflejan valores culturales e identitarios de cada población, que son, a la postre, los que condicionan, desde hace siglos, la denominación relacionada con lugares geográficos, hitos históricos o nombres de signo religioso, político y cultural.

           

En este sentido, durante la Edad Moderna la denominación era propicia a rotular nombres religiosos o de tipo geográfico y topográfico, asumidos en el tiempo por el vecindario, como el caso de Astorga (calle Angosta, de la Culebra, Postigo, Bastión, La Cuesta, Las Eras, Mayuelo, Puerta Sol…). Pero esta ordenación cambia a partir del siglo XIX con la inclusión de nombres de personas relevantes y de un mayor número de nombres adoptados del santoral, hasta el punto que, en la actualidad, hay en Astorga una treintena de nombres de santos. Un ejemplo significativo de los cambios sucesivos de denominación en una misma calle, lo encontramos en la ‘calle La Rúa’ de León, nombre redundante donde los haya y que fuera denominada, a partir de su precedente medieval, Rúa de los Francos, Ruviana, Alfonso XIII, Capitán Galán.

           

La denominación de calles nos sirve para orientación, pero también para la organización de los diferentes espacios urbanos del centro o de las periferias de poblaciones, unido a la denominación de barrios y distritos, sectores y polígonos. De ahí, que su resultado pueda corresponder con la memoria de la ciudad en cada época de la historia y, en ocasiones, a operaciones de revisión o reforma, cuando no a la “depuración de nomenclatura”, como ha ocurrido con el callejero asociado a la exaltación del Régimen franquista, ya sustituido en años atrás en Astorga, mientras que en León permanece aún una veintena de nombres en los barrios periféricos y pedanías, después que se retiraran en el Casco Antiguo y el Ensanche. Si bien aún restan en la ciudad histórica de León nombres inapropiados, a pesar de ser bien significativos en su historia urbana: Plaza de Santa María del Camino en lugar de Plaza del Grano, Plaza de Riaño en lugar de Puerta de Santa Ana, Cardenal Landázuri en lugar de Canóniga Vieja, Pablo Flórez en lugar de Canóniga Nueva. En Astorga, ocurre también en vías del recinto amurallado, como es la calle Pio Gullón en lugar de La Rúa.

           

De este modo, la denominación del callejero de cualquier población admite muchas posibilidades de reforma y restitución histórica y plantea la puesta en valor, en mayor o menor medida, de la ‘memoria urbana’ y el ‘espíritu del lugar’, junto a los elementos configuradores esenciales de la ciudad, perdurables en el tiempo, como son el paisaje edificatorio y monumental o el paisaje natural modificado por cada generación, al igual que cada persona percibe el viario de un modo particular, de acuerdo a su deambular cotidiano y lugar de residencia. La ciudad actual es suma de muchas ciudades a lo largo del proceso histórico y la mera rotulación nominal del callejero, no es nada baladí, pues ayuda a conocer y valorar su patrimonio cultural.

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