Perogrullo y los perogrullines
![[Img #48948]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2020/1478__max-dsc0031.jpg)
Después de aquella muestra genial del talento de Perogrullo “que a la mano cerrada le llamaba puño” si ha habido algún tiempo propicio a la perogrullada ha sido este de la Confinación. Una de las primeras que escuché de un docto amigo fue citar con taimada perfidia lo que había dicho un portavoz, al que creía opuesto a sus pobres convicciones y por eso se le podía insultar, que mañana ya se confesaría. Era en estos días tan vertiginosamente cambiantes, que ni las pavorosas cifras de los muertos valían de un día para otro. Para fundamentar su argumentación, así podía seguir erre que erre como el maño del burro, me adjuntaba un titular de noticia sin darle importancia a la fecha que incluía. Un mes antes.
Mi sorpresa fue mayúscula, pues, el día 14 de marzo ni me imaginaba lo que iba a suceder en el país a partir del 16 y me debatía en comprenderlo cuando me asomaba a mi calle y no veía absolutamente a nadie. ¿Me habría quedado solo en el universo? ¿Volvería a ver a algún ser humano? Pobre de mí, me decía, tan ignorante cuando mi buen amigo y sus congéneres ya lo sabían meses antes.
Bendito el que puede llegar a la ancianidad sin saber lo que es sacar de contexto. Las noticas se fechan precisamente por eso. Para evitar dar por bueno el pescado vendido, porque eso son las noticias, que caducan como el pescado y más que los yogures.
Este es un ejemplo de algo que ha sucedido en demasía en los tiempos de la ‘Confinación’, que los perogrullitos han campado a sus anchas siguiendo el ejemplo del Capitán Perogrullo. Según él lo sabíamos todos desde el mes de enero la que se nos venía encima. Los únicos que no lo supieron fueron los del Gobierno, que autorizaron la manifestación feminista a sabiendas de que era un disparate. “Si los nuestros acudieron, se justificaba el acusador, fue para no hacer un desplante a las mujeres”. El presidente del Gobierno, afirmaba, hizo lo que hizo a sabiendas. Por ideología, sin importarle el fregao en el que se metía y nos metía.
Así siguió el Capitán Perogrullo metiéndose en camisas de once varas con la justificación de que eran camisas. Fue más adelante para demostrar que el valor no solo se le supone sino que le sobra. Sin reparar si la negación de la manifestación hubiera sido legal y posible, se calló que sus socios y amigos no habían acudido porque desprecian a las mujeres, que son incapaces de dirigirse a sí mismas. Aprovecharon ese mismo tiempo para hacer un mitin. No hacía falta que fuera legal, que los machos saben hacer las cosas.
El Capitán, haciendo verdad que Pedro Grillo devino en Pero Grullo, fue más adelante, como corresponde a los héroes que son paladines y adalides de las masas, sin tener en cuenta que en aquellos momentos solo el 3 % de los españoles consideraban al coranavirus un peligro real. Ignorando que las manifestaciones feministas habían tenido lugar en todo el mundo, que las competiciones deportivas se mantenían y los conciertos así como todo tipo de actividades.
Él supo ver la paja en el ojo del gobierno y denunciar sus funestas intenciones… ¿Consentir que todas las mujeres quedaran infectadas y así acabaran consigo mismas? Ni supo ver a otros líderes tan preclaros como Boris Johnson que más adelante admitía que podrían morir miles de ingleses pero que no hacía falta tomar medidas. Como tampoco el nada paráclito Trump, que no hacían falta porque el problema era de los chinos. O el visionario Bolsonaro que no le daba importancia a lo que no era más que una gripecilla.
El fenómeno tuvo consecuencias. A partir del ejemplo del Gran Perogrullo todos sus émulos se convencieron de que todo el monte era orégano y se lanzaron a hacer la cosecha. Como imbuidos por ciencia confusa se volvieron meteorólogos y pronosticaron lo que estaba sucediendo. Sin advertir que los pronósticos valen si predicen el futuro y para nada el pasado y que muy malos serían todos los predictores del tiempo si nos anunciaran lo que había sucedido en el día o los días anteriores.
Como buenos admiradores del Gran Perogrullo, denunciaron todos los males que ya habían sucedido. Se los atribuyeron a las autoridades que no habían sido previsoras con lo evidente que era lo que sucedería y se quedaban frustrados viendo como la claridad de sus mentes de perogrullines eran incomprendidas. Para hacer vedad aquello de que “Dime con quién andas y te diré quién eres” o “Quien mal anda, mal acaba”. No eran ellos los que iban mal y podían acabar peor. Para eso estaban con el Gran Perogrullo y para qué pedir perdón si sus mentiras eran verdades como puños.
