Eloy Rubio / José Manuel Carrizo
Domingo, 15 de Septiembre de 2013
"La certeza de la posesión no la tengo nunca"
Juan José Gallego Salvadores es el exorcista de la Diócesis de Barcelona, trata de lunes a viernes un promedio de seis casos diarios. Estuvo de vacaciones en Castrillo, con el móvil apagado, una secretaria atiende las demandas que puedan surgir, pero la tarea es agotadora y necesita por lo menos una vez al año cambiar el decorado de su cabeza.
Juan José Gallego Salvadores nos recibe en su casa de Castrillo de los Polvazares, en la Calle Real, pasamos directamente a un patio empedrado, con el olor envolvente y picante de los geranios, asoman petunias de unas pocas macetas, penden breves surfíneas. Tiene 73 años, su decir es grave, pausado algo monótono, lo que pone alguna lejanía en el contacto, como si se lo pensase. Se muestra en todo caso acogedor y amable. Estamos a mediados de agosto, uno de esos días en los que se huye del sol, pero el patio está fresco. En él hay habilitada una pequeña mesa camilla a la que nos sentamos. Indaga por nuestro periódico, le aclaramos que es un diario digital ubicado en Astorga. También trata de saber qué venimos buscando, le aclaramos que nos repugna la 'casquería', el sensacionalismo. Se cerciora entonces con el olfato de un detective de que efectivamente nosotros somos quienes ya esperaba que íbamos a venir. Al poco de empezar la charla llega a la casa Maruja, la del más famoso cocido maragato, viene de la consulta médica por haber sufrido el día anterior una caída; un poco de paracetamol y un antiinflamatorio, poca cosa. Le hablo de un primo mío que tiene mucha amistad con ella, le digo quién es; habláramos. Ya tenemos las puertas de la confianza de par en par para todo el tiempo que durara la entrevista.
Eloy Rubio Carro: Si todo oficio marca una vida, pareciera que el de exorcista, por lo extraño, por ese supuesto contacto con el mal, tiene que marcar a fuego. No le vamos a inquirir por el contacto, real o imaginario con esa entidad, sino por las actitudes de la gente con respecto a su persona. Le voy a contar una cosa, cuando le propusimos a un compañero que viniese con nosotros aquí, le entró temor y respondió que de ninguna manera; comentándoselo luego a una amiga respondió que ella no vendría así le llevasen los demonios. Parece como si se formase un cerco de prevención con respecto a la figura que usted representa y eso no ha podido dejarle de afectar en su vida.
Juan José Gallego Salvadores: Yo te diría que tienes razón en un aspecto. Yo te contaba por teléfono de un matrimonio de Barcelona, excelentísimas personas los dos; médico él, ella especialista en banca. Le pedí a él que me asistiera en alguna de las sesiones, pero luego noté que se mostraba remiso. Le dije otra vez que viniera a verme unos análisis y no acababa de venir, hasta que por fin supe que no lo hacía porque su mujer ante el temor de que de enterarse sus amistades, perdería prestigio, le tenía prohibido que viniese.
Respecto a mi persona o mi oficio yo sé que hay gente que se siente un tanto incómoda, pero en general yo me he sentido muy libre y no me ha impedido hacer ninguna cosa. Yo les digo a algunos compañeros, mira si yo fuera un estúpido no estaría dedicándome a esto. Yo tengo una preparación, he estado enseñando muchísimos años en la Facultad de Teología; además, les digo, esto es totalmente gratuito. A mí me pasa una pequeña ayuda el Obispado de Barcelona, y eso me ha dado una libertad muy grande, porque allí hay muchos curanderos que no cobran, pero que te piden la voluntad. Pues sí que hay una cautela, se trata de una prevención digamos que natural, porque nos codeamos con el mal en situaciones muy difíciles. Además las películas han contribuido a ello, ya que aunque suelen ser fieles, pues tratan de hechos acaecidos casi todas ellas, pues exageran la cosa. Todos esos fenómenos descritos en las películas realmente se manifiestan, lo cual explica esta actitud.
En un programa de la televisión de Manresa en el que participé, un conocido psiquiatra manifestaba que había tenido casos que se escapaban a lo que la psiquiatría nos enseña. Contó un caso de uno que había entrado en un psiquiátrico y que había pasado a ser ayudante de la enfermería, antes de morir confesó que había envenenado a unos cuantos.
Se pueden comprender los reparos para con mi persona por la ‘cosa tétrica’ que está tan difundida; pero yo no me he sentido condicionado por lo que se pueda decir. La principal razón que doy para seguir haciendo el exorcismo es porque veo que ayuda a la gente.
