El domingo
![[Img #49266]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2020/706_mercedes-ninas-bano-trigales-010.jpg)
Hoy es domingo, lo respiro. Cuando me despierto por la mañana tengo un sentir diferente, una relajación especial de espíritu. Es domingo, y en cuanto abro los ojos pienso que hoy puedo permitirme el goce de quedarme remoloneando en la cama y disfrutar del placer de mirar al exterior a través de la ventana desde el calorcito de las sábanas. Hoy, por ser domingo, no marco los tiempos del día. Hoy, decido, no toca otra cosa más que vaguear. Qué gusto me da el pensar que hoy no tengo obligación de hacer nada. Desayunaré tranquilamente, sin premuras. El teléfono no va a sonar, ni temprano ni más tarde, nadie me va a atosigar con asuntos poco propicios para mi paz de espíritu. Hoy me hago el propósito de dedicar todo el día a la contemplación.
Empiezo por concentrar mi mirada en las vigas del techo, es un techo de madera con vigas de madera pero todo, y todas, pintadas de blanco. La madera pintada de blanco sigue teniendo la calidez de la madera pero con la liviandad que le da el color blanco, le quita peso y aligera el espacio. Me recreo en este techo atravesado por vigas que me acalla la mente, me da paz. No me cansa su contemplación que alterno con las copas de los árboles que veo a través de los cristales. Arrebujada entre las sábanas dudo si quedarme todo el día en este acogedor refugio o hacer el esfuerzo de participar del día, de pie, erguida como un humano evolucionado.
En este amodorramiento despertino, pasados los primeros momentos inmersos en una nebulosa sensorial, mi cabeza comienza a agitar, con asaz dinamismo, sus pensamientos almacenados en la recámara, en opuesta rivalidad a la colosal relajación del cuerpo. Pensamientos que avientan efluvios trascendentales a mi espíritu.
Piensa hacia atrás y recuerda momentos de placer en los que me recreo y con los que envuelvo más este cálido y acogedor bienestar mañanero. Me aflora una complacida sonrisa. Sonrío a la dicha vivida, a la abstracción de los momentos afortunados que mi memoria ha grabado de mi historia, sonrío al punto en el que estoy del recorrido de mi vida, y me llega una impresión de satisfacción y fortuna por poder hacer este recorrido desde la serenidad de la etapa actual de mi camino.
Pero la mente se mueve con impulsos vertiginosos y de pronto cambia de exploración y comienza a remover asuntos que escuecen. La gran faena que me hizo aquella a la que creía amiga pero resultó que no lo era tanto, la decepción por un marido, por un amigo interesado, por una respuesta equivocada, la estafa sufrida por internet, una decisión que no fue y que pudo cambiarme la vida (quizás para mejor, o no), aquel gran desacierto sin posibilidad de retroceso, las actuaciones poco oportunas, las graves enfermedades que me hicieron cambiar de rumbo, el dolor de la traición… ¡Cuántas cosas feas y dolientes pueden arrastrarse en una vida!
Como si un inesperado golpe de viento girar la veleta de mi ánimo que cambia inmediatamente de registro. Entonces, una especie de ansiedad se me agarra al corazón, a los pulmones, al estómago, mientras me crece un incómodo desasosiego y se tensionan los músculos del cuello y de la espalda. La zozobra me hace dar vueltas y revueltas en la cama. Ya no estoy, ni mucho ni poco, a gusto. Me desazonan los pensamientos de lo que podía haber hecho, de lo que podía haber sido, de lo que no he sido ni hecho, de lo que me queda por hacer y del poco tiempo que queda para hacer. Ufff. El contento que tenía conmigo al despertar desaparece de golpe.
La cama acaba resultándome un espacio demasiado reducido e incómodo. Me levanto, me visto y salgo a la pradera a recuperar mi sosiego. Me repito con satisfacción de mantra “hoy es domingo”, eso parece que alivia el ánimo, porque el domingo, ya se sabe, se decidió hace mucho tiempo que era el día de descanso, y ese descanso es bueno aplicarlo no solo al físico sino también a la mente.
