Apuntes de educación sentimental
![[Img #51015]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2020/7144_laura-gomez-vaquero-076.jpg)
Sigue mi cabeza activándose en curiosos temas a esa hora mágica del alba, todavía arropada en los dulces calores nocturnos. Hoy le ha dado por concentrarse en el amor, pero en el AMOR, con mayúsculas. Qué difícil es, pensaba yo esta madrugada con las legañas todavía entorpeciendo mis ojos, entender el amor absoluto, sin relativos, el amor sin más entre dos personas adultas.
Con cuánta frecuencia se confunde el amor con otro tipo de querer. Hay quien entiende amar a una persona por la inclinación a su protección, a sentirse importante y poderoso en la acción de proteger. Es el ‘amor protector’. Esta especie de amor se daba especialmente y habitualmente antes en casi todos los hombres (hablo del pretérito porque creo que ese sentido masculino de la protección ha ido derivando por muchas razones, entre otras, la emancipación económica de la mujer). Pero este amor protector, que suena como generoso, con frecuencia es un amor con trampa, falso, que se convierte en un ‘no amor’ en el momento en que la mujer deja de ser sumisa, apocada, y levanta la cabeza y enseña su potencial. Es entonces cuando el hombre se acobarda, se asusta, y transforma el llamado amor en miedo y el miedo en rencor y el rencor en hostilidad. Resulta que se trataba del amor a uno mismo, a la necesidad de sentirse importante y superior ante la supuesta debilidad de la persona protegida, un amor de autoafirmación de superioridad. Un amor falso.
Otra versión de ‘amor’ es el ‘amor interesado’. Te amo porque amo todo lo que tienes. Me interesas porque tienes simpatía, tienes amigos, tienes buena posición económica, tienes, tienes, tienes… y todo eso me gusta y me saca de mi entorno aburrido. El amor interesado funciona mientras se mantenga el interés por los dos lados. El querer del ‘que tiene’ radica en sentir su ego inflado; le halaga tener a alguien al lado que le admira por lo que tiene. El querer del ‘que no tiene’ se mantiene en esta relación hasta que encuentra un interés mayor en otro lado, y se va. Amor falso también.
El confundido ‘amor’ más frecuente es el ‘amor-necesidad’. Con demasiada frecuencia se utiliza la frase ‘te necesito’ como gran expresión de amor. Y, además, para colmo, la persona que la escucha suele sentirse embriagada de felicidad. “Oh, me necesita ¡cuánto me quiere!” Una gran ingenuidad. ¿Qué tiene que ver el amor con la necesidad? NADA. Si es amor no es necesidad. Puedo necesitarte y tú sentirte necesitado y ambos creer que en eso radica el amor, error enormemente grande aunque los Beatles cantaran el ‘I need You” como canción de amor. Yo puedo amarte y, además, también puedo puntualmente necesitarte, son dos cosas diferentes que se pueden dar juntas pero no revueltas. El verdadero amor consiste en que pueda sencillamente amarte sin necesidad de necesitarte.
La soledad es muy puñetera y muy a menudo consigue que se confundan los sentimientos. Infinidad de personas no pueden ni quieren vivir solas, la soledad les sumerge en un abismo de melancolía. La soledad afecta cada vez a más personas y a edades más jóvenes. Surge entonces la necesidad de compartir tiempo, casa y vivencias con alguien. Surge entonces con gran fuerza el “I need you” , el “te necesito”. Esta versión amorosa es un acople del querer. Una necesidad de afecto compartida, un intercambio de escaseces. Puede estar muy bien si no se desnivelan las ‘necesidades’, si se consigue un equilibrio entre el dar y tomar en las dos direcciones. Pero… volvemos a la consideración de que esa confluencia de intereses no es el ‘Amor’, aunque puede que surja amor después resolver la necesidad…, puede, y sería estupendo para ambos.
