La estatua de la libertad. Ja
![[Img #49770]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2020/3394_mercedes-francisco-mata-rosas-a93f983d7fb2312fb0e9f2dd854c1689.jpg)
El suelo norteamericano se repobló fundamentalmente de los europeos con afán de sobrevivir y ansiedad de poseer. Los europeos desposeídos de tierras y de bienes podían soñar con ser propietarios de tierras lejanas, baldías, ajenas, pero… ¡propietarios! Con afán, mucho afán, eso sí, podían rebasar los límites de supervivencia en los que vivían al otro lado del Atlántico, en una Europa algo asfixiada y de recursos agotados.
Ante los ojos europeos aquellas inmensas extensiones de tierras en estado puro se les presentaban como la panacea, el fin de la miseria, la gran oportunidad de futuro. Tenían que empezar de cero, desde hacerse con terrenos con más o menos lucha, hasta organizarse la vida con empeño pero sin las presiones ni limitaciones sociales de una Europa encorsetada. Y a aquellas tierras fue llegando ‘lo mejor’ de cada casa. Los ingleses, naturalmente, que necesitaban salir de sus confines isleños, y romper con las presiones de una sociedad comprimida. Los italianos con sus artes, entre ellas las mafiosas, tenían campo abierto en aquella miscelánea de hombres despistados. Y los irlandeses con su hambre a cuestas y su necesidad de organizar una nueva sociedad más justa hicieron dinero y algunos derivaron a la política. Ahí cada uno con sus cositas.
Pero tanta tierra necesitaba mano de obra, mucha mano de obra, y barata claro, para poder hacer dinero. Y ahí estaba África con sus africanos. Esos hombres negros que se mueven ágilmente en la selva, que van semidesnudos y que viven tranquilamente comiendo de lo que encuentran en la naturaleza, ‘como si fueran monos’. Estos hombres de naturaleza fuerte son la mano de obra ideal para los duros trabajos de las grandes plantaciones. Qué buena idea. Los que antes no poseían nada ahora poseen mucho y necesitan que alguien les trabaje para ellos porque ellos se han establecido en el rango superior de propietarios.
Y aquí comienza ‘la caza del negro’ en sus propias tierras. Les cazaban como a los animales, con trampas y redes escondidas en la selva. Según caían en las redes eran directamente embarcados en los barcos sin explicaciones ni zarandajas. Y como animales de carga y trabajos forzados eran vendidos en los mercados al mejor postor. El precio dependía de su porte, sus músculos e incluso de la calidad de sus dientes. Los pobres africanos negros no entendían nada de nada, sacados de su hábitat natural se encontraban de pronto entre multitud de gente completamente diferente de vestimenta, idioma, maneras de vivir, ¿dónde estaba su selva, su familia, su tribu, su sol y su comida? Debió de suponerles como si de repente a nosotros nos trasladan a vivir con los marcianos.
Esta pobre gente por tener la piel negra y vivir de forma diferente fue tratada peor que a los animales. Trabajaban a destajo con derecho a NADA, ni tan siquiera a vivir. El amo tenía el derecho sobre la vida del esclavo. Podía matarle si no le daba la satisfacción que requería. Eso sí, les daba cobijo y comida porque los necesitaba vivos.
Esa fue la llegada de los negros a la América de las oportunidades de los EEUU. Finalmente y tras una guerra los esclavos americanos consiguieron ‘el honor’ de ser hombres libres, pero parece que eso no les libró de mucho. Las penurias crecieron de otra manera. Ahora podían ganar dinero por su trabajo porque ya no eran esclavos, pero el problema era que ¿quién les daba trabajo?¿cómo iban a vivir si no tenían trabajo, ni casa? Eran ‘hombres libres’ pero resultó que la libertad les hizo esclavos de su color, de su propia vida.
En las plantaciones vivían familias enteras y muchas familias juntas. Casa y comida tenían asegurada. No tenían dinero, no eran libres, pero vivían con las necesidades básicas cubiertas lo que les proporcionaba cierta sensación de protección. De pronto muchos negros, sin oficio determinado, salen a las calles en busca de una manera digna de vivir pero… todo tiene truco.
