La aventura del sexo
![[Img #51087]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2020/2718_dsc_0027-2.jpg)
Hablando del amor, de lo que la gente entiende por amor, podemos entretenernos con muchos perfiles, muchas líneas de entendimiento, con muchas variantes que se interpretan como amor. Ya lo hablaba el otro día. Lo que entendemos por amor es un emoción muy compleja, es algo intenso y liviano a la vez, evanescente y pesado, eterno y efímero, alegre y triste…, todo un cúmulo de sentimientos encontrados de felicidad y de sufrimiento.
Incluido en este estremecimiento emocional del amor entra el capítulo del sexo. Después de leer el anterior artículo sobre el amor algunos amigos me han hecho saber que les interesaba mi opinión sobre el sexo en el amor, o el sexo y el amor. Uno de esos amigos me escribió diciendo: “lo que a mí me interesa-y espero que escribas sobre el tema es el desfase entre la atracción y la admiración intelectual. Yo soy incapaz de entregarme sexualmente a un necio/a”. En vista de estas solicitudes les dedico esta pequeña exposición sobre el tema.
Ante la curiosidad expresada sobre mi opinión del sexo en el amor se me ha ocurrido trasladar algunos retazos de conversaciones que he tenido con mi amiga Enriqueta quien, como está abierta al mundo y a sus distintas variedades de ‘manifestaciones’, ha vivido mucho y tiene una opinión muy sólida sobre esta materia.
Estamos las dos de acuerdo en que el amor y el sexo no es un único pastel de nata y fresas decorado con unas rosas de azúcar que se come a pequeños, o grandes, bocados pero sin separar la nata de las fresas, todo en un mismo paladeo y un mismo sabor. No. Acordamos que el amor y el sexo son dos cosas placenteras pero no necesariamente siamesas. Que el amor y el sexo son dos cosas muy diferentes con un denominador común: el placer. Distintas variedades de placer pero en cualquiera de las dos versiones se trata de conseguir un delicioso y satisfactorio placentero placer.
El placer siempre da satisfacción y felicidad, venga de donde venga.
Claro, evidentemente hay una importante diferencia entre estas dos emociones que estamos analizando que radica en ‘el territorio’ de ese placer. En el sexo el placer se sitúa en el cuerpo mientras que en el amor el placer crece en el espíritu. Son dos ámbitos de placer independientes que no tienen que ir necesariamente ‘de la mano’. Si consiguen ir juntos es ‘lo más’, ‘la bomba’, la felicidad suprema, pero es bastante poco habitual que confluyan.
El sexo es una aventura física y el amor una aventura metafísica.
Estos dos placeres en estado puro es lo más que se puede pedir, es el top, pero eso es pedir demasiado a la naturaleza, así que normalmente nos conformamos con un ‘estacionamiento mediano bajo’ en la escala. Podemos tener amor y sexo, es lo que todos creemos que tenemos, pero normalmente este ‘paquetito feliz’ suele ser un sucedáneo, como la achicoria y el café cuando en posguerra la escasez engañaba a la necesidad y se tomaba el sucedáneo con sabor a lo auténtico.
Como nos solemos situar en ‘los aledaños’ de la felicidad en estado puro, cabe la posibilidad de que disfrutemos agradablemente cada ‘parte del todo’ por separado, el amor por un lado y el sexo por otro.
Podemos disfrutar enormemente de una persona (pongamos pareja) si coincides con ella en ideas, en proyecto vital, en valores… y sobre todo en humor. El sentido del humor es fundamental, absolutamente fundamental. No puedes estar con una persona que sus gracias te parecen fastidiosas y que las tuyas le molesten a ella. Eso es la ruina de la relación. Claro, partiendo de la base de que en una relación tiene que haber un cierto sentido del humor, no hablo de contar chistes, eso son cuchufletas puntuales, me refiero a coincidir con una mirada de la vida y de lo cotidiano con cierta agudeza, ingenio irónico, con algo de sal. Si no hay humor, si no hay sal, hay aburrimiento.
