Tengo ganas de bailar un nuevo compás
![[Img #49555]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2020/6083_mercedes-_dsc0019.jpg)
Sigue lloviendo y no lloviendo y vuelta a llover. Sigue la primavera con su ritmo loco de un poco de sol un poco de lluvia y de nuevo sol. Seguimos con el ‘quita y pon’ de la chaqueta de lana: ahora me aso ahora tengo frio. Seguimos en este encierro doméstico que nos hace bostezar cada vez con más intensidad, como los informativos con el monotema acaparando todas las horas. Entiendo la importancia del virus, pero su seguimiento minuto a minuto es agotador, aburridísimo. Siguen deslizándose las cifras como en una montaña rusa, hacia arriba y hacia abajo, al compás de nuestra respiración, en una honda aspiración cuando suben y aliviante expiración cuando bajan. Muy cansino.
Y seguimos con ‘la juerga’ de los políticos. Ellos son la chispa de la vida en estos momentos.
La política trilera. ¿Dónde estamos? Se levanta el cubilete y ¡oh sorpresa, Arrimadas ya no está a la derecha! Ha iniciado su baile, un pasito a la derecha otro a la izquierda, media vuelta, otro pasito más a la derecha, giro y ¡voilá! Se planta con su sonrisa en medio de la pista, aquí estoy yo de chica lista y artista. Muy interesante este baile individual pero es necesaria la elección de compañero de baile para los sones de pareja y ahí es donde se esconde la sorpresa imprevisible. La agenda de baile siempre es secreta hasta que empiezan los primeros sones (eso decía Sisí Emperatriz; sí, sí, eso decía la Emperatriz).
Y luego están los de siempre en sus puestos de siempre haciendo lo de siempre y diciendo las chuscadas de siempre. El guaperas Casado, chico de aspecto empollón que lo sabe todo, y todo lo haría mejor, pero en realidad todo se lo sopla, al oído, ese incansable e incombustible mentor que tiene y le mantiene, y que padece de ‘trastorno de personalidad narcisista’. Por eso, el pobre, se pierde en su papel de vocero porque en esas transmisiones de boca/oreja muchas veces no sabe lo que trasmite, pero la criatura es obediente.
Lo mismo le pasa a esta jovencita, Ayuso, con su particular mentor, también con el mismo síndrome narcisista, que entre que digo y no digo, hago y no hago, meto la pata pero sigo haciéndome ¿? la tonta y apareciendo como que no pasa nada y la pata la meten otros.
Inciso aclaratorio de expertos. “El ‘trastorno de personalidad narcisista’ tiene un patrón persistente de grandeza, necesidad de adulación y falta de empatía. Y se caracteriza por un sentido exagerado e infundado de su propia importancia y talentos; por sobreestimar sus capacidades y exagerar sus logros; preocupación por fantasías de logros ilimitadas, influencia, poder, inteligencia; creencia de que es un ser especial y único y que solo debe asociarse con personas del más alto nivel; necesidad de ser admirado incondicionalmente; un particular sentido del derecho; explotación de los demás para lograr sus propios objetivos; creencia de que es envidiado; arrogancia y soberbia. Los afectados por este síndrome piensan que son superiores, únicos o especiales. La sobreestimación de su propio valor y logros a menudo implica una subestimación del valor y los logros de los demás.” Acertijo ¿A quién nos recuerda estas características?
De los Vox ni hablar, son materia aparte. Esos bailan al son de tambores tan lejanos que es difícil de comprender los sonidos. Se permiten el lujo de incitar a la desobediencia social en momentos tan críticos para todos. Si a estos irracionales imprudentes (adjetivos prudentes) que salen con las banderas al hombro a vociferar en las calles de su barrio contra una situación impuesta no por capricho sino por necesidad del bien común, sin mascarillas ni limitaciones, les atacara el virus ¿a dónde irían a que les atendieran y curaran? ¿a casa de la vecina del barrio? Estos, que se consideran élite, pijos a mucha honra, son unos incívicos y desconsiderados, con una gran falta de respeto por el resto de la ciudadanía. Actúan como unos majaderos ignorantes e irresponsables.
La banda izquierda tiene menos exposición entretenida porque están a lo suyo, agotados, buscando salidas a la complicada situación esta que nos envuelve. No es tarea nada fácil y menos fácil con los pocos apoyos y las muchas trabas que estos chicos del Colegio del Pilar les ponen.
