Aidan Mcnamara
Sábado, 26 de Septiembre de 2020

La esperanza cotidiana

[Img #51088]

 

 

Cada vez que me pongo a escribir una columna, me acuerdo de tres cosas: no aburrir, no repetir y no ser un bajón.

 

Hay más cosas, pero no estoy aquí ni para lucirme ni para dialogar con mi alma. Una columna debe tener en cuenta que el lector está a la merced- y cada vez más- de miles de fuentes de información, diversión, y, se espera, percepción más perspicacia.

 

Últimamente, estamos (naturalmente) preocupados por nuestra salud, la economía personal y la administración política de nuestras tierras y tribus. O sea: pandemia, pandemia, pandemia. Y, por lo tanto, escribir sobre temas alejados de los acuciantes podría parecer irrelevante, autista o meramente egoísta.

 

Sin embargo, es bueno buscar y nutrir la esperanza, esa sensación de espacio y paz, y los ángulos menos explorados del día a día para iluminar los cimientos menos amenazados de nuestra estancia en el arca. 

 

Václav Havel, quien, espero, no necesitará más presentación que su nombre, diferenció el optimismo de la esperanza:

 

Definitivamente, la esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, sin importar cómo resulte.

 

Hay muchas citas suyas sobre la esperanza sin referirse al optimismo. No es de sorprender. El optimismo es meramenteel lujo onírico del espejismo subjetivo si no puede basarse en datos concretos.

 

La esperanza pertenece a otra categoría: la del alma, la de la naturaleza humana. (Desde luego, después, cada uno lidiará con su propio temperamento y, claro está, la suerte…  el lugar de nacimiento, la familia, el estado del sistema digestivo…).

 

Es verdad que en términos políticos la fórmula de Havel no nos ofrece una visión clara de cómo podamos actuar como una sociedad de cara a soluciones concretas a problemas inmediatos. Y el optimismo hay que organizarlo.

 

Es difícil consolar a las familias que han sufrido directamente (contagio, enfermedad, muerte) a causa de la pandemia, pero sí es necesario acordarse de manera continua de todo el mundo que se levanta todos los días para aportar su labor, su pericia, su paciencia (y muchos etcéteras) a pesar de no controlar o tener una visión clara, nítida del curso del futuro a medio o largo plazo respecto a la evolución de la pandemia y su trato por nuestros políticos.

 

Yo, aquí, no digo mucho que ustedes no sepan, pero sí quisiera incluir el vínculo al ensayo del periodista David Jiménez sobre España y la pandemia publicado en el New York Times, por si su columna sufriera de citismo selectivo (citas tergiversadas, huérfanas sin contexto)por parte de los medios nacionales:

 

https://www.nytimes.com/es/2020/09/24/espanol/opinion/espana-coronavirus.html

 

Leer su prosa me llena de optimismo: hay españoles que saben perfectamente de qué va España, un país maravilloso… muy a su pesar.

 

Y, finalmente, quisiera destacar también otra fuente de optimismo: ver cómo los contertulios científicos (hombres y mujeres)- los nuevos estrellas de la Sexta Noche- son capaces de hablar sin gritar ni insultar.

Ahora os dejo. Estoy muy ocupado con mis planes para abrir un museo dedicado a los libros tontos. Todavía el otro día me pasaron esta joya para la colección: PSICOLOGÍA DEL EROTISMO de Peter Kolosimo, Plaza y Janes, 1970. Leerlo en el año 2020 me enseña enormemente cómo hemos avanzadodesde la Edad Media. Esta experiencia podría clasificarse como un ejemplo de la “esperanza cumplida”.

 

Salud y amor.

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.