Álvaro F. Sutil / Blog El Antojano
Martes, 02 de Junio de 2020

A la vuelta de la esquina, tienes tu ciudad

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A mi primo Gonzalo, que vivió Astorga como nadie. Descansa en Paz.

 

Cantaba el grupo Creedence Clearwater Revival aquel viejo y maravilloso éxito ‘Down on the Corner’ (1969) como una alegoría a la vida que pasa en las calles, lo que ocurre doblando la esquina, cerca del juzgado, donde los chicos tocan y solo hay que seguir el ritmo con los pies. Un espectacular tema lleno de energía que anima a vivir sin demasiadas complicaciones, disfrutando de lo que tenemos cerca. Que nos fijemos, que no es difícil apreciar la vida de las pequeñas cosas; estemos donde estemos; hay que abrir los ojos de nuevo y ver todo lo diferente que rodea tu casa, que se levanta en tu calle y que nunca has mirado como deberías. Los paseos, ahora como refugio de placer, pueden descubrir otras miradas, otras perspectivas del lugar donde nos encontramos.

 

Yo les invito a pasear y pisar, a asomarse a la esquina para ver a la banda tocar, a disfrutar de la magia surgir del rincón más inesperado. Que las terrazas y las cañas no nos impidan apreciar dónde nos las estamos tomando.
En mi caso, y por circunstancias de la vida pero gracias a ellas, he podido hacer este camino en Astorga, donde seguro muchos de ustedes, señores lectores, han contemplado imágenes que se agarrarán a su retina para siempre. Si no, yo les ayudo aquí, humildemente.

 

Y es que en la ciudad de los tres edificios; Catedral, Palacio Episcopal y Ayuntamiento, hay un sinfín de fotografías que ver, otras singulares construcciones por disfrutar. Aléjense un poco de ese eje turístico y caminen, caminen sin rumbo y observen, observen sin miedo. Paisajes, calles, amaneceres, edificios. Imágenes del progreso, de la decadencia, de la industria que tuvimos, de la burguesía que construyó y que destruyó. Del tren pasar solemne, las vías hacia la Cepeda, del monte tutelar detrás de todo ello, vigilante con su corona blanca, como si del Klimanjaro leonés se tratara. Colores rojizos que comienzan en la estación y suben hasta el templo de Santa María por el barrio judío, dejando a su vera fábricas de harina y chocolate, mansiones con cuadradas torres, o circulares torreones, testigos hoy de lustros de industria y opulencia que vistieron un lugar tras dos mil años de sus primeras campañas militares. Verdes lúpulos que se elevan al cielo en el Camino de los Molinos, al noreste de la urbe, dejando el sol al frente en las primeras horas que amarillean otros campos por sembrar. Tierras cuyos surcos, aún en muchos casos, siguen descubriendo las yeguas percheronas. Resquicios de un pueblo agrícola encajado en un campamento romano, en una ciudad modernista y ahora turística. Rincones que descubren cuadros singulares de casas señoriales, como la del Mejicano esquinando en la Alameda de Alonso Criado, sonoro el inmueble y noble la ubicación. Depósitos entre amapolas que el olvido ha convertido en estampas que descubrir, admirar y nunca olvidar. Escaleras recónditas que anuncian una muralla asombrosa, que cambia de color con el paso de las horas, y de las hojas. Un lugar, como muchos otros, que asombra al que es capaz de mirarlo desde otro punto de vista. Placas de ilustres literatos, arquitectos, médicos y músicos. Lugares de leyenda, de noches frías de asedio francés con ilustres invitados en marquesas propiedades. De color ceniza se visten las calles, que albergan tesoros casi ocultos entre las verjas de benditas familias que firman poesía maldita. Imponente y sublime obra cercana en la inmaculada plaza se erige el Seminario, también cuartel, también hospital en tiempos de Bonaparte. Sus líneas sobrias y contundentes traen a la memoria la tumba de los reyes en San Lorenzo. Toscano, herreriano y clásico; una joya arquitectónica que… ¿Cuántas veces han mirado con detenimiento? Esta es su oportunidad.

 

 

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Doblen la esquina amigos y miren, como hizo Gonzalo, lo que la muy noble esconde en sus venas, que palpitan lentas pero dignas; esperando un nuevo torrente que las haga florecer.

 

Transiten, deambulen, asómense, piérdanse,
giren por instinto y sin razón;
por deseo o frustración,
pero aprovéchense
disfruten de un lugar por descubrir y acariciar
antes de que todo, sin remedio, vuelva a empezar.

 

 

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