Amarte, simplemente amarte, porque me gusta cómo eres, porque siento atracción (química) hacia ti, porque pienso que podemos hacer un futuro juntos, porque con nuestro amor potenciamos nuestro ‘yo individual’, porque existe admiración entre los dos (imprescindible), porque existe una comunicación y entendimiento sin necesidad de palabras, porque somos dos andando juntos por la vida, porque hay un gran respeto entre los dos a nuestra complejidad e intimidad, porque hay un apoyo mutuo en conseguir lo mejor para cada uno de nosotros en nuestro camino, porque hay absoluta confianza entre ambos y no existe diferente nivel de derechos ni dominios. En eso consiste el Amor. Un sentimiento mucho más allá de la carroza y el ropaje.
Respeto, respeto, confianza, confianza. Porque otra errónea manifestación de (supuesto) amor son los famosos ¡celos! El amor celoso. “Oh cuanto me quiere porque es ¡tan celoso!” Una estupidez de creencia el interpretar los celos como signo de gran amor: “Yo tengo celos porque amo, si no tengo celos es porque no amo”. Esta es una creencia tan arraigada en los sentimientos amorosos que da pavor pensarla y además provoca enormes confusiones.
La manifestación de los celos es pura manifestación de inseguridad y esa inseguridad lleva al celoso a la necesidad de posesión para afirmar su ‘yo’. Los celos no demuestran otra cosa más que falta de confianza y seguridad en uno mismo y falta de respeto para la pareja, y, además, un nivel de paranoia posesiva que curiosamente, y absurdamente, se toma como una exaltación de gran amor. Desconcertante la derivación interpretativa en positivo de un sentimiento paranoico de posesión. ¡Cuánto de esto se da en las parejas! ¡muchísimo! Yo creo que habitualmente va inherente en las relaciones de pareja. Es el gran error sentimental.
Jugar con un poquito de celos ‘graciosos y superficiales’ es añadirle algo de sal a la relación; un poquito más de celos de lo que pueda suponer un juego gracioso intoxica la relación; y pasarse en intensidad de celos mata la relación, dice Jorge Bucay quien define el verdadero amor como “La decisión de trabajar activamente por la otra persona para que elija qué hacer con su vida aunque no me incluya”. El Amor ha de ser generoso porque el que ama se supone que ha de querer lo mejor para la persona amada.
La cuestión de los celos es algo tan arraigado en las relaciones humanas que incluso se puede clasificar a los celosos en distintas categorías. Algunas de ellas podrían ser las siguientes.
El celoso avergonzado. Es el que no demuestra sus inseguridades y se queda con la cólera dentro, lo que le hace explotar por cualquier insignificancia. En su ofuscación suele dejar pasar las cosas verdaderamente importantes.
El celoso retroactivo. Piensa demasiado en el pasado amoroso de su pareja y se destruye pensando en comparaciones con los anteriores.
El celoso de infidelidades. Piensa constantemente que su pareja le engaña por lo que interfiere obsesivamente en su libertad pensando que en cualquier momento será traicionado.
El celoso detective. Es el que aprovecha cualquier oportunidad para revisar los objetos personales de la pareja en busca de pistas. Estos están sumidos en una verdadera paranoia.
El celoso competitivo. Es el que desprecia de una manera continuada y sutil las facultades profesionales de la pareja, humillándola incluso públicamente. Con ello se siente superior.
El celoso mediocre. Es el que en lugar de intentar crecer con una persona a su lado de capacidades superiores a las suyas (intelectuales, morales, sociales…) intenta rebajar a la pareja a su nivel insignificante, minimizando, ridiculizando y menospreciando sus cualidades. Una manera mezquina y burda de sentirse mejor.
Todo esto consideraba esta madrugada en un revoltillo de idas y venidas de mis pensamientos. La cabeza a esas horas se pone demasiado ‘loca’, quiero decir ‘activa’, y no para de revolver en ‘mi disco duro’. El tema ‘Amor’ ocupa bastante espacio en ese revoltillo que tengo en mi cabeza así que me temo que saldrá a relucir con frecuencia. Su importancia vale la pena considerarla.
