Néstor Rojas enciende una luz en Astorga con su último poemario
El salón de actos de la Biblioteca de Astorga acogía este miércoles la presentación del libro ‘Alguien enciende una luz’ del poeta venezolano afincado en Astorga, Néstor Rojas.
Intervinieron en la presentación, Luis Miguel Suárez, que abordó los temas y algunos simbolismos del libro de Néstor Rojas aportando un acercamiento global a la obra. Continuó Eloy Rubio Carro, haciendo un análisis del primer poema del libro, del que dijo que podría ser como un compendio o una entrada para comprender todos los demás y que ese poema hacía necesarios a los otros 54 del libro. Para terminar con un recital por parte de Néstor Rojas de algunos de los poemas del libro.
El estado de pandemia ha conseguido que la asistencia a este tipo de actos, ya de por sí minoritarios, sea todavía más reducido. Estamos ante un libro de poemas magnífico y seguramente habrá muchas personas que puedan acceder a él en las librerías o en la biblioteca. Para esa gente y para quienes por temor o prevención no pudieran acercarse a la presentación, proporcionamos el texto de Luis Miguel Suárez, leído en la misma.
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Presentación de 'Alguien enciende una luz'
En primer lugar, quiero agradecer a Néstor Rojas su invitación para estar hoy aquí presentando este libro. Es una invitación que constituye para mí un gran placer, pues se trata de un gran poeta (y de un gran amigo). Néstor Rojas es, todos ustedes lo saben, un reconocido poeta venezolano al que las difíciles circunstancias de la vida han traído hasta Astorga y lo han hecho astorgano de adopción. Autor de unos cuantos libros —entre otros, Transfiguraciones (1988), Sepia (1992); Diario de El Fulmar (1993); Ocre (1994); Los trabajos del tiempo (1996); Hexagramas del vértigo (2003), En Trance de mudanza (2008), Antología de la Poesía comentada del Orinoco (2009)— que ahora son prácticamente inencontrables (por cierto, sería una pena que no se pudiera reeditar algunos de estos títulos), este Alguien enciende una luz es el primer libro que publica en España y viene a certificar, sin duda, una trayectoria llena de premios y reconocimientos en su país.
Ya en el primer poema, que viene a ser una especie de prólogo, dice en su primer verso “La historia comienza en un tiempo que ya no existe” y termina “escribes para que el viaje de ida no acabe / y haya luz en el portal de la memoria” (p. 6). Este es el planteamiento general del libro —Eloy se detendrá luego en este primer poema—: es una vuelta al pasado para recuperar la memoria a través de la poesía. Porque como señala el propio poeta, "Quien olvida sus raíces vive a la sombra del vacío” (p. 7). Y sus raíces son la tierra y la familia.
Especial protagonismo ocupará la figura del padre rescatado del recuerdo —·”El alma de tu padre continúa su ascensión, / casi en vilo / Apenas la sostiene el temblor de la memoria”» (p. 7)—, y omnipresente a lo largo de todo el libro. Es un canto emocionado de amor filial y de dolor por la pérdida: “Desde que te fuiste / ando como quien vive en duelo consigo mismo” (p. 11). Y al lado del padre, emergen otras figuras familiares como la madre (p. 16) o la abuela —«…debajo de esa tela solar tejida por las manos de mi abuela ya muerta / las huellas familiares andan, / palpitan como almas que se resisten a morir» (p. 17)—. Para todos ellos se solicita la piedad y el recuerdo: “para los difuntos reclamo la unción de la piedad / Para ellos alguien enciende una luz en la niebla” (p. 36). He aquí pues, en este último verso el sentido del título del poemario.
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“La memoria es un cuerpo que no deja de sangrar” (p. 37), nos dice también el poeta. Y, en efecto, el recuerdo de los seres queridos arrebatados por la muerte y el paso inexorable del tiempo son motivo de dolor que no encuentra consuelo y que se convierte en dolor existencial: “he regresado al ahora, / al dolor de estar vivo” (p. 51). Esa desolación lleva incluso al poeta a refutar pensamientos consagrados por la tradición: “En la tierra al morir, poco queda del polvo enamorado” (p. 39). En fin, ni el amor constante más allá de la muerte que otros cantaron logra aliviar la desazón del poeta.
Así pues, el lamento, la elegía es el tono predominante en Alguien enciende una luz. Pero hay también un importante componente reflexivo, en particular sobre la propia poesía. Ya nos hemos referido, a propósito del primer poema, al papel fundamental que desempeña la poesía en la rememoración y recuperación del pasado. Esa misma idea la reiterará en otros lugares: “pongo mi empeño en recoger mis reminiscencias / más íntimas, los trozos de mis días ya perdidos” (p. 28); “La escritura hace resucitar un mundo olvidado” (p. 48); “He hecho de la escritura una arqueología de la evocación” (p. 59). Y por ello también la poesía llega a convertirse en razón que da sentido a la vida del poeta —“la poesía es mi aposento de todos los días, la magia de una fe con la que alimento el alma” (p. 18); “El verbo que indaga la verdad me revela y es cálido refugio para mi soledad.” (p. 52). En cualquier caso, la poesía es, como el propio título revela, una luz, que el poeta enciende, y sus poemas se convierten, por tanto, en iluminaciones, incluso al modo de Rimbaud al que cita explícitamente: “mis iluminaciones son hijas de la orfandad y el desencanto” (p. 50). Aunque a veces el sentido del poema solo sea claro para el poeta, porque las palabras “A veces salen sin sentido como líneas discontinuas que solo yo entiendo” (p. 47).