Yo siempre tengo varios libros abiertos. Ahora tengo en la mesilla de noche a Agustin de Figueroa con su Dentro y fuera de mi vida, una crónica de su época, y la de su padre el conde de Romanones, muy entretenida y curiosa para antes de dormir. En la mesa del desayuno tengo La Historia de Inglaterra de André Mourois, muy amena e interesante para comprender a los originales ingleses. Y para después de comer tengo a Éxito de Feuchtwanger, un judío alemán que fue eliminado de la faz literaria por los nazis como le pasó a Stefan Zweig, pero este último ha sido, hace unos años, dado a conocer a todo el mundo mientras que Lion Feuchtwanger todavía está en vías de reconocimiento popular.
Tres libros muy interesantes pero a lo que voy, me ha sucedido algo impensable, y es que últimamente paso pocas páginas en ellos. Tengo al ralentí mis queridas e interesantísimas lecturas, porque me he enganchado al frenético devenir de la actualidad, me he hecho adicta a las noticias que me llegan puntualmente por el teléfono. Ando todo el día pendiente de la pequeña pantalla, como una adolescente en plena efervescencia, pero lo mío sin intenciones arrebatadas, tan sólo por la creada necesidad de ‘masticar’ y ‘comer’ noticias.
Que si Ayuso vive en dos lujosos apartamentos que no paga, o paga pero en especias; que si Sarasola, hijo de aquel Sarasola tan amigo y compañero de negocios de Felipe González, les alquila o regala, Que si los reyes trabajan mucho por teletrabajo saludando desde su casa. Qué si la reina no es austera, gasta mucho más de lo que creíamos; y las cuentas de la Casa Real son desorbitadas. Que si el príncipe Andrés de Inglaterra está más ‘atufado’ que nuestro Rey emérito. Que a ver qué dice Fernando Simón hoy. Que si Harry y Meghan se ganan la vida montando ONGs en California. Qué nuevo conocido está infectado hoy. Qué el virus viene de China o de EEUU, que del pangolín o si es creado. Qué es lo que está de moda esta primavera, vestiditos monísimos que impresionan por su atractivo y por su irrealidad ya que la primavera se está yendo y nosotras seguimos estando (hartas) en la comodidad del chándal casero. Qué grado de desescalada me toca: 0 /0,2/ 0.5/0,7/0,9/1/ 1,01… y ¿qué hago con eso? Tremendamente complicado saberlo así que prefiero seguir en chándal. En fin un aluvión constante de buenas, falsas y mediofalsas noticias.
Todo cosas ‘interesantísimas’ para que me haya pillado la adicción, una adicción irrefrenable que me tiene posesa. Yo creo que es cosa del virus este que me trastoca la cabeza y el ánimo, y me hace cambiar de rumbo.
Ya no distingo el día de la semana (pero todavía sí el día de la noche). El viernes tengo que ir a por el pan pero acabo yendo el martes. Los miércoles los había asignado para ir a hacer la compra semanal pero se me pasa y salgo el sábado. Una disposición del tiempo un tanto errática debido, quizás, a que el día y la noche se suceden sin que nada extraordinario acontezca que altere la vida cotidiana enclaustrada dentro de esa secuencia infinita.
Me propongo dedicar las mañanas a escribir pero acabo desayunando dos veces y me dan las 11h. de la mañana tomando el te. Muevo cosas de sitio con la intención de ordenar pero sólo consigo eso, desplazar el desorden. Mis libros están arrinconados. Mi espíritu emprendedor alicaído. Mi ánimo poco bailón, perdió las ganas de danzar el baión. Mi temperatura de cuerpo, hibernal, no llega a los 35º, me quedo en 34º y pico por más que me vuelva a poner el termómetro. Perturbador.
Hoy los expertos hablan de las secuelas de este virus traidor y, sorprendidos, han averiguado que el coronavirus no se va de rositas, que después de haber estado con nosotros un tiempo nos deja en el cuerpo afecciones cutáneas, trombos y lesiones pulmonares, y, además, un cansancio prolongado, confusión mental, debilidad intensa…, justo este estado en el que me encuentro. ¿Será este puñetero Covi19 o la prolongada situación (y sensación) de encerrona lo que me trastorna? Confusa, estoy muy confusa. Tengo ganas de tener ganas de bailar un nuevo compás.