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Después de aquella muestra genial del talento de Perogrullo “que a la mano cerrada le llamaba puño” si ha habido algún tiempo propicio a la perogrullada ha sido este de la Confinación. Una de las primeras que escuché de un docto amigo fue citar con taimada perfidia lo que había dicho un portavoz, al que creía opuesto a sus pobres convicciones y por eso se le podía insultar, que mañana ya se confesaría. Era en estos días tan vertiginosamente cambiantes, que ni las pavorosas cifras de los muertos valían de un día para otro. Para fundamentar su argumentación, así podía seguir erre que erre como el maño del burro, me adjuntaba un titular de noticia sin darle importancia a la fecha que incluía. Un mes antes.
Mi sorpresa fue mayúscula, pues, el día 14 de marzo ni me imaginaba lo que iba a suceder en el país a partir del 16 y me debatía en comprenderlo cuando me asomaba a mi calle y no veía absolutamente a nadie. ¿Me habría quedado solo en el universo? ¿Volvería a ver a algún ser humano? Pobre de mí, me decía, tan ignorante cuando mi buen amigo y sus congéneres ya lo sabían meses antes.
Bendito el que puede llegar a la ancianidad sin saber lo que es sacar de contexto. Las noticas se fechan precisamente por eso. Para evitar dar por bueno el pescado vendido, porque eso son las noticias, que caducan como el pescado y más que los yogures.
Este es un ejemplo de algo que ha sucedido en demasía en los tiempos de la ‘Confinación’, que los perogrullitos han campado a sus anchas siguiendo el ejemplo del Capitán Perogrullo. Según él lo sabíamos todos desde el mes de enero la que se nos venía encima. Los únicos que no lo supieron fueron los del Gobierno, que autorizaron la manifestación feminista a sabiendas de que era un disparate. “Si los nuestros acudieron, se justificaba el acusador, fue para no hacer un desplante a las mujeres”. El presidente del Gobierno, afirmaba, hizo lo que hizo a sabiendas. Por ideología, sin importarle el fregao en el que se metía y nos metía.
Así siguió el Capitán Perogrullo metiéndose en camisas de once varas con la justificación de que eran camisas. Fue más adelante para demostrar que el valor no solo se le supone sino que le sobra. Sin reparar si la negación de la manifestación hubiera sido legal y posible, se calló que sus socios y amigos no habían acudido porque desprecian a las mujeres, que son incapaces de dirigirse a sí mismas. Aprovecharon ese mismo tiempo para hacer un mitin. No hacía falta que fuera legal, que los machos saben hacer las cosas.
El Capitán, haciendo verdad que Pedro Grillo devino en Pero Grullo, fue más adelante, como corresponde a los héroes que son paladines y adalides de las masas, sin tener en cuenta que en aquellos momentos solo el 3 % de los españoles consideraban al coranavirus un peligro real. Ignorando que las manifestaciones feministas habían tenido lugar en todo el mundo, que las competiciones deportivas se mantenían y los conciertos así como todo tipo de actividades.
Él supo ver la paja en el ojo del gobierno y denunciar sus funestas intenciones… ¿Consentir que todas las mujeres quedaran infectadas y así acabaran consigo mismas? Ni supo ver a otros líderes tan preclaros como Boris Johnson que más adelante admitía que podrían morir miles de ingleses pero que no hacía falta tomar medidas. Como tampoco el nada paráclito Trump, que no hacían falta porque el problema era de los chinos. O el visionario Bolsonaro que no le daba importancia a lo que no era más que una gripecilla.
El fenómeno tuvo consecuencias. A partir del ejemplo del Gran Perogrullo todos sus émulos se convencieron de que todo el monte era orégano y se lanzaron a hacer la cosecha. Como imbuidos por ciencia confusa se volvieron meteorólogos y pronosticaron lo que estaba sucediendo. Sin advertir que los pronósticos valen si predicen el futuro y para nada el pasado y que muy malos serían todos los predictores del tiempo si nos anunciaran lo que había sucedido en el día o los días anteriores.
Como buenos admiradores del Gran Perogrullo, denunciaron todos los males que ya habían sucedido. Se los atribuyeron a las autoridades que no habían sido previsoras con lo evidente que era lo que sucedería y se quedaban frustrados viendo como la claridad de sus mentes de perogrullines eran incomprendidas. Para hacer vedad aquello de que “Dime con quién andas y te diré quién eres” o “Quien mal anda, mal acaba”. No eran ellos los que iban mal y podían acabar peor. Para eso estaban con el Gran Perogrullo y para qué pedir perdón si sus mentiras eran verdades como puños.






