Juan Guerrero
Domingo, 01 de Noviembre de 2020
ENTREVISTA / Carmen Rosa Orozco, poeta

Carmen Rosa Orozco: Del amor extraviado en mí

Sobrevivir a la tragedia de no saber quién eres, al borde del abismo. Esa honda tristeza de entrar, penetrar la noche eterna del no retorno y, sin embargo, aferrarse a la pasión de un dios hecho de luz y versos, que nada pide, nada exige, salvo escuchar desde la esencia de un poema que restaure, como luminosa presencia, el rasgo de una antigua voz que fusiona el ser y su destino, la palabra que sana y es plenitud.

La voz poética de Carmen Rosa Orozco, (San Juan de Colón) nos habla desde el fracaso, la tristeza, la soledad, el abatimiento, el dolor de estar vivo, pero también es palabra que resplandece amparada en un dios que sana en su silencio. De escritura directa, franca, osada en su estructura que combina verso libre, prosa y narración sobre vidas que hablan desde su cotidiano existir, la voz poética de Orozco trasciende su incierto destino para no fracasar en el anonimato de la banalidad.

Docente de Educación Primaria por más de 20 años, y en Administración de empresas. Carmen Rosa Orozco es además de poeta, correctora de textos, manualista y comerciante en su ciudad natal. Ha publicado, hasta el presente, los siguientes libros de poesía: Hileras de sol, Delebles, y Entreluz. Sus textos poéticos han aparecido en antologías, como Pasajeras del cautiverio, de la editorial Lector Cómplice; Antología Los Dragones de Papel, entre otros. Ha recibido varios reconocimientos y premios, entre ellos: Premio de la Dirección de Cultura y Bellas Artes, del estado Táchira; Premio de la I Bienal de Literatura Juan Beroes.  Sus textos han aparecido en revistas y portales virtuales, como: Palabra virtual, Grito de mujer, Mi pequeña Venecia, Letralia, El Ojo Memorioso, Poesía española, entre otros.

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De sus ocho poemarios que permanecen inéditos, publicamos el siguiente poema.

 

         Camila flanquea su idioma

         Los traficantes de armas

         disecaron mi rostro,

         lo cortaron del tórax

         con un bisturí transparente

         que se desaparecía en sus manos.

         Cosieron la sangre titilante

         con sal, hilos de azafrán y rosas,

         resistentes a la humedad

         y las miradas de la gente,

         lo guardaron en una botellita celeste,

         lo maceraron por cuarenta y un mil días.

         En perfecta simetría

         colocaron mis ojos y mis labios

         perpendiculares al sol

         y de espaldas a la luna.

         Me lo entregaron para colocarlo en la cómoda

         y recordara los días felices

         que me otorgaron las hadas y cigüeñas.

         En las tardes de calor

         saco mi antiguo rostro y lo maquillo.

         Camila fue confundida

         con una extinta especie animal. 

 

(De: El monotema de una Camila)

 

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Juan Guerrero: Leo en uno de tus poemas: “No sé cómo dar la espalda en tiempos de tribulación.” ¿Escribes para ‘estremecer consciencias’?

 

 

Carmen Rosa Orozco: En la adolescencia escribía para buscar mi identidad en un universo de cosas, imágenes, palabras, personas, para vaciar mi interior de la claridad y oscuridad que me saturaban en iguales proporciones.

 

 

Hace casi tres años he vuelto a escribir de manera constante, con ahínco y deseos de salvarme de un tiempo histórico que sentía que me devoraba. Escribo para poder sobrevivir a la tragedia en que se ha convertido nuestro país. Nunca pensé ver, oír, sentir, palpar, el drama humanitario en que se ha transformado la vida diaria, como si una rueda gigante nos persiguiera y quisiera aplastar. No escogí vivir estas circunstancias que me aturden y a veces me sobrepasan: el colapso de los servicios públicos, el hambre, la miseria, la escasez de combustible, la desolación, la hiperinflación, la falta de medicamentos, el congelamiento económico por el Coronavirus; por ello, no sé cómo dar la espalda a una Nación que sufre, a las mil historias tristes que significan la mengua del venezolano y su diáspora que se balancea por el mundo.

