Fray Ceferino y Oliver Cromwell van de botones
![[Img #50171]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2020/6090_panero4.jpg)
Coincido con Javier Huerta y celebro su columna en este periódico sobre la ignorancia y el vandalismo: Estulticia iconoclasta. Me acuerdo perfectamente de la grata sorpresa al conocer (2001) la existencia de los Budas de Bamiyán y luego la mezcla de incredulidad y frustración al enterarme de su destrucción a manos de los talibándalos (2001).
Como en los cuentos de hadas, hay malos muy malos en la historia humana y luego hay pobres desgraciados como Knut Hamsun o los intelectuales guays de Londres que se empeñaron en negar los frutos del estalinismo. Por no hablar del filósofo alemán Martin Heidegger. La historia es casi tan compleja como el alma.
En mi barrio hay una calle cuyo cartel indicativo pone Fray Ceferino y justo debajo entre paréntesis (a veces hay que resaltar la fama humilde) trae la palabra filósofo. Esto me parece magnífico o al menos un golpe de suerte. Si hubieran puesto teólogo, yo no habría repasado la biografía del buen fraile porque ni comprendo la teología en general ni sé por qué uno, a veces, tiene que ponerse en contacto con un Santo en vez de hablar directamente con Dios… quien domina más de cinco mil lenguas, más el argot y los tacos más coloridos actuales del castellano de la calle.
Supongo que en otro momento algún alcalde vendrá a sustituirlo por Ceferino González y entre paréntesis fray/fraile y después otro tal vez ponga Filósofo Ceferino y entre paréntesis sacerdote dominico. Reducir y encasillar… ¿manías del historiador sesgado o cuestiones de justicia, obligaciones de la Verdad?
En el caso de estos días, el de las estatuas de famosos de la Historia polémicos yo me opongo a la destrucción de ellas. Propongo alternar o, mejor aún, pluralizar y digitalizar los letreros de los pedestales, ofreciendo al público la oportunidad de teclear la descripción más fiel a su opinión y dar su me gusta al pasar por delante. A las cinco de la tarde, por ejemplo, se apagaría el sistema y, de acuerdo con la reacción del público, tendríamos el letrero del día, una especie de foto fija, un souvenir de la interacción del público con la Historia. Podría reanudarse a las doce de la mañana siguiente para que los turistas no tuvieran que madrugar mucho y así facilitarles tiempo para ver la descripción del día de nuestros monumentos públicos.
Por ejemplo: Cromwell. La placa interactiva con pantalla (como cualquier conjunto de botones en un portal moderno de un bloque de pisos) nos daría, fácilmente, diez teclas optativas.
Estadista, general, republicano, fanático, cristiano pío, dictador, protestante rebelde (valga la redundancia), uno de los inventores de la limpieza étnica (chiste – pero que en absoluto broma - que sólo se pilla en Irlanda y quizás también algún inglés decente, erudito, que por desgracia y por fortuna, no sabe dónde está Magaluf), puritano radical (oxímoron estupendo) y, según la BBC (2002), uno de los diez mejores británicos de todos los tiempos. Por cierto, le siguen ganando (2020) los dos grandes fumadores Winston Churchill y John Winston Ono Lennon.
Evidentemente el sistema tendría una manera de identificar la huella dactilar (ofreciendo una nueva fecha próxima en caso de querer revisar la elección) para así evitar abusos y repeticiones. Los políticos (ya, ya, yo también tengo mis dudas) podrían decidir el número de teclas a disposición del ciudadano. Las teclas indicarían las carreras o las gestas o las invenciones / guiones patrióticos de cine etc., del personaje histórico. En las sociedades más abiertas y plurales, un ciudadano podría marcar según sus estudios, convicciones o prejuicios, hasta tres teclas, digamos, de todo un abanico determinado como ya aclaro arriba. Por ejemplo: Thomas Jefferson. Firmante de La Constitución de EEUU, arquitecto, y negrero … con amante negra (entre otras cosas).
Un rey, por ejemplo, podría ser personaje clave de una transición, mujeriego con amplias dietas, y católico practicante. Pero mi madre, en este último caso, (lógicamente por ser gran teóloga amateur) no podría comprender tanta generosidad de miras casi bordando la hipocresía.
…
Ahora voy a quemar todos mis libros por si alguien se ofende por el predominio del alfabeto latino en la biblioteca.