Son libres pero son negros. Como su piel es negra se supone, por alguna razón axiomática, que son una raza inferior. Como los blancos se sienten intachables consideran que no son dignos de mezclarse con los tachables negros. Y de esa conciencia clara de superioridad racial se deriva el desprecio absoluto por este pobre africano que fue cazado y llevado a la fuerza a un país extraño, que fue abusado en trabajos y que ahora es abusado en desprecios.
Los negros en autobuses para negros, en bares para negros, en espacios para negros, pero esa discriminación no respondía a una exclusividad, a un privilegio, no, que va, respondía simple y llanamente a la exclusión, la expulsión de los circuitos dignos de los blancos. Como si los negros estuvieran contaminados y contaminasen. Esto pasó hasta hace bien poco. Ahora no hay leyes explicitas que dictaminen el desprecio pero casi es peor porque ese desprecio racial anida en el alma de muchos blancos norteamericanos, y si, como estamos viendo, ese alma blanca con nido antinegro lleva pistola, el problema es grande.
La historia nos ha dado grandes demostraciones de este sentimiento de superioridad del hombre blanco sobre el negro, como en Sudáfrica en particular pero en todo África en general. En estos casos más ignominioso aún pues no sólo se apropian de sus vidas sino también de su territorio.
En una entrevista de la BBC, en los años 70, al campeón del mundo de boxeo, el negro Muhammad Ali expone sus extrañezas del mundo que le rodea.
"Siempre quise saber por qué Tarzán era el rey de la jungla en África y era blanco. Un hombre blanco con un pañal en África aullando: '¡ah, ah, ah, ah!'. Pelea con los africanos, y rompe mandíbulas a los leones. Además, Tarzán habla con los animales, y los africanos que han estado allí durante siglos no pueden hablar con los animales. Sólo puede Tarzán”.
¡Todo es blanco! La tarta de cabello de ángel es blanca... pero la tarta del diablo es de chocolate.
Yo decía: "mamá, ¿por qué es todo blanco? Siempre me lo preguntaba. Hasta el Presidente vive en la Casa Blanca. Y María tenía un corderito blanco como la nieve, y Blancanieves... Todo era blanco. Santa Claus es blanco.
Y todo lo malo es negro. El patito feo era negro, el gato negro trae mala suerte, Siempre fui muy curioso, y así es como supe que algo iba mal".
La brutalidad con la que fue tratado por un policía, hace unos días, el negro George Floyd, que le supuso su muerte instantánea, ha colmado la paciencia y desatado el furor de los afroamericanos en particular y de cierta población sensible en general. Parece que ha llegado el momento de arreglar algo de la Historia y hacer justicia con el derecho a una educación digna, una justicia digna y un reparto de riqueza digno.
Y es en este momento cuando sale a la palestra Robert Johnson, el primer multimillonario afroamericano (en 2001), y aprovechando las circunstancias de concienciación de abusos encuentra que es el momento para pedir al estado americano 14 billones de dólares en reparaciones por la esclavitud y para ayudar a reducir la desigualdad racial.
Robert Jhonson, en una reciente entrevista a la CNBC, argumenta que “La transferencia de riqueza es lo que se necesita. Desde hace más de 200 años de esclavitud, el trabajo realizado sin compensación es una transferencia de riqueza. La negación del acceso a la educación, que es el principal impulsor de la acumulación de ingresos y riqueza, es una transferencia de riqueza.”
Los afroamericanos, los negros, necesitan este impulso económico para arrancar de una vez a la conquista de la igualdad en oportunidades. El I have a dream, yo tengo un sueño, de Martin Luther King, manifestado ante una inmensa multitud concentrada ante el monumento Lincon, en Washington, el 28 de agosto de 1963, en la marcha por el trabajo y la libertad de los negros, parecía ser el momento clave para avanzar en los derechos civiles de los Estados Unidos. Pero se quedó tan sólo en eso, en un sueño de Martin Luther King y muchísimos negros americanos.
La estatua de la libertad recibe a todo aquel que llega a New York como emblema de los derechos del hombre. Ja, ja, ja. Qué ironía.