 

 

Las palabras me han servido de escondite y liberación de todo aquello que me pueda asfixiar. Quisiera volver a los días felices o que esta pesadilla a cuenta gotas cierre su grifo. No sé si la poesía tiene una función salvífica, pero en mi caso particular el acercamiento a Dios y a la escritura, me han permitido sobrellevar con mayor entereza el infortunio de mi país. Nos queda morir y no luchar o resistir o simplemente huir. No he podido apagar la esperanza, no he podido rendirme. La fortaleza viene de Dios y los signos escritos en estos días manchados de tribulación.

 

 

No escribo para estremecer consciencias, no puedo controlar el destino o los resultados de unos poemas sin intenciones, la gente no puede ser obligada a leer; se lee para disfrutar, aprender, soñar, salvarse; la lectura debe ser una elección, no una obligación. Soy un pequeño ser en la creación divina, no muy popular o conocida, por tanto, el escribir ha obrado la magia de establecer diálogos, monólogos, con Dios y mis semejantes. Y en este planeta hay espacio para todos: unos son dichosos leyendo, otras bordando, muchos oyendo música o paseando, al rezar o cocinar, al compartir o estar solos. En el respeto a la diversidad reside el casi perfecto engranaje de la vida.

 

 

Son varios los temas que abordas en tu poesía. Uno de ellos ya lo mencionas, Dios. Sin embargo, me interesaría conocer sobre ese personaje, Camila, que desarrollas al borde del suicidio. ¿Tu discurso poético lleva a Camila a esos extremos?

 

 

El monotema de una Camila es un poemario que escribí a los 22 años, trata sobre la relación amorosa entre dos adolescentes llamados, Camila y Adrián. El libro se divide en 17 partes, donde Camila expone sus miedos, monólogos, sentimientos, observaciones, epígrafes, cartas, reflexiones, todo lo cual converge en la profunda obsesión de la joven Camila por Adrián. Este poemario aún está inédito.

 

 

El discurso poético no conduce a Camila al suicidio. Ella padece depresión nerviosa profunda, problemas de identidad personal, soledad y no soporta que Adrián la abandone después de ambos amarse tanto. El suicidio fue un intento fallido, así como su amor por Adrián. Ella embriaga su dolor mediante la lectura de diversos escritores a los cuales cita, en la mirada de cuadros de renombrados pintores, fragmentos, anotaciones, diálogos imaginarios con su amado, visitas a realidades alteradas, indagaciones sobre las acciones humanas.

 

 

En mi poesía trato diversos temas que guardan relación estrecha con el reloj cronológico: la infancia, el amor, desórdenes anímicos, lo mágico, la humanización de plantas y animales, la vida, la muerte, la empatía con el dolor humano, lo cotidiano, la familia, Dios, el país fragmentado, entre otros. Podría decir que mi escritura es conducida por diversas voces, por lo que veo y percibo, por lo escuchado, por lo que me cuentan; la realidad la mezclo con la ficción y la ficción la confundo con la realidad, a veces, las líneas divisorias me resultan borrosas.

 

 

Camila puede ser como toda chica con el corazón roto por su primer amor, que en su caso particular escribe poesía, pero también pudo ser una cantante, diseñadora, actriz, bailarina; ella expresa el drama emocional a través de la escritura, que en ciertos momentos del poemario es delirante, monotemático, intenso. Y Adrián es el sujeto de su desbordada pasión. Una historia de amor como la de cualquiera, pero particularmente suya. De allí, que el abandono de la pareja o una ruptura sentimental siempre serán universales y vigentes en la manera de expresarse los afectados en las indefinidas épocas que se suceden. El amor no cambia, permanece anclado a la especie humana con sus mismos matices.

 

 

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La presencia de Dios es muy frecuente en tus poemas. ¿Lo abordas desde una visión religiosa, o vista como divinidad de luz/iluminación, como creación?

 

 

Trato que Dios esté presente en mi vida, en lo que escribo, en lo que hago. Lo contemplo desde el punto de vista religioso, de creación, de iluminación. Estudié en un colegio católico, mi familia es católica; no puedo desligarme de mi credo religioso porque me siento cómoda en él, lo respeto, no soy una practicante fiel, tengo defectos, cometo errores; es la religión de mi abuela Sofía, de mis ancestros. Siempre he leído la Biblia, sobre la vida de santos, soy devota de santa Rita de Cascia, la Virgen en sus distintas advocaciones, el santo Cristo de La Grita. Pero el Señor es mi guía, sin necesidad de visitar un templo o profesar a ciegas un dogma.

