Mercedes Unzeta Gullón
Domingo, 24 de Mayo de 2020

Las palabras-espejo

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Voy a exponer algunas reflexiones dirigidas a ese íntimo amigo que seguramente no leerá pero que tengo la necesidad de decirle.

 

Es importante no  perderse en el drama emocional cada vez que escuchas algunas palabras-espejo, normalmente dichas con afecto y sólo alguna vez con cierta rabia.

 

Las palabras-espejo son necesarias y muy de agradecer porque ayudan a la persona reflejada a que se conozca mejor a sí misma. Claro que hay muchas, quizás muchísimas, que no les interesa conocerse, pero eso es otra cuestión. Uno se ve a sí mismo, naturalmente, bajo una mirada muy subjetiva, muy  “yo, mí, me, conmigo”, pero ¿qué emitimos al exterior? ¿Cómo nos ven los demás?

 

El espejo del vestidor en el que nos miramos diariamente sólo nos enseña nuestro aspecto exterior, pero necesitaríamos otro espejo que nos reflejara nuestro aspecto interior, nuestro carácter, nuestro comportamiento, nuestros movimientos emocionales, para completar el cuadro de nosotros mismos. Sería estupendo que pudiéramos tener un espejo así en el vestidor que pudiéramos poner al lado del otro. Uno que nos enseñe lo de fuera y otro lo de dentro. Una visión completa. Una especie de scanner de nuestra particular ‘caja de pandora’. Cuántos problemas personales, confusiones y traumas emocionales podrían resolverse con un invento como ese. Seguramente las profesiones que atienden las psiques perderían ya su sentido.

 

Pero mientras ese invento no se dé somos poco conscientes, por lo general, de lo que emitimos hacia afuera porque somos poco conocedores de lo que hemos ido acumulando dentro, de nuestros surcos en el disco duro que marcan los impulsos de salida de las manifestaciones que emitimos. Por eso es bueno tener alguna alma caritativa que te ofrezca palabras-espejo. Es decir, un amigo que tenga la generosidad y valentía de decirte lo que no te dice el espejo de tu vestidor.

 

Estamos acostumbrados a decir y escuchar las palabras-espejo positivas, pero las negativas pocas personas se atreven a expresarlas y muy pocas a aceptarlas Los egos son tremendamente tramoyistas.

 

Creo firmemente que la confianza es imprescindible en una relación sana y profunda de amistad, pero entiendo que incluso para un buen amigo no es tarea fácil, ni agradable, hacer de espejo, es decir, profundizar, analizar  y tratar de comprender los comportamientos ajenos, y luego exponerlos a la persona amiga en cuestión con el mejor tacto posible para que se reconozca en aquello negativo que emite y de lo que no es consciente.

 

Saber encajar las palabras-espejo es de sabios, y esa especie humana escasea, con amistad o sin amistad, escasea. Y con frecuencia en lugar de considerar las palabras-espejo como un gran favor, como un regalo (que es lo que son), pocas personas están dispuestas a admitir sus reflejos incómodos, considerándolos como una intromisión ofensiva, mientras que los laudatorios son siempre bien recibidos.

 

No se trata de ir por la vida haciendo análisis psicológicos a lo argentino, se trata más bien de evitar las interpretaciones silenciosas siempre subjetivas y la mayoría de las veces erróneas. Enfrentando la realidad de las intenciones se evita la bola de desentendimientos que acaba rodando y cogiendo velocidad por pendiente peligrosa hasta acabar reventando cualquier tipo de querer.

 

Más cómodo y fácil es ir por la vida patinando por la superficie de las personas. Pero eso es manejar las relaciones como si fueran espuma, mucho flu, flu vistoso, pero cuando intentas mantenerla entre tus manos desaparece, se esfuma, queda rápidamente en nada.

 

Y, ahora, resumo y amplío algunos pensamientos más para el amigo arrebatado que no lee.

 

No somos conscientes de lo que proyectamos si no tenemos algún espejo que nos refleje lo que emitimos.

 

Lo que proyectamos muchas veces son aspectos que desconocemos de nosotros mismos. 

 

El saber lo que emitimos nos ayuda a investigar en cómo somos.

 

El dudar es de sabios. Y reconocer los errores también es de sabios.

 

El amor es mucho, muchísimo más importante que el resentimiento.

 

La vida es mucho, muchísimo más importante que la amargura. 

 

La amistad es mucho, muchísimo más importante que la ‘inflamación del trigémino en la sien’ (enfado arrebatado).

 

Vivir la vida es mucho más importante que verla pasar.

 

Hay muchas margaritas en el campo para deshojar, alguna dará el finalmente el Sí.

 

La palabra es mucho, muchísimo más importante que la huida silenciosa.

 

Uno mismo es más importante que las apariencias de uno mismo.

 

Reírse de uno mismo es básico para poder hacer reír a los demás.

 

El saber recibir es tan importante como el saber dar.

 

La razón ayuda a la emoción a tomar distancia de las cosas y verlas con perspectiva.

 

Importantísimo encontrar el equilibrio entre emoción y razón.

 

Dejar que crezcan bolas emocionales puede terminar haciendo bolas tumorales.

 

Tejer, tejer la vida sin dejar que se acumulen las bolas.

 

La empatía, la valentía y el sentido del humor, no el humor sin sentido, son atributos muy importantes y necesarios para llevar la vida con alegría, felicidad y satisfacción, y para levantar vuelo sin lastre.

 

Una sonrisa a tiempo, una palabra cariñosa, un profundo sentido de la existencia, una verdadera amistad, es lo mejor que le puede acontecer a un terrícola que tiene un lapso de tiempo ‘principio/fin’ corto como un suspiro.

 

Querido amigo, espero que lo entiendas (si llegas a  leerlo).

 

O témpora o mores

 

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