O témpora o mores
![[Img #49770]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2020/3394_mercedes-francisco-mata-rosas-a93f983d7fb2312fb0e9f2dd854c1689.jpg)
El suelo norteamericano se repobló fundamentalmente de los europeos con afán de sobrevivir y ansiedad de poseer. Los europeos desposeídos de tierras y de bienes podían soñar con ser propietarios de tierras lejanas, baldías, ajenas, pero… ¡propietarios! Con afán, mucho afán, eso sí, podían rebasar los límites de supervivencia en los que vivían al otro lado del Atlántico, en una Europa algo asfixiada y de recursos agotados.
Ante los ojos europeos aquellas inmensas extensiones de tierras en estado puro se les presentaban como la panacea, el fin de la miseria, la gran oportunidad de futuro. Tenían que empezar de cero, desde hacerse con terrenos con más o menos lucha, hasta organizarse la vida con empeño pero sin las presiones ni limitaciones sociales de una Europa encorsetada. Y a aquellas tierras fue llegando ‘lo mejor’ de cada casa. Los ingleses, naturalmente, que necesitaban salir de sus confines isleños, y romper con las presiones de una sociedad comprimida. Los italianos con sus artes, entre ellas las mafiosas, tenían campo abierto en aquella miscelánea de hombres despistados. Y los irlandeses con su hambre a cuestas y su necesidad de organizar una nueva sociedad más justa hicieron dinero y algunos derivaron a la política. Ahí cada uno con sus cositas.
Pero tanta tierra necesitaba mano de obra, mucha mano de obra, y barata claro, para poder hacer dinero. Y ahí estaba África con sus africanos. Esos hombres negros que se mueven ágilmente en la selva, que van semidesnudos y que viven tranquilamente comiendo de lo que encuentran en la naturaleza, ‘como si fueran monos’. Estos hombres de naturaleza fuerte son la mano de obra ideal para los duros trabajos de las grandes plantaciones. Qué buena idea. Los que antes no poseían nada ahora poseen mucho y necesitan que alguien les trabaje para ellos porque ellos se han establecido en el rango superior de propietarios.
Y aquí comienza ‘la caza del negro’ en sus propias tierras. Les cazaban como a los animales, con trampas y redes escondidas en la selva. Según caían en las redes eran directamente embarcados en los barcos sin explicaciones ni zarandajas. Y como animales de carga y trabajos forzados eran vendidos en los mercados al mejor postor. El precio dependía de su porte, sus músculos e incluso de la calidad de sus dientes. Los pobres africanos negros no entendían nada de nada, sacados de su hábitat natural se encontraban de pronto entre multitud de gente completamente diferente de vestimenta, idioma, maneras de vivir, ¿dónde estaba su selva, su familia, su tribu, su sol y su comida? Debió de suponerles como si de repente a nosotros nos trasladan a vivir con los marcianos.
Esta pobre gente por tener la piel negra y vivir de forma diferente fue tratada peor que a los animales. Trabajaban a destajo con derecho a NADA, ni tan siquiera a vivir. El amo tenía el derecho sobre la vida del esclavo. Podía matarle si no le daba la satisfacción que requería. Eso sí, les daba cobijo y comida porque los necesitaba vivos.
Esa fue la llegada de los negros a la América de las oportunidades de los EEUU. Finalmente y tras una guerra los esclavos americanos consiguieron ‘el honor’ de ser hombres libres, pero parece que eso no les libró de mucho. Las penurias crecieron de otra manera. Ahora podían ganar dinero por su trabajo porque ya no eran esclavos, pero el problema era que ¿quién les daba trabajo?¿cómo iban a vivir si no tenían trabajo, ni casa? Eran ‘hombres libres’ pero resultó que la libertad les hizo esclavos de su color, de su propia vida.
En las plantaciones vivían familias enteras y muchas familias juntas. Casa y comida tenían asegurada. No tenían dinero, no eran libres, pero vivían con las necesidades básicas cubiertas lo que les proporcionaba cierta sensación de protección. De pronto muchos negros, sin oficio determinado, salen a las calles en busca de una manera digna de vivir pero… todo tiene truco.