 

 

Sé que mi religión tiene sus fallas y vacíos, pero no soy nadie para juzgarla. Dios es infinito amor, la esencia de toda religión debe resumirse en no hacer a nuestro prójimo lo que no nos gusta que nos hagan, como dijo Cristo. He tenido crisis de fe y búsqueda incesante de Dios como muchas personas que se han sentido abatidas y sin esperanza. Me he sentido repetidas veces decepcionada y sin fuerzas, sola, y allí, la oración me ha rescatado de mis tinieblas. He recibido grandes gracias del Señor e infinidad de pequeños milagros.

 

 

Usted pensará que estoy loca, pero un día creo haber hablado con un ángel, tenía 18 años y no quería vivir, me encontraba en el café de un centro comercial en Maracaibo y un niño de 10 años me dijo que si podía sentarse a mi lado, era de piel morena oscura y cabello ondulado, le invité un jugo y unas galletas dulces, su diálogo fue sereno y con tanta sabiduría, sabía de mis ocultas intenciones sin contárselas, su tono de voz era el de un adulto; bajé mi cabeza para buscar el monedero en el morral para pagar, cuando levanté mis ojos el niño ya no estaba, le pregunté al mesonero sobre el pequeño que estaba conmigo y me dijo que siempre estuve sola, era una clara mañana y recobré la paz.

 

 

Fui diagnosticada muy joven con depresión nerviosa profunda y asperger leve, he estado en tratamientos psiquiátricos los cuales abandoné hace tiempo; en una crisis fuerte mi madre no permitió que me internaran en una clínica de reposo mental, ahora, se lo agradezco. No había contado esto a nadie ajeno a mi familia. En algunas oportunidades he sufrido de acoso, eso que llaman bullying y mobbing, porque muchos dicen que no soy normal, que soy rara. Por tanto, he sentido mi perfecto acoplamiento con Dios, él no me ha rechazado, me acepta, me sana, me salva de mí misma y de quienes han querido dañarme. Puedo perder todo en mi vida, pero no quiero perder la presencia de Dios. La vida está hecha de ganancias y pérdidas, he aprendido a fracasar y levantarme. En ciertas ocasiones, el fantasma de una profunda melancolía me persigue y trato de no dejarme consumir por él. A veces, no entiendo los planes de Dios y los cuestiono, le pido, luego, perdón por ello; como el sufrimiento de los venezolanos, el descalabro del país que ha abierto cicatrices emocionales y espirituales, le pido a Dios de forma continua que restaure a Venezuela, que me dé entendimiento y aceptación para todo aquello que no puedo comprender.

 

 

La beatificación de Carlo Acutis representa una ventana de fe, esperanza, caridad, para quienes perdemos el rumbo; he leído sobre este joven y siento tranquilidad. Soy una minúscula pieza en la creación divina, todavía no comprendo qué función clara tengo en este engranaje, pero al final del viaje quisiera sólo tener una completa paz y ser alcanzada por la mirada de Dios.

 

 

No soy una fanática religiosa o una católica ejemplar. Y lo que más deseo es que quienes sufren encuentren un ser bondadoso en su vida que los alivie, hay ángeles que caminan por la tierra, es muy gratificante para una persona sedienta que se le dé a beber agua, a un hambriento que tenga alimentos, que alguien encuentre un empleo, recibir un buen trato, un hombro en el cual llorar; un animal, un desvalido, un emigrante, un enfermo, son felices cuando se les ayuda con amor.

 

 

Tampoco sé qué es exactamente la poesía, ni me preocupa el devenir de mi escritura, a algunos les gustará a otros no. No puedo controlar los gustos de nadie ni el futuro o los resultados, espero que haya contribuido en algo con lo que escribo.

 

 

¿Qué te vinculó a la poesía?