El otro día en una charla en Castrillo, donde había varios médicos, una de las médicas me decía: Y usted ¿cómo distingue una posesión de un caso psiquiátrico? Mira le dije, yo tampoco lo distingo, yo sé que existe la posibilidad de que haya personas influenciadas por esto; pero la certeza total y absoluta de que sea una cosa o sea otra, yo no la tengo. Cuando a mí llega alguien a contarme toda su experiencia, si a través de ciertos indicios detecto que puede haber una influencia demoníaca entonces realizo el exorcismo, si no, no lo hago.
La propia legislación de la Iglesia señala que si no hay ciertos indicios; pues certeza, lo que se dice certeza no la tenemos nunca, no se debe de realizar. Entonces yo le explico al demandante lo que es el exorcismo; le digo: pero tú quieres que te lo haga, y me replica: para eso he venido; en caso contrario tendré que volver con el psiquiatra. Más de uno me ha dicho: ¿Por qué no los mandas al psiquiatra? Si es que ya vienen del psiquiatra, les respondo… Y entonces le preguntas al paciente ¿En cuántos psiquiátricos has estado?; pues en este, en el otro, en el otro…
E.R: Pues a lo mejor también han pasado por algún curandero.
J.J.G.S.: Claro, eso es lo primero. En Barcelona hay multitud. Hay allí una pareja de curanderos que miran a ver cuántos demonios tiene el paciente; primero le sacan un demonio, luego a los quince días otro, y le pueden sacar hasta una docena; una cosa muy rara. En cambio hay otra curandera, amiga mía, que me manda gente, se trata de una persona que ha estudiado en Bélgica y en los EEUU. Cuando encuentra un caso sospechoso, entonces me lo envía.
A veces es en el mundo eclesiástico y religioso donde encontramos las críticas más acerbas contra esto. Claro si uno no cree en el diablo, no cree en estas cosas. Yo sí creo en el diablo, no en el diablo de cuerno y rabo, creo que hay esta posibilidad, no que todos los que vienen a mí lo tengan, no. Pudiera ser que sí y si ellos vienen a pedírtelo porque se sienten mal y te piden que les ayudes, entonces les echo una mano. Pero, antes de empezar les consulto: ¿Tú quieres que te haga el exorcismo?: se trata de una oración de petición a Dios. ¿Quieres que te lo haga? Para eso he venido, me responden. No he tenido a nadie que me haya dicho que no. Los que recibo vienen normalmente del obispado o de la catedral o son enviados por los sacerdotes y saben a lo que vienen.
El otro día a una señora le pregunté: ¿Usted por qué ha venido aquí? y respondió: "Pues mire, tengo una amiga que sabe lo que yo tengo y que le escuchó a usted en una entrevista", entonces me dice, "mira tienes que ir a ver a un señor que vive en Barcelona, yo no sé ni cómo se llama, no sé ni dónde vive, solo sé que lo que dijo va con eso que tienes..." Llamaron al obispado y le dieron mi dirección.
E.R.: ¿Cuáles son las prescripciones actuales de la iglesia católica en relación con los exorcismos así como las oraciones y ceremonias que de acuerdo con el ‘Rituale romanum’ deberían de recitarse cuando se realiza un exorcismo?
J. J.G.S.: En primer lugar hay que tener en cuenta que hay un ritual del exorcismo aprobado después del Concilio Vaticano II. En el año 1999 se aprobó un nuevo ritual el cual está en castellano. Yo sigo el ritual que comprende las letanías de los santos, las oraciones, las renuncias a Satanás, etc. Si al llegar a esta parte de las renuncias a Satanás no lo aceptan, yo no sigo con el exorcismo, porque si no colaboran no sirve de nada. Se trata de un acto de la iglesia, que permanece vedado a quien no disponga de la autorización del obispo.
Yo dispongo de un nombramiento que me da amplias facultades, porque dice: "Yo arzobispo, cardenal de Barcelona, te autorizo para que realices todos los exorcismos que tu consideres necesarios según tu criterio. Dado en Barcelona y la fecha". En otro tipo de autorizaciones lo que tienen es que llevar toda la documentación al obispado y el obispado decide si concede o no su venia.
E.R.: En la compilación de Karl Rahner que lleva por título ‘Sacramentum mundi’, en su artículo ‘Diablo’ manifiesta que "la doctrina de los ángeles, diablos y Satanás parece ser una interpretación y no una revelación directa de la experiencia natural en torno a diversas potestades sobrenaturales, tal doctrina puede estar y está ampliamente difundida, va penetrando lentamente desde fuera una vez interpretada y sometida a crítica en la religión auténticamente revelada." Si esto fuera así, ¿por qué se mantiene la figura del exorcismo en la iglesia católica actual?
-J. J.G.S.: Eso, en primer lugar es opinión de Karl Rahner que no es doctrina de la Iglesia. Pero Karl Rahner también escribe otro texto que dice otra cosa.
ER.: Al leer a noche el texto de Rahner, parecía que un poco más adelante se desdijera.
