La Bayer pierde, “sus herbicidas matan” (no solo hierbas sino también personas)
![[Img #50442]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2020/1700_descarga.jpg)
La poderosa Bayer pierde todas las apelaciones posibles frente a un individuo californiano que demandó a la multinacional acusándola de que su herbicida Roundup le causó el cáncer terminal que ahora tiene. De nuevo David vence a Goliat.
La multinacional Bayer viene campando por sus fueros desde tiempos inmemoriales. Es un gigante, tan gigante que está acostumbrada a pasarse los controles y las leyes por el forro, y por supuesto, a la OMS (Organización Mundial de la Salud).
La empresa Bayer comenzó siendo una pequeña fábrica en Barmen, Alemania, que elaboraba tintes textiles allá por el año 1863. Su andadura farmacéutica arrancó con el éxito del descubrimiento de la mundialmente famosa aspirina, en 1897, a partir de la corteza del sauce (ácido acetilsalicílico).
A partir de entonces su crecimiento ha sido imparable. Una división de la multinacional se ocupa de los productos agroquímicos: plaguicidas, herbicidas, insecticidas, ingeniería genética de alimentos… todo lo relacionado con la industria alimentaria, donde está el presente y el futuro de los negocios y de donde todos los grandes quieren sacar provecho. Hoy he leído que Amazon quiere su trocito de pastel de esta grande y dulce tarta y piensa incorporar la distribución de alimentos a su macroempresa.
La alimentación es la base de nuestra vida, tan necesario como el respirar. Es un producto de primera necesidad, ahí está la base del negocio. De momento el aire que respiramos no nos lo pueden vender, aunque lo que sí pueden, y hacen, es manipularlo y contaminarlo. Pero la alimentación es otra cosa. Se puede intervenir y sacar buenísimos beneficios en cada una de las etapas de su recorrido, en la producción, selección, procesamiento, transporte y venta de alimentos. Las multinacionales se han dado cuenta que ni diamantes, ni minas de coltán, ni petróleo, ni finanzas, ni construcciones, ni nada, la industria alimentaria es la cantera de dólares más próspera y segura. Precisamente ese es el filón que están explotando las grandes multinacionales en todas y cada una de las distintas fases de ese proceso. El beneficio lo tienen asegurado.
Por eso Bayer se hizo, en el 2016, por 66.000 millones de dólares, con la famosa y controvertida Monsanto, multinacional productora de agroquímicos y biotecnología destinados a la agricultura. Su aportación más controvertida y desastrosa, y que llevó a la ruina a miles de agricultores indios, ha sido la modificación genética de células vegetales y la patente de las semillas. Sus semillas no producían más semillas por lo que para cada nuevo cultivo había que recomprar las semillas a Monsanto. Un negocio redondo. En cuanto a herbicidas sacó al mercado el glifosato, con la marca Roundup.
Precisamente es este producto herbicida del glifosato el que ha llevado a la Bayer al banquillo de los acusados, a ser condenado a pagar 20.5 millones de dólares al particular Johnson por quedar demostrado que su cáncer terminal había sido provocado por el herbicida Roundup. “Un tribunal de California señaló que el demandante, identificado como Johnson, ofreció evidencia "abundante" de los daños que le provocaron el glifosato y otros ingredientes del producto”, anuncia el periódico RT.
Ya hablé en otro artículo sobre la culpabilidad de la Bayer en aquellas muertes que taparon las administraciones, y hasta la OMS, con el llamado drama del ‘aceite de colza’. Un envenenamiento atribuido a un aceite de colza adulterado que acabó con la vida de 300 personas y 25.000 afectados, en 1981.
Pero en realidad quedó demostrado, pero no admitido públicamente ni respaldado administrativamente, que se trataba de una partida importante de fertilizante de la empresa Bayer que se les había estropeado y se resistían a perder beneficios, así que decidieron venderlo a las plantaciones de Almería porque en España no había control ninguno sobre esos productos químicos.
Esto último lo llegó a reconocer la multinacional, no, por supuesto, que su producto fuera el causante de las muertes, claro, pero sí que se aprovechaban de la falta de control español para probar la eficacia, o no, de sus productos químicos, haciendo de las plantaciones españolas su campo de pruebas. También admitieron que los productos, objetos de las pruebas, luego se introducían en el mercado. Pero quienes lo demostraron, o sabían de su culpabilidad, acabaron muertos en extrañísimas circunstancias, y la Bayer de rositas. Tuve acceso a buena información entonces.
Por fin, y después de infinidad de tropelías con sus productos, este gigante de la industria farmacéutica y alimentaria, ha sido pillado y condenado. Aunque no creo que esos pocos millones sean una gran cosa para ese coloso de la química, ni creo que le sirva de escarmiento para que no nos envenene más con sus productos. Seguirá haciendo y deshaciendo a su ‘macro interés’ porque es muy, muy grande y a los grandes ya se sabe, es muy difícil pillarles porque tienen el gran respaldo de sus arcas llenas de monedas, y eso es mucho más efectivo que un buen bufete de abogados.
