Ángel Alonso Carracedo
Sábado, 22 de Agosto de 2020

Una oportunidad

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Fue el año pasado, cuando la imaginación era hermética a la maldición de esta pandemia. Mi primer paseo veraniego por Astorga dejó el halo de una fantasmagoría. No era otra que la continua sucesión de locales comerciales cerrados con el inevitable se alquila o se vende en los escaparates, muchos ya descoloridos por los elementos y por el tiempo. Terrible muestra de la mercancía de España vaciada que se ha asentado por estos pagos. Eso, en una visión lineal, porque la mirada elevada a los cielos tampoco hurtaba el trágico reclamo en buen número de balcones y ventanas de viviendas, nuevas y viejas.

 

Como veterano veraneante que soy de esta ciudad, la escenografía no me resultaba del todo extraña. No había año en que varios comercios propusieran el cese de actividad o el traspaso de negocio. El turno del estío siguiente consolaba la inquietud con una agilidad de relevos que hacían efímeros aquellos cierres. Por supuesto, en la nueva calenda volvían a divisarse los mismos carteles en otros locales, que al año siguiente habían desaparecido en esa ruleta que proyectaba la imagen de una microeconomía de localidad ágil y dinámica.

 

Lo mismo pasaba con las viviendas. Desaparecían viejos caserones bucólicos de huerta y jardín, referencia de años adolescentes y jóvenes, y emergían en los plazos adecuados  promociones de pisos y urbanizaciones  que testificaban en Astorga los ostentosos años del imperio del ladrillo. Todavía diviso en el disco duro de mi memoria la sucesión interminable de grúas desde cualquier punto de la periferia.

 

Aquel toma y daca es historia. He vuelto a ver este año los mismos rótulos que son ya estampa de una crisis que se creyó cerrada por la bonanza de la estadística macroeconómica, dejando al pairo la microeconómica y la social, las bases sobre las que se asienta la riqueza de lugares como Astorga. Los relevos de actividad de antaño se han frenado en seco, y el se vende o se alquila, aflora como metástasis de una depresión camino de convertirse en cataclismo por las consecuencias de esta pandemia. Sintomático es que en localidad que hace de la ronda de vinos y de tapeos una filosofía del ocio y de las relaciones humanas, donde hubo bares y restaurantes,  hoy resida la nada.

 

Alguien dijo que todo esplendor precisa de una catarsis previa. La crónica de esta historia pasa a conjugarse en futuro; la ficción coge el testigo de la realidad. Las grandes catástrofes cierran un libro y abren otro en blanco desde la primera página, que obligatoriamente demanda su relato. Las oportunidades abren nuevas puertas y uno todavía quiere creer que Astorga y su entorno no entonarán el canto del cisne que preconizan, para las zonas despobladas, embajadores del modernismo económico y social, cegados por la hipnosis tecnológica.

 

Uno piensa, quizá con más fe que razón, que Astorga tiene semillero de oportunidades. Por ejemplo, puede ser el polo de atracción para una tercera edad, cuyo modus vivendi  tiende alejarse de las residencias actuales y establecer nuevos vínculos de convivencia colectiva en poblaciones con probada calidad de vida. El invierno de aquí es frio y con fases de inusitada crudeza en los termómetros, pero es seco, circunstancia favorable para ancianos con patologías óseas y reumáticas. El aire que sopla del Teleno es medicina solvente.  Ciudad de trazo plano, es ideal para caminatas al paso requerido. Tiene una abundante oferta de ocio y cultura como base de un entretenimiento tranquilo. Pongámonos a pensar en un medio-largo plazo en una urbe ideada y concebida para la vivencia y movilidad de un colectivo en expansión demográfica, con ingresos relativamente asegurados, y que, según estudios de diversos organismos económicos,  su poder de adquisición en consumo y servicios, puede acaparar un tercio del PIB mundial.

 

A la lumbre de estas actividades puede cocinarse una red de servicios asistenciales y sanitarios, que serían el caldo de cultivo para un empleo juvenil con perspectiva innegable de oportunidades. Quedaría paralizado el éxodo de jóvenes que tanto influye en el declive de grandes extensiones de este país. Llega la hora de conservar el talento de una generación magníficamente adiestrada en lo académico y dramáticamente eliminada del mercado de trabajo en la segunda y definitiva universidad que es el desempeño de la labor profesional. ¿Astorga se quedará muda en este foro?

 

Con toda claridad, el reto que se cierne habrá de exigir una implicación social sin fisuras. Las oportunidades, es sabido, viajan en tren, y a éste hay que subirse en marcha porque no tiene parada en estación. Nadie puede quedar al margen de su responsabilidad.  Los políticos en la labor de simplificar trabas y eliminar burocracias; los empresarios en la de promover iniciativas con horizonte en rentabilidades a más largo plazo que el cuarto de hora que exigen en estos tiempos; los ciudadanos en la de complementar las acciones en las distintas escalas que van de lo local a lo global.

 

Esta crónica ha transitado del pasado al futuro y de lo particular a lo general. Astorga juega con su economía de escala un rol en el que envida a vivir o sobrevivir. Si apuesta por lo primero, no podrá eludir tomar la palabra, aunque  sea en pocos renglones, en el libro de la nueva historia.

                                                                                                                  

 

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