Pero tampoco hay que olvidar que la poesía es literatura, ficción, y que el propio poeta se convierte en personaje. De ahí que a veces el poeta se detenga un momento para marcar ese distanciamiento entre él mismo y su personaje: “Has pintado una versión aproximada de ti mismo, / una imagen sucesiva que te ata al cuadro familiar… / Has esbozado un personaje a partir de una mancha / que apareció en el espejo· (p. 23). En este sentido resulta muy revelador el penúltimo poema —mejor dicho poema en prosa, porque no lo hemos dicho hasta ahora en el poema alternan el verso libre, el versículo y el poema en prosa— que viene a ser un epílogo metapoético : “Mi yo alucinado estuvo en el Jardín de los que duermen, viajó por el tiempo hacia dentro donde me habitan nombres y máscaras” (p. 59). Esta última palabra, ‘máscara’ — en otro lugar hablará también de los espejos (p. 39), otra metáfora significativa— resulta muy reveladora de ese carácter de personaje que asume el poeta en sus versos (por cierto, en algunos pasajes aparece un tú ambiguo que no sabemos si es el padre, o un desdoblamiento del poeta o de su propio personaje). En fin, conviene recordar que Néstor Rojas es también poeta de múltiples máscaras, es decir, en él, como en Pessoa, habitan múltiples poetas.
![[Img #50584]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2020/5656_4.jpg)
Por último, solo quiero apuntar que hay en este libro algunos pasajes que rinden homenaje a poetas y escritores particularmente gratos para Néstor Rojas — Rimbaud, Vicente Gerbasi, David Huerta, José Carlos Becerra, Juan Rulfo o Lêdo Ivo— citados de forma explícita o marcados de forma implícita a través del entrecomillado. Quizás estos versos contengan otras tantas incitaciones a la lectura.
En definitiva, ‘Alguien enciende una luz’ ofrece una rica gama de lecturas y de sentidos. Cada lector sin duda encontrará otros nuevos. Así que solo queda terminar con una invitación a la lectura de este nuevo libro de Néstor Rojas.
* La numeración de los versos corresponde a la edición del libro en tapa dura.
Intervinieron en la presentación, Luis Miguel Suárez, que abordó los temas y algunos simbolismos del libro de Néstor Rojas aportando un acercamiento global a la obra. Continuó Eloy Rubio Carro, haciendo un análisis del primer poema del libro, del que dijo que podría ser como un compendio o una entrada para comprender todos los demás y que ese poema hacía necesarios a los otros 54 del libro. Para terminar con un recital por parte de Néstor Rojas de algunos de los poemas del libro.
El estado de pandemia ha conseguido que la asistencia a este tipo de actos, ya de por sí minoritarios, sea todavía más reducido. Estamos ante un libro de poemas magnífico y seguramente habrá muchas personas que puedan acceder a él en las librerías o en la biblioteca. Para esa gente y para quienes por temor o prevención no pudieran acercarse a la presentación, proporcionamos el texto de Luis Miguel Suárez, leído en la misma.
Presentación de 'Alguien enciende una luz'
En primer lugar, quiero agradecer a Néstor Rojas su invitación para estar hoy aquí presentando este libro. Es una invitación que constituye para mí un gran placer, pues se trata de un gran poeta (y de un gran amigo). Néstor Rojas es, todos ustedes lo saben, un reconocido poeta venezolano al que las difíciles circunstancias de la vida han traído hasta Astorga y lo han hecho astorgano de adopción. Autor de unos cuantos libros —entre otros, Transfiguraciones (1988), Sepia (1992); Diario de El Fulmar (1993); Ocre (1994); Los trabajos del tiempo (1996); Hexagramas del vértigo (2003), En Trance de mudanza (2008), Antología de la Poesía comentada del Orinoco (2009)— que ahora son prácticamente inencontrables (por cierto, sería una pena que no se pudiera reeditar algunos de estos títulos), este Alguien enciende una luz es el primer libro que publica en España y viene a certificar, sin duda, una trayectoria llena de premios y reconocimientos en su país.
Ya en el primer poema, que viene a ser una especie de prólogo, dice en su primer verso “La historia comienza en un tiempo que ya no existe” y termina “escribes para que el viaje de ida no acabe / y haya luz en el portal de la memoria” (p. 6). Este es el planteamiento general del libro —Eloy se detendrá luego en este primer poema—: es una vuelta al pasado para recuperar la memoria a través de la poesía. Porque como señala el propio poeta, "Quien olvida sus raíces vive a la sombra del vacío” (p. 7). Y sus raíces son la tierra y la familia.