Y en el amor de una pareja no nos puede faltar, tampoco, ni la admiración ni el respeto. En mayor o menor grado, de pequeñas o grandes cualidades, pero siempre es importante que haya admiración mutua, y por supuesto un gran respeto. La admiración, el respeto y el humor son los elementos ‘envolventes’, ‘las ruedas’ del amor, nos reafirmamos Enriqueta y yo.
Si todo lo anterior se da en una pareja la cuestión del sexo (el buen sexo) puede ser adicional. Si lo hay “a mayores” ¡magnífico! , y si no lo hay puede que no se le eche mucho de menos. El placer del amor reside sobre todo en aquello que lleva al crecimiento intelectual y personal.
El sexo es la otra vertiente de los dos placeres de los que hablamos. Este placer se puede dar en muchas modalidades de ‘encuentro’. En una relación el sexo surge si las dos personas son afines en el deseo y el deseo es un impulso, una atracción física, una simpatía de piel, un entendimiento físico de energías, una conexión.
Pero para disfrutar de la ‘aventura’ del sexo no hace falta tener un buen nivel de entendimiento intelectual sino una buena coincidencia de ‘fluidos’.
Enriqueta, que ha probado muchas ‘calidades’, muchos ‘originales exteriores’, me cuenta que entre todos sus conocimientos el mejor sexo que ha tenido ha sido con personas rudas, de nivel intelectual bajo o muy bajo, con personas de distintas culturas con un sentido del sexo básico pero muy efectivo, sin sofisticaciones pero muy interesantes en sus manifestaciones amatorias. Me hablaba del sexo por el sexo, sin más, sin necesidades de aditamentos emocionales, solo ‘disfrutones’. Cuando surge se disfruta y punto. Esta es otra modalidad, claro. Estamos de acuerdo en que disfrutar del sexo es como insuflarse un chute de energía y alegría, mucho más interesante y eficaz que el zumo de frutas naturales exprimido en una coldpress del desayuno.
Dentro de esta variedad del sexo por el sexo resulta agradable el kiki, me decía Enriqueta, un poco de sexo rápido para seguir camino, algo así como el zumo de una máquina expendedora cuando de pronto entra la sed mientras trabajas o vas de camino. Este sexo tiene los ingredientes importantes de un poco de aventura y otro poco de morbo. El que se efectúa en la toilette de un avión, por ejemplo. Es una gracieta sexual, un poco de ‘sal’ en lo cotidiano.
Disfrutar el sexo por el sexo ha sido un gran tabú para las mujeres porque la Iglesia nos lo tenía prohibido (no sé si sigue con esa postura ahora) desde tiempos inmemoriales. Por alguna razón que se me escapa mientras las mujeres tenían que ‘dejarse hacer’ en la ignorancia del placer, los hombres podían disfrutar de lo lindo dentro y fuera de casa. Claro, el conocimiento y las experiencias femeninas brillaban por su ausencia. Felizmente esa circunstancia se ha ido salvando. Ahora la mujer sabe, actúa y domina ese campo. Ante tanta ‘ilustración femenina’ quizás ahora los hombres se hayan acobardado un poco y se hayan quedado algo achicopalados, porque la mujer cuando se pone ‘se pone’.Y la española cuando besa es que besa de verdad.
Otra variante del placer del sexo es la consideración del sexo como complemento de la comunicación entre dos personas afines. En este caso se trataría de dos personas con un entendimiento entre ellas muy grande y el sexo como parte de ‘la comunicación y el conocimiento integral’. No amor. No compromiso de pareja. Sí buenísima amistad con impulso de comunicación de piel. Los franceses que tienen fama de ser muy dados a los amores especifican este tipo de amistad en su vocabulario y le llaman amitié amoureuse, es decir amistad amorosa. Tener varias amitiés amoureuses puede resultar una riqueza enorme de comunicación y una importante apología de la amistad. Esta Enriqueta cuánto sabe.