No se escucha ruido humano ninguno. Los pájaros y las ranas tienen sus conversaciones habituales con más o menos intensidad. Respiro hondo. Sacudo los angustiosos pensamientos. La felicidad del domingo vuelve a ocupar su puesto en mi ánimo. Vuelvo a respirar hondo y me voy más calmada a tomar el desayuno a media mañana de este domingo. Un día en blanco, un día relajado, un día feliz.
Mastico con toda tranquilidad la tostada de pan integral y la paso con un sorbo de té de jazmín mientras observo los nuevos brotes del jardín. De pronto suena el timbre de la puerta. Queee. ¿Quién puede llamar a la puerta hoy y a estas horas? Con sobresalto voy a abrir. Me encuentro con un paquete en el suelo, una nueva caja con sonrisa, y a cierta distancia un enmascarado me pide el DNI. “¿Pero cómo, hoy domingo reparten?” “No señora, hoy es jueves.” “¿Jueves?” “Si señora, hoy es jueves.” “Ah, perdón, yo creía....”
Jueves, hoy es jueves, vaya. Pero… si no ha sonado el móvil. Miro con interés la pantalla y me doy cuenta de que lo tengo en modo avión que es como lo pongo por las noches para que nadie perturbe mis sueños. Con curiosidad hago desaparecer el avioncito en la pantalla para que el teléfono vuelva a ser operativo. Y sí, se pone operativo y opera. Repetidas veces suena el ring de los mensajes, 20 wasaps y algunas llamadas perdidas. Efectivamente hoy no es domingo.
Me llega el parte del marido de mi hermana que está hospitalizada con la neumonía del coronavirus, hoy peores noticias que ayer… pero este virus ya se sabe, va para adelante y para atrás. Seamos optimistas, no hay que alarmarse. También llegan las manifestaciones del grupo de amigos que van expresando en el chat sus fobias y simpatías políticas, descubriendo y denunciando a los culpables del virus y de las muertes del virus, además de informaciones y desinformaciones sobre la terrible realidad actual, también sus inclinaciones poéticas y su sentido del humor…. Es un buen foro para la comunicación, entretenimiento y conocimiento de cada quien. Es un gusto tener amigos tan variados.
Bueno pues si es jueves tendré que hacer algo. Plan del día: un tiempo para gestiones administrativas con el banco, los seguros, las eléctricas, las telefónicas… Tiempo que no es irrisorio sino todo lo contrario, una sola empresa te puede llevar toda la mañana al teléfono: que si están las líneas ocupadas, que si están saturadas, que sus datos, que de nuevo sus datos, que me diga que quiere, que le paso a la persona adecuada, que vuelva a decirme qué quiere, que pulse el 1, el 2 el 3… que para qué llama y de nuevo sus datos, que…¡pum! se corta la comunicación y hay que empezar la cadena llamando de nuevo, repitiendo nuevamente los interminables pasos de preguntas y respuestas. Toda la mañana para una gestión que unas veces queda pendiente de “llame usted mañana” y otras no se sabe muy bien si esa persona de un país remoto ha entendido lo que querías. Es así. No hay otra posibilidad más que entenderse con máquinas y con humanos lejanos, como los tambores. Paciencia, mucha paciencia. Si finalmente se resuelve es un triunfo a celebrar.
Bien, siguiendo con mis tareas también tengo que sacar algo de tiempo para escribir, otro para leer y por último tiempo para el jardín. Así, a grandes rasgos. Vale. Ah, también necesito sacar tiempo para las conversaciones telefónicas con parientes y amigos, que no es un tiempo minúsculo, porque son muchos y necesitados. Los mensajes no cubren todas las privaciones afectivas, necesitamos un poquito del calor de la voz ya que no podemos tenerlo del tacto.
Y por fin llega el verdadero domingo. Llega la holganza. Nada de gestiones administrativas. Contemplación sí pero… hay que atender a los amigos, las noticias familiares, los chistes wasaperos, la escritura y la lectura que nunca son tareas sino placeres, algo del jardín que la naturaleza tiene sus tiempos y no espera… En fin, lo del recogimiento místico de los domingos no lo consigo, acaba resultando una fantasía quimérica. Ni con esta clausura acérrima es posible.
