Mercedes Unzeta Gullón
Viernes, 11 de Septiembre de 2020

Un trozo de cielo y las copas de los árboles es suficiente

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Hoy me he despertado pronto. Era bastante pronto porque estaba clareando el día. Arrebujada entre las sábanas de algodón, que tienen ese tacto especial tan cálido y agradable, y la almohada de plumas que se amolda con tanta facilidad a las necesidades de mi nuca y me recoge la cabeza como envolviéndomela, me siento como pienso que se siente uno en el útero materno. Recogida, protegida del mundo exterior del que sólo veo un trozo de cielo y las copas de los árboles.

 

Pues en este estado de placentera gracia temprana no sé por qué se me ocurre pensar en el Rey. Qué cosas. Cuando uno está tan relajado la cabeza suele discurrir por circuitos insospechados. Pues en este amanecer a mi cabeza le dio por pensar en el Rey, el mayor no, el joven, el Rey misteriosamente oculto. ¿Dónde estará? ¿Estará de juerga o sufriendo? ¿Su frágil cadera le sostendrá? ¿Sus amigos árabes le agasajarán con ricos couscouses o le harán comidas más sofisticadas? ¿Le prestarán los jeques sus harenes?¿Tendrá todavía potencia para abordar harenes o tendrá que conformarse con entretener a las hetairas contándolas cuchufletas campechanas?¿Será feliz sin Corinna a su lado gestionándole sus múltiples y caprichosas ‘necesidades’? ¡Ay la vida, qué fastidiosa es cuándo de pronto hay que acostumbrarse forzosamente a otro decorado! Y nuestro Juan Carlos primero debe estar en esa enojosa situación de aclimatación a los extraños climas del desierto.

 

Pasó el tsunami  del emérito y ya no se habla de él. ¿Se habrán dado consignas desde ‘las alturas’ para que los medios de comunicación no le nombren? Yo pienso que seguramente será así porque me parece raro tanto silencio al respecto. Hay muchas incógnitas alrededor de su persona y su situación como para no tratar de averiguar.

 

A mí me gustaría saber de dónde le viene a nuestro antiguo Rey tantísima amistad con los árabes. Tanta, tanta, como para que le hagan esos regalazos que dice que le hacen y para que le acojan en su clandestina huida. Para mí es un misterio ese hermanamiento con todos y cada uno de los jeques de los Emiratos Árabes, y con el Aga Khan que le da dinero y sostiene económicamente a su hija Cristina y a toda su familia. ¿Qué? ¿De dónde sale tanta generosidad ‘altruista’?

 

Juan Carlos de príncipe, y antes, no puede decirse que tuviera una vida de lujos sociales, vivió sobriamente, a la sombra de Franco que era bastante sobrio, todo lo que no era su querida esposa Doña Carmen o el marqués marido de su hija Carmencita. Dicen que hizo amigos en el colegio de Suiza, niños estos que con el tiempo están colocados en puestos claves de mando y de dineros. Quizás le vengan por ahí el cariño amistoso pero me parece raro que den tanto juego los amigos del ‘cole’.

 

Y si realmente se trata de ‘los amigos del cole’ entonces ya desde muy pequeño nuestro antiguo rey debía practicar su leitmotiv  de la socarroneria. Una capacidad muy necesaria para solapar la zafiedad, naturaleza ésta que la periodista y escritora Rosa Montero acaba de adjudicarle junto con la de grosería; “persona zafia y grosera”, así define la escritora las cualidades del Emérito.

 

A mí también me parece que Juan Carlos primero disfruta de esas aptitudes, sin conocerle personalmente claro,  pero creo recordar que en algún sitio de nuestra educación nos decían: “por sus obras le conoceréis”, y yo, a nuestro rey anterior, sólo le conozco por sus obras que conozco, y conozco lo poco que conocemos todos los que no somos Ellos, y aun así, con este ‘poco’ estoy de acuerdo en lo de zafio con Rosa Montero. Y volviendo al principio del párrafo yo me pregunto si tiene esas cualidades tan poco ‘elevadas’ ¿cómo es que hace amigos tan ‘solventes’? No sé, hay algo que no me cuadra.  ¿O quizás es que todos estos amigos ‘petroleros’ son igual de ‘chuscos campechanos’ que su compi español y entre ‘tantos’ anda el juego?