Asombrosamente un día oí alguien de sanidad decir con total soltura, queriendo justificar la salud de los habitantes del pueblo de Nistal, que en este pueblo la gente está muy sana, salvo una pequeña anécdota puntual y anual : “tan sólo enferman de los pulmones en la época de las fumigaciones”. Impresionante.
El otro día un tractor con unas alas enormes extendidas a ambos lados de las que le salía una especie de vapor estaba rociando la plantación del trigo a dos pasos de mi domicilio. Al salir de la casa una bofetada de ese vapor irrespirable, tóxico, que se supone era algún pesticida, o herbicida o agroquímico, me hizo retroceder corriendo a refugiarme en la vivienda. Insoportable respirar aquello. Tratamos de averiguar si aquella situación era posible, si no existe alguna regulación al respecto, si no se controlan los productos y las distancias de las fumigaciones con las viviendas, pero no hubo manera de saber si eso se controla por ley o no. Las administraciones a las que preguntamos no tenían idea.
Bueno, me inclino a pensar que seguimos como hace 40 años. No parece que se tome muy en serio el control de los productos químicos que se usan en la producción de la alimentación, ni tampoco en la contaminación ambiental.
Y… el truco de este pingue negocio está en que todos esos productos químicos venenosos que se utilizan en la cadena alimentaria no nos matan de golpe sino que nos van deteriorando lentamente, a unos les sale cáncer en cualquier órgano, a otros alzhéimer, enfermedades hepáticas, cardiovasculares, diabetes, asma, alergias… Son enfermedades que ‘gracias a los medicamentos’ no acaban con la vida humana sino que se vuelven crónicas. Y en esa evolución de no morir sino sobrevivir con un surtido de pastillas, el enfermo gana años de vida (más o menos buena) pero gana muchísimo más la misma multinacional que nos ha producido el mal con sus químicos venenosos porque es la misma la que nos vende luego el largo mantenimiento de vida con sus productos medicinales. Más larga vida ‘sostenida’ muchas más ganancias para la industria farmacéutica (que como he dicho antes es la misma que la industria de agroquímicos).
Romper ese circuito pinta tarea imposible porque estas multinacionales son los lobbies (grupos de presión, controladores de las Administraciones) del mundo. Parece que a nosotros, todo el mundo de ‘a pie’, nos toca seguir como hamsters de laboratorio. Por eso es muy importante este reconocimiento de la justicia americana. El producto químico glifosato es el causante del cáncer del californiano Jonhson y la multinacional Bayer culpable de su herbicida venenoso. ¡Por fin!
O témpora o mores
![[Img #50442]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2020/1700_descarga.jpg)
La poderosa Bayer pierde todas las apelaciones posibles frente a un individuo californiano que demandó a la multinacional acusándola de que su herbicida Roundup le causó el cáncer terminal que ahora tiene. De nuevo David vence a Goliat.
La multinacional Bayer viene campando por sus fueros desde tiempos inmemoriales. Es un gigante, tan gigante que está acostumbrada a pasarse los controles y las leyes por el forro, y por supuesto, a la OMS (Organización Mundial de la Salud).
La empresa Bayer comenzó siendo una pequeña fábrica en Barmen, Alemania, que elaboraba tintes textiles allá por el año 1863. Su andadura farmacéutica arrancó con el éxito del descubrimiento de la mundialmente famosa aspirina, en 1897, a partir de la corteza del sauce (ácido acetilsalicílico).
A partir de entonces su crecimiento ha sido imparable. Una división de la multinacional se ocupa de los productos agroquímicos: plaguicidas, herbicidas, insecticidas, ingeniería genética de alimentos… todo lo relacionado con la industria alimentaria, donde está el presente y el futuro de los negocios y de donde todos los grandes quieren sacar provecho. Hoy he leído que Amazon quiere su trocito de pastel de esta grande y dulce tarta y piensa incorporar la distribución de alimentos a su macroempresa.
La alimentación es la base de nuestra vida, tan necesario como el respirar. Es un producto de primera necesidad, ahí está la base del negocio. De momento el aire que respiramos no nos lo pueden vender, aunque lo que sí pueden, y hacen, es manipularlo y contaminarlo. Pero la alimentación es otra cosa. Se puede intervenir y sacar buenísimos beneficios en cada una de las etapas de su recorrido, en la producción, selección, procesamiento, transporte y venta de alimentos. Las multinacionales se han dado cuenta que ni diamantes, ni minas de coltán, ni petróleo, ni finanzas, ni construcciones, ni nada, la industria alimentaria es la cantera de dólares más próspera y segura. Precisamente ese es el filón que están explotando las grandes multinacionales en todas y cada una de las distintas fases de ese proceso. El beneficio lo tienen asegurado.
Por eso Bayer se hizo, en el 2016, por 66.000 millones de dólares, con la famosa y controvertida Monsanto, multinacional productora de agroquímicos y biotecnología destinados a la agricultura. Su aportación más controvertida y desastrosa, y que llevó a la ruina a miles de agricultores indios, ha sido la modificación genética de células vegetales y la patente de las semillas. Sus semillas no producían más semillas por lo que para cada nuevo cultivo había que recomprar las semillas a Monsanto. Un negocio redondo. En cuanto a herbicidas sacó al mercado el glifosato, con la marca Roundup.
