El Itacyl evalúa diferentes variedades de cereal para incrementar la rentabilidad de las explotaciones de los agricultores
En plena crisis del coronavirus y en la necesidad de la adaptación que requiere la cadena del cereal, el Instituto de Transformación Agraria de Castilla y León (Itacyl) durante estos dos últimos meses ha diseñado cuatro proyectos sobre el sector de los cereales, harina y panadería-bollería-pastelería, con una inversión de 500.000 euros. Las líneas de trabajo abarcan la calidad de materias primas y productos transformados muy vinculados a la innovación e investigación, con nuevas formas de producir, transformar y comercializar toda la cadena de valor.
![[Img #49470]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2020/1046_6464_img_16404.jpg)
Históricamente el cereal ha sido la seña de identidad de Castilla y León. Así, los cerca de dos millones de hectáreas que se siembran la convierten en la Comunidad más cerealista de España, representando la tercera parte de la superficie y producción a nivel nacional. En el caso particular del trigo ocupa el primer lugar, con más del 40% de la superficie cultivable. Además, hay que sumar el importante papel de la industria harinera y de la industria de transformación (pan, bollería, pastelería, galletería) por su presencia en el mundo rural, ya que son cerca de 1.100 empresas (el 36% de la industria agroalimentaria) y casi 8.700 empleos (el 24% de la industria agroalimentaria).
Son varios los factores que contribuyen a la problemática de la cadena de cereal, como la disminución de la rentabilidad económica de las explotaciones cerealistas, la volatilidad y el aumento del coste de los insumos, el envejecimiento del sector o las nuevas demandas sociales, derivadas de la preocupación por el medioambiente, como la reducción del uso de fitosanitarios, fertilizantes y nuevas técnicas de laboreo.
En el caso de la producción se está investigando en la mejora genética, evaluando diferentes variedades de cereales para ver su adaptación a la Comunidad e informando a agricultores y técnicos para que tomen decisiones de siembra.
Así mismo se está desarrollando una herramienta que permita el seguimiento de parcelas agrícolas, a través de imágenes de satélite. La herramienta incorporará sistemas de apoyo a la toma de decisiones en materia de fertilización y permitirá diversas actuaciones en materia de agricultura de precisión.
Además de todo esto, a través del Itacyl se realiza la evaluación de nuevas variedades de cereales, encuadrada dentro de la red de ensayos que coordina el Genvce (Grupo para la Evaluación de Nuevas Variedades de Cultivos Extensivos). El objetivo es conocer la adaptación y el comportamiento de las nuevas variedades de cereal que van apareciendo en el mercado, con la mirada puesta en poder ofrecer esta información a agricultores y técnicos, y que pueda resultarles de utilidad a la hora de decidir sobre lo que pueden sembrar en cada campaña. Para ello, el Itacyl lleva a cabo una serie de ensayos, en distintas localidades significativas de comarcas cerealistas de la Comunidad.
Y en cuanto a la agricultura de precisión, desde el Itacyl se trabaja en dos ámbitos que contribuyen a notables beneficios ambientales: los sistemas de dosificación variable y los servicios de posicionamiento para el guiado autónomo. El primero, a través de imágenes aéreas de los satélites Sentinel-2 (del programa Copernicus), y el segundo, a través de la Red GNSS de Castilla y León, un sistema de información de los suelos y diversos proyectos relacionados con la agrometeorología y la modelización de cultivos.
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Históricamente el cereal ha sido la seña de identidad de Castilla y León. Así, los cerca de dos millones de hectáreas que se siembran la convierten en la Comunidad más cerealista de España, representando la tercera parte de la superficie y producción a nivel nacional. En el caso particular del trigo ocupa el primer lugar, con más del 40% de la superficie cultivable. Además, hay que sumar el importante papel de la industria harinera y de la industria de transformación (pan, bollería, pastelería, galletería) por su presencia en el mundo rural, ya que son cerca de 1.100 empresas (el 36% de la industria agroalimentaria) y casi 8.700 empleos (el 24% de la industria agroalimentaria).
Son varios los factores que contribuyen a la problemática de la cadena de cereal, como la disminución de la rentabilidad económica de las explotaciones cerealistas, la volatilidad y el aumento del coste de los insumos, el envejecimiento del sector o las nuevas demandas sociales, derivadas de la preocupación por el medioambiente, como la reducción del uso de fitosanitarios, fertilizantes y nuevas técnicas de laboreo.
En el caso de la producción se está investigando en la mejora genética, evaluando diferentes variedades de cereales para ver su adaptación a la Comunidad e informando a agricultores y técnicos para que tomen decisiones de siembra.
Así mismo se está desarrollando una herramienta que permita el seguimiento de parcelas agrícolas, a través de imágenes de satélite. La herramienta incorporará sistemas de apoyo a la toma de decisiones en materia de fertilización y permitirá diversas actuaciones en materia de agricultura de precisión.
Además de todo esto, a través del Itacyl se realiza la evaluación de nuevas variedades de cereales, encuadrada dentro de la red de ensayos que coordina el Genvce (Grupo para la Evaluación de Nuevas Variedades de Cultivos Extensivos). El objetivo es conocer la adaptación y el comportamiento de las nuevas variedades de cereal que van apareciendo en el mercado, con la mirada puesta en poder ofrecer esta información a agricultores y técnicos, y que pueda resultarles de utilidad a la hora de decidir sobre lo que pueden sembrar en cada campaña. Para ello, el Itacyl lleva a cabo una serie de ensayos, en distintas localidades significativas de comarcas cerealistas de la Comunidad.
Y en cuanto a la agricultura de precisión, desde el Itacyl se trabaja en dos ámbitos que contribuyen a notables beneficios ambientales: los sistemas de dosificación variable y los servicios de posicionamiento para el guiado autónomo. El primero, a través de imágenes aéreas de los satélites Sentinel-2 (del programa Copernicus), y el segundo, a través de la Red GNSS de Castilla y León, un sistema de información de los suelos y diversos proyectos relacionados con la agrometeorología y la modelización de cultivos.