J.J.G.S.: Sí, claro que rectifica a eso. Mira te leo otro texto de Karl Rahner: "No basta solamente admitir la existencia de los demonios en los casos donde hay fenómenos extraordinarios, más bien hay que verla en la naturaleza y en la historia, en la que existe una cadena normal, natural explicable de acontecimientos, una dinámica de fuerzas orientadas para el mal". Se trata de una opinión teológica.
Cuenta el padre Amorth, exorcista del vaticano, en su libro: ‘El último exorcista’, que fue a ver a un cardenal para contarle ciertas cosas, después de escucharle con atención, al despedirse, el cardenal le pasó la mano por encima del hombro y le dijo: porque usted padre ‘Amor’ sabe que el demonio no existe. A lo que el padre Amorth le responde: padre, le voy a regalar un libro que dice que el demonio sí existe. Y de qué libro se trata; del evangelio, monseñor, del evangelio.
Por otra parte está la opinión de Pablo VI, que no deja de ser su opinión, pero en todo caso es una opinión autorizada: "El demonio es el mal que existe en el mundo, es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el demonio. El mal ya no solo es una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor, terrible realidad misteriosa y pavorosa. Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica todo aquel que rehúsa reconocerla como existente e igualmente se aparta quien la considera como un principio autónomo, algo que no tiene su origen en Dios como toda criatura, o bien quien la explica como una pseudorealidad, como una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias. El demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser oscuro y perturbador existe realmente y sigue actuando, es el que ataca con su sofística el equilibrio moral del hombre, el pérfido encantador que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía , de la concupiscencia, de la lógica utópica, o de las confusas relaciones sociales para introducir en nosotros la desviación.”
En Alemania hubo un problema muy serio de una muchacha que se murió y tuvo que intervenir el cardenal Rahner. A partir de entonces cambia su postura.
E.R.: En el texto de Rahner que leía ayer, tal vez una lectura al vuelo, encontraba ya contradicciones. Yo le he mencionado la parte crítica con el fin de generar replica, pero luego a continuación en el propio texto parecía que venía a apoyar esa personificación.
J.J.G.S.: No deja de ser un teólogo que interpreta, pero la interpretación oficial es la de la iglesia. En el catecismo de la iglesia católica se define el exorcismo de la siguiente forma: "Cuando la iglesia pide públicamente y con autoridad en nombre de Jesucristo que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó, de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar."
E.R.: Yo quería pedirle ahora un matiz. En el libro ‘Proceso a las posesiones y exorcismos’ de Cortés y Gatti, que he estado ojeando estos días, se realiza una distinción entre diablo y demonios, que luego utilizan para analizar si en el nuevo testamento Jesucristo realizó verdaderos exorcismos. Ellos afirman la existencia del diablo y de Satanás como una entidad definida; mientras que afirman que los diablos, que son expulsados en muchas ocasiones por Jesucristo no dejan de representar ese mal interior de origen desconocido y por convención de la época, personificado. Eso que hoy en día podríamos adjudicar sin mayores problemas a un padecimiento mental o neurológico. Sin que nieguen la existencia del diablo, interpretan el nuevo testamento con ese matiz, y así aducen que Jesucristo nunca realizó expulsiones de Satanás. La expresión 'el demonio', 'los demonios' no son sino una forma de hablar propia de aquel momento, cuando se quiere abordar un mal de origen interno y desconocido; pues también se usa la misma expresión cuando se trata de una enfermedad o una dolencia orgánica.
J.J.G.S.: Eso es una interpretación. Lo que yo te digo es también otra interpretación. La posesión es una cosa que se da muy raramente, que el diablo se hubiera aposentado en ti. Y en cambio la influencia demoníaca, las obsesiones etc., so ya es más frecuente.
El Papa actual, cuando era arzobispo de Buenos Aires, publica un diálogo que tuvo con el rabino y llega un momento que abordan el tema del demonio. Y ahí el Papa dice que el demonio, según el Apocalipsis, sin duda existe. El rabino responde que existe el mal, pero que para él no deja de ser ‘esas tendencias desordenadas que vienen de nuestra naturaleza’. A lo que el Papa actual le replica que también admitimos eso nosotros, que en el hombre haya tendencia al mal, pero además se trata de una realidad viva.
Por la experiencia que yo tengo de varios años creo en esa personificación, pero también creo que se dan enfermedades que pueden confundirnos. Ya nos lo advierte el catecismo de la iglesia católica cuando nos dice que hay que estar atentos porque hay enfermedades que se le parecen, con síntomas muy similares. En última instancia se trata de una cuestión de fe: o crees en Dios, o crees en el mal o no crees.
E.R.: ¿Existe alguna señal segura hoy en día para discriminar con certeza la verdadera de la falsa posesión?
J.J.G.S.: Yo no la tengo, pero sí que reconozco ciertos indicios, ciertas aproximaciones que me inclinan a pensar que tal vez sea. Pero la certeza no la tengo nunca. Siempre queda la posibilidad de que no se trate de una posesión. Ahí viene la determinación de cada uno… No se trata solo de creer en ello, sino de la confianza en la fuerza de Dios que me ayuda a creer en eso.