O témpora o mores
![[Img #49555]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2020/6083_mercedes-_dsc0019.jpg)
Sigue lloviendo y no lloviendo y vuelta a llover. Sigue la primavera con su ritmo loco de un poco de sol un poco de lluvia y de nuevo sol. Seguimos con el ‘quita y pon’ de la chaqueta de lana: ahora me aso ahora tengo frio. Seguimos en este encierro doméstico que nos hace bostezar cada vez con más intensidad, como los informativos con el monotema acaparando todas las horas. Entiendo la importancia del virus, pero su seguimiento minuto a minuto es agotador, aburridísimo. Siguen deslizándose las cifras como en una montaña rusa, hacia arriba y hacia abajo, al compás de nuestra respiración, en una honda aspiración cuando suben y aliviante expiración cuando bajan. Muy cansino.
Y seguimos con ‘la juerga’ de los políticos. Ellos son la chispa de la vida en estos momentos.
La política trilera. ¿Dónde estamos? Se levanta el cubilete y ¡oh sorpresa, Arrimadas ya no está a la derecha! Ha iniciado su baile, un pasito a la derecha otro a la izquierda, media vuelta, otro pasito más a la derecha, giro y ¡voilá! Se planta con su sonrisa en medio de la pista, aquí estoy yo de chica lista y artista. Muy interesante este baile individual pero es necesaria la elección de compañero de baile para los sones de pareja y ahí es donde se esconde la sorpresa imprevisible. La agenda de baile siempre es secreta hasta que empiezan los primeros sones (eso decía Sisí Emperatriz; sí, sí, eso decía la Emperatriz).
Y luego están los de siempre en sus puestos de siempre haciendo lo de siempre y diciendo las chuscadas de siempre. El guaperas Casado, chico de aspecto empollón que lo sabe todo, y todo lo haría mejor, pero en realidad todo se lo sopla, al oído, ese incansable e incombustible mentor que tiene y le mantiene, y que padece de ‘trastorno de personalidad narcisista’. Por eso, el pobre, se pierde en su papel de vocero porque en esas transmisiones de boca/oreja muchas veces no sabe lo que trasmite, pero la criatura es obediente.
Lo mismo le pasa a esta jovencita, Ayuso, con su particular mentor, también con el mismo síndrome narcisista, que entre que digo y no digo, hago y no hago, meto la pata pero sigo haciéndome ¿? la tonta y apareciendo como que no pasa nada y la pata la meten otros.
Inciso aclaratorio de expertos. “El ‘trastorno de personalidad narcisista’ tiene un patrón persistente de grandeza, necesidad de adulación y falta de empatía. Y se caracteriza por un sentido exagerado e infundado de su propia importancia y talentos; por sobreestimar sus capacidades y exagerar sus logros; preocupación por fantasías de logros ilimitadas, influencia, poder, inteligencia; creencia de que es un ser especial y único y que solo debe asociarse con personas del más alto nivel; necesidad de ser admirado incondicionalmente; un particular sentido del derecho; explotación de los demás para lograr sus propios objetivos; creencia de que es envidiado; arrogancia y soberbia. Los afectados por este síndrome piensan que son superiores, únicos o especiales. La sobreestimación de su propio valor y logros a menudo implica una subestimación del valor y los logros de los demás.” Acertijo ¿A quién nos recuerda estas características?
De los Vox ni hablar, son materia aparte. Esos bailan al son de tambores tan lejanos que es difícil de comprender los sonidos. Se permiten el lujo de incitar a la desobediencia social en momentos tan críticos para todos. Si a estos irracionales imprudentes (adjetivos prudentes) que salen con las banderas al hombro a vociferar en las calles de su barrio contra una situación impuesta no por capricho sino por necesidad del bien común, sin mascarillas ni limitaciones, les atacara el virus ¿a dónde irían a que les atendieran y curaran? ¿a casa de la vecina del barrio? Estos, que se consideran élite, pijos a mucha honra, son unos incívicos y desconsiderados, con una gran falta de respeto por el resto de la ciudadanía. Actúan como unos majaderos ignorantes e irresponsables.
La banda izquierda tiene menos exposición entretenida porque están a lo suyo, agotados, buscando salidas a la complicada situación esta que nos envuelve. No es tarea nada fácil y menos fácil con los pocos apoyos y las muchas trabas que estos chicos del Colegio del Pilar les ponen.