También me contaba Enriqueta que en sus experiencias amatorias ha constatado que a los hombres, en general a casi todos (por ser condescendiente) les interesa cualquier modificación en los usos y costumbres del sexo. Dice que el “tamaño Sí que importa”. Una frase que se adjudica a las mujeres pero que también es considerada, y mucho, por ellos, los hombres.
Y esto es por una cuestión de fricción. Si no hay fricción no hay placer. Para que haya fricción tiene que haber un encaje, pero no como ‘de bolillos’ sino como ‘de tornillos’. Surge entonces la necesidad del acoplamiento adecuado entre el tamaño de tornillo y su tuerca y de ahí se llega al uso de otras variedades de ‘canales de fricción’ como el sexo oral, el sexo anal o sexo manual, todos con un tremendo éxito. Según Enriqueta a los hombres, casi todos, les gusta muchísimo más las variantes que la versión tradicional. Todo es juego, todo es placer, todo forma parte de la lúdica de la vida.
Eso me contaba mi experimentada amiga Enriqueta, un pozo de sabiduría. “La mujer”-me asegura- “también llega a tener un gran placer en esas modalidades, te lo aseguro”. Mmmm. Yo transmito sus afirmaciones porque doy fe de sus experiencias y creo que tiene cabeza analítica como para llegar a conclusiones, aunque estas sean sorprendentes para muchos pero, claro, creo no equivocarme al afirmar que ‘muchos’ han tenido ‘pocas’ experiencias y experimentaciones sexológicos en su vida.
Con toda esta erudición de mi amiga Enriqueta se deduce que el sexo sin intelecto puede ser sensacional y el sexo con intelecto puede ser extraordinario. Pero ninguna fórmula es garantía de nada porque en todos y cada uno de los casos depende exclusivamente de las capacidades y disposiciones de las personas. Para gustos los colores. ¿Qué si se pueden disociar amor y sexo y disfrutar de ambos? Sí, se puede. Que hay quien no es capaz de llegar a ese punto por su naturaleza, pudor, educación religiosa o cultura castrante, pues una pena, eso que se pierde.
Todo lo demás son ‘contornos’, sucedáneos.
O témpora o mores.
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Hablando del amor, de lo que la gente entiende por amor, podemos entretenernos con muchos perfiles, muchas líneas de entendimiento, con muchas variantes que se interpretan como amor. Ya lo hablaba el otro día. Lo que entendemos por amor es un emoción muy compleja, es algo intenso y liviano a la vez, evanescente y pesado, eterno y efímero, alegre y triste…, todo un cúmulo de sentimientos encontrados de felicidad y de sufrimiento.
Incluido en este estremecimiento emocional del amor entra el capítulo del sexo. Después de leer el anterior artículo sobre el amor algunos amigos me han hecho saber que les interesaba mi opinión sobre el sexo en el amor, o el sexo y el amor. Uno de esos amigos me escribió diciendo: “lo que a mí me interesa-y espero que escribas sobre el tema es el desfase entre la atracción y la admiración intelectual. Yo soy incapaz de entregarme sexualmente a un necio/a”. En vista de estas solicitudes les dedico esta pequeña exposición sobre el tema.
Ante la curiosidad expresada sobre mi opinión del sexo en el amor se me ha ocurrido trasladar algunos retazos de conversaciones que he tenido con mi amiga Enriqueta quien, como está abierta al mundo y a sus distintas variedades de ‘manifestaciones’, ha vivido mucho y tiene una opinión muy sólida sobre esta materia.
Estamos las dos de acuerdo en que el amor y el sexo no es un único pastel de nata y fresas decorado con unas rosas de azúcar que se come a pequeños, o grandes, bocados pero sin separar la nata de las fresas, todo en un mismo paladeo y un mismo sabor. No. Acordamos que el amor y el sexo son dos cosas placenteras pero no necesariamente siamesas. Que el amor y el sexo son dos cosas muy diferentes con un denominador común: el placer. Distintas variedades de placer pero en cualquiera de las dos versiones se trata de conseguir un delicioso y satisfactorio placentero placer.
El placer siempre da satisfacción y felicidad, venga de donde venga.