E.R.: Afirman Cortés y Gatti en el citado libro: "La impresionante y prolongada ceremonia del exorcismo puede producir en las mentes debilitadas, en los afectados por el pensamiento de obsesión persistente de haber sido invadidos por el diablo un gran daño potencial. ¿En el exorcismo se alientan y refuerzan estas obsesiones? ¿Cuándo sabemos que hay que detenerse? ¿Cuándo se percibe que en lugar de ayudar hacemos más herida?
J.J.G.S.: Eso puede ocurrir, claro que puede ocurrir y hay que andar con mucho tiento. Y antes de nada hay que sopesar y ver si lo que le ocurre puede tener otra explicación. Pero ese cuidado tiene que ser sopesado, pues si una persona está convencida de que tiene el diablo y no se le atiende, entonces no vuelve a pedirte ayuda. Renuncias con ello al bien que le podrías hacer. Es por eso que yo acudo con frecuencia a algunos colaboradores. Cuando sospecho que se trata de una neurastenia o algo parecido los envío a un médico con el que trabajo para que los diagnostique.
José Manuel Carrizo: ¿Qué es lo que se le exige o como llega un sacerdote a ser exorcista?
J.J.G.S.: Fundamentalmente el nombramiento del obispo. Yo nunca hubiera pensado que iba a ejercer este oficio. A mí me llega casi en la jubilación. En la despedida del anterior exorcista, el arzobispo de Barcelona me lo propone. Casi sin pensarlo le dije que sí. Luego hasta que interiormente me concienticé lo pase mal, pero duró muy poco. Yo como sacerdote pensé: si eres sacerdote, en la eucaristía haces cosas más grandes que todo esto. Y eso me ha dado una paz enorme. El exorcismo lo suelo realizar en una capilla, junto al Santísimo y ello me da una enorme tranquilidad. No soy yo el que lo realiza, yo le pido a Dios que sea él quien lo haga.
J.M.C.: ¿Qué condiciones ha de poseer un sacerdote para ejercer esta función?
J.J.G.S.: En primer lugar, que el obispo se fie de él. El derecho canónico exige que tenga buena fama, que disponga de una formación adecuada.
Aún así, el padre Amorth, exorcista del Vaticano, dice que cuando te nombran exorcista te dan el libro y te dicen: ‘Arréglatelas como puedas’, porque es verdad, no se dan dos casos iguales.
J.M.C: Durante mucho tiempo los sacerdotes en la confesión han ejercido de psicólogos. Los creyentes que manifiestan pudor ante este ejercicio, luego lo pierden cuando se trata de mostrar su intimidad en ciertos programas televisivos. ¿Cómo interpreta usted esta ambigüedad?
J.J.G.S.: El confesonario ha servido a menudo como terapia, lo que permitía a cierta gente ir tirando para adelante. Hoy en día esto ya no se da, y por eso ciertos padecimientos que antes eran aminorados de aquella manera, ahora tienen que ser tratados por la psicología. En ocasiones a un creyente podría ayudarle más esta atención que la que proporcionan esos profesionales.
E.R.: Vemos una maldad horripilante obrando en la humanidad, a menudo tan superior a la maldad individual, que nos preguntamos qué fuerzas pueden estar actuando aquí ¿Son fuerzas puramente humanas? ¿Se trata solo de abstracciones mentales?
J.J.G.S.: Todas estas cosas pueden influir, pero hay que andar con sumo cuidado. Yo tengo casos que sé que son esquizofrénicos, pero se trata de gente que es muy piadosa, que encuentra su desahogo y confianza, rezamos juntos. Les digo, deberías de ir al psiquiatra... Lo que sucede es que la colaboración con los psiquiatras a diferencia de con los médicos es muy difícil. Yo recibo de cuatro a cinco personas diarias, de lunes a viernes.
E.R.: En el mundo actual, quizás como consecuencia del empirismo extremado, que solo admite la verdad de lo comprobable, todo aquello que no pueda ser efectivamente verificado se deja fuera del sentido. ¿Cree que puede ser una consecuencia de ello el que haya una reviviscencia de las ‘mánticas’, de la astrología, de la creencia en los extraterrestres?
J.J.G.S.: El papa Benedicto decía que el cristiano o el creyente es aquel que tiene que con su vida dar a entender que hay algo más, porque hay cosas que no se pueden probar.
E.R.: ¿Y no habrá cobrado más auge el exorcismo debido también a esta situación?
J.J.G.S.: Puede ser; sí, y de hecho el exorcismo es una cosa que ayuda a la gente que está sufriendo. Hubo épocas en que estos casos dejaron de atenderse. Se trata de personas que sufren terriblemente y si puedes darle una ayuda... Son creyentes que han ido ya al psiquiatra y como este no les ha hecho nada, dicen, pues vengo aquí. Llegan desesperados terriblemente. Eso, ese padecer sin tregua es lo que les quita la esperanza.
