Ángel Alonso Carracedo
Sábado, 31 de Octubre de 2020

El ucase

[Img #51453]

 

                                                           

Ucase es palabra de crucigrama. Responde a la definición de edicto del zar. Está totalmente en desuso, pero un pasatiempo la refresca de cuando en cuando. Bueno, esa especie de divertimento, y los talantes de determinados políticos que, con su autoritarismo de mediocres, sin pronunciarla, la llevan a las casillas de los jeroglíficos de nuestro entendimiento con absoluta nitidez.

 

Ocurrió esta semana, en el apogeo caótico entre las Comunidades Autónomas y el Gobierno Central, por dar uniformidad y coordinación a las distintas fórmulas de restricción de movilidad en la segunda oleada de la pandemia que, para mayor drama, se expandirá en las tradicionales llamadas del otoño a los puentes festivos, motor del  éxodo masivo de ciudadanos a la busca de unos días de ocio anestésico a tanta angustia. Con las ganas nos hemos quedado. Eso, sin querer entrar aún en las cercanas Navidades que, junto a la realidad de millones de desplazamientos para los encuentros familiares, es periodo punta del consumo, el gran pulmón de la economía.

 

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, desde los albores de esta crisis en orgulloso papel de rebelde a la incesante búsqueda de una causa personal e intransferible, salía en televisión para anunciar las medidas adoptadas en el territorio de su jurisdicción, con una introducción oral que retrotrajo vestigios autoritarios de otras épocas. He decidido que…. , así, en primera persona del singular, en pretérito. Su subconsciente empezó a dictar el ucase que su semblante de zarina en todo este proceso de ansiedades demandaba de tan compleja personalidad política. Ni se la ha entendido, ni  ha querido hacerse entender. Parece abducida por su autoatribuido papel de verso libre, al modo y manera de soberbias que todavía dejan huella fresca en su partido político.

 

He decidido que…, no un hemos decidido que…que en conjugación de primera persona del plural, al menos, reviste una condición de colectividad que encaja mejor en el lenguaje de una democracia, necesitada, para su credibilidad y alimento, de decisiones colegiadas o sugerencias de pactos y acuerdos entre sensibilidades diferentes. En un sistema como el que nos rige, no hay cabida para desmarques que suenan en los oídos de los ciudadanos a antojo y excusa, a la vez, de dirigente rebasada por los acontecimientos. En situaciones como ésta, obligan tanto fondo como formas, y en estas últimas, Díaz Ayuso, desde el pitido inicial, ha sido una dirigente sin brújula.

 

Un jefe de Gobierno es responsable primero y último de los éxitos y desaguisados de su equipo. Por ello, en sus comparecencias, ni puede ni debe sustraerse a un firme sentido de corresponsabilidad. Queda borrado el ego, porque la simple acepción de gobierno legislando y arbitrando hace emerger el yo que todos imaginamos y al que se pone rostro en décimas de segundo. Sobran, pues, los subrayados como el he decidido que…La primera persona como única acción de gobierno prefigura modos dictatoriales, absolutistas, y es el entreacto de los mayestáticos imperiales y vaticanos.

 

Pronunciarse así, como lo ha hecho Díaz Ayuso, sugiere la soledad del poder en términos de aspiración para no dar cuentas a nadie, ni a tus más próximos. Metáfora rotunda aquella de la lucecita de El Pardo, cuando toda España dormía. Decidir por cuenta propia es la huida hacia adelante, ante una más que probable constatación de que ni propios, ni socios, ni extraños, en la difícil misión de la gobernanza, te aguantan.

 

De su errabunda gestión de gobierno en la autonomía española más rica, sirva de muestra este pan, todavía caliente, recién salido del horno: la reunión de presidentes de Madrid y de las dos Castillas (León y La Mancha) como comunidades limítrofes con la de la susodicha. En una, gobierno afín, en otra, dirigencia opuesta. Pues, ni con sus compañeros de viaje, en gestión y coalición (Castilla y León), fue capaz de aunar posiciones en cuanto a cuestión tan elemental como un cierre perimetral protector en un recrudecimiento de la pandemia, que tiene ya, en bastantes zonas, registros superiores a la de la primera oleada, que obligó a un confinamiento domiciliar.

    

Mientras tanto, los residentes en Madrid miramos el mapa de España y vemos nuestras lindes como la aldea gala que resiste las acometidas del imperio invasor y sus invencibles legiones. Pero aquí se cambia el guión: la heroica resistencia tiene poco o nada de épica y mucho o todo de ópera bufa o de esperpento. Hay que repeler, sí, pero no nos confundamos de enemigo. Que las sobreactuaciones de esta dirigente no transformen la invisibilidad y lo imprevisible de un virus, en el atajo de un victimismo esculpido en el acoso y derribo a su cargo por parte de cualquiera que se le oponga. Me da que por esta aldea gala, que es ahora Madrid, pulula algún que otro druida experto en pócimas con mucho olor a podrido.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.