 

 

Me crié con mis abuelos maternos, mi abuela Sofía y dos tías leían mucho, ellas eran universitarias, una estudiaba licenciatura en Castellano y Literatura, la otra Geografía e Historia, por lo cual siempre había libros cerca. Fui hija única hasta los doce años y no había más niños en casa, por lo cual me refugié en la biblioteca familiar. Además, mi tía preferida llamada Tina, es periodista y maestra jubilada, siempre me regalaba libros y es una ávida lectora.

 

 

La abuela Sofía me enseñó a leer a los cuatro años de edad, me permitían jugar con las vecinas, iba al colegio, hacía los deberes escolares, me encantaban las muñecas, cuando estaba sola disfrutaba leer. Tuve una infancia muy feliz. Empecé leyendo los libros que encontraba: poesía, enciclopedias de historia, tomos de geografía, novelas, diccionarios, periódicos, revistas, la Biblia, un hermoso Bhagavad Gita ilustrado. De niña me encantaba la poesía de Rubén Darío porque era musical, memoricé muchos poemas suyos como el de la Sonatina sobre la princesa está triste; leía con fascinación el Cantar de los Cantares, Las Mil y Una Noches, el Diario de Ana Frank, Sor Juana Inés de la Cruz, la poesía para niños de Manuel Felipe Rugeles. Ya adolescente y adulta me atrajo la poesía de Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Hanni Ossott, Miyó Vestrini, Yolanda Pantin, Olga Orozco, Anne Carson, Emily Dickinson, Marianne Moore, Anna Ajmatova, Wislawa Szymborska, Louise Labé, María Baranda, entre otras poetas de mi agrado. Leí con placer a las escritoras: MargueriteYourcenar, Olga Tokarczuk, Teresa de la Parra, Elena Garro, Clarice Lispector, Simone de Beauvoir, otras. Me siento identificada con la literatura femenina y el universo doméstico, creativo, ficticio, vivencial, de las mujeres; no soy una intransigente feminista, sólo soy una mujer que escribe y, por tanto, lo femenino es lo que tengo más cercano. 

 

 

Sería muy dichosa en dedicarme sólo a leer y escribir, pero desde los 17 años he tenido que trabajar para ganar el sustento diario. Creo que cada quien nace con una disposición natural para hacer algo en particular y a mí me correspondió la escritura; la poesía y yo nos encontramos por casualidad un día muy lejano en mi niñez.

 

 

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Ya que mencionas a Hanni Ossott y a Yolanda Pantin. ¿Qué opinión tienes de estas dos escritoras y sus obras?

 

 

A Hanni Ossott nunca la conocí. Guardo de ella una fotografía en mis registros, era joven, estaba con un traje de baño blanco, el día era soleado, se le veía muy feliz, denotaba bondad y dulzura; a veces, cuando la leo me pregunto qué estaría viviendo cuando escribió eso, cómo era su proceso creativo, sus lecturas. Me gustaría haberla conocido y charlar con ella. Su poesía es magistral, luminosa, profunda, con imágenes entrañables, un estilo depurado. Me encantan sus libros: El circo roto, Casa de agua y de sombras, Espacios de ausencia y de luz. Hoy la recuerdo: “Mi infancia hoy es un gran estanque/ donde me miro/ en su fondo verde liquen/ piedras alcanzadas por el musgo/ peces de rara y brillante especie.” A Yolanda Pantin la conocí hace 21 años, aún yo no era madre, fue invitada a la I Bienal Juan Beroes, en San Cristóbal. Fue la única ocasión en que la traté. Era una persona especial, muy educada, refinada, accesible, sencilla, irradiaba una inocencia ancestral, un poco tímida, de trato amable. 

 

 

Mantuvimos comunicación por corto tiempo, me publicó unos poemas en un portal mexicano, luego, tuve a mi hija y perdí la comunicación con la literatura formal, con ella. Es un orgullo y una gloria para la literatura en habla española, para nuestro país. Su poesía es minimalista, nada sobra nada falta, sin redundancias ni estridencias, sin desbordes emocionales. Cálida, natural, con hondas connotaciones espirituales y matices del pensamiento: lírica, puntual, musical.

 

 

Me gustan sus libros: Casa o lobo, El cielo de París, La quietud. Celebro sus versos: “Esta casa surge despacio en el agua de la lluvia que caía por los muros y olía a yerba y a todo eso. Antes salían ellos, los siempre vestidos, y uno se quedaba mirando por detrás de las puertas toda esa agua que irrumpía por los muros y las ventanas abarrotadas”. No soy una crítica especializada, hago mis lecturas desde el sentimiento y atraída por la belleza de los textos que leo.

