Diario de Enriqueta
![[Img #50695]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2020/2274__dsc0065.jpg)
Llegas sin prodigar un mínimo de saludo cariñoso.
Llegas, te abrazo y lloro. Lloro por la falta de correspondencia, es cierto, pero lloro con un llanto profundo porque de nuevo me he equivocado.
Lloro no porque seas tú el que no me corresponde en concreto, sino porque es la vida la que no me corresponde. Lloro porque me parece injusto. Lloro con desolación porque no he encontrado lo que busco.
Y ¿qué busco? Busco la intensidad, la complicidad, la armonía, la empatía, la generosidad, la ternura ¡Nunca la dependencia!
Bien, me abracé a ti y lloré. No te reclamaba nada, tan sólo lloraba por lo que no era.
“Tenemos que hablar” dijiste asustado ante tal panorama de responsabilidad. Yo quería que hablases, que hablásemos, hablar, hablar…, pero enmudecí. Sólo te oí decir que no estabas enamorado de mí, que quieres ser tú y que no te sale. Vale. Enmudecí.
Lo de estar enamorado es casi una quimera. Lo de que quieres ser tú y no te sale, vale, es entendible. Quieres ser tú mismo, repites con frecuencia. Entiendo que quieres decir que no quieres forzarte a hacer cosas que no te salen de dentro. Alguien se sintió realmente libre cuando supo decir un “NO” a una invitación a una cena, pero ¡ojo! no confundamos libertad con egoísmo o desconsideración, porque puede derivar en eso.
Ya no tienes ninguna inclinación personal hacia mí y no quieres forzarte a parecer que la tienes. Bueno, no es muy halagador pero es absolutamente entendible. Todo vale mientras todo esté claro. La ambigüedad es mala compañera.
Como te dije en algún escrito de los que no has leído, ni te ha interesado leer, yo tampoco estoy enamorada de ti, aunque podría llegar a estarlo. Tan sólo quiero acercarme a ti y conocerte ¿por qué? Porque coincidimos en lecturas, música, intereses, creatividad y creía que en sensibilidades y sensaciones… son muchas afinidades y eso es lo primero que me conmovió.
Pero fue tu ternura la que dislocó mi corazón. Ese sentimiento primario y primero es mi debilidad, mi ‘talón de Aquiles’. Fuiste tierno conmigo y ahí perdí pie, me dejé llevar por las emociones, me reblandecí, me debilité y… ¡me erré! Llenaste me cabeza de ternura y mi corazón de blandura.
Te pedí un abrazo de despedida y no supiste dármelo. Necesitaba un abrazo, no de enamorado sino de amigo tierno y cariñoso cuando mi estado emocional se tambalea. Tan sólo te pedía un abrazo cálido, profundo, que me transmitiera un poco de esa ternura que en algún momento me habías dado y que tanto había echado de menos en los últimos días. Un abrazo, tan sólo un abrazo que me reconfortara con la vida, un abrazo de calor, de cariño…
Cuando te conocí te quejabas de que la gente, las personas, no se tocan. Querías que te tocara, pedías que te tocara. Medio en broma medio en serio reivindicabas calor humano. No te puedes quejar de que no lo recibieras. Ahora era yo la que te pedía ese calor tierno de un abrazo. No lo hubo. Ni abrazo, ni beso, ni calor, ni transmisión de cercanía. La ternura y el cariño habían desaparecido.
Ternura y complicidad, empatía y cariño, elementos fundamentales de una relación que pusiste sobre la mesa nada más llegar y que luego fueron desapareciendo. Qué huérfana me siento después de haberlos disfrutado. Aunque quizás sea bueno porque la ternura debilita y anula.
Siempre he tenido a lo largo de nuestro ‘cuento’ un trasfondo de tristeza, porque siempre he sentido que estás pero no estás, como un ‘es no es’. Ahora soy consciente de que la tristeza ha sido la emoción que ha tamizado esta relación.
¡Qué cara más desconsiderada me has mostrado al final! ¡Qué paisaje más feo me has dejado antes de irte!
La economía es la miseria de la sociedad pero también lo es la estrechez emocional.
El dinero está en manos de unos pocos y el amor también es exclusivo de una clase privilegiada.
La soledad es la pobreza de la sociedad.
La libertad lleva al desamor ya que el amor es entrega y de la entrega surgen las ataduras.
No es rencor lo que siento, es la melancolía del desengaño. Y el desengaño no viene porque tú no me ames, el desengaño viene porque has alargado la corta distancia que unía nuestras miradas. Porque el paisaje se ha vuelto gris, una primavera que de golpe se tornó invierno, y tan inesperado que produce escalofrío.
Es la nostalgia de una historia que no tiene historia.