Precisamente es este producto herbicida del glifosato el que ha llevado a la Bayer al banquillo de los acusados, a ser condenado a pagar 20.5 millones de dólares al particular Johnson por quedar demostrado que su cáncer terminal había sido provocado por el herbicida Roundup. “Un tribunal de California señaló que el demandante, identificado como Johnson, ofreció evidencia "abundante" de los daños que le provocaron el glifosato y otros ingredientes del producto”, anuncia el periódico RT.
Ya hablé en otro artículo sobre la culpabilidad de la Bayer en aquellas muertes que taparon las administraciones, y hasta la OMS, con el llamado drama del ‘aceite de colza’. Un envenenamiento atribuido a un aceite de colza adulterado que acabó con la vida de 300 personas y 25.000 afectados, en 1981.
Pero en realidad quedó demostrado, pero no admitido públicamente ni respaldado administrativamente, que se trataba de una partida importante de fertilizante de la empresa Bayer que se les había estropeado y se resistían a perder beneficios, así que decidieron venderlo a las plantaciones de Almería porque en España no había control ninguno sobre esos productos químicos.
Esto último lo llegó a reconocer la multinacional, no, por supuesto, que su producto fuera el causante de las muertes, claro, pero sí que se aprovechaban de la falta de control español para probar la eficacia, o no, de sus productos químicos, haciendo de las plantaciones españolas su campo de pruebas. También admitieron que los productos, objetos de las pruebas, luego se introducían en el mercado. Pero quienes lo demostraron, o sabían de su culpabilidad, acabaron muertos en extrañísimas circunstancias, y la Bayer de rositas. Tuve acceso a buena información entonces.
Por fin, y después de infinidad de tropelías con sus productos, este gigante de la industria farmacéutica y alimentaria, ha sido pillado y condenado. Aunque no creo que esos pocos millones sean una gran cosa para ese coloso de la química, ni creo que le sirva de escarmiento para que no nos envenene más con sus productos. Seguirá haciendo y deshaciendo a su ‘macro interés’ porque es muy, muy grande y a los grandes ya se sabe, es muy difícil pillarles porque tienen el gran respaldo de sus arcas llenas de monedas, y eso es mucho más efectivo que un buen bufete de abogados.
Asombrosamente un día oí alguien de sanidad decir con total soltura, queriendo justificar la salud de los habitantes del pueblo de Nistal, que en este pueblo la gente está muy sana, salvo una pequeña anécdota puntual y anual : “tan sólo enferman de los pulmones en la época de las fumigaciones”. Impresionante.
El otro día un tractor con unas alas enormes extendidas a ambos lados de las que le salía una especie de vapor estaba rociando la plantación del trigo a dos pasos de mi domicilio. Al salir de la casa una bofetada de ese vapor irrespirable, tóxico, que se supone era algún pesticida, o herbicida o agroquímico, me hizo retroceder corriendo a refugiarme en la vivienda. Insoportable respirar aquello. Tratamos de averiguar si aquella situación era posible, si no existe alguna regulación al respecto, si no se controlan los productos y las distancias de las fumigaciones con las viviendas, pero no hubo manera de saber si eso se controla por ley o no. Las administraciones a las que preguntamos no tenían idea.
Bueno, me inclino a pensar que seguimos como hace 40 años. No parece que se tome muy en serio el control de los productos químicos que se usan en la producción de la alimentación, ni tampoco en la contaminación ambiental.
Y… el truco de este pingue negocio está en que todos esos productos químicos venenosos que se utilizan en la cadena alimentaria no nos matan de golpe sino que nos van deteriorando lentamente, a unos les sale cáncer en cualquier órgano, a otros alzhéimer, enfermedades hepáticas, cardiovasculares, diabetes, asma, alergias… Son enfermedades que ‘gracias a los medicamentos’ no acaban con la vida humana sino que se vuelven crónicas. Y en esa evolución de no morir sino sobrevivir con un surtido de pastillas, el enfermo gana años de vida (más o menos buena) pero gana muchísimo más la misma multinacional que nos ha producido el mal con sus químicos venenosos porque es la misma la que nos vende luego el largo mantenimiento de vida con sus productos medicinales. Más larga vida ‘sostenida’ muchas más ganancias para la industria farmacéutica (que como he dicho antes es la misma que la industria de agroquímicos).
Romper ese circuito pinta tarea imposible porque estas multinacionales son los lobbies (grupos de presión, controladores de las Administraciones) del mundo. Parece que a nosotros, todo el mundo de ‘a pie’, nos toca seguir como hamsters de laboratorio. Por eso es muy importante este reconocimiento de la justicia americana. El producto químico glifosato es el causante del cáncer del californiano Jonhson y la multinacional Bayer culpable de su herbicida venenoso. ¡Por fin!
O témpora o mores