O témpora o mores
![[Img #49266]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2020/706_mercedes-ninas-bano-trigales-010.jpg)
Hoy es domingo, lo respiro. Cuando me despierto por la mañana tengo un sentir diferente, una relajación especial de espíritu. Es domingo, y en cuanto abro los ojos pienso que hoy puedo permitirme el goce de quedarme remoloneando en la cama y disfrutar del placer de mirar al exterior a través de la ventana desde el calorcito de las sábanas. Hoy, por ser domingo, no marco los tiempos del día. Hoy, decido, no toca otra cosa más que vaguear. Qué gusto me da el pensar que hoy no tengo obligación de hacer nada. Desayunaré tranquilamente, sin premuras. El teléfono no va a sonar, ni temprano ni más tarde, nadie me va a atosigar con asuntos poco propicios para mi paz de espíritu. Hoy me hago el propósito de dedicar todo el día a la contemplación.
Empiezo por concentrar mi mirada en las vigas del techo, es un techo de madera con vigas de madera pero todo, y todas, pintadas de blanco. La madera pintada de blanco sigue teniendo la calidez de la madera pero con la liviandad que le da el color blanco, le quita peso y aligera el espacio. Me recreo en este techo atravesado por vigas que me acalla la mente, me da paz. No me cansa su contemplación que alterno con las copas de los árboles que veo a través de los cristales. Arrebujada entre las sábanas dudo si quedarme todo el día en este acogedor refugio o hacer el esfuerzo de participar del día, de pie, erguida como un humano evolucionado.
En este amodorramiento despertino, pasados los primeros momentos inmersos en una nebulosa sensorial, mi cabeza comienza a agitar, con asaz dinamismo, sus pensamientos almacenados en la recámara, en opuesta rivalidad a la colosal relajación del cuerpo. Pensamientos que avientan efluvios trascendentales a mi espíritu.
Piensa hacia atrás y recuerda momentos de placer en los que me recreo y con los que envuelvo más este cálido y acogedor bienestar mañanero. Me aflora una complacida sonrisa. Sonrío a la dicha vivida, a la abstracción de los momentos afortunados que mi memoria ha grabado de mi historia, sonrío al punto en el que estoy del recorrido de mi vida, y me llega una impresión de satisfacción y fortuna por poder hacer este recorrido desde la serenidad de la etapa actual de mi camino.
Pero la mente se mueve con impulsos vertiginosos y de pronto cambia de exploración y comienza a remover asuntos que escuecen. La gran faena que me hizo aquella a la que creía amiga pero resultó que no lo era tanto, la decepción por un marido, por un amigo interesado, por una respuesta equivocada, la estafa sufrida por internet, una decisión que no fue y que pudo cambiarme la vida (quizás para mejor, o no), aquel gran desacierto sin posibilidad de retroceso, las actuaciones poco oportunas, las graves enfermedades que me hicieron cambiar de rumbo, el dolor de la traición… ¡Cuántas cosas feas y dolientes pueden arrastrarse en una vida!
Como si un inesperado golpe de viento girar la veleta de mi ánimo que cambia inmediatamente de registro. Entonces, una especie de ansiedad se me agarra al corazón, a los pulmones, al estómago, mientras me crece un incómodo desasosiego y se tensionan los músculos del cuello y de la espalda. La zozobra me hace dar vueltas y revueltas en la cama. Ya no estoy, ni mucho ni poco, a gusto. Me desazonan los pensamientos de lo que podía haber hecho, de lo que podía haber sido, de lo que no he sido ni hecho, de lo que me queda por hacer y del poco tiempo que queda para hacer. Ufff. El contento que tenía conmigo al despertar desaparece de golpe.
La cama acaba resultándome un espacio demasiado reducido e incómodo. Me levanto, me visto y salgo a la pradera a recuperar mi sosiego. Me repito con satisfacción de mantra “hoy es domingo”, eso parece que alivia el ánimo, porque el domingo, ya se sabe, se decidió hace mucho tiempo que era el día de descanso, y ese descanso es bueno aplicarlo no solo al físico sino también a la mente.