Yo siempre tengo varios libros abiertos. Ahora tengo en la mesilla de noche a Agustin de Figueroa con su Dentro y fuera de mi vida, una crónica de su época, y la de su padre el conde de Romanones, muy entretenida y curiosa para antes de dormir. En la mesa del desayuno tengo La Historia de Inglaterra de André Mourois, muy amena e interesante para comprender a los originales ingleses. Y para después de comer tengo a Éxito de Feuchtwanger, un judío alemán que fue eliminado de la faz literaria por los nazis como le pasó a Stefan Zweig, pero este último ha sido, hace unos años, dado a conocer a todo el mundo mientras que Lion Feuchtwanger todavía está en vías de reconocimiento popular.
Tres libros muy interesantes pero a lo que voy, me ha sucedido algo impensable, y es que últimamente paso pocas páginas en ellos. Tengo al ralentí mis queridas e interesantísimas lecturas, porque me he enganchado al frenético devenir de la actualidad, me he hecho adicta a las noticias que me llegan puntualmente por el teléfono. Ando todo el día pendiente de la pequeña pantalla, como una adolescente en plena efervescencia, pero lo mío sin intenciones arrebatadas, tan sólo por la creada necesidad de ‘masticar’ y ‘comer’ noticias.
Que si Ayuso vive en dos lujosos apartamentos que no paga, o paga pero en especias; que si Sarasola, hijo de aquel Sarasola tan amigo y compañero de negocios de Felipe González, les alquila o regala, Que si los reyes trabajan mucho por teletrabajo saludando desde su casa. Qué si la reina no es austera, gasta mucho más de lo que creíamos; y las cuentas de la Casa Real son desorbitadas. Que si el príncipe Andrés de Inglaterra está más ‘atufado’ que nuestro Rey emérito. Que a ver qué dice Fernando Simón hoy. Que si Harry y Meghan se ganan la vida montando ONGs en California. Qué nuevo conocido está infectado hoy. Qué el virus viene de China o de EEUU, que del pangolín o si es creado. Qué es lo que está de moda esta primavera, vestiditos monísimos que impresionan por su atractivo y por su irrealidad ya que la primavera se está yendo y nosotras seguimos estando (hartas) en la comodidad del chándal casero. Qué grado de desescalada me toca: 0 /0,2/ 0.5/0,7/0,9/1/ 1,01… y ¿qué hago con eso? Tremendamente complicado saberlo así que prefiero seguir en chándal. En fin un aluvión constante de buenas, falsas y mediofalsas noticias.
Todo cosas ‘interesantísimas’ para que me haya pillado la adicción, una adicción irrefrenable que me tiene posesa. Yo creo que es cosa del virus este que me trastoca la cabeza y el ánimo, y me hace cambiar de rumbo.
Ya no distingo el día de la semana (pero todavía sí el día de la noche). El viernes tengo que ir a por el pan pero acabo yendo el martes. Los miércoles los había asignado para ir a hacer la compra semanal pero se me pasa y salgo el sábado. Una disposición del tiempo un tanto errática debido, quizás, a que el día y la noche se suceden sin que nada extraordinario acontezca que altere la vida cotidiana enclaustrada dentro de esa secuencia infinita.
Me propongo dedicar las mañanas a escribir pero acabo desayunando dos veces y me dan las 11h. de la mañana tomando el te. Muevo cosas de sitio con la intención de ordenar pero sólo consigo eso, desplazar el desorden. Mis libros están arrinconados. Mi espíritu emprendedor alicaído. Mi ánimo poco bailón, perdió las ganas de danzar el baión. Mi temperatura de cuerpo, hibernal, no llega a los 35º, me quedo en 34º y pico por más que me vuelva a poner el termómetro. Perturbador.
Hoy los expertos hablan de las secuelas de este virus traidor y, sorprendidos, han averiguado que el coronavirus no se va de rositas, que después de haber estado con nosotros un tiempo nos deja en el cuerpo afecciones cutáneas, trombos y lesiones pulmonares, y, además, un cansancio prolongado, confusión mental, debilidad intensa…, justo este estado en el que me encuentro. ¿Será este puñetero Covi19 o la prolongada situación (y sensación) de encerrona lo que me trastorna? Confusa, estoy muy confusa. Tengo ganas de tener ganas de bailar un nuevo compás.
O témpora o mores