Claro, evidentemente hay una importante diferencia entre estas dos emociones que estamos analizando que radica en ‘el territorio’ de ese placer. En el sexo el placer se sitúa en el cuerpo mientras que en el amor el placer crece en el espíritu. Son dos ámbitos de placer independientes que no tienen que ir necesariamente ‘de la mano’. Si consiguen ir juntos es ‘lo más’, ‘la bomba’, la felicidad suprema, pero es bastante poco habitual que confluyan.
El sexo es una aventura física y el amor una aventura metafísica.
Estos dos placeres en estado puro es lo más que se puede pedir, es el top, pero eso es pedir demasiado a la naturaleza, así que normalmente nos conformamos con un ‘estacionamiento mediano bajo’ en la escala. Podemos tener amor y sexo, es lo que todos creemos que tenemos, pero normalmente este ‘paquetito feliz’ suele ser un sucedáneo, como la achicoria y el café cuando en posguerra la escasez engañaba a la necesidad y se tomaba el sucedáneo con sabor a lo auténtico.
Como nos solemos situar en ‘los aledaños’ de la felicidad en estado puro, cabe la posibilidad de que disfrutemos agradablemente cada ‘parte del todo’ por separado, el amor por un lado y el sexo por otro.
Podemos disfrutar enormemente de una persona (pongamos pareja) si coincides con ella en ideas, en proyecto vital, en valores… y sobre todo en humor. El sentido del humor es fundamental, absolutamente fundamental. No puedes estar con una persona que sus gracias te parecen fastidiosas y que las tuyas le molesten a ella. Eso es la ruina de la relación. Claro, partiendo de la base de que en una relación tiene que haber un cierto sentido del humor, no hablo de contar chistes, eso son cuchufletas puntuales, me refiero a coincidir con una mirada de la vida y de lo cotidiano con cierta agudeza, ingenio irónico, con algo de sal. Si no hay humor, si no hay sal, hay aburrimiento.
Y en el amor de una pareja no nos puede faltar, tampoco, ni la admiración ni el respeto. En mayor o menor grado, de pequeñas o grandes cualidades, pero siempre es importante que haya admiración mutua, y por supuesto un gran respeto. La admiración, el respeto y el humor son los elementos ‘envolventes’, ‘las ruedas’ del amor, nos reafirmamos Enriqueta y yo.
Si todo lo anterior se da en una pareja la cuestión del sexo (el buen sexo) puede ser adicional. Si lo hay “a mayores” ¡magnífico! , y si no lo hay puede que no se le eche mucho de menos. El placer del amor reside sobre todo en aquello que lleva al crecimiento intelectual y personal.
El sexo es la otra vertiente de los dos placeres de los que hablamos. Este placer se puede dar en muchas modalidades de ‘encuentro’. En una relación el sexo surge si las dos personas son afines en el deseo y el deseo es un impulso, una atracción física, una simpatía de piel, un entendimiento físico de energías, una conexión.
Pero para disfrutar de la ‘aventura’ del sexo no hace falta tener un buen nivel de entendimiento intelectual sino una buena coincidencia de ‘fluidos’.
Enriqueta, que ha probado muchas ‘calidades’, muchos ‘originales exteriores’, me cuenta que entre todos sus conocimientos el mejor sexo que ha tenido ha sido con personas rudas, de nivel intelectual bajo o muy bajo, con personas de distintas culturas con un sentido del sexo básico pero muy efectivo, sin sofisticaciones pero muy interesantes en sus manifestaciones amatorias. Me hablaba del sexo por el sexo, sin más, sin necesidades de aditamentos emocionales, solo ‘disfrutones’. Cuando surge se disfruta y punto. Esta es otra modalidad, claro. Estamos de acuerdo en que disfrutar del sexo es como insuflarse un chute de energía y alegría, mucho más interesante y eficaz que el zumo de frutas naturales exprimido en una coldpress del desayuno.