 

 

Leyendo parte de tu obra, Carmen Rosa, se aprecia una gran soledad, tristeza, acaso amargura. ¿Es ese el tiempo que vives o es tu concepción del hombre como abandono y fracaso?

 

 

En 2018 regresé a la literatura formal después de 19 años sin tener un contacto estrecho con escritores, eventos, encuentros, publicaciones, premios. Me dediqué ese tiempo a trabajar de forma ardua, a la crianza de mi hija (soy madre soltera), a obtener los haberes necesarios para la vida; nunca dejé de leer y escribir, tengo 8 poemarios inéditos, de los cuales cuatro he escrito en los últimos 3 años. De forma tal, que como estaba desconectada del ámbito literario comencé a publicar por las redes sociales, a circular de nuevo. 

 

 

No puedo negar que desde el 2017 la vida nos cambió drásticamente, que la precaria situación económica y social del país nos ha destrozado. Los medios de comunicación, la gente dentro y fuera del país están cansados de oír hablar de la tragedia venezolana, pero sin exageración alguna es un drama humanitario lo que estamos viviendo. Hemos sido cercados por el dolor y la desesperanza. Soy docente de educación primaria y gano 5 dólares al mes. Tengo casi 20 años de servicio, con baja probabilidad que me otorguen la incapacidad porque muchos profesores han abandonado el sistema educativo, casi 20 trabajadores se fueron de mi escuela, no volvieron, la sobrevivencia tuvo más peso que la vocación pedagógica.

 

 

Tal vez, un día no regrese a mi sitio de trabajo. Fui optimista y no pensé que el escenario iba a ser tan crítico, me aferré a cierta comodidad material, a la familia, los afectos y la aparente tranquilidad de mi pueblo, cuando quise partir ya era un poco tarde, quedamos presos dentro del país y el Coronavirus agravó el caos existente. Casi todos mis primos y amistades se han marchado. Tuve que buscar oficios y actividades alternas para sobrevivir, porque con mi salario no podía mantener la casa, mi hija, el carro, ni a mí misma, hacer una reparación u obtener algo de valor.

 

 

En estos últimos tiempos he visto, oído, presenciado, leído, sobre historias personales de ruina, miseria, hambre, desolación, contrabando, sicariato, emigración forzada, desesperación, abatimiento, tristeza, suicidios. Veo a las personas y los acontecimientos como radiografías transparentes ante el sol; los intuyo, los leo, siento su dolor y los escribo. No quisiera escribir sobre la soledad, la tristeza, la amargura, el abandono, el fracaso, pero es lo que abunda en las calles, la gente, los corazones.

 

 

Mi país se convirtió en un mapa fracturado de desencuentros y fue atravesado por la lanza enorme de un silencioso genocidio. Posiblemente sea muy sensible y perciba de forma desproporcionada la realidad venezolana. Más allá del odio, la pobreza, la devastación que se respira por doquier, deseo que Venezuela sea restaurada; mi madre dice que se debe orar por los gobernantes y no maldecirlos. Ruego a Dios que ilumine las decisiones de oficialistas y opositores, que se apiaden del sufrimiento que han causado a millones de sus connacionales, que rectifiquen sus acciones, sobre entender que el daño hecho es de dimensiones bíblicas, que aún pueden obrar por el bien de la Nación. Puede parecer pueril decir esto, pero apuesto por la poca o mucha bondad que queda en ellos para una solución pacífica, humana, provechosa, para el fin de la desgracia nacional. Hay mucha gente sufriendo, muriendo, huyendo. Todos padecemos en menor o mayor medida. Creé un ‘insilio’, una burbuja, dentro de mi casa, de la oración, la lectura, la escritura, mi Amada Hijita. Deseo que Venezuela sea próspera de nuevo, que sus habitantes sean felices, que estos días negros sean cuestión del pasado, el regreso de la armonía, que los caminantes no taladren las carreteras de la América del Sur con sus pasos y lágrimas, que la diáspora no aumente, que los retornados sean bien recibidos, que quienes más han sufrido con el quiebre generalizado sean recompensados. Anhelo escribir textos luminosos, llenos de posibilidad, ser más agradecida con la vida, no ver tanto lo que falta sino lo que hay y puede sobrar.