![[Img #5367]](upload/img/periodico/img_5367.jpg)
Juan José Gallego Salvadores nos recibe en su casa de Castrillo de los Polvazares, en la Calle Real, pasamos directamente a un patio empedrado, con el olor envolvente y picante de los geranios, asoman petunias de unas pocas macetas, penden breves surfíneas. Tiene 73 años, su decir es grave, pausado algo monótono, lo que pone alguna lejanía en el contacto, como si se lo pensase. Se muestra en todo caso acogedor y amable. Estamos a mediados de agosto, uno de esos días en los que se huye del sol, pero el patio está fresco. En él hay habilitada una pequeña mesa camilla a la que nos sentamos. Indaga por nuestro periódico, le aclaramos que es un diario digital ubicado en Astorga. También trata de saber qué venimos buscando, le aclaramos que nos repugna la 'casquería', el sensacionalismo. Se cerciora entonces con el olfato de un detective de que efectivamente nosotros somos quienes ya esperaba que íbamos a venir. Al poco de empezar la charla llega a la casa Maruja, la del más famoso cocido maragato, viene de la consulta médica por haber sufrido el día anterior una caída; un poco de paracetamol y un antiinflamatorio, poca cosa. Le hablo de un primo mío que tiene mucha amistad con ella, le digo quién es; habláramos. Ya tenemos las puertas de la confianza de par en par para todo el tiempo que durara la entrevista.
Eloy Rubio Carro: Si todo oficio marca una vida, pareciera que el de exorcista, por lo extraño, por ese supuesto contacto con el mal, tiene que marcar a fuego. No le vamos a inquirir por el contacto, real o imaginario con esa entidad, sino por las actitudes de la gente con respecto a su persona. Le voy a contar una cosa, cuando le propusimos a un compañero que viniese con nosotros aquí, le entró temor y respondió que de ninguna manera; comentándoselo luego a una amiga respondió que ella no vendría así le llevasen los demonios. Parece como si se formase un cerco de prevención con respecto a la figura que usted representa y eso no ha podido dejarle de afectar en su vida.
Juan José Gallego Salvadores: Yo te diría que tienes razón en un aspecto. Yo te contaba por teléfono de un matrimonio de Barcelona, excelentísimas personas los dos; médico él, ella especialista en banca. Le pedí a él que me asistiera en alguna de las sesiones, pero luego noté que se mostraba remiso. Le dije otra vez que viniera a verme unos análisis y no acababa de venir, hasta que por fin supe que no lo hacía porque su mujer ante el temor de que de enterarse sus amistades, perdería prestigio, le tenía prohibido que viniese.
Respecto a mi persona o mi oficio yo sé que hay gente que se siente un tanto incómoda, pero en general yo me he sentido muy libre y no me ha impedido hacer ninguna cosa. Yo les digo a algunos compañeros, mira si yo fuera un estúpido no estaría dedicándome a esto. Yo tengo una preparación, he estado enseñando muchísimos años en la Facultad de Teología; además, les digo, esto es totalmente gratuito. A mí me pasa una pequeña ayuda el Obispado de Barcelona, y eso me ha dado una libertad muy grande, porque allí hay muchos curanderos que no cobran, pero que te piden la voluntad. Pues sí que hay una cautela, se trata de una prevención digamos que natural, porque nos codeamos con el mal en situaciones muy difíciles. Además las películas han contribuido a ello, ya que aunque suelen ser fieles, pues tratan de hechos acaecidos casi todas ellas, pues exageran la cosa. Todos esos fenómenos descritos en las películas realmente se manifiestan, lo cual explica esta actitud.
En un programa de la televisión de Manresa en el que participé, un conocido psiquiatra manifestaba que había tenido casos que se escapaban a lo que la psiquiatría nos enseña. Contó un caso de uno que había entrado en un psiquiátrico y que había pasado a ser ayudante de la enfermería, antes de morir confesó que había envenenado a unos cuantos.
Se pueden comprender los reparos para con mi persona por la ‘cosa tétrica’ que está tan difundida; pero yo no me he sentido condicionado por lo que se pueda decir. La principal razón que doy para seguir haciendo el exorcismo es porque veo que ayuda a la gente.
El otro día en una charla en Castrillo, donde había varios médicos, una de las médicas me decía: Y usted ¿cómo distingue una posesión de un caso psiquiátrico? Mira le dije, yo tampoco lo distingo, yo sé que existe la posibilidad de que haya personas influenciadas por esto; pero la certeza total y absoluta de que sea una cosa o sea otra, yo no la tengo. Cuando a mí llega alguien a contarme toda su experiencia, si a través de ciertos indicios detecto que puede haber una influencia demoníaca entonces realizo el exorcismo, si no, no lo hago.