Dentro de esta variedad del sexo por el sexo resulta agradable el kiki, me decía Enriqueta, un poco de sexo rápido para seguir camino, algo así como el zumo de una máquina expendedora cuando de pronto entra la sed mientras trabajas o vas de camino. Este sexo tiene los ingredientes importantes de un poco de aventura y otro poco de morbo. El que se efectúa en la toilette de un avión, por ejemplo. Es una gracieta sexual, un poco de ‘sal’ en lo cotidiano.
Disfrutar el sexo por el sexo ha sido un gran tabú para las mujeres porque la Iglesia nos lo tenía prohibido (no sé si sigue con esa postura ahora) desde tiempos inmemoriales. Por alguna razón que se me escapa mientras las mujeres tenían que ‘dejarse hacer’ en la ignorancia del placer, los hombres podían disfrutar de lo lindo dentro y fuera de casa. Claro, el conocimiento y las experiencias femeninas brillaban por su ausencia. Felizmente esa circunstancia se ha ido salvando. Ahora la mujer sabe, actúa y domina ese campo. Ante tanta ‘ilustración femenina’ quizás ahora los hombres se hayan acobardado un poco y se hayan quedado algo achicopalados, porque la mujer cuando se pone ‘se pone’.Y la española cuando besa es que besa de verdad.
Otra variante del placer del sexo es la consideración del sexo como complemento de la comunicación entre dos personas afines. En este caso se trataría de dos personas con un entendimiento entre ellas muy grande y el sexo como parte de ‘la comunicación y el conocimiento integral’. No amor. No compromiso de pareja. Sí buenísima amistad con impulso de comunicación de piel. Los franceses que tienen fama de ser muy dados a los amores especifican este tipo de amistad en su vocabulario y le llaman amitié amoureuse, es decir amistad amorosa. Tener varias amitiés amoureuses puede resultar una riqueza enorme de comunicación y una importante apología de la amistad. Esta Enriqueta cuánto sabe.
También me contaba Enriqueta que en sus experiencias amatorias ha constatado que a los hombres, en general a casi todos (por ser condescendiente) les interesa cualquier modificación en los usos y costumbres del sexo. Dice que el “tamaño Sí que importa”. Una frase que se adjudica a las mujeres pero que también es considerada, y mucho, por ellos, los hombres.
Y esto es por una cuestión de fricción. Si no hay fricción no hay placer. Para que haya fricción tiene que haber un encaje, pero no como ‘de bolillos’ sino como ‘de tornillos’. Surge entonces la necesidad del acoplamiento adecuado entre el tamaño de tornillo y su tuerca y de ahí se llega al uso de otras variedades de ‘canales de fricción’ como el sexo oral, el sexo anal o sexo manual, todos con un tremendo éxito. Según Enriqueta a los hombres, casi todos, les gusta muchísimo más las variantes que la versión tradicional. Todo es juego, todo es placer, todo forma parte de la lúdica de la vida.
Eso me contaba mi experimentada amiga Enriqueta, un pozo de sabiduría. “La mujer”-me asegura- “también llega a tener un gran placer en esas modalidades, te lo aseguro”. Mmmm. Yo transmito sus afirmaciones porque doy fe de sus experiencias y creo que tiene cabeza analítica como para llegar a conclusiones, aunque estas sean sorprendentes para muchos pero, claro, creo no equivocarme al afirmar que ‘muchos’ han tenido ‘pocas’ experiencias y experimentaciones sexológicos en su vida.
Con toda esta erudición de mi amiga Enriqueta se deduce que el sexo sin intelecto puede ser sensacional y el sexo con intelecto puede ser extraordinario. Pero ninguna fórmula es garantía de nada porque en todos y cada uno de los casos depende exclusivamente de las capacidades y disposiciones de las personas. Para gustos los colores. ¿Qué si se pueden disociar amor y sexo y disfrutar de ambos? Sí, se puede. Que hay quien no es capaz de llegar a ese punto por su naturaleza, pudor, educación religiosa o cultura castrante, pues una pena, eso que se pierde.
Todo lo demás son ‘contornos’, sucedáneos.
O témpora o mores.






