Catalina Tamayo
Martes, 07 de Abril de 2020

Y qué le voy a hacer

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“¿Te acuerdas, di, te acuerdas aún de ello?

Yo tengo en la memoria, bien precisa,

aquella prisa mía, aquella prisa

por quemar con mi aliento tu cabello”

(Rafael Penagos)

 

 

Y qué le voy a hacer si me gustan las historias de amor.

 

Historias de regreso. De volver al mismo lugar de donde un día se partió. Volver después de mucho tiempo. A ese lugar en el que se fue feliz. Feliz sin saberlo.

    

Historias de palabras: unas que hieren, otras que se ahogan en la garganta. De largos y hondos silencios. Silencios que duelen más incluso que la peor palabra. La más fea. De llantos sin lágrimas. Historias de decepciones, de sueños rotos; de pérdidas; de heridas que no acaban de cerrarse, y aún sangran, como si nunca fueran a curarse; de ausencias, de vacíos infinitos; de frías y oscuras noches de invierno. Noches en claro. Historias de soledad.

     

Historias de reencuentros. Unos reencuentros casuales, inesperados. Porque a la suerte, o al destino, por una vez, le ha dado por sonreír. Historias de mujeres que fueron guapas, pero que, con el paso del tiempo, ya no lo son tanto, y sin embargo siguen gustando como antes, incluso más. De hombres fracasados, que tratan de olvidar y no pueden. No pueden. Historias de miradas de asombro y leves sonrisas; de arreboles tardíos, impropios de la edad; de tardes de lluvia; de cortos paseos bajo el mismo paraguas; de roces de manos. De un café; de palabras medidas y voz atenuada; de gestos estudiados; de deseos contenidos; de nuevos engaños; de números de teléfono en una servilleta de papel. De extraños adioses.

     

Historias de llamadas indecisas; de quedar donde antes; de hacer como si nada. De otro café; de acompañar a casa; de invitar a pasar; de coger el ascensor; de acortar la distancia; de aspirar el mismo perfume; de estar en el vestíbulo; de no saber qué decir; de tener miedo; de volver a acariciar; de bocas temblorosas, que se buscan, y se acercan, y se tocan, y se funden; de ropas que se desprenden, que caen al suelo, como hojas; de cuerpos desnudos que luchan; de sudor y de fatigas; de alientos que se cortan; de ahogos, de gritos, de arañazos; de deseo derramado. De tregua; de abrazos de mármol; de quedar callados; de cerrar los ojos; de escuchar el viento que corre por la calle. De dejarse llevar.

     

Historias de volver a intentarlo; de segundas oportunidades; de confiar. Historias de amor sin final. 

 

 

 

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