Especial protagonismo ocupará la figura del padre rescatado del recuerdo —·”El alma de tu padre continúa su ascensión, / casi en vilo / Apenas la sostiene el temblor de la memoria”» (p. 7)—, y omnipresente a lo largo de todo el libro. Es un canto emocionado de amor filial y de dolor por la pérdida: “Desde que te fuiste / ando como quien vive en duelo consigo mismo” (p. 11). Y al lado del padre, emergen otras figuras familiares como la madre (p. 16) o la abuela —«…debajo de esa tela solar tejida por las manos de mi abuela ya muerta / las huellas familiares andan, / palpitan como almas que se resisten a morir» (p. 17)—. Para todos ellos se solicita la piedad y el recuerdo: “para los difuntos reclamo la unción de la piedad / Para ellos alguien enciende una luz en la niebla” (p. 36). He aquí pues, en este último verso el sentido del título del poemario.
“La memoria es un cuerpo que no deja de sangrar” (p. 37), nos dice también el poeta. Y, en efecto, el recuerdo de los seres queridos arrebatados por la muerte y el paso inexorable del tiempo son motivo de dolor que no encuentra consuelo y que se convierte en dolor existencial: “he regresado al ahora, / al dolor de estar vivo” (p. 51). Esa desolación lleva incluso al poeta a refutar pensamientos consagrados por la tradición: “En la tierra al morir, poco queda del polvo enamorado” (p. 39). En fin, ni el amor constante más allá de la muerte que otros cantaron logra aliviar la desazón del poeta.
Así pues, el lamento, la elegía es el tono predominante en Alguien enciende una luz. Pero hay también un importante componente reflexivo, en particular sobre la propia poesía. Ya nos hemos referido, a propósito del primer poema, al papel fundamental que desempeña la poesía en la rememoración y recuperación del pasado. Esa misma idea la reiterará en otros lugares: “pongo mi empeño en recoger mis reminiscencias / más íntimas, los trozos de mis días ya perdidos” (p. 28); “La escritura hace resucitar un mundo olvidado” (p. 48); “He hecho de la escritura una arqueología de la evocación” (p. 59). Y por ello también la poesía llega a convertirse en razón que da sentido a la vida del poeta —“la poesía es mi aposento de todos los días, la magia de una fe con la que alimento el alma” (p. 18); “El verbo que indaga la verdad me revela y es cálido refugio para mi soledad.” (p. 52). En cualquier caso, la poesía es, como el propio título revela, una luz, que el poeta enciende, y sus poemas se convierten, por tanto, en iluminaciones, incluso al modo de Rimbaud al que cita explícitamente: “mis iluminaciones son hijas de la orfandad y el desencanto” (p. 50). Aunque a veces el sentido del poema solo sea claro para el poeta, porque las palabras “A veces salen sin sentido como líneas discontinuas que solo yo entiendo” (p. 47).
Pero tampoco hay que olvidar que la poesía es literatura, ficción, y que el propio poeta se convierte en personaje. De ahí que a veces el poeta se detenga un momento para marcar ese distanciamiento entre él mismo y su personaje: “Has pintado una versión aproximada de ti mismo, / una imagen sucesiva que te ata al cuadro familiar… / Has esbozado un personaje a partir de una mancha / que apareció en el espejo· (p. 23). En este sentido resulta muy revelador el penúltimo poema —mejor dicho poema en prosa, porque no lo hemos dicho hasta ahora en el poema alternan el verso libre, el versículo y el poema en prosa— que viene a ser un epílogo metapoético : “Mi yo alucinado estuvo en el Jardín de los que duermen, viajó por el tiempo hacia dentro donde me habitan nombres y máscaras” (p. 59). Esta última palabra, ‘máscara’ — en otro lugar hablará también de los espejos (p. 39), otra metáfora significativa— resulta muy reveladora de ese carácter de personaje que asume el poeta en sus versos (por cierto, en algunos pasajes aparece un tú ambiguo que no sabemos si es el padre, o un desdoblamiento del poeta o de su propio personaje). En fin, conviene recordar que Néstor Rojas es también poeta de múltiples máscaras, es decir, en él, como en Pessoa, habitan múltiples poetas.
Por último, solo quiero apuntar que hay en este libro algunos pasajes que rinden homenaje a poetas y escritores particularmente gratos para Néstor Rojas — Rimbaud, Vicente Gerbasi, David Huerta, José Carlos Becerra, Juan Rulfo o Lêdo Ivo— citados de forma explícita o marcados de forma implícita a través del entrecomillado. Quizás estos versos contengan otras tantas incitaciones a la lectura.
En definitiva, ‘Alguien enciende una luz’ ofrece una rica gama de lecturas y de sentidos. Cada lector sin duda encontrará otros nuevos. Así que solo queda terminar con una invitación a la lectura de este nuevo libro de Néstor Rojas.
* La numeración de los versos corresponde a la edición del libro en tapa dura.