Oh témpora o mores
![[Img #51015]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2020/7144_laura-gomez-vaquero-076.jpg)
Sigue mi cabeza activándose en curiosos temas a esa hora mágica del alba, todavía arropada en los dulces calores nocturnos. Hoy le ha dado por concentrarse en el amor, pero en el AMOR, con mayúsculas. Qué difícil es, pensaba yo esta madrugada con las legañas todavía entorpeciendo mis ojos, entender el amor absoluto, sin relativos, el amor sin más entre dos personas adultas.
Con cuánta frecuencia se confunde el amor con otro tipo de querer. Hay quien entiende amar a una persona por la inclinación a su protección, a sentirse importante y poderoso en la acción de proteger. Es el ‘amor protector’. Esta especie de amor se daba especialmente y habitualmente antes en casi todos los hombres (hablo del pretérito porque creo que ese sentido masculino de la protección ha ido derivando por muchas razones, entre otras, la emancipación económica de la mujer). Pero este amor protector, que suena como generoso, con frecuencia es un amor con trampa, falso, que se convierte en un ‘no amor’ en el momento en que la mujer deja de ser sumisa, apocada, y levanta la cabeza y enseña su potencial. Es entonces cuando el hombre se acobarda, se asusta, y transforma el llamado amor en miedo y el miedo en rencor y el rencor en hostilidad. Resulta que se trataba del amor a uno mismo, a la necesidad de sentirse importante y superior ante la supuesta debilidad de la persona protegida, un amor de autoafirmación de superioridad. Un amor falso.
Otra versión de ‘amor’ es el ‘amor interesado’. Te amo porque amo todo lo que tienes. Me interesas porque tienes simpatía, tienes amigos, tienes buena posición económica, tienes, tienes, tienes… y todo eso me gusta y me saca de mi entorno aburrido. El amor interesado funciona mientras se mantenga el interés por los dos lados. El querer del ‘que tiene’ radica en sentir su ego inflado; le halaga tener a alguien al lado que le admira por lo que tiene. El querer del ‘que no tiene’ se mantiene en esta relación hasta que encuentra un interés mayor en otro lado, y se va. Amor falso también.
El confundido ‘amor’ más frecuente es el ‘amor-necesidad’. Con demasiada frecuencia se utiliza la frase ‘te necesito’ como gran expresión de amor. Y, además, para colmo, la persona que la escucha suele sentirse embriagada de felicidad. “Oh, me necesita ¡cuánto me quiere!” Una gran ingenuidad. ¿Qué tiene que ver el amor con la necesidad? NADA. Si es amor no es necesidad. Puedo necesitarte y tú sentirte necesitado y ambos creer que en eso radica el amor, error enormemente grande aunque los Beatles cantaran el ‘I need You” como canción de amor. Yo puedo amarte y, además, también puedo puntualmente necesitarte, son dos cosas diferentes que se pueden dar juntas pero no revueltas. El verdadero amor consiste en que pueda sencillamente amarte sin necesidad de necesitarte.
La soledad es muy puñetera y muy a menudo consigue que se confundan los sentimientos. Infinidad de personas no pueden ni quieren vivir solas, la soledad les sumerge en un abismo de melancolía. La soledad afecta cada vez a más personas y a edades más jóvenes. Surge entonces la necesidad de compartir tiempo, casa y vivencias con alguien. Surge entonces con gran fuerza el “I need you” , el “te necesito”. Esta versión amorosa es un acople del querer. Una necesidad de afecto compartida, un intercambio de escaseces. Puede estar muy bien si no se desnivelan las ‘necesidades’, si se consigue un equilibrio entre el dar y tomar en las dos direcciones. Pero… volvemos a la consideración de que esa confluencia de intereses no es el ‘Amor’, aunque puede que surja amor después resolver la necesidad…, puede, y sería estupendo para ambos.