 

 

Probablemente la poesía, la literatura, la música, el arte, no tengan una función útil, pero son la savia del espíritu, el picante y la anestesia, la esencia invisible. Quisiera decir como Ana Frank: “No veo la miseria que hay, sino la belleza que aún queda”.

 

 

Existe por estos años una irrupción de nuevos escritores, tanto dentro del país como desde otras latitudes. ¿Podemos hablar de una nueva literatura venezolana o será acaso, una nueva temática, la literatura de la diáspora?

 

 

Es maravilloso que emerjan nuevos escritores, tanto fuera como dentro del país, esto significa que la literatura venezolana tiene sus relevos, que la palabra escrita no ha sido avasallada por la tecnología, sino que le ha servido de plataforma masiva para su difusión. El Internet ha permitido que en los rincones más recónditos del planeta un lector pueda descargar un libro de su predilección, ya sea en su celular, su Tablet o portátil personal, leyendo en una playa, la montaña, un carro, oficina o casa. Jamás nuestros antepasados imaginaron que existiría ese fabuloso mundo virtual y yuxtapuesto. Siempre que surjan nuevas generaciones se dirá que habrá una literatura venezolana, cuando estos escritores sean adultos habrá otros jóvenes que les sucederán con nuevas inquietudes literarias.

 

 

Creo que se desarrollan nuevos enfoques y visiones de cómo abordar el hecho literario, el contexto histórico, los ambientes políticos y económicos, la nacionalidad, la religión, sexo, otros, que influyen al momento de escribir. Las temáticas de una escritora hindú, inglesa, venezolana, divergen en su escritura, sus ópticas guardan diferencias geográficas, del idioma, culturales. En paralelo existe una literatura de la diáspora que se retroalimenta con la literatura hecha dentro de Venezuela, los que están fuera escriben como si estuvieran dentro del país, no quieren desangrarse en el olvido de sus raíces, además, son embajadores de la palabra en los países que los han acogido. Claro, hay una literatura de la diáspora, que se expande, esos escritores ya no están en el país y quizás la mayoría no regresen, entonces son creadores de aquí y de allá, interconectan lo que acontece donde viven con lo que pasa en Venezuela. Creo que les costará desligarse por completo de su país. Celebro que haya nuevos escritores, que la literatura venezolana sea fecunda tanto en la diáspora como en nuestro territorio, lo cual se traduce en que la literatura seguirá existiendo a pesar del protagonismo de lo mediático, de lo inmediato, de las circunstancias adversas, de la liviandad de las épocas, existirá per se, porque tiene que existir, porque a través del verbo se hizo el universo. No está condenada a la extinción como una lengua que muere. A través de la palabra se han guardado los códices de la humanidad, mientras exista el hombre existirá la necesidad de nombrar, de mencionar, de recrear, de contar, de guardar sucesos, de recordar. La literatura es la alacena secreta de la memoria de la humanidad, por ello, no han desaparecido los clásicos griegos ni ninguna literatura derivada de los diversos movimientos y corrientes literarias. Me atrevo a asegurar que la literatura venezolana aportará en estos años grandes escritores, porque las crisis generan genios, obras trascendentes, explosiones creativas; enhorabuena, para nuestro país.

 

 

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Este ‘insilio’ que mencionas (impuesto más por censura y humillación que por pandemia), ¿ha acelerado tu escritura? ¿es tema de tu poética actual? ¿En qué proyectos literarios trabajas hoy?

 

 

La palabra insilio no se encuentra en el DRAE. Pero por la información leída, es ese viaje que hacemos hacia nuestro interior, sea por circunstancias que nos oprimen, malas experiencias personales, exclusión, incapacidad para emigrar, la presión asfixiante sentida en regímenes totalitarios, un viaje espiritual para encontrarnos, enajenación. En Venezuela muchos no se fueron por apegos, falta de liquidez monetaria para financiar el viaje, temor ante un futuro incierto, xenofobia o simplemente querer quedarse. Siempre he vivido en insilio, viajando a mi interior, la escritura, lectura y oración han permitido que cree una coraza ante las agrestes circunstancias del país. Es muy duro, doloroso y desgastante vivir en la Venezuela actual. Y debo obsequiarme un ambiente armonioso para no colapsar; hago tareas físicas extenuantes para no pensar y dar vueltas macabras al asunto. 