La propia legislación de la Iglesia señala que si no hay ciertos indicios; pues certeza, lo que se dice certeza no la tenemos nunca, no se debe de realizar. Entonces yo le explico al demandante lo que es el exorcismo; le digo: pero tú quieres que te lo haga, y me replica: para eso he venido; en caso contrario tendré que volver con el psiquiatra. Más de uno me ha dicho: ¿Por qué no los mandas al psiquiatra? Si es que ya vienen del psiquiatra, les respondo… Y entonces le preguntas al paciente ¿En cuántos psiquiátricos has estado?; pues en este, en el otro, en el otro…
E.R: Pues a lo mejor también han pasado por algún curandero.
J.J.G.S.: Claro, eso es lo primero. En Barcelona hay multitud. Hay allí una pareja de curanderos que miran a ver cuántos demonios tiene el paciente; primero le sacan un demonio, luego a los quince días otro, y le pueden sacar hasta una docena; una cosa muy rara. En cambio hay otra curandera, amiga mía, que me manda gente, se trata de una persona que ha estudiado en Bélgica y en los EEUU. Cuando encuentra un caso sospechoso, entonces me lo envía.
A veces es en el mundo eclesiástico y religioso donde encontramos las críticas más acerbas contra esto. Claro si uno no cree en el diablo, no cree en estas cosas. Yo sí creo en el diablo, no en el diablo de cuerno y rabo, creo que hay esta posibilidad, no que todos los que vienen a mí lo tengan, no. Pudiera ser que sí y si ellos vienen a pedírtelo porque se sienten mal y te piden que les ayudes, entonces les echo una mano. Pero, antes de empezar les consulto: ¿Tú quieres que te haga el exorcismo?: se trata de una oración de petición a Dios. ¿Quieres que te lo haga? Para eso he venido, me responden. No he tenido a nadie que me haya dicho que no. Los que recibo vienen normalmente del obispado o de la catedral o son enviados por los sacerdotes y saben a lo que vienen.
El otro día a una señora le pregunté: ¿Usted por qué ha venido aquí? y respondió: "Pues mire, tengo una amiga que sabe lo que yo tengo y que le escuchó a usted en una entrevista", entonces me dice, "mira tienes que ir a ver a un señor que vive en Barcelona, yo no sé ni cómo se llama, no sé ni dónde vive, solo sé que lo que dijo va con eso que tienes..." Llamaron al obispado y le dieron mi dirección.
E.R.: ¿Cuáles son las prescripciones actuales de la iglesia católica en relación con los exorcismos así como las oraciones y ceremonias que de acuerdo con el ‘Rituale romanum’ deberían de recitarse cuando se realiza un exorcismo?
J. J.G.S.: En primer lugar hay que tener en cuenta que hay un ritual del exorcismo aprobado después del Concilio Vaticano II. En el año 1999 se aprobó un nuevo ritual el cual está en castellano. Yo sigo el ritual que comprende las letanías de los santos, las oraciones, las renuncias a Satanás, etc. Si al llegar a esta parte de las renuncias a Satanás no lo aceptan, yo no sigo con el exorcismo, porque si no colaboran no sirve de nada. Se trata de un acto de la iglesia, que permanece vedado a quien no disponga de la autorización del obispo.
Yo dispongo de un nombramiento que me da amplias facultades, porque dice: "Yo arzobispo, cardenal de Barcelona, te autorizo para que realices todos los exorcismos que tu consideres necesarios según tu criterio. Dado en Barcelona y la fecha". En otro tipo de autorizaciones lo que tienen es que llevar toda la documentación al obispado y el obispado decide si concede o no su venia.
E.R.: En la compilación de Karl Rahner que lleva por título ‘Sacramentum mundi’, en su artículo ‘Diablo’ manifiesta que "la doctrina de los ángeles, diablos y Satanás parece ser una interpretación y no una revelación directa de la experiencia natural en torno a diversas potestades sobrenaturales, tal doctrina puede estar y está ampliamente difundida, va penetrando lentamente desde fuera una vez interpretada y sometida a crítica en la religión auténticamente revelada." Si esto fuera así, ¿por qué se mantiene la figura del exorcismo en la iglesia católica actual?
-J. J.G.S.: Eso, en primer lugar es opinión de Karl Rahner que no es doctrina de la Iglesia. Pero Karl Rahner también escribe otro texto que dice otra cosa.
![[Img #5369]](upload/img/periodico/img_5369.jpg)
ER.: Al leer a noche el texto de Rahner, parecía que un poco más adelante se desdijera.
J.J.G.S.: Sí, claro que rectifica a eso. Mira te leo otro texto de Karl Rahner: "No basta solamente admitir la existencia de los demonios en los casos donde hay fenómenos extraordinarios, más bien hay que verla en la naturaleza y en la historia, en la que existe una cadena normal, natural explicable de acontecimientos, una dinámica de fuerzas orientadas para el mal". Se trata de una opinión teológica.