Amarte, simplemente amarte, porque me gusta cómo eres, porque siento atracción (química) hacia ti, porque pienso que podemos hacer un futuro juntos, porque con nuestro amor potenciamos nuestro ‘yo individual’, porque existe admiración entre los dos (imprescindible), porque existe una comunicación y entendimiento sin necesidad de palabras, porque somos dos andando juntos por la vida, porque hay un gran respeto entre los dos a nuestra complejidad e intimidad, porque hay un apoyo mutuo en conseguir lo mejor para cada uno de nosotros en nuestro camino, porque hay absoluta confianza entre ambos y no existe diferente nivel de derechos ni dominios. En eso consiste el Amor. Un sentimiento mucho más allá de la carroza y el ropaje.
Respeto, respeto, confianza, confianza. Porque otra errónea manifestación de (supuesto) amor son los famosos ¡celos! El amor celoso. “Oh cuanto me quiere porque es ¡tan celoso!” Una estupidez de creencia el interpretar los celos como signo de gran amor: “Yo tengo celos porque amo, si no tengo celos es porque no amo”. Esta es una creencia tan arraigada en los sentimientos amorosos que da pavor pensarla y además provoca enormes confusiones.
La manifestación de los celos es pura manifestación de inseguridad y esa inseguridad lleva al celoso a la necesidad de posesión para afirmar su ‘yo’. Los celos no demuestran otra cosa más que falta de confianza y seguridad en uno mismo y falta de respeto para la pareja, y, además, un nivel de paranoia posesiva que curiosamente, y absurdamente, se toma como una exaltación de gran amor. Desconcertante la derivación interpretativa en positivo de un sentimiento paranoico de posesión. ¡Cuánto de esto se da en las parejas! ¡muchísimo! Yo creo que habitualmente va inherente en las relaciones de pareja. Es el gran error sentimental.
Jugar con un poquito de celos ‘graciosos y superficiales’ es añadirle algo de sal a la relación; un poquito más de celos de lo que pueda suponer un juego gracioso intoxica la relación; y pasarse en intensidad de celos mata la relación, dice Jorge Bucay quien define el verdadero amor como “La decisión de trabajar activamente por la otra persona para que elija qué hacer con su vida aunque no me incluya”. El Amor ha de ser generoso porque el que ama se supone que ha de querer lo mejor para la persona amada.
La cuestión de los celos es algo tan arraigado en las relaciones humanas que incluso se puede clasificar a los celosos en distintas categorías. Algunas de ellas podrían ser las siguientes.
El celoso avergonzado. Es el que no demuestra sus inseguridades y se queda con la cólera dentro, lo que le hace explotar por cualquier insignificancia. En su ofuscación suele dejar pasar las cosas verdaderamente importantes.
El celoso retroactivo. Piensa demasiado en el pasado amoroso de su pareja y se destruye pensando en comparaciones con los anteriores.
El celoso de infidelidades. Piensa constantemente que su pareja le engaña por lo que interfiere obsesivamente en su libertad pensando que en cualquier momento será traicionado.
El celoso detective. Es el que aprovecha cualquier oportunidad para revisar los objetos personales de la pareja en busca de pistas. Estos están sumidos en una verdadera paranoia.
El celoso competitivo. Es el que desprecia de una manera continuada y sutil las facultades profesionales de la pareja, humillándola incluso públicamente. Con ello se siente superior.
El celoso mediocre. Es el que en lugar de intentar crecer con una persona a su lado de capacidades superiores a las suyas (intelectuales, morales, sociales…) intenta rebajar a la pareja a su nivel insignificante, minimizando, ridiculizando y menospreciando sus cualidades. Una manera mezquina y burda de sentirse mejor.
Todo esto consideraba esta madrugada en un revoltillo de idas y venidas de mis pensamientos. La cabeza a esas horas se pone demasiado ‘loca’, quiero decir ‘activa’, y no para de revolver en ‘mi disco duro’. El tema ‘Amor’ ocupa bastante espacio en ese revoltillo que tengo en mi cabeza así que me temo que saldrá a relucir con frecuencia. Su importancia vale la pena considerarla.
Oh témpora o mores