 

 

Los escritores viven una especie de insilio, se esconden y se amurallan en lo que escriben. Este tiempo adverso se ha presentado como alternativo para mí: leo, escribo y corrijo a pasos más acelerados, he desarrollado habilidades para emprender pequeños negocios, también, realizo con curiosidad actividades plásticas y manualidades. En estos momentos, trabajo en correcciones sobre mis cuatro últimos poemarios: El amado de Enemú, que es poesía mística, habla sobre la relación de amor y dolor de un pueblo que perdió su fe en Dios, el cual se siente menguado, sin fuerza y deseos para seguir; de igual forma, Enemú puede ser una joven que busca a Dios a través de la desesperanza de los suyos. El país de Amanda es un poemario donde los protagonistas son Amanda y su país fragmentado. Ella experimenta una relación amorosa intermitente, expresa el lastimoso devenir de los jóvenes universitarios en las protestas de calle, persecuciones políticas, el abandono de los adultos mayores, el hambre y la miseria que se evidencia en las calles; a través del despecho, el desamor, la empatía social, letras de canciones, citas de sus escritoras favoritas, magia, fantasía, extrañamiento, va relatando las crudas vivencias de lo que significa vivir en un país comunista. Acude con perplejidad al hecho de quedarse atrapada en su país de hule, su pequeño país, el país de cristal, donde ella fue tan feliz, además, su pareja llamada Valmore, tampoco está. Ella retoma elementos característicos de su pueblo ubicado en el eje fronterizo colombo-venezolano, tan ardiente, enigmático y peligroso como su pensamiento que revienta en espirales silenciosas. Los días asincrónicos de Tina es un libro que entremezcla poesía, prosa, relato, denuncia, en fragmentos invariables en la mente de Tina y son dislocados de la línea horizontal de los acontecimientos. Esos días pueden ser fucsia, rugosos, ámbar, despacio o sucedidos en desorden cronológico: 3450, 8 o 21. Es una especie de diario íntimo sobre lo que impacta a Tina en sus rutinas desdibujadas y que se le escapan de la dimensión tiempo-espacio. Los minutos parecen siglos, el pasado se convierte en presente y futuro o viceversa. Rosas blancas para Mariana, es un poemario escrito en referencia a las diversas advocaciones marianas y de la vida de algunas santas de la Iglesia Católica, se va describiendo la vida espiritual, las pequeñas acciones, la paciencia, las virtudes del espíritu, las cuales se combinan con la vida cotidiana de una ama de casa, una mujer sencilla, una empleada. Cómo las milimétricas acciones de bondad conllevan a transformaciones radicales de la vida.

 

 

Deseo seguir escribiendo, tener más seguridad y confianza en ello. Este insilio creativo me ha llevado a recuperar el amor extraviado en mí misma, asumir con madurez mi rol íntimo en la acción de escribir. En momentos de lectura solitaria encontré dos testimonios de dureza interior, como lo fueron: una judía sefardita, sobreviviente de un campo de concentración en Auschwitz-Birkenau llamada, Annette Cabelli, que dijo: “No tenía tiempo para llorar, tenía que sobrevivir”. Y de Sabina Spielrein, en cómo logró salir con éxito de las cavernas de su mente enrevesada, venció las sombras de la histeria y esquizofrenia que le fueron diagnosticadas; se convirtió en una renombrada psiquiatra, madre, esposa, aunque no pudo evitar su trágica muerte, pero doblegó a la vida. Leo de sus labios: “Quisiera, al momento de morir, que pusieran en mi tumba: Yo también fui un ser humano”.

 

 

Hemos hablado de ti y de tu obra poética, Carmen Rosa, del país y sus tragedias. Quisiera que pudiéramos abordar al lector de poesía. ¿Está interesado en leer este tipo de poesía que trabajas, lacerante, dolorosamente humana, o acaso prefiere el refugio de Instagram o estar sobreviviendo mientras emigra en medio de tanta desolación?