 

Aunque pensando en esto de nuestro Rey mayor, eso de los amigos influyentes y la posición de poder, me viene a la memoria lo cuánto que me sorprendió que cuando trabajaba en TVE (hace bastantes años) las personas que escalaban puestos directivos dentro del Ente eran aquellos que echaban muchas horas en el bar y eran muy hábiles contando chistes. Su valía profesional era lo de menos, ‘lo de más’, lo que realmente hacía ‘subir escalones’ era la gracieta simpática sazonada de ocurrencias ingeniosas (chistería) y adobada con el alcohol típico de la barra del bar o de una buena comida, es decir lo que referido a Juan Carlos primero de España se le denomina campechanería. Así que deduzco que seguramente  gracias a sus ingeniosidades campechanas Juan Carlos ha encubierto todas sus deficiencias y ha ganado tantos amigos pudientes y poderosos.

 

Y ahora la cabeza me lleva a otra cuestión que me ha sorprendido recientemente, y es la actuación de la justicia. Unos jueces afirman públicamente una cosa y otros jueces rebaten públicamente lo que han dicho los primeros. Es posible que de vez en cuando existan diversos puntos de interpretación de las leyes y eso suponga distintos dictámenes. Pero últimamente se repite con frecuencia el que unos dicen y otros desdicen; eso no es nada bueno para la credibilidad de la Justicia. Nos dejan atónitos. Bueno, en realidad  la Justicia hace mucho tiempo que está en entredicho. Los jueces no siempre son imparciales  (soy generosa con el ‘no siempre’), con frecuencia les ‘puede’ predisponer la política, o los intereses personales, o las amistades, o…, o… ¡OH!

 

En esta sorpresa del funcionamiento de la Justicia me ha asombrado la actuación del juez que  ha imputado a Corinna Larsen (creo que no hace falta presentarla, por si acaso ‘la joven, rubia, simpática y eficaz amiga entrañable del Rey octogenario).  Resumo. Un juez imputa a Corinna, creo que por cohecho, por haber contratado al comisario de policía Villarejo para sus asuntos privados. Naturalmente los abogados de Corinna se ponen en funcionamiento. Escriben un alegato  explicando que no hay cohecho que valga porque cuando Corinna se pone en contacto con Villarejo este ya está fuera de la policía, está jubilado, por lo tanto no es funcionario público , por lo tanto no hay delito de ‘cohecho pasivo’. Y… le tienen que dar la razón a los abogados de Corinna. Ante este episodio yo me pregunto ¿cuándo un juez decide imputar a alguien no se estudia un poco, aunque sea un poco, el caso? Un dato tan claro, evidente y fundamental a tener en cuenta en este caso como es el saber si el tal Villarejo  estaba fuera o dentro de la policía en el momento de los hechos motivos de imputación parece imposible que a un magistrado se le pase, lo desconozca. Es pasmoso.

 

Y luego, siguiendo con Corinna, primero era obligado por la justicia española que tenía que venir a declarar a España cosa que ella no quería (parece que tiene miedo a la parajusticia), luego el juez cede y le da la venia para declarar desde la Embajada de España en Londres, y más tarde otro juez deniega ese ‘favor’ y vuelve a la obligación de que declare personalmente en España. Un mareo, vaya. No se ponen de acuerdo. De juez a juez y tiro porque me toca.

 

De pronto me acuerdo que he soñado que me detectaban que tenía el coronavirus. El sueño era más complicado pero lo olvidé. No recuerdo que me agobiase demasiado la idea como no me agobia en la realidad. Imagino que este sueño viene de que ayer tarde mi nieta de cinco años, jugando a las ‘mamás’, me pinchaba con un palo en los dedos varias veces y hablaba con ‘el médico por teléfono’, ella era ‘la madre’, naturalmente, y yo su hijita.  Protesto como hijita por tanto pinchazo y me dice ‘mi mamá’ toda resuelta “es que estás malita, me ha dicho el médico que te pinche ¿no ves que en la fiesta de tu cumpleaños vinieron todos tus amigos y te pegaron el coronavirus?” Me dejó muda. Esta niña de cinco años vive en el campo, mucho campo y mucho mar, y no ha pasado encierros ni agobios vitales. ¡A qué nivel de concienciación hemos llegado! Claro, luego soñé.

 

Ya ha levantado el día y el sol está iluminando las hojas semidoradas de los chopos. Ya hago el gran esfuerzo de salir de mi ‘zona de confort’ y me levanto. Toca afrontar el nuevo día.

 

O témpora o mores

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