Cuenta el padre Amorth, exorcista del vaticano, en su libro: ‘El último exorcista’, que fue a ver a un cardenal para contarle ciertas cosas, después de escucharle con atención, al despedirse, el cardenal le pasó la mano por encima del hombro y le dijo: porque usted padre ‘Amor’ sabe que el demonio no existe. A lo que el padre Amorth le responde: padre, le voy a regalar un libro que dice que el demonio sí existe. Y de qué libro se trata; del evangelio, monseñor, del evangelio.
Por otra parte está la opinión de Pablo VI, que no deja de ser su opinión, pero en todo caso es una opinión autorizada: "El demonio es el mal que existe en el mundo, es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el demonio. El mal ya no solo es una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor, terrible realidad misteriosa y pavorosa. Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica todo aquel que rehúsa reconocerla como existente e igualmente se aparta quien la considera como un principio autónomo, algo que no tiene su origen en Dios como toda criatura, o bien quien la explica como una pseudorealidad, como una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias. El demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser oscuro y perturbador existe realmente y sigue actuando, es el que ataca con su sofística el equilibrio moral del hombre, el pérfido encantador que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía , de la concupiscencia, de la lógica utópica, o de las confusas relaciones sociales para introducir en nosotros la desviación.”
En Alemania hubo un problema muy serio de una muchacha que se murió y tuvo que intervenir el cardenal Rahner. A partir de entonces cambia su postura.
E.R.: En el texto de Rahner que leía ayer, tal vez una lectura al vuelo, encontraba ya contradicciones. Yo le he mencionado la parte crítica con el fin de generar replica, pero luego a continuación en el propio texto parecía que venía a apoyar esa personificación.
J.J.G.S.: No deja de ser un teólogo que interpreta, pero la interpretación oficial es la de la iglesia. En el catecismo de la iglesia católica se define el exorcismo de la siguiente forma: "Cuando la iglesia pide públicamente y con autoridad en nombre de Jesucristo que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó, de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar."
E.R.: Yo quería pedirle ahora un matiz. En el libro ‘Proceso a las posesiones y exorcismos’ de Cortés y Gatti, que he estado ojeando estos días, se realiza una distinción entre diablo y demonios, que luego utilizan para analizar si en el nuevo testamento Jesucristo realizó verdaderos exorcismos. Ellos afirman la existencia del diablo y de Satanás como una entidad definida; mientras que afirman que los diablos, que son expulsados en muchas ocasiones por Jesucristo no dejan de representar ese mal interior de origen desconocido y por convención de la época, personificado. Eso que hoy en día podríamos adjudicar sin mayores problemas a un padecimiento mental o neurológico. Sin que nieguen la existencia del diablo, interpretan el nuevo testamento con ese matiz, y así aducen que Jesucristo nunca realizó expulsiones de Satanás. La expresión 'el demonio', 'los demonios' no son sino una forma de hablar propia de aquel momento, cuando se quiere abordar un mal de origen interno y desconocido; pues también se usa la misma expresión cuando se trata de una enfermedad o una dolencia orgánica.
J.J.G.S.: Eso es una interpretación. Lo que yo te digo es también otra interpretación. La posesión es una cosa que se da muy raramente, que el diablo se hubiera aposentado en ti. Y en cambio la influencia demoníaca, las obsesiones etc., so ya es más frecuente.
El Papa actual, cuando era arzobispo de Buenos Aires, publica un diálogo que tuvo con el rabino y llega un momento que abordan el tema del demonio. Y ahí el Papa dice que el demonio, según el Apocalipsis, sin duda existe. El rabino responde que existe el mal, pero que para él no deja de ser ‘esas tendencias desordenadas que vienen de nuestra naturaleza’. A lo que el Papa actual le replica que también admitimos eso nosotros, que en el hombre haya tendencia al mal, pero además se trata de una realidad viva.
Por la experiencia que yo tengo de varios años creo en esa personificación, pero también creo que se dan enfermedades que pueden confundirnos. Ya nos lo advierte el catecismo de la iglesia católica cuando nos dice que hay que estar atentos porque hay enfermedades que se le parecen, con síntomas muy similares. En última instancia se trata de una cuestión de fe: o crees en Dios, o crees en el mal o no crees.
E.R.: ¿Existe alguna señal segura hoy en día para discriminar con certeza la verdadera de la falsa posesión?
J.J.G.S.: Yo no la tengo, pero sí que reconozco ciertos indicios, ciertas aproximaciones que me inclinan a pensar que tal vez sea. Pero la certeza no la tengo nunca. Siempre queda la posibilidad de que no se trate de una posesión. Ahí viene la determinación de cada uno… No se trata solo de creer en ello, sino de la confianza en la fuerza de Dios que me ayuda a creer en eso.
