La erótica de la seducción
![[Img #51086]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2020/1544_carolina-12-426x1024.jpg)
La llamo a gritos. Hace un tiempo ya que se fue, de una manera tan discreta, además, que ni siquiera me di cuenta de que era ella la que faltaba en conversaciones cada vez más previsibles, cada vez más replicables, tanto que llegué a plantearme un “corta y pega” de voz además del de texto, al menos hasta que la cosa se pusiese interesante, lo cual, actualmente, se puede equiparar a la búsqueda del Grial.
Al final, una persiste por ese rasgo de cabezonería que no se sabe bien si me proviene de la genética cazurra o de un adoctrinamiento romanticoide y caduco, porque a las pruebas me remito. Pero yo lo que quiero es un vizconde de Valmont o un Casanova incluso, que, a la manera de Eva (¡cómo no iba a tratarse de una mujer! Al fin y al cabo, alguien tenía que ponerle sal al guiso tan sosito ya en aquella época edénica) que me tienda la mano a un pulso con garantía de equilibrio. Por equilibrio quiero decir que haya esa tensión bamboleante que sea, precisamente, el reto: quién de los dos se lleva el gato (Vale. El conejo, quiero decir el conejo) al agua (a la humedad, a las gotitas, a.…¡sustituya Vd. con imaginación el lar!). Por equilibrio quiero decir esa equiparación gloriosa entre los múltiples géneros que, precisamente, garantice un juego de calidad, con contundencia, con fundamento (que decía aquel). Un jugo (¡Uy, perdón! Lapsus linguae) un juego bien sabroso, bien condimentado, especiado, que permita al paladar deleitarse y tomarse su tiempo para descubrir los matices implicados y plantear una respuesta equiparable en esa tensión por conseguir la pieza que se incrementa y suma grados conforme se alarga la partida.
Yo lo que quiero es un viaje a Ítaca. Quiero un cara a cara valiente y necesario, un duelo implacable con todas las consecuencias asumidas de antemano, sin red de Play Station ni de pantalla que valga.
Quiero valientes que exijan la misma valentía, que sepan pedir cartas, marcarse un farol e incluso plantarse cuando es la mejor opción.
Me aburro, señores, y me dirijo a Vd. como contrincantes a la altura que se han emperezosado con las posibilidades de las redes, con un sexting que les sirve de parapeto ante los posibles gatillazos, que enfocan su energía en el manejo de filtros en vez de seguir nutriendo posibilidades reales. ¡Háganlo! ¡Tírense a la piscina! Disfruten de tomar impulso, de buscar su mejor posición de salto y luego ¡déjense caer! ¡Vivan el viaje, háganme caso, hágannos caso! Y el regalo estrella de las próximas Navidades estoy segura de que será otro.
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La llamo a gritos. Hace un tiempo ya que se fue, de una manera tan discreta, además, que ni siquiera me di cuenta de que era ella la que faltaba en conversaciones cada vez más previsibles, cada vez más replicables, tanto que llegué a plantearme un “corta y pega” de voz además del de texto, al menos hasta que la cosa se pusiese interesante, lo cual, actualmente, se puede equiparar a la búsqueda del Grial.
Al final, una persiste por ese rasgo de cabezonería que no se sabe bien si me proviene de la genética cazurra o de un adoctrinamiento romanticoide y caduco, porque a las pruebas me remito. Pero yo lo que quiero es un vizconde de Valmont o un Casanova incluso, que, a la manera de Eva (¡cómo no iba a tratarse de una mujer! Al fin y al cabo, alguien tenía que ponerle sal al guiso tan sosito ya en aquella época edénica) que me tienda la mano a un pulso con garantía de equilibrio. Por equilibrio quiero decir que haya esa tensión bamboleante que sea, precisamente, el reto: quién de los dos se lleva el gato (Vale. El conejo, quiero decir el conejo) al agua (a la humedad, a las gotitas, a.…¡sustituya Vd. con imaginación el lar!). Por equilibrio quiero decir esa equiparación gloriosa entre los múltiples géneros que, precisamente, garantice un juego de calidad, con contundencia, con fundamento (que decía aquel). Un jugo (¡Uy, perdón! Lapsus linguae) un juego bien sabroso, bien condimentado, especiado, que permita al paladar deleitarse y tomarse su tiempo para descubrir los matices implicados y plantear una respuesta equiparable en esa tensión por conseguir la pieza que se incrementa y suma grados conforme se alarga la partida.
Yo lo que quiero es un viaje a Ítaca. Quiero un cara a cara valiente y necesario, un duelo implacable con todas las consecuencias asumidas de antemano, sin red de Play Station ni de pantalla que valga.
Quiero valientes que exijan la misma valentía, que sepan pedir cartas, marcarse un farol e incluso plantarse cuando es la mejor opción.
Me aburro, señores, y me dirijo a Vd. como contrincantes a la altura que se han emperezosado con las posibilidades de las redes, con un sexting que les sirve de parapeto ante los posibles gatillazos, que enfocan su energía en el manejo de filtros en vez de seguir nutriendo posibilidades reales. ¡Háganlo! ¡Tírense a la piscina! Disfruten de tomar impulso, de buscar su mejor posición de salto y luego ¡déjense caer! ¡Vivan el viaje, háganme caso, hágannos caso! Y el regalo estrella de las próximas Navidades estoy segura de que será otro.