Son libres pero son negros. Como su piel es negra se supone, por alguna razón axiomática, que son una raza inferior. Como los blancos se sienten intachables consideran que no son dignos de mezclarse con los tachables negros. Y de esa conciencia clara de superioridad racial se deriva el desprecio absoluto por este pobre africano que fue cazado y llevado a la fuerza a un país extraño, que fue abusado en trabajos y que ahora es abusado en desprecios.
Los negros en autobuses para negros, en bares para negros, en espacios para negros, pero esa discriminación no respondía a una exclusividad, a un privilegio, no, que va, respondía simple y llanamente a la exclusión, la expulsión de los circuitos dignos de los blancos. Como si los negros estuvieran contaminados y contaminasen. Esto pasó hasta hace bien poco. Ahora no hay leyes explicitas que dictaminen el desprecio pero casi es peor porque ese desprecio racial anida en el alma de muchos blancos norteamericanos, y si, como estamos viendo, ese alma blanca con nido antinegro lleva pistola, el problema es grande.
La historia nos ha dado grandes demostraciones de este sentimiento de superioridad del hombre blanco sobre el negro, como en Sudáfrica en particular pero en todo África en general. En estos casos más ignominioso aún pues no sólo se apropian de sus vidas sino también de su territorio.
En una entrevista de la BBC, en los años 70, al campeón del mundo de boxeo, el negro Muhammad Ali expone sus extrañezas del mundo que le rodea.
"Siempre quise saber por qué Tarzán era el rey de la jungla en África y era blanco. Un hombre blanco con un pañal en África aullando: '¡ah, ah, ah, ah!'. Pelea con los africanos, y rompe mandíbulas a los leones. Además, Tarzán habla con los animales, y los africanos que han estado allí durante siglos no pueden hablar con los animales. Sólo puede Tarzán”.
¡Todo es blanco! La tarta de cabello de ángel es blanca... pero la tarta del diablo es de chocolate.
Yo decía: "mamá, ¿por qué es todo blanco? Siempre me lo preguntaba. Hasta el Presidente vive en la Casa Blanca. Y María tenía un corderito blanco como la nieve, y Blancanieves... Todo era blanco. Santa Claus es blanco.
Y todo lo malo es negro. El patito feo era negro, el gato negro trae mala suerte, Siempre fui muy curioso, y así es como supe que algo iba mal".
La brutalidad con la que fue tratado por un policía, hace unos días, el negro George Floyd, que le supuso su muerte instantánea, ha colmado la paciencia y desatado el furor de los afroamericanos en particular y de cierta población sensible en general. Parece que ha llegado el momento de arreglar algo de la Historia y hacer justicia con el derecho a una educación digna, una justicia digna y un reparto de riqueza digno.
Y es en este momento cuando sale a la palestra Robert Johnson, el primer multimillonario afroamericano (en 2001), y aprovechando las circunstancias de concienciación de abusos encuentra que es el momento para pedir al estado americano 14 billones de dólares en reparaciones por la esclavitud y para ayudar a reducir la desigualdad racial.
Robert Jhonson, en una reciente entrevista a la CNBC, argumenta que “La transferencia de riqueza es lo que se necesita. Desde hace más de 200 años de esclavitud, el trabajo realizado sin compensación es una transferencia de riqueza. La negación del acceso a la educación, que es el principal impulsor de la acumulación de ingresos y riqueza, es una transferencia de riqueza.”
Los afroamericanos, los negros, necesitan este impulso económico para arrancar de una vez a la conquista de la igualdad en oportunidades. El I have a dream, yo tengo un sueño, de Martin Luther King, manifestado ante una inmensa multitud concentrada ante el monumento Lincon, en Washington, el 28 de agosto de 1963, en la marcha por el trabajo y la libertad de los negros, parecía ser el momento clave para avanzar en los derechos civiles de los Estados Unidos. Pero se quedó tan sólo en eso, en un sueño de Martin Luther King y muchísimos negros americanos.
La estatua de la libertad recibe a todo aquel que llega a New York como emblema de los derechos del hombre. Ja, ja, ja. Qué ironía.
O témpora o mores