E.R.: Afirman Cortés y Gatti en el citado libro: "La impresionante y prolongada ceremonia del exorcismo puede producir en las mentes debilitadas, en los afectados por el pensamiento de obsesión persistente de haber sido invadidos por el diablo un gran daño potencial. ¿En el exorcismo se alientan y refuerzan estas obsesiones? ¿Cuándo sabemos que hay que detenerse? ¿Cuándo se percibe que en lugar de ayudar hacemos más herida?
J.J.G.S.: Eso puede ocurrir, claro que puede ocurrir y hay que andar con mucho tiento. Y antes de nada hay que sopesar y ver si lo que le ocurre puede tener otra explicación. Pero ese cuidado tiene que ser sopesado, pues si una persona está convencida de que tiene el diablo y no se le atiende, entonces no vuelve a pedirte ayuda. Renuncias con ello al bien que le podrías hacer. Es por eso que yo acudo con frecuencia a algunos colaboradores. Cuando sospecho que se trata de una neurastenia o algo parecido los envío a un médico con el que trabajo para que los diagnostique.
![[Img #5368]](upload/img/periodico/img_5368.jpg)
José Manuel Carrizo: ¿Qué es lo que se le exige o como llega un sacerdote a ser exorcista?
J.J.G.S.: Fundamentalmente el nombramiento del obispo. Yo nunca hubiera pensado que iba a ejercer este oficio. A mí me llega casi en la jubilación. En la despedida del anterior exorcista, el arzobispo de Barcelona me lo propone. Casi sin pensarlo le dije que sí. Luego hasta que interiormente me concienticé lo pase mal, pero duró muy poco. Yo como sacerdote pensé: si eres sacerdote, en la eucaristía haces cosas más grandes que todo esto. Y eso me ha dado una paz enorme. El exorcismo lo suelo realizar en una capilla, junto al Santísimo y ello me da una enorme tranquilidad. No soy yo el que lo realiza, yo le pido a Dios que sea él quien lo haga.
J.M.C.: ¿Qué condiciones ha de poseer un sacerdote para ejercer esta función?
J.J.G.S.: En primer lugar, que el obispo se fie de él. El derecho canónico exige que tenga buena fama, que disponga de una formación adecuada.
Aún así, el padre Amorth, exorcista del Vaticano, dice que cuando te nombran exorcista te dan el libro y te dicen: ‘Arréglatelas como puedas’, porque es verdad, no se dan dos casos iguales.
J.M.C: Durante mucho tiempo los sacerdotes en la confesión han ejercido de psicólogos. Los creyentes que manifiestan pudor ante este ejercicio, luego lo pierden cuando se trata de mostrar su intimidad en ciertos programas televisivos. ¿Cómo interpreta usted esta ambigüedad?
J.J.G.S.: El confesonario ha servido a menudo como terapia, lo que permitía a cierta gente ir tirando para adelante. Hoy en día esto ya no se da, y por eso ciertos padecimientos que antes eran aminorados de aquella manera, ahora tienen que ser tratados por la psicología. En ocasiones a un creyente podría ayudarle más esta atención que la que proporcionan esos profesionales.
E.R.: Vemos una maldad horripilante obrando en la humanidad, a menudo tan superior a la maldad individual, que nos preguntamos qué fuerzas pueden estar actuando aquí ¿Son fuerzas puramente humanas? ¿Se trata solo de abstracciones mentales?
J.J.G.S.: Todas estas cosas pueden influir, pero hay que andar con sumo cuidado. Yo tengo casos que sé que son esquizofrénicos, pero se trata de gente que es muy piadosa, que encuentra su desahogo y confianza, rezamos juntos. Les digo, deberías de ir al psiquiatra... Lo que sucede es que la colaboración con los psiquiatras a diferencia de con los médicos es muy difícil. Yo recibo de cuatro a cinco personas diarias, de lunes a viernes.
E.R.: En el mundo actual, quizás como consecuencia del empirismo extremado, que solo admite la verdad de lo comprobable, todo aquello que no pueda ser efectivamente verificado se deja fuera del sentido. ¿Cree que puede ser una consecuencia de ello el que haya una reviviscencia de las ‘mánticas’, de la astrología, de la creencia en los extraterrestres?
J.J.G.S.: El papa Benedicto decía que el cristiano o el creyente es aquel que tiene que con su vida dar a entender que hay algo más, porque hay cosas que no se pueden probar.
E.R.: ¿Y no habrá cobrado más auge el exorcismo debido también a esta situación?
J.J.G.S.: Puede ser; sí, y de hecho el exorcismo es una cosa que ayuda a la gente que está sufriendo. Hubo épocas en que estos casos dejaron de atenderse. Se trata de personas que sufren terriblemente y si puedes darle una ayuda... Son creyentes que han ido ya al psiquiatra y como este no les ha hecho nada, dicen, pues vengo aquí. Llegan desesperados terriblemente. Eso, ese padecer sin tregua es lo que les quita la esperanza.