 

 

Yo puedo ser ese lector de poesía que describes: leo, me refugio y evado en las redes sociales, trato de sobrevivir en medio de la desolación mientras emigro. Tal vez, a muchos no les interese o agrade lo que escriba, lo cual es muy válido y respetable. Quizás, otros se tomen unos minutos para leerla y se identifiquen en mucho, algo o nada con ella. De veras, no puedo controlar el destino o el número de lectores de lo que escribo. Después de publicar un texto pertenece a quien lo desee leer. Puede ser que mi poesía desaparezca conmigo, que haya servido para salvar mi breve existir sobre la Tierra o que siga teniendo lectores en el transcurrir del tiempo, eso no lo puedo saber ni intuir.

 

 

En estos momentos la supervivencia ha restado relevancia a las demás esferas de la vida. Con estar en paz, feliz y junto a mi hija, será suficiente; lo demás será ganancia.

 

 

¿Cómo ha sido tu experiencia como docente? ¿Utilizas la poesía para incentivar y promover la lectura?

 

 

Soy docente de Educación Primaria, por tanto, he trabajado con estudiantes entre 5 y 12 años de edad, he dado clases de Primero a Sexto grado, también laboré casi cuatro años en Educación Especial. Por ser niños compartimos textos de literatura infantil de autores, como: Manuel Felipe Rugeles, Triunfo Arcineagas, Yolanda Pantin, Patricia Geis, Inés Garland, Anna Llenas, Roberto Santiago, Rosa Huertas, entre otros. A los niños les encanta leer, que se les dramatice las lecturas, se les declame los cuentos, las historias, las leyendas y mitos, pero que ese rato de lectura sea corto y dinámico, con una duración de treinta a cuarenta minutos porque se dispersan, tienden al desorden y aburrimiento. Es importante, además, conducirlos a una lectura comprensiva. Tengo cuatro años fuera de aula y ejercí la Coordinación de Recursos para el Aprendizaje donde desarrollé actividades de promoción de la lectura, tales como: la caja voladora de palabras, el cojín mágico, el rincón de lectura, café literario, concursos de deletreo, cadáver exquisito de imágenes, construcción de cuentos colectivos a partir de una palabra, difusión y dramatización de efemérides resaltantes, festivales de lectura, competencias de lectura en voz alta. Concursos de poesía, cuento, teatro. Concursos de cartas escritas al Niño Jesús. Concursos grupales de retahílas, adivinanzas, trabalenguas, coplas. Grabación de audios y videos cortos referentes a la lectura. La socialización del periódico escolar y mural, con las infaltables secciones de literatura y cultura; los programas de radio comunal y radio pasillo, donde los niños y la lectura son sus portavoces.

 

 

Recuerdo que les gustaba mucho la lectura teatral de las Leyendas del Táchira, de la escritora española residenciada en nuestro estado, Lolita Robles Mora, sentían atracción por el suspenso y el terror. Los niños son una especie de refugio para el alma, al ser bien orientados se pueden conseguir resultados maravillosos, mediante la disciplina, el respeto, el trabajo constante, la dedicación, el fomento de valores. Siempre les decía que la lectura era el medio para aprender lo que quisieran, soñar, superarse, elevar el espíritu, recrearse, ser libres.

 

 

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Finalmente, Carmen Rosa. Me gustaría conocer tu opinión con relación a la participación de los intelectuales en la defensa de la dignidad y los derechos humanos. ¿Es posible pensar y construir una sociedad sin tomar en cuenta a los creadores?

 

 

Los intelectuales deben participar desde su voz escrita en la defensa de los derechos humanos y la dignidad, no pueden hacerse los sordos o ciegos ante la vulneración sistemática de las garantías individuales. Desde su tribuna deben denunciar todo aquello que atente contra la libertad de tener una vida plena. El hacerse portavoces y banderas de regímenes autoritarios conlleva a la aprobación de la degradación del conglomerado de un país que se encuentra bajo esos yugos. Sí, es posible construir una nación y una sociedad sin tomar en cuenta a los creadores, de allí, los resultados catastróficos que se presentan. Las mentes más relevantes y lúcidas de todos los campos del quehacer humano deben ser convocados a conformar un proyecto nacional de envergadura social y sus posiciones no deberían ser extremistas sino muy equilibradas

 

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