![[Img #50171]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2020/6090_panero4.jpg)
Coincido con Javier Huerta y celebro su columna en este periódico sobre la ignorancia y el vandalismo: Estulticia iconoclasta. Me acuerdo perfectamente de la grata sorpresa al conocer (2001) la existencia de los Budas de Bamiyán y luego la mezcla de incredulidad y frustración al enterarme de su destrucción a manos de los talibándalos (2001).
Como en los cuentos de hadas, hay malos muy malos en la historia humana y luego hay pobres desgraciados como Knut Hamsun o los intelectuales guays de Londres que se empeñaron en negar los frutos del estalinismo. Por no hablar del filósofo alemán Martin Heidegger. La historia es casi tan compleja como el alma.
En mi barrio hay una calle cuyo cartel indicativo pone Fray Ceferino y justo debajo entre paréntesis (a veces hay que resaltar la fama humilde) trae la palabra filósofo. Esto me parece magnífico o al menos un golpe de suerte. Si hubieran puesto teólogo, yo no habría repasado la biografía del buen fraile porque ni comprendo la teología en general ni sé por qué uno, a veces, tiene que ponerse en contacto con un Santo en vez de hablar directamente con Dios… quien domina más de cinco mil lenguas, más el argot y los tacos más coloridos actuales del castellano de la calle.
Supongo que en otro momento algún alcalde vendrá a sustituirlo por Ceferino González y entre paréntesis fray/fraile y después otro tal vez ponga Filósofo Ceferino y entre paréntesis sacerdote dominico. Reducir y encasillar… ¿manías del historiador sesgado o cuestiones de justicia, obligaciones de la Verdad?
En el caso de estos días, el de las estatuas de famosos de la Historia polémicos yo me opongo a la destrucción de ellas. Propongo alternar o, mejor aún, pluralizar y digitalizar los letreros de los pedestales, ofreciendo al público la oportunidad de teclear la descripción más fiel a su opinión y dar su me gusta al pasar por delante. A las cinco de la tarde, por ejemplo, se apagaría el sistema y, de acuerdo con la reacción del público, tendríamos el letrero del día, una especie de foto fija, un souvenir de la interacción del público con la Historia. Podría reanudarse a las doce de la mañana siguiente para que los turistas no tuvieran que madrugar mucho y así facilitarles tiempo para ver la descripción del día de nuestros monumentos públicos.
Por ejemplo: Cromwell. La placa interactiva con pantalla (como cualquier conjunto de botones en un portal moderno de un bloque de pisos) nos daría, fácilmente, diez teclas optativas.
Estadista, general, republicano, fanático, cristiano pío, dictador, protestante rebelde (valga la redundancia), uno de los inventores de la limpieza étnica (chiste – pero que en absoluto broma - que sólo se pilla en Irlanda y quizás también algún inglés decente, erudito, que por desgracia y por fortuna, no sabe dónde está Magaluf), puritano radical (oxímoron estupendo) y, según la BBC (2002), uno de los diez mejores británicos de todos los tiempos. Por cierto, le siguen ganando (2020) los dos grandes fumadores Winston Churchill y John Winston Ono Lennon.
Evidentemente el sistema tendría una manera de identificar la huella dactilar (ofreciendo una nueva fecha próxima en caso de querer revisar la elección) para así evitar abusos y repeticiones. Los políticos (ya, ya, yo también tengo mis dudas) podrían decidir el número de teclas a disposición del ciudadano. Las teclas indicarían las carreras o las gestas o las invenciones / guiones patrióticos de cine etc., del personaje histórico. En las sociedades más abiertas y plurales, un ciudadano podría marcar según sus estudios, convicciones o prejuicios, hasta tres teclas, digamos, de todo un abanico determinado como ya aclaro arriba. Por ejemplo: Thomas Jefferson. Firmante de La Constitución de EEUU, arquitecto, y negrero … con amante negra (entre otras cosas).
Un rey, por ejemplo, podría ser personaje clave de una transición, mujeriego con amplias dietas, y católico practicante. Pero mi madre, en este último caso, (lógicamente por ser gran teóloga amateur) no podría comprender tanta generosidad de miras casi bordando la hipocresía.
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Ahora voy a quemar todos mis libros por si alguien se ofende por el predominio del alfabeto latino en la biblioteca.