O témpora o mores
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Llegas sin prodigar un mínimo de saludo cariñoso.
Llegas, te abrazo y lloro. Lloro por la falta de correspondencia, es cierto, pero lloro con un llanto profundo porque de nuevo me he equivocado.
Lloro no porque seas tú el que no me corresponde en concreto, sino porque es la vida la que no me corresponde. Lloro porque me parece injusto. Lloro con desolación porque no he encontrado lo que busco.
Y ¿qué busco? Busco la intensidad, la complicidad, la armonía, la empatía, la generosidad, la ternura ¡Nunca la dependencia!
Bien, me abracé a ti y lloré. No te reclamaba nada, tan sólo lloraba por lo que no era.
“Tenemos que hablar” dijiste asustado ante tal panorama de responsabilidad. Yo quería que hablases, que hablásemos, hablar, hablar…, pero enmudecí. Sólo te oí decir que no estabas enamorado de mí, que quieres ser tú y que no te sale. Vale. Enmudecí.
Lo de estar enamorado es casi una quimera. Lo de que quieres ser tú y no te sale, vale, es entendible. Quieres ser tú mismo, repites con frecuencia. Entiendo que quieres decir que no quieres forzarte a hacer cosas que no te salen de dentro. Alguien se sintió realmente libre cuando supo decir un “NO” a una invitación a una cena, pero ¡ojo! no confundamos libertad con egoísmo o desconsideración, porque puede derivar en eso.
Ya no tienes ninguna inclinación personal hacia mí y no quieres forzarte a parecer que la tienes. Bueno, no es muy halagador pero es absolutamente entendible. Todo vale mientras todo esté claro. La ambigüedad es mala compañera.
Como te dije en algún escrito de los que no has leído, ni te ha interesado leer, yo tampoco estoy enamorada de ti, aunque podría llegar a estarlo. Tan sólo quiero acercarme a ti y conocerte ¿por qué? Porque coincidimos en lecturas, música, intereses, creatividad y creía que en sensibilidades y sensaciones… son muchas afinidades y eso es lo primero que me conmovió.
Pero fue tu ternura la que dislocó mi corazón. Ese sentimiento primario y primero es mi debilidad, mi ‘talón de Aquiles’. Fuiste tierno conmigo y ahí perdí pie, me dejé llevar por las emociones, me reblandecí, me debilité y… ¡me erré! Llenaste me cabeza de ternura y mi corazón de blandura.
Te pedí un abrazo de despedida y no supiste dármelo. Necesitaba un abrazo, no de enamorado sino de amigo tierno y cariñoso cuando mi estado emocional se tambalea. Tan sólo te pedía un abrazo cálido, profundo, que me transmitiera un poco de esa ternura que en algún momento me habías dado y que tanto había echado de menos en los últimos días. Un abrazo, tan sólo un abrazo que me reconfortara con la vida, un abrazo de calor, de cariño…
Cuando te conocí te quejabas de que la gente, las personas, no se tocan. Querías que te tocara, pedías que te tocara. Medio en broma medio en serio reivindicabas calor humano. No te puedes quejar de que no lo recibieras. Ahora era yo la que te pedía ese calor tierno de un abrazo. No lo hubo. Ni abrazo, ni beso, ni calor, ni transmisión de cercanía. La ternura y el cariño habían desaparecido.
Ternura y complicidad, empatía y cariño, elementos fundamentales de una relación que pusiste sobre la mesa nada más llegar y que luego fueron desapareciendo. Qué huérfana me siento después de haberlos disfrutado. Aunque quizás sea bueno porque la ternura debilita y anula.
Siempre he tenido a lo largo de nuestro ‘cuento’ un trasfondo de tristeza, porque siempre he sentido que estás pero no estás, como un ‘es no es’. Ahora soy consciente de que la tristeza ha sido la emoción que ha tamizado esta relación.
¡Qué cara más desconsiderada me has mostrado al final! ¡Qué paisaje más feo me has dejado antes de irte!
La economía es la miseria de la sociedad pero también lo es la estrechez emocional.
El dinero está en manos de unos pocos y el amor también es exclusivo de una clase privilegiada.
La soledad es la pobreza de la sociedad.
La libertad lleva al desamor ya que el amor es entrega y de la entrega surgen las ataduras.
No es rencor lo que siento, es la melancolía del desengaño. Y el desengaño no viene porque tú no me ames, el desengaño viene porque has alargado la corta distancia que unía nuestras miradas. Porque el paisaje se ha vuelto gris, una primavera que de golpe se tornó invierno, y tan inesperado que produce escalofrío.
Es la nostalgia de una historia que no tiene historia.
O témpora o mores