No se escucha ruido humano ninguno. Los pájaros y las ranas tienen sus conversaciones habituales con más o menos intensidad. Respiro hondo. Sacudo los angustiosos pensamientos. La felicidad del domingo vuelve a ocupar su puesto en mi ánimo. Vuelvo a respirar hondo y me voy más calmada a tomar el desayuno a media mañana de este domingo. Un día en blanco, un día relajado, un día feliz.
Mastico con toda tranquilidad la tostada de pan integral y la paso con un sorbo de té de jazmín mientras observo los nuevos brotes del jardín. De pronto suena el timbre de la puerta. Queee. ¿Quién puede llamar a la puerta hoy y a estas horas? Con sobresalto voy a abrir. Me encuentro con un paquete en el suelo, una nueva caja con sonrisa, y a cierta distancia un enmascarado me pide el DNI. “¿Pero cómo, hoy domingo reparten?” “No señora, hoy es jueves.” “¿Jueves?” “Si señora, hoy es jueves.” “Ah, perdón, yo creía....”
Jueves, hoy es jueves, vaya. Pero… si no ha sonado el móvil. Miro con interés la pantalla y me doy cuenta de que lo tengo en modo avión que es como lo pongo por las noches para que nadie perturbe mis sueños. Con curiosidad hago desaparecer el avioncito en la pantalla para que el teléfono vuelva a ser operativo. Y sí, se pone operativo y opera. Repetidas veces suena el ring de los mensajes, 20 wasaps y algunas llamadas perdidas. Efectivamente hoy no es domingo.
Me llega el parte del marido de mi hermana que está hospitalizada con la neumonía del coronavirus, hoy peores noticias que ayer… pero este virus ya se sabe, va para adelante y para atrás. Seamos optimistas, no hay que alarmarse. También llegan las manifestaciones del grupo de amigos que van expresando en el chat sus fobias y simpatías políticas, descubriendo y denunciando a los culpables del virus y de las muertes del virus, además de informaciones y desinformaciones sobre la terrible realidad actual, también sus inclinaciones poéticas y su sentido del humor…. Es un buen foro para la comunicación, entretenimiento y conocimiento de cada quien. Es un gusto tener amigos tan variados.
Bueno pues si es jueves tendré que hacer algo. Plan del día: un tiempo para gestiones administrativas con el banco, los seguros, las eléctricas, las telefónicas… Tiempo que no es irrisorio sino todo lo contrario, una sola empresa te puede llevar toda la mañana al teléfono: que si están las líneas ocupadas, que si están saturadas, que sus datos, que de nuevo sus datos, que me diga que quiere, que le paso a la persona adecuada, que vuelva a decirme qué quiere, que pulse el 1, el 2 el 3… que para qué llama y de nuevo sus datos, que…¡pum! se corta la comunicación y hay que empezar la cadena llamando de nuevo, repitiendo nuevamente los interminables pasos de preguntas y respuestas. Toda la mañana para una gestión que unas veces queda pendiente de “llame usted mañana” y otras no se sabe muy bien si esa persona de un país remoto ha entendido lo que querías. Es así. No hay otra posibilidad más que entenderse con máquinas y con humanos lejanos, como los tambores. Paciencia, mucha paciencia. Si finalmente se resuelve es un triunfo a celebrar.
Bien, siguiendo con mis tareas también tengo que sacar algo de tiempo para escribir, otro para leer y por último tiempo para el jardín. Así, a grandes rasgos. Vale. Ah, también necesito sacar tiempo para las conversaciones telefónicas con parientes y amigos, que no es un tiempo minúsculo, porque son muchos y necesitados. Los mensajes no cubren todas las privaciones afectivas, necesitamos un poquito del calor de la voz ya que no podemos tenerlo del tacto.
Y por fin llega el verdadero domingo. Llega la holganza. Nada de gestiones administrativas. Contemplación sí pero… hay que atender a los amigos, las noticias familiares, los chistes wasaperos, la escritura y la lectura que nunca son tareas sino placeres, algo del jardín que la naturaleza tiene sus tiempos y no espera… En fin, lo del recogimiento místico de los domingos no lo consigo, acaba resultando una fantasía quimérica. Ni con esta clausura acérrima es posible.